Capitulo 9

El viaje en el auto hacia la casa del mayor, KyungSoo se arrincona en el asiento del co-piloto. Se abraza a sí mismo y no para de llorar silenciosamente mientras mira por la ventanilla. Él está preocupado por ChanYeol, el bruto de Jongin le propino una golpiza que no se merecía.

Jongin solo acalla, no hay palabras por soltar en un momento tan incómodo como lo es ahora, y más, cuando la furia no se termina de ir. Se ha apaciguado, pero no del todo. Sigue molesto. Le toca los cojones el saber que alguien más estuvo con KyungSoo, cuidándolo, amándolo, besándolo, tocándolo ¡no, no puede ser!

Da un fuerte golpe al volante con su puño. Sus pensamientos le están calentando la cabeza. KyungSoo solo da un pequeño brinquillo en su lugar, pero se niega a girar y ver a Jongin.

― ¿Él es tu novio? ―no aguanta acallar un momento más tantas preguntas que le están carcomiendo hasta el alma.

KyungSoo le ignora. No responde.

―KyungSoo, te hice una pregunta ―le repite con voz fuerte.

―Eso, no te incumbe ―suelta y Jongin gruñe.

― ¿Qué no me incumbe? ¡Claro que me incumbe! Choco es mi hija y me preocupa con qué tipo de personas te revuelcas; esas personas que seguro metes al departamento de cuarta que tienes, y claro está, como lo he visto hace un momento –error de Jongin; en lugar de ir hacia delante, solo retrocede a pasos agigantados.

Por las mejillas húmedas pero no empapadas, KyungSoo deja salir una lágrima larga y desconsolada. Jongin tiene razón, el departamento donde viven es un cuchitril para su niña. Ella no merece eso.

―No me revuelco con nadie. No tengo ni si quiera el tiempo, aunque tuviera la intención ―las palabras de KyungSoo son hirientes, soltadas por una voz fría y distante.

Jongin siente cada palabra como un balde de agua fría sobre él. Tiene a su niño a un costado pero lo siente tan lejos como nunca estuvo de él, ni si quiera cuando no sabía su paradero.

―Bien ―pierde la primera batalla.

Nuevamente el silencio reina el ambiente. Jongin conduce con tranquilidad. Sabe que tener a KyungSoo a su costado, en el asiento, será lo más cerca que lo podrá tener, por ahora... Le susurra miradas a cada momento que puede. KyungSoo esta tan hermoso como siempre lo estuvo. Inclusive, se ve igual que antes, solo que tiene peso menos, unas leves ojeras bajo sus ojos, el cabello un poco más largo y ha crecido un par de centímetros más. Pero sigue igual de fresco, desbordado su pureza y fragilidad al viento. Jongin solo desea recuperarlo, curarlo, juntar las piezas que el despego. Solo desea eso y lo lograra. Ha amado a KyungSoo por más de 6 años y ahora que lo tiene frente a sus narices, parece que su amor por él sigue en aumento gravemente. Tan grave, que siente que ya no puede dejarlo marchar ni a su departamento y teme mucho, el compartirlo con Choco ― ¡Si mierda, Jongin está preocupado de los celos que pueda tener cuando Choco se lance hacia los brazos de KyungSoo! ¡Está preocupado de su peor contrincante, su hija! ―.

*

Cuando llegan a la morada del mayor, este se posiciona con su auto frente al portón para que el guardia le abra el portón metálico de inmediato. Y una vez que las abre, KyungSoo se introduce pasado la fuente que hay en medio. Jongin tiene tres casas más por Seoul, pero las demás son más extravagantes; unas mansiones enormes y llamativas, sin embargo, a Jongin le gusta algo sencillo y simple, como esa casa de dos pisos abrazada por bellas plantas, con un jardín grande, muy floreado y verde.

KyungSoo se queda plasmado de lo hermosa que luce la casa. Se ve muy acogedora. No era lo que tenía en mente. Pensó que Jongin viviría en una de esas mansiones que han nombrado en revistas siendo las propiedades del magnate Kim, una mansión como la de la isla Jeju.

Jongin estaciona el auto frente a las puertas de la casa. Se baja y en cuanto lo hace, KyungSoo le imita logrando sacar un gruñido de Jongin; él deseaba abrirle la puerta como el caballero que quiere ser con su muñeco.

El mayor sube los cinco escalones hacia la puerta principal. Se da cuenta que KyungSoo no le sigue, por ende, se gira y lo mira.

―Ven ―invita. El menor, incomodo, da pasos suaves. Se siente cohibido y fuera de hábitat.

Jongin abre con sus llaves las puertas, las empuja y le ordena a su menor que pase primero y así lo hace.

―Siéntate. Pediré algo de almorzar a algún restaurante ―dice mientras se quita su saco y lo cuelga sobre el perchero.

―N-No es necesario. Solo vine para que preguntaras lo que deseabas y marcharme ―ataca pero Jongin ni se inmuta de lo fuerte que aparenta ser su chiquillo.

―Umh, ¿Sabes? Eso no será posible ―juguetea. Se sube las mangas de su camisa hasta sus antebrazos y mira al bajito quien está a unos dos metros de él.

― ¿Qué responda todas tus preguntas? ―tantea.

―No. Que te marches de aquí ―KyungSoo abre aún más sus orbes, su garganta se seca y su corazón brinca. ¿Ha escuchado bien?

― ¿Q-Qué? ―vacila incrédulo.

―Lo que escuchaste, Bonito. Tú de aquí no te marchas ―no, KyungSoo no puede creerlo.

― ¡Claro que me iré! Y si vas a seguir siendo un completo estúpido, me voy desde ahora ―el menor comienza su camino hasta la puerta y cuando pasa por el lado del moreno, este lo detiene de un jaloneo en su muñeca.

―Si te vas, juro, te prometo que peleare por la custodia de Choco ―lo amenaza cobardemente, pero en serio, Jongin no puede dejarlo ir ahora que lo encontró. Simplemente no puede. Jura recuperarlo y darle todo el amor que ha guardado por años dentro de su corazón revoloteando por su niño, ese corazón que estuvo cubierto por una manta fuerte de hielo, un hielo que comienza a derretirse por cada mirada embelecada que le da a su bonito.

― ¡¿Qué?! ¡¿Te estas escuchando lo estúpido que suenas al decir eso?! ¡Tú no tienes ningún derecho sobre MI HIJA! ―le espeta molesto. De un jaloneo, se suelta de Jongin.

―¡Lo tengo y tú me lo has dado! ¡Choco es tan mía como lo es tuya! Así que, KyungSoo, si tú pones un pie fuera de esta casa, juro que te la quitare ―el nombrado está furioso por no decir encabronado. Quiere golpear a Jongin hasta matarlo, pero no lo hace porque sabe lo patéticamente débil que es.

―¡¿Para qué me quieres aquí, ah?! ¡¿Para qué?! ¡¿Para engañarme de nuevo, para jugar conmigo, para humillarme, para burlarte de mí, para qué?! ―grita ignorado el rio de lágrimas que ya se desbordo de su presa.

―Para amarte.

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Maratón 2/3 

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