10

La fiesta ya había iniciado. El lugar olía a alcohol, no lo demasiado fuerte para ser desagradable, pero sí lo suficiente para tentar a la gente a seguir bebiendo.

Eran bastantes personas, fue un riesgo que Danielle aceptó al momento de pedirle a la
sociable Hanni Pham que hiciera la lista.

Haerin había llegado hace no tanto, estaba con sus amigas riendo cerca del ventanal que daba a la piscina. Y claro que Danielle estaba como perro ansioso por ir hasta ella y hablarle.

O pedirle matrimonio, también le servía.

Se habían saludado amorosamente y compartieron una sonrisita que Dani no pudo dejar pasar.

Tenía fe, y pruebas suficientes, de que Haerin veía algo en ella.

¿Cómo hacía para lograr besuqueársela esa noche? Pensó en los comunes juegos: la botella giratoria o siete minutos en el cielo, pero aquello le pareció un poco infantil y ridículo. Buscaba algo más especial.

Se decidió, tomando su segundo vaso, que se dedicaría a hablarle toda la noche a esa preciosa chica de falda para coquetearle e intentar dar el siguiente paso.

Hanni y Minji habían desaparecido, al igual que Hyein y Eunchae. Las maldijo por dejarla sola, pero otro grupo de amigos se acercó a charlarle y pudo dispersarse un poco de la emoción -ansiedad- que le inundaba al pensar en los labios de Kang.

En su tercer vaso, y aprovechando que Haerin se encontraba sola, preparándose una bebida, se acercó a ella por detrás.

—Hola —saludó, ocultando el nerviosismo.

Haerin se sobresaltó, pero rápidamente volteó hacia ella y sonrió, dejando el vodka sobre la mesa.

—Hola, chica sexo —rió y la australiana no pudo evitar hacerlo también.

¿Quién más que Danielle Marsh podía disfrutar de un apodo como ese?

—Nunca lo olvidarás, ¿no?

—Por supuesto que no, sigo riendo cuando lo recuerdo.

¡¿O sea que Haerin pensaba en ella?! Quiso gritar, saltar, llorar y rapear a la vez, como bien sabía hacer.

—Bueno, yo tampoco lo olvido. Fue... vergonzoso.

—Fue estúpido —la castaña formó un puchero, desanimada—. Estúpidamente tierno, no me preguntes por qué.

Ahora Marsh sonreía en grande.

—¿Quieres ir a sentarte? —propuso cuando la gente comenzó a amontonarse cerca de ambas para preparar sus cócteles.

—Vamos.

Danielle tenía el bobo e imposible deseo de, en ese instante, tomar su mano.

Y mierda, parece que Dios no la odiaba tanto, pues entre los cuerpos ebrios y sus bailes alborotados cuando pasaron por el lugar que utilizaban como pista de baile, Haerin se quedó atrás un segundo, y al momento en que Danielle giró para buscarla, la menor se apresuró en llegar a su lado y aprovechar de tomarle la mano.

Se excusó con que lo hizo para no perderse, pero tampoco habían cien personas en su salón. Haerin había sujetado su mano porque así lo quiso.

Definitivamente, la mejor noche de su vida, la noche que recién iniciaba. Lo confirmó al sentir la suave textura de la mano de la menor, como si fuese una nube, una entrada asegurada hacia el cielo de los santos. No aguantó y tiró de ella, juntando un tanto sus cuerpo.

Ya en el sillón, Danielle apoyó los pies en este mientras Haerin se volteaba hacia ella.

—¿Y cómo ha estado este inicio de año en Ador? Hanni me dijo que solías cambiarte seguido de escuela.

—Así es, papá y su trabajo. Y genial, sinceramente. La gente es agradable.

—Debes tener cuidado con algunos chicos eso sí —se medio inventó, aunque en parte era cierto—. Suelen haber muchos idiotas, en especial en tu curso.

—¿Si? No me he topado con ninguno por ahora.

—Dentro de un mes ya tendrás a algún tarado que quieras matar, te lo aseguro.

Rieron y Haerin se acercó leve, jugando con su cabello.

—¿Cómo quién?

—Creo que es tu amigo, pero, ugh, Park Jiung. Lo detesto.

Lo detestaba porque coqueteaba con Haerin, para qué mentir.

Ella carcajeó.

—Oh, Jiung. Sí, puede ser algo idiota, pero me cae bien —inevitablemente, y sin darse cuenta, la extranjera arrugó las cejas—. ¿Qué? ¿Te ha hecho algo?

¡Sí! ¡Se hace el lindo contigo!

—Bueno, más que a mí, odio lo coqueto que es. Con cada maldita chica.

Jiung también había intentado algo con Danielle, pero esta nunca le gustó. En especial por su intensa y agotadora personalidad.

—¿Coqueteo? Conmigo no es así —se alzó de hombros.

—Por Dios, Haerin. No te suelta —casi que gruñó y, mierda, debía calmarse o quedaría como lunática.

No podía celar a esa pobre chica, que básicamente no conocía.

Pero la reacción de Haerin fue inesperada, arrebatándole el corazón. La chica había reído -reía harto, por lo que notó- y se acercó unos centímetros más, sin llegar a invadir su espacio personal.

—¿Y cómo es que lo sabes? —preguntó juguetona—. ¿Acaso sueles mirarnos?

Santa María purísima.

—¡N-no! —aclaró su garganta—. No... pero es que, Dios, es tan ruidoso que llama la atención. Además, Hanni me ha dicho que, efectivamente, no te deja en paz —evitó rodar los ojos.

—Eres un poco celosa, Marsh.

¡Y tú un poco atrevida! Joder, no aguantaba con esa maldita tensión. Y sabía que no estaba loca -no tanto-, esos jueguitos de Kamg eran evidentes y claramente correspondidos.

Le fascinó, le fascinó su descaro mientras estiraba su brazo para que rozara con el suyo propio.

Que rápido estaba siendo esto, es decir, hace una semana solo intercambio de vistas habían compartido. No solía pasarle, pero Danielle lo agradecía infinitamente.

Se sintió más segura, decidiendo seguir su dinámica. Ella también podía jugar.

—¿Celosa? Por favor, jamás sentiría celos de Jiung.

—Si quieres lo llamo, para demostrarte que no es tan desagradable —desafió con una sonrisa.

Iba a decirle que jamás permitirá que él pisara su casa, pero, por supuesto, Hanni lo incluyó a la estúpida lista.

—Oh, no bromees, Kang —decidió esta vez ser ella quien se acercara, moviendo un poco sus piernas para que se mantuvieran a escasos centímetros del muslo de la pelinegra.

—Está bien —dijo con humor—. Olvidémonos de él y cuéntame algo de ti. Pareces interesante.

Bésame. Bésame, mujer.

—Mmh, ¿qué podría decirte? —bebió del vaso—. Soy pésima en matemáticas, creo que es lo más destacable en mi vida.

Haerin carcajeó, acompañada de la castaña.

—Que boba —negó—. Cuéntame algo mejor. No lo sé, como ¿qué clase de chico te gusta?

Una gatita descarada, sin miedo al éxito. Le enamoró el doble. Está bien, sabe que Haerin lleva al menos dos vasos más que ella y está levemente ebria, pero de todas formas, bendecía la vergüenza que se escapaba de las personas con el alcohol.

Solo deseaba, que si esa noche lograba robarle un beso, no se borrara de su mente jamás.

—Hace un tiempo que no me gusta un chico, pero en general, los de personalidad tonta. Lo contrario a ese amiguito tuyo —comentó sin mirarla.

—Mmh, ya veo...

—Y bueno, en chicas... —no sabía si revelarle de su bisexualidad. Nunca se sintió avergonzada de eso, pero es que Haerin le cambiaba de pies a cabezas. Lo dudó unos segundos antes de seguir—. En chicas las bonitas.

Haerin alzó una ceja.

—¿Bonitas? Que superficial, chica sexo.

Danielle golpeó su hombro sin mucha fuerza, sonrojada.

—Okay, también me gustan las sociables, que hablan y no se arrepienten —indirecta, y esperaba haber sido directa.

—¿Menores o mayores?

—Un año menor es mi límite, prefiero a las de mi edad.

Y a las guapísimas madres de sus compañeros, no la culpen. Algunas se mantienen como el vino.

—¿Y a ti? —retomó la australiana—. ¿Solo chicos?

Por favor, por favor, que diga que no.

—No sabría definirme, solo sé que no me niego a nada.

Danielle lo tomó como una señal para avanzar. Bajó las piernas del sofá y se sentó más cerca de ella, reposando su codo en el respaldo del sofá. Sus rostros cerca, más de lo que alguna vez habían estado.

—¿Eres de esas que no se ponen etiquetas?

—Creo que sí.

—Pff, ojo que esas suelen ser las peores.

—¡Oye! —refunfuñó, ofendida—. No mientas, ¿por qué lo dices?

—Porque te rompen el corazón. Como las que dudan de su sexualidad. Te dicen "te amo", prometiéndote una vida juntas y al día siguiente comienzan una relación con un chico.

—Vaya, veo que tienes traumas —rió y ella lo hizo igualmente.

Claro que sí, a toda bisexual o lesbiana le ocurría en algún punto de su vida. Esa chica, que dos años atrás destruyó su corazón, se llamaba Vanessa, y de hecho, tenía los mismos ojos gatunos que Haerin.

—Puede ser, sí.

—Bueno, así que sociables y bonitas. ¿Algo más?

Que se llame Kang Haerin, que sea coreana, pelinegra y de gusto rosa.

—Deportistas y mimadas.

Lanzó la bomba.

No sabía si Kang era mimada, si le haría espectáculos porque no le prestaba la suficiente atención en el caso hipotético de que fueran novias, pero se moría por que fuera así.

—¿Algún deporte en especial? ¿Volleyball, tal vez? —tenía una perfecta y maldita mirada seductora cuando habló, sus ojos oscuros y profundos. De complemento estuvo su ceja arqueada, retadora.

—Tal vez, tal vez no —le guiñó un ojo.

Haerin rodó los ojos, mas, se detuvo un momento. Estaba mirando sus manos.

La agarró sin esfuerzo, analizándola. Danielle sintió los dedos de Haerin paseando por su piel, acercándola a ella. La piel se le erizó. Haerin bordeaba las líneas de sus palmas, luego, la maldita desgraciada se atrevió a darle un apretón que le sacó un suspiro.

—Tienes manos pequeñas —sonrió.

Danielle tomó aire, en un intento de regular su respiración.

No se habían soltado. Con esfuerzo, la castaña decidió tomar el control, pasando sus yemas por los dedos de la menor. Los observó maravillada.

—Y tú las tienes delicadas. Femeninas.

Como de muñeca.

Ay, Dios, cuánto le encantaban las mujeres delicadas. No eran grandes, sino finas, como si fuese modelo de cremas coreanas.

—¿Vamos por otra bebida? —preguntó Haerin tiempo después.

A Danielle no le dio tiempo de responder, Hae la había jalado, sin soltar su mano y pegándola a su espalda mientras se dirigían al mueble de alcohol. Con sus cócteles listos, la pelinegra se apoyó suavemente en el borde de la madera.

—Eres muy linda, Danielle —embriagada, Haerin se atrevió a soltar, instintivamente abriendo las piernas mientras la contraria se posicionaba entre estas.

—Tú realmente eres deslumbrante, Haerin. No me lo recuerdes mañana, pero es que no puedo dejar de mirarte.

El ambiente había cambiado. ¿Cómo? Ninguna estaba segura. Solo tenían claro que la tensión ya estaba asfixiándolas.

—Quiero...

El quiero besarte que iba a dejar escapar la mayor se vio interrumpido por la alborotada y borracha Hanni Pham, dándole una golpiza en el hombro a su mejor amiga entre risas. Sus labios estaban hinchados, y la culpable, su atractiva novia, se quedó atrás charlando con sus amigos.

—¡Oh, hola, Hae! —saludó con emoción.

Danielle quiso asesinarla.

—Hola, unnie. Veo que estás disfrutando.

Ella asintió, sacando una botella de tequila antes de guiñarles un ojo y volver donde Minji.

—Está demente —bufó Danielle, algo molesta por la interrupción.

—Es graciosa. Me cae bien.

—¿Hay alguien que no te caiga bien?

Haerin jugueteó con su collar.

—No lo sé, aún no llevo el tiempo suficiente, como dijiste.

Le había hablado mirándola a los ojos, pero luego cayó a los labios de Marsh, quien ya no se resistió, no quería seguir alargando aquello, así que tomó su brazo, sacándolas de allí.

—Acompáñame a buscar un abrigo —se inventó, y ambas sabían que no era verdad.

Subieron las escaleras rápido, abriendo la puerta de la habitación de Danielle. Haerin chocó con el borde del escritorio por los bruscos movimientos y, finalmente, la australiana lo aprovechó para unir sus belfos en un ácido beso.

Haerin le correspondió, siendo apretada contra el escritorio y suspirando sobre sus labios, un leve sabor a vodka que combinaba de maravilla con el sabor de sus bocas unidas.

Danielle había iniciado desesperada, pero cuando Haerin le acarició el brazo, su mundo estalló en colores.

Se estaba besuqueando a su chica rosita, y cupido se pasó por la habitación en ese mismo instante, flechando su corazón, que no dejaba de latir fuertemente.

Disminuyó la velocidad del beso, solo para dejarse apreciar de forma correcta lo dulce que era la coreana. Posó su mano en la cintura ajena, casi pegada a su falda blanca, acariciándole. Era perfecta, cada cosa de Haerin era perfecta, diferente, totalmente nuevo para ella.

Haerin le lamió el labio y metió su lengua dentro de su cavidad bucal, ambas suspirando al momento de sentirse.

La menor pasó sus manos por detrás de ella, cayendo a su espalda baja, aferrándose allí, cerca del borde de su pantalón. La pegó más hacia ella. Danielle le desordenó el cabello, esta vez succionándole la lengua.

—Besas bien —respiró con dificultad Marsh—. Besas bonito.

Nadie nunca le había dicho eso, esa clase de halago, y el pecho de Haerin vibró en un sentimiento nuevo.

Que adorable era esa torpe chica sexo.

—Tú también, Danielle. Pero por favor... vuelve a besarme.

La mayor sonrió, enamorada. Había caído por completo, si es que no había caído semanas atrás.

Ya no había vuelta atrás para Danielle.

Dicho y hecho, volvió a besarla, esta vez bajando por su cuello, lamiendo su clavícula derecha para terminar con besos húmedos y con sus colmillos acariciándole la piel. En respuesta, la excitación chocando en sus sienes, Kang arañó su espalda semidesnuda. Danielle gimió.

Y el gemido solo se volvió más alto cuando Haerin volvió a reclamar sus labios, esta vez apretándole la cintura con intención de dejar sus yemas marcadas.

Las chicas eran débiles en la cintura, ambas lo sabían.

Ahora Kang le acariciaba el abdomen, fascinada de sentir la línea vertical en medio de su estómago y sus músculos duros.

Danielle, desesperada por sentirla también, poseerla en sus manos, hizo lo mismo que la menor, ambas tocándose el vientre, rasguñándose cuando el beso se intensificaba y subiendo hacia el borde inferior de sus brasieres.

No llegaron a más, no en sus pechos al menos. Ambas lo prefieren así. Haerin porque ya había tenido un par de malas experiencias en sus colegios anteriores, cuando se dejaba tocar de más en fiestas, pues luego, a la mañana siguiente, la culpa la invadía de prestarse con facilidad. Aunque era verdad que Danielle le entregaba cierta seguridad, que no sería igual con ella.

Y Danielle porque, si iba a probar cualquier parte del magnífico cuerpo de la chica, necesitaba estar en sus cinco sentidos para volver a recordar el sabor y textura cada maldita noche. Sus pechos, la zona de abajo, sus muslos. Quería todo.

Quería todo de ella, pero bien.

Mas, aquello no les impidió seguir besándose el resto de la noche. Bajaban a estar con sus amigos, se dedicaban miraditas cómplices a lo lejos, y luego Danielle la volvía a buscar para perderse entre sus bocas bajo el techo de su habitación.

Cuando Haerin se fue, Danielle quedó impregnada en su perfume femenino, y pensó seriamente no ducharse a la mañana siguiente para conservar su exquisita esencia.

Se tiró de espaldas a su cama, alegre, demasiado. Seguía soñando, volviendo a esos momentos cuando se tocaban con delicadez o cuando cambiaban a un toque más agresivo. Haerin besaba de maravilla, su mejor sesión de besos sin dudarlo.

Esa noche le costó quedarse dormida de las miles y una emociones que la perseguían al cerrar los ojos y ver los gatunos y profundos de Haerin.

Pero cuando por fin lo logró, durmió mejor que nunca.


LAS RE HICE VERSÁTILES
dios mío, ¿ven lo que hace el amor? porque yo soy team haerin bottom, pero por ustedes me desvié de mis principios, JDKSK.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top