07

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Quedaban cinco minutos para que iniciara la primera clase del día. Danielle se quedó en sus casilleros, observando el alrededor, así cuando Haerin pasara por sus lockers para dirigirse a los suyos propios, pueda iniciar con su magnífico plan.

Estaba ansiosa y el corazón chocaba contra sus costillas. Realmente le atraía esa chica.

No hace mucho había llegado, pero ya tenía su grupo de amigos y cada vez se le veía más incluida. Esperaba que ningún muchacho mostrara interés por la pelinegra, aunque no era -tan- idiota: Haerin, a las horas de pisar la escuela por primera vez, dejó babeando a varias personas.

Tenía sentido, claro. La joven de hermoso rostro poseía unos llamativos ojos gatunos, la piel lisa y lechosa, junto a sus lindas prendas que solían ser de un rosado claro. Maravilló a todos allí.

—Deja de acosarla, por Dios —Minji llegó a su lado, rodando los ojos.

—¡Silencio, ahí viene!

A unos cuantos pasos se vio la brillante cabellera de Haerin, quien observaba su celular con el ceño fruncido.

Cuando pasó al lado de Marsh, esta hizo como si avanzara hacia adelante y accidentalmente chocara su hombro.

Ambas voltearon, observándose.

Danielle tuvo que morderse la lengua.

—Oh, lo lamento —se disculpó ella.

Haerin sonrió.

—Está bien, yo iba distraída.

¿Y ahora qué?, se preguntó la mayor. Mierda, no había pensado más que ese falso choque de cuerpos.

—Creí que gritarías otra vez —retomó Haerin con una risita—. Ya sabes, esa palabra.

Danielle se sonrojó, mas, en parte, el rostro amable de Haerin le tranquilizó.

—¡Oh! No, no, perdóname por aquella vez —rió con nervios—. Estaba... estaba con la cabeza demasiado quemada con los estudios y simplemente mi boca soltó cualquier idiotez.

Haerin carcajeó esta vez, acomodando su mochila.

—No te preocupes, me hizo el día.

¡Gracias, ángeles, gracias!

—Soy Danielle, por cierto —se presentó, por fin con un poco de decencia.

—Haerin, un gusto —correspondió, y le sonrió una última vez cuando una amiga de su curso llegó hasta ellas gritándole a Kang que se apresurara, pues estaban por iniciar la prueba.

—¡N-nos vemos! —logró decir la australiana, contagiándose de la sonrisa de la menor, que alzó su mano en forma de despido.

—Joder, bien hecho, Marsh.

Minji, que en la interacción de esas dos hizo como si estuviese buscando algo en su casillero, le felicitó con asombro.

Realmente no lo había hecho mal.

—¡Dios mío, estoy enamorada! —gritó mirando el cielo.

Y supo que su mueca de felicidad no le abandonaría en el resto de la jornada escolar.

Ya había arreglado la primera y ridícula impresión que le dio a Haerin, ahora debía enfocarse en robarle el corazón.

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