⚡ 72 ⚡

SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE

El pánico que sentías era palpable, pero lograste contenerte para emitir las supuestas explicaciones que esclarecerían lo ocurrido.

—Todo empezó cuando tenía catorce años —iniciaste—. Como sabes, estaba tan desesperado por ser aceptado por la gente y tan aterrado por mantener mi verdadera identidad en secreto que me uní al equipo de fútbol del colegio y me acerqué a uno de los chicos más populares del grupo, o sea, a Hardy. Sabía que él no era una buena persona, pero me moría de miedo de que mi padre se enterara de que sentía algo por los chicos y de que era un apasionado por el arte. Necesitaba a Hardy cerca para que nadie sospechara sobre mi verdadero yo. Lo necesitaba para mantenerme a salvo, Charlie, tú lo sabes más que nadie.

Intentaste acercarte, pero mantuve la distancia entre nosotros.

—¿Por qué Hardy te permitió entrar en su grupo tan fácilmente? —pregunté, inevitablemente intrigado.

—No lo sabía entonces —respondiste, un poco más tranquilo, pero tus ojos seguían empapados—. Sin embargo, tenía mis sospechas. Hardy me miraba de una forma en la que no se miran los amigos, sobre todo cuando nos cambiábamos de ropa en los vestidores. Siempre buscaba excusas para quedarse a solas conmigo e incluso alejaba a cualquier chico que intentara acercarse a mí y que no perteneciera a nuestro grupo.

—O sea, le gustabas —concluí, aunque ya lo sabía.

—Así es. —Resoplaste con hastío—. Al principio no me importaba, porque éramos muy jóvenes y no me hostigaba ni nada parecido... hasta que un día me besó.

Ahí estaban las náuseas otra vez.

—Nos encontrábamos en una pijamada en mi casa, a la que solo se presentó Hardy —proseguiste—. Los demás, supuestamente, no pudieron asistir, pero luego descubrí que Hardy les pidió que no fueran.

—¿Qué pasó después del beso? —Pese a todo lo que descubrí sobre ti, no pude evitar ponerme celoso.

—Al principio me ganó la excitación y me dejé llevar, pero me alejé de él un par de minutos después, porque lo cierto es que no me gustaba. No me parecía una buena persona, solo era su amigo porque lo necesitaba para mantener intacta la imagen del hijo ideal que a mi padre tanto le fascinaba.

—¿Cómo reaccionó Hardy luego de tu rechazo? —inquirí a pesar de que ya sabía la respuesta.

—Muy mal. No concebía el hecho de que no me gustara como yo le gustaba a él. Me dijo que estaba enamorado de mí y juró que haría lo que estuviera a su alcance para que yo sintiera lo mismo... incluso llegó al extremo de amenazarme con contarle a mi papá que nos besamos, luego me confesó que todo estaba grabado y me mostró el lugar donde dejó su teléfono para capturar nuestro momento. Dijo que, si yo me alejaba de él, todo el mundo vería nuestro video.

—Es un demente —afirmé, ya no tenía dudas—. ¿Qué pasó después?

—Yo... —Te callaste por varios segundos antes de seguir—. No tuve más opción que ser su novio en secreto.

—¿Qué? —El aire abandonó mis pulmones—. ¿Fuiste novio de Hardy?

—Lamentablemente, sí.

—Así que Manuel no es tu primer amor —espeté—. Es Hardy.

—Te equivocas. A Hardy nunca lo amé, solo estaba con él porque no tenía opción. Necesitaba mantener mis secretos a salvo.

Ya no quería enterarme de nada más. Quería irme, pero me obligué a quedarme y a escuchar hasta el final.

—¿Qué pasó después de que iniciaron su relación? 

—Apareció Manuel. —El dolor era visible en tus ojos—. Nos acercamos, nos gustamos el uno al otro e iniciamos un amorío en secreto... al mismo tiempo en que yo estaba con Hardy.

—¿Qué rayos? ¿Es en serio?

—¡No tenía opción, Charlie! ¡No podía terminar con Hardy, tampoco alejarme de Manuel!

Enterarme de tantas mentiras me hizo pensar que estaba enamorado de alguien que no existía o que apenas conocía. ¿Y si el Caín del que me enamoré no es más que otra de tus facetas? ¿Y si me usaste para ocultar un secreto aún peor que los ya revelados?

—Ve al grano —espeté. Necesitaba irme cuanto antes—. ¿Cómo fue que terminaron hiriendo a Manuel?

Desviaste la mirada antes de responder. Era obvio que te mataba el remordimiento al recordar lo sucedido, pero ya no tenías más opción que hablar.

—Pasó cuando fuimos un fin de semana a la casa de campo de Hardy. No lo sabía entonces, pero Hardy ya se había enterado de mi relación con Manuel. Resulta que el viaje no fue más que una trampa organizada por Hardy, por Ronaldo, por Jonas y por Luis para "darnos una lección" a Manuel y a mí. Ellos llegaron primero que yo, porque a mí me iría a dejar mi madre. Cuando me encontré con Hardy en las afueras de la casa, este me pidió que me pusiera una capucha. Yo creí que se trataba de una especie de juego, así que lo hice... luego me pidió que lo siguiera al jardín trasero de la casa, en donde vi que dos chicos encapuchados, que resultaron ser Ronaldo y Jonas, tenían agarrado a Manuel. Luis grababa todo con su teléfono. Él sonreía como si se tratara de un juego, y yo insistía en creer que en realidad era uno... hasta que me di cuenta de que no lo era.

—¿Qué pasó después? 

—Hardy me explicó lo que pasaba. —Te estremeciste al recordarlo—. Me dijo que nos vio a Manuel y a mí besándonos en un parque cercano al colegio e hizo hincapié en que los "maricones" no estaban permitidos en nuestro grupo. Era irónico, ya sabes por qué. A pesar de que yo también estaba involucrado en el beso, Hardy aseguró que yo era una víctima de Manuel y que yo no era como él, por lo que me salvaría del castigo... pero me exigió que golpeara a Manuel para que nuestro romance no llegara a oídos de mi padre ni de nadie más.

—Y tú no pudiste negarte a aceptar su oferta, ¿no? —demandé—. Eras muy cobarde para permitir que tu padre se enterara de tu amor por Manuel, así que decidiste golpear a tu novio en lugar de rescatarlo.

—¡No tuve alternativa! —Tu llanto no cesaba—. Ya conoces a mi padre, tú mismo fuiste testigo de lo que es capaz. Tenía mucho miedo de que descubriera mi secreto; me aterraba que lastimara a mi madre, a la tía Brenda o a mí. No imaginas el terror que sentí, y no conoces toda la historia. El mismo Manuel me dijo cosas horribles antes de que lo golpeara, me amenazó e insultó a mi familia solo porque creía que yo estaba detrás de lo que estaba pasando. Yo era una víctima más de la locura de Hardy, pero Manuel no lo entendía. Dijo tantas barbaridades que me dejé llevar por la desesperación.

—Sea lo que sea que te haya dicho, no justifica que golpearas a alguien que amabas. ¿Qué harías si fuera yo al que tuvieras que lastimar a cambio de mantener tus secretos a salvo? ¿Y si fuera yo quien te insultara hasta hacerte perder la cabeza? ¿Permitirías que tus amigos me amarraran, que me lastimaran con navajas y que...?

—Espera, ¿qué? ¿De qué hablas, Charlie?

—No finjas que no sabes qué pasó después. —Te mostré los videos solo para que no negaras la verdad.

Cuando viste a tus amigos hiriendo a Manuel, tu impacto fue aún mayor.

—Charlie, yo no estuve ahí —aseguraste, anonadado—. Te lo juro, amor, no tuve nada que ver. Ellos me dijeron que dejarían ir a Manuel después de que yo lo golpeé. Me lo prometieron.

—Y tú les creíste. ¿Acaso te fuiste y ya? ¿No fuiste capaz de llevar a Manuel de regreso a la ciudad?

—Él no quiso que lo llevara. No quería saber de mí, Charlie, me odiaba después de lo que le hice.

—Con justa razón. Entonces, ¿solo lo dejaste ahí?

—No. Manuel salió corriendo apenas fue liberado. Yo lo seguí, pero no pude encontrarlo, así que me rendí y regresé a la ciudad en autobús.

—Y ¿no se te ocurrió llamarlo? ¿No te preocupó que llegara sano y salvo a casa? ¡Tus amigos lo atraparon y le hicieron cosas terribles!

—¡Lo sé, lo sé, pero me daba vergüenza preguntar por él! Quería ir a su casa, quería contactarlo, quería hacer mil cosas más... pero me sentía muy avergonzado. ¿Cómo iba a enfrentarlo después de golpearlo? No podía. Él tampoco quería verme.

—¡Debiste quedarte a su lado de todas formas! ¡Si realmente lo querías, debiste enfrentar cualquier consecuencia junto a él, no abandonarlo como un cobarde!

Me di cuenta de que también me hablaba a mí mismo. Siento que la historia de Joaquín es un ciclo que no acaba. No importa cuánto intente superarlo, siempre pasa algo que me hace recordarlo y que me regresa al viejo abismo de miedos y de inseguridades. Tú cometiste el mismo error que yo, y te juro que la culpa te perseguirá por el resto de tu vida.

—Debiste permanecer a su lado en todo momento —recriminé con la voz quebrada—. Incluso si él no quería verte, no debiste abandonarlo a la suerte de esos monstruos.

—Nunca imaginé que ellos irían tras él. Te lo juro, Charlie, creí que con mi golpiza les bastaría.

—¿Creíste que con unos cuantos golpes lo dejarían en paz? ¿Acaso eso es lo que hacen con sus víctimas en cada ataque? ¿Les dan unas cuantas patadas y luego los dejan ir como si nada?

—No sé mucho sobre eso, Charlie. Solo sé que atacaban a algunas personas, pero nunca me involucré...

—Y si sabías al respecto, ¿¡por qué no le dijiste nada a nadie!? —Ya no podía soportar la rabia que sentía—. ¿O es que eres uno de ellos? ¿Es eso, Caín? ¿Eres un lunático como tus amigos?

—Te juro que no soy uno de ellos, Charlie. Y sí, sabía sobre los ataques de Hardy y de los demás. Los descubrí poco después de lo que pasó con Manuel.

Donde tenía un corazón solo quedaba un vacío que no se llenaría con nada.

—¿Cómo pudiste callar algo como eso? —Me prometí que ya no lloraría, pero rompí mi promesa y permití que las lágrimas bañaran mi rostro—. ¿Cómo, Caín?

—¡No tuve alternativa! —Llorabas con la misma intensidad que yo—. ¿Crees que no me dolía mantener en secreto algo tan horroroso? ¿Crees que no quería obtener justicia? Cuando descubrí en lo que andaban metidos Hardy y los demás, me moría de ganas de denunciarlos...

—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? ¿Qué te detuvo?

—Tú, Charlie.

—¿Yo?

—Tú —reiteraste—. Saber eso era mi póliza de seguro para estar contigo. Sabía que, de amenazarlo con contar la verdad, Hardy no te haría daño, tampoco me obligaría a herirte como a Manuel.

—No te atrevas a usarme como un pretexto de tu cobardía. ¿Cómo duermes por las noches cargando tantas mentiras? ¿No tienes pesadillas tras pensar en todas las personas a las que tus amigos lastimaron? ¿No sueñas con los golpes que tú mismo le proferiste a Manuel?

—¡Por supuesto que sí! ¡No dormía bien en años, Charlie, no hasta que comencé a dormir contigo! Siempre me he sentido culpable por lo que pasó; nunca me perdonaré por lastimar a Manuel. ¡Tienes que entenderme, tenía mucho miedo! Mi padre por poco me mata cuando lo enfrenté hace meses, ¿no es eso prueba suficiente del temor que me obligaba a hacer calamidades y a dejar pasar otras? ¿Qué debo hacer para que puedas perdonarme?

—¿Perdonarte? ¿En serio crees que podría hacerlo? No sucederá, Caín. Esto no se trata de una infidelidad, tampoco de que hayas ocultado que coqueteabas con otro hombre por teléfono. ¡Estamos hablando de que golpeaste a tu primer amor y que mantuviste en secreto un montón de ataques de odio! ¿Crees que podría perdonarte algo como eso? De estar en mi lugar, ¿qué harías? ¿Eh?

No decías nada.

—¡Responde!

—No te perdonaría —admitiste.

—Exacto. No lo harías, y yo tampoco lo haré.

—¿Qué quieres decir? —Te aproximaste a pesar de que te advertí que no lo hicieras—. ¿Estás... estás rompiendo conmigo?

—Sí. Se acabó, Caín. Se acabó para siempre.

—Charlie, no puedes hacerme esto —suplicaste, aún sollozabas—. Prometimos estar juntos hasta la muerte, ¿lo recuerdas? No puedes dejarme, amor, no puedes, no puedes...

Recordé el brazalete que me diste y me lo saqué. Dudé antes de lanzártelo, pero reuní el valor y lo arrojé contra tu pecho.

El brazalete cayó al suelo junto con las piezas de mi corazón roto. Tú lo recogiste, lo miraste como si no creyeras lo que estaba pasando y lo guardaste en un bolsillo.

—Supongo que no podré cumplir mi promesa —dije, me dolía cada palabra—. Y tampoco quiero cumplirla. ¿Nunca se te pasó por la cabeza el decirme lo que pasó? ¿Creíste que nunca me enteraría?

—Iba a decírtelo, amor, juro que iba a hacerlo. —Tu voz sonaba como un susurro destrozado—. Solo quería disfrutar unos meses más de paz antes del fin...

—Por eso querías que nos quedáramos en la cabaña, ¿no? —Me dolió darme cuenta de ello—. Querías un tiempo de tranquilidad antes de pagar las consecuencias de tus actos. No solo eres mentiroso, Caín, también eres egoísta. Tu felicidad no puede depender del sufrimiento de otros. Debiste decir la verdad apenas la descubriste, así como debiste confesar lo que hiciste apenas pusiste una mano sobre Manuel.

—Lo sé, Charlie, lo sé. —Llorabas como si el mundo se fuera a acabar—. No sabes cuánto me arrepiento de todo lo que hice. Cada día desde que golpeé a Manuel me he sentido como el peor ser humano del mundo, y me he sentido mucho más culpable desde que tú y yo nos acercamos. No debiste, Charlie, debiste alejarte cuando te lo advertí...

—¿O sea que ahora es mi culpa? ¿Golpeas a tu novio, permites que tus amigos lo torturen, luego descubres que ellos forman parte de un grupo de dementes que van por ahí golpeando miembros de nuestra comunidad y resulta que la culpa es mía por acercarme a ti?

—No he dicho eso. —Negaste con la cabeza—. Tú no tienes la culpa de nada, Charlie, el malo de la historia soy yo...

—Eso lo tengo claro. —La ira se mezclaba con una pesarosa melancolía—. Nunca debí enamorarme de ti, Caín. Eres el peor error que he cometido.

Me miraste y sentí el dolor que te destruía por dentro, pero ya no me importaba herirte, no después de lo que descubrí.

—Por favor, Charlie, empecemos de cero —imploraste con desesperación—. Te lo ruego, amor mío, superemos el pasado y sigamos adelante...

—¿Empezar de cero? ¿Superar el pasado? ¡No estamos hablando de jugarretas de niños, Caín, hablamos de crímenes inaceptables! ¡Si realmente yo te importara, me habrías contado todo desde el principio! ¿Tanto es el miedo que le tenías a tu padre que fuiste capaz de lastimar a Manuel y de proteger a un grupo de bestias desalmadas?

—No los protegí, Charlie.

—Pero mantuviste sus atrocidades en secreto —repliqué—. Eso, para mí, es protegerlos. No mereces mi perdón y, de todas formas, no es el mío el que deberías intentar conseguir: es el de Manuel. A él le debes disculpas. En cuanto a mí, olvida todas las cosas buenas que vivimos, porque ya no significan nada. Absolutamente nada.

Eso es mentira. Cada uno de los momentos que vivimos se ganó un espacio dentro de mi corazón. Nunca los olvidaré, al menos no mientras siga con vida, pero prefiero mentirme a mí mismo y tratar de convencerme de que podré sacarte de mi cabeza lo más pronto posible. Es eso o dejarme vencer por el dolor.

—Por favor, Charlie —insististe—. Dame una oportunidad de hacer las cosas bien. Denunciaré lo sucedido, buscaré a Manuel y le rogaré su perdón.

—Es lo que deberías haber hecho desde hace mucho tiempo, y no para tratar de salvar nuestra relación, sino porque es lo que cualquier persona decente haría.

—Lo sé, lo sé, pero quería un poco más de esta felicidad que compartimos antes de que todo se fuera a la mierda. —Te acercaste y ya no pude alejarme más—. Por favor, Charlie, perdóname. Solo fui egoísta, no actué con maldad. Quería protegerme, quería proteger a los que amaba... quería protegerte a ti.

—Pero no protegiste a Manuel. Me halaga que hayas superado tus miedos gracias a mí, Caín, pero no puedo pasar por alto las cosas que hiciste. Lo siento, pero lo nuestro se acaba aquí y ahora.

Negabas con la cabeza como si no pudieras creer lo que te decía.

—Charlie, no puedes hacerme esto. —Te acercaste a mí y me tomaste de los brazos—. Eres todo lo que he soñado, no puedes dejarme como si nada.

—Suéltame —exigí—. No quiero volver a verte, Caín.

—¿Qué hay de todo lo que hemos vivido? —inquiriste en tono de súplica—. ¿Qué hay de lo que hemos construido? —Hiciste una pausa—. ¿Qué hay de todas las cartas que me has escrito?

Me tomaste por sorpresa.

—¿Cómo sabes...?

—Leí muchas de ellas —confesaste—. No importa cómo, no importa cuándo, solo importa que demuestran que me amas tanto como yo te amo a ti. Te lo ruego, Charlie, busca la manera de darme una oportunidad, o al menos dame la esperanza de que algún día podrás perdonarme. No dejes que todas esas cartas pierdan su significado...

—Ya lo perdieron hace mucho —mentí—. Ninguna carta hará que superemos esto. Ya no hay un mañana entre nosotros, Caín. Ya no.

—Por favor, amor, no puedes dejarme. He arriesgado todo por ti, hasta mi propia vida. No puedes hacerme esto, no puedes...

—Sí que puedo —dije con el dolor de mi alma—. Lo que hiciste no tiene perdón, Caín, y si lo tuviera, no soy yo quien debería dártelo.

—Haré lo que quieras con tal de obtenerlo —ofreciste—. Denunciaré a quien haga falta, conseguiré el perdón de hasta la última víctima que aparece en esos videos, ¡incluso iré con la policía y les diré lo que hice! Pero por favor, Charlie, dame una oportunidad... —No dejabas de llorar—. No quiero perderte, cariño, no quiero...

Ver tu sufrimiento me dolía como un disparo, pero, por más que quería, no podía dar mi brazo a torcer, no cuando las razones por las que me alejaba de ti eran tan alarmantes. Además, si algo aprendí con el paso del tiempo, es a amarme a mí mismo más que a nadie y a abrazar mi identidad como a una hermana. No puedo permitir que lo sucedido se mantenga en secreto, no cuando se hiere a personas que saben lo que es sentirse como un pez fuera del agua. Por respeto a lo que soy, tengo que hacer justicia, y aquello implica no volver contigo.

—Lo siento, Caín, pero no puedo perdonarte —sentencié—. Simplemente no puedo. Darte una oportunidad sería un insulto para todas las personas que han sido heridas en manos de tus amigos.

—No son mis amigos...

—Da igual que no lo sean. El hecho es que sabías lo que hicieron y nunca dijiste nada. Entiendo el miedo que le tenías a tu padre, porque, aunque no eran similares, también viví con temores muy poderosos la mayor parte de mi vida, pero nada justifica el haber callado algo tan serio. Pudiste escribir una nota anónima, conseguir los videos de alguna forma y hacérselos llegar a la policía sin que nadie supiera que fuiste tú, ¡qué sé yo! Pudiste hacer algo, Caín, lo que sea para hacer que Hardy y que los demás pagaran por sus crímenes, no usar esa información para tu beneficio.

—Planeaba contarlo, solo quería disfrutar de nuestro amor un poco más antes de que nunca quisieras volver a verme, pues sabía que no querrías dirigirme la palabra después de que te enteraras de todo...

—¿O sea que planeabas que me enamorara cada día más y más de ti para luego destruirme con una revelación tan horrorosa? —Ya no sentía rabia, solo una decepción tan profunda como el lago que nunca más volveremos a visitar juntos—. ¿Te das cuenta, Caín? Eres indudablemente egoísta. El Charlie de antes perdonaría algo como esto e incluso te guardaría el secreto, pero el de hoy no lo haría por nada del mundo. Lo nuestro se acaba ya.

Abriste los ojos al máximo, luego agachaste la mirada y no seguiste insistiendo, solo llorabas y llorabas como si quisieras formar un nuevo lago para ahogarte en él. Eras consciente de que no cedería. Nunca podríamos reponernos de algo como esto, Caín, al menos no a la brevedad. Pasarán años antes de que pueda mirarte a la cara sin sentir la obligación de alejarme.

Esperaba que dijeras algo más para tratar de convencerme, pero no lo hiciste. En lugar de soltar otra excusa, dijiste lo siguiente:

—Te extrañaré mucho, Charlie. —El llanto apenas te permitía hablar—. Pensaré en ti cada día de mi vida. Te querré hasta el cansancio y haré lo que esté en mis manos para conseguir tu perdón, aunque nunca lo logre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No me atreví a decírtelo, pero yo también te extrañaré con todas mis fuerzas. Tu recuerdo vivirá dentro de mí hasta el último de mis suspiros. Pese a que ya no te puedo ver de la misma forma, el amor que te tengo es tan intenso como siempre, pero que te ame no significa que deba estar contigo. Ahora tenemos más heridas abiertas que en el pasado.

Tenía muchas ganas de dedicarte algunas palabras bonitas a manera de despedida, pero no podía dejarlas salir. Me sentía culpable por sufrir con nuestro adiós cuando otros sufren cosas mucho peores y nadie hace nada al respecto. Al ver que me quedé callado, te me adelantaste e hiciste una última petición.

—¿Puedo pedirte solo una cosa antes de que nos digamos adiós? —imploraste. Iba a decir que no, pero seguiste insistiendo—. Por favor, Charlie, solo una. No te pediré nada más, lo juro. Te prometo que no volveré a molestarte.

Pensé que al menos podría concederte eso. A pesar de todas las cosas malas, me hiciste muy feliz, Caín.

—Está bien —acepté con incertidumbre—. ¿Qué quieres?

—¿Puedo besarte por última vez?

Sabía que se trataría de eso apenas solicitaste una petición final. Mi cabeza quería decir que no, pero mi corazón me exigía que aceptara y que me llevara un buen recuerdo de tus labios antes de no volver a sentirlos.

No pude reprimir mi voz. La respuesta a tu pregunta fue casi inmediata:

—Sí.

Al principio, no supiste cómo reaccionar. Fue como si regresáramos a la tarde en la que nos dimos nuestro primer beso oficial: la duda se apoderó de ambos, ninguno era capaz de moverse.

Comenzaste a acercarte a mí con la misma inseguridad que cuando nuestros labios se unieron en el que alguna vez fue tu ático secreto. Mi latido se aceleró a niveles sobrehumanos y mis manos temblaron sin control. La expectativa hacía que mis labios se sintieran besados incluso antes de que sucediera. 

Aunque se originó un mundo de discordia entre nosotros, la excitación ardió con fuerza en mi interior, tal como cada vez que nos besábamos. Una inevitable felicidad amenazaba con hacerme olvidar por unos segundos los errores por los que no podía perdonarte, pero el sufrimiento fue más fuerte. Saber que era nuestro último beso me estaba destruyendo.

Mientras te acercabas a mí, me propuse disfrutar la última unión de nuestros labios, pero fue imposible. Me dolía saber que no volvería a pasar, que ni siquiera nuestras manos se tocarían otra vez. Era el beso final, la despedida que no quería llevar a cabo.

Una vez que presionaste tus labios contra los míos, sentí que los alrededores se desintegraban y que lo único que quedaba en la Tierra éramos tú y yo. Lograste combatir mi tristeza, la rabia y la decepción y, por unos segundos, me remonté al primer beso y lo que sentí fue lo mismo que en aquella oportunidad, pero no duró mucho. En cuestión de instantes recaí en que estábamos haciendo muchas cosas por última vez. Las lágrimas caían de mis ojos al igual que caían de los tuyos; era el beso más triste y amargo que nos habíamos dado y, al mismo tiempo, el más intenso y amoroso de todos. Tu boca sabía a un hogar, a una vida llena de promesas, a una cálida tarde de verano; pero, también, a una fría y cruda noche de invierno dominada por la soledad.

Todos los miedos que sentí a lo largo de nuestra relación y que logré combatir regresaron de golpe. Le temía a quedarme solo, a no volver a amar con la misma intensidad con la que te amo a ti, pero, así no vuelva a experimentar con nadie lo que he vivido contigo, sé que ya no estamos destinados a estar juntos. No importa qué pase el día de mañana, debo alejarme de ti para siempre.

Caer en cuenta de que no habría un futuro entre nosotros me obligó a separar mi boca de la tuya. No me alejé mucho, pero sí lo suficiente para ver tus ojos y contemplar en ellos un dolor indiscutible. Te vi sufrir antes, pero nunca así. El brillo de tu mirada seguía ahí, pero sabía que se apagaría apenas me alejara de la casa en la que nos besamos por primera y por última vez.

No volviste a acercarte a mí. Pensé que tratarías de besarme otra vez como un intento desesperado de ganarte mi perdón, pero no lo hiciste. Respetaste mi decisión de apartarme y, si te soy honesto, aquella parte de mí que no obedecía a la razón rogaba por besarte una vez más antes de partir, pero sabía que, si volvía a sentir tus labios en los míos, ya no podría decir adiós, así que me limité a concederle un último deseo al Charlie que te adora con el alma y te envolví en mis brazos con toda mi fuerza.

Me abrazaste también y me derrumbé. No quería alejarme de ti. Era injusto, no lo merecíamos. Atravesamos tantos obstáculos, soportamos tanto dolor y al final terminamos sufriendo mucho más que antes.

Desearía que hubiéramos nacido y coincidido en un mundo diferente, uno en el que las personas como tu padre, como Hardy y como tantas otras no existieran. Tal vez, en un lugar como ese, nunca habríamos cometido los errores que sentenciaron el final de nuestro amor. 

Quizás, en otra dimensión, seríamos dos jóvenes despreocupados que irían libres por las calles sin miedo a expresar lo mucho que se aman. Bailaríamos juntos en alguna fiesta sin temor a ser mal vistos. Haríamos todo lo que las parejas "normales" según nuestra sociedad son capaces de hacer sin recibir miradas despectivas. No volveríamos a sentir pánico de ser nosotros mismos, no volveríamos a errar por culpa del miedo.

Mientras nos abrazábamos, soñé con un mundo como ese. Anhelé un final feliz, un futuro prometedor y una vida plena y extensa en la que nos adoraríamos hasta que nuestros cuerpos explotaran de amor.

No sé si pasaron diez minutos, un año o una eternidad cuando finalmente reuní el valor para romper nuestro abrazo, solo sabía que necesitaba más y más de ti, pero también acepté que tendría que aprender a vivir con esta necesidad. Debo acostumbrarme a cargar este dolor por el resto de mi vida. 

No voy a mentirte: estoy aterrado. Me asusta pensar que no volveré a ser tan feliz, pero la esperanza de que lo seré es lo único que me dará fuerzas. Es casi imposible imaginar un buen futuro sin ti, pero sé que lo tendré. Después de todo, me lo debo. Tengo que ser feliz con o sin una pareja. Tengo que aprender a amarme más de lo que amaré a cualquier hombre y, la verdad, creo que ya lo estoy logrando. Que haya sido capaz de terminar contigo en lugar de buscar una forma de sanar nuestras heridas sin necesidad de separarnos me demuestra que ya no soy el mismo de antes. Estoy creciendo a golpes, pero creciendo de todas formas.

Tras el abrazo final, nos miramos por al menos dos minutos sin decir nada. Nuestras bocas no se movían, pero nuestros ojos expresaban de todo. Así como nos besamos y nos abrazamos por última vez, quería soltar un último "te amo", pero de eso sí que no fui capaz. Además, sabía que decirlo solo te daría falsas esperanzas. No podía alimentar tus ilusiones de volver a reunirnos, no cuando sé que no es posible, no hasta que la vida misma se encargue de arreglar las cosas, y eso es algo que, probablemente, nunca sucederá.

La luz del atardecer ardía en tu mirada. Tu rostro estaba hinchado y enrojecido a causa del llanto, pero de igual forma lucías como el ser humano más hermoso del planeta. Estuve a punto de llevar una mano hacia tu mejilla, pero me interrumpiste a tiempo diciendo:

—Te amo, cariño. Nunca lo olvides.

Quise decir que yo también lo hacía, pero en su lugar dije lo que ya no podía seguir postergando:

—Hasta nunca, Caín.

Y me alejé de ti antes de que ya no fuera capaz de hacerlo.

No miré atrás al principio, solo caminé con una determinación que ni yo creía. Esperaba oír tus pasos tras los míos, pero no los escuché. Aunque agradezco que te rindieras, el Charlie de antes quería pedirte a gritos que hicieras lo imposible con tal de mantenerme a tu lado, pero el juicio venció y sus deseos fueron acallados por la razón.

Solo miré atrás cuando me hallé a varios metros de distancia y te descubrí arrodillado y con la mirada clavada en el suelo. Tiritabas con violencia; eran tantas las lágrimas que expulsabas que acabarías formando un nuevo lago y ahogándote en él si no te detenías. Al contrario de lo que podrías pensar, ver que sufrías tanto como yo no me entregó ni un poco de consuelo o de satisfacción, solo intensificó mi tormento.

Antes de que te dieras cuenta de que me había detenido para mirarte, susurré lo que quise expresarte en voz alta segundos atrás:

—Yo también te amo, Caín.

Dicho eso, corrí de regreso a casa.

No recuerdo bien qué sucedió después, solo sé que acabé en mi habitación y que lloré sin parar hasta que cayó la noche. Creo que mis padres entraron a mi cuarto para preguntarme qué sucedía, incluso creo que sentí tu presencia en mi dormitorio, pero seguramente lo imaginé.

Cuando dejé de llorar, la luna ya se encontraba en las alturas del cielo. Sentía que no podría superar el dolor, así que encendí mi computadora para ver los videos otra vez y que estos reactivaran la convicción que tenía antes de enfrentarte.

No pude terminar de ver cada video, pero al menos dejé de lado el dolor de nuestro adiós y me concentré en pensar en el siguiente paso, aunque no había tanto que reflexionar. Tengo claro qué hacer.

Al pensar en mi cómplice, sentí que lo correcto sería informarle lo que haré. Después de todo, fue gracias a él que obtuve los videos. Lo mínimo que le debía era contarle mi decisión y preguntarle si estaba dispuesto a apoyarme.

Tomé mi teléfono y llamé a Jeremy, quien contestó de inmediato.

—¿Charlie? —inquirió, sonaba preocupado—. Dime que no has ido con la policía, por favor.

—No... aún no. Planeo hacerlo mañana.

—Oh, no, Charlie, no puedes hacerlo. ¡No tienes idea de lo que pasará! ¡No lo hagas, Charlie, no...!

—Ya me advertiste antes sobre el peligro y mi decisión sigue siendo la misma. Voy a denunciar lo sucedido, Jeremy. Si no lo hago yo, es probable que nadie lo haga en mucho tiempo o tal vez nunca. Solo te llamé para informártelo y para preguntarte si querías acompañarme.

—¿Acompañarte? ¿Has perdido la cabeza? ¡No puedes hacerlo, Charlie, simplemente no puedes! Piensa en tus padres, piensa en ti mismo... piensa en Caín.

—Caín está dispuesto a afrontar las consecuencias de sus actos —afirmé sin estar seguro. Puede que solo me hayas mentido para complacerme—. Y, si todo sale bien, nadie volverá a estar en peligro por culpa de Hardy y de sus amigos.

—No lo hagas, Charlie. Es una mala idea y lo sabes.

—No, Jeremy. No lo es.

—¡Por favor, no lo...!

Corté la llamada antes de oír algo más. No esperaba sentirme tan decepcionado de Jeremy. Si él realmente quisiera obtener justicia como yo, pero le preocupara el riesgo, buscaría la forma de hacer una denuncia anónima o algo por el estilo, pero es obvio que no está en sus planes el revelar lo descubierto. Debo hacerlo solo.

Me gustaría que Hardy se enterara de quién será el responsable de que su vida se convierta en el peor de los infiernos, pero Jeremy tiene razón en algo: denunciar los crímenes de Hardy y de los demás es algo muy arriesgado. Existe la posibilidad de que no sean aislados del resto de la sociedad y de que el dinero y las influencias los salven de pagar por sus errores, y eso me convertiría en un blanco fácil. Es obvio que quienes planeo delatar llegarán a mí en busca de venganza tras enterarse de que fui yo quien los exhibió, así que lo mejor será recurrir a la discreción y pedir total anonimidad a la policía. Si hace falta, les pediré a mis padres que nos mudemos lo más lejos que podamos de esta ciudad. Ya nada me ata aquí.

Luego de colgar la llamada, me senté en mi escritorio, tomé varias hojas de papel y el bolígrafo de siempre y me dispuse a escribir las últimas palabras que te dedicaría. Mi corazón ha latido salvajemente desde que escribí la primera letra de esta larga carta que marca el fin de nuestra historia. He vuelto a llorar un río, cada palabra ha dolido más que la anterior. No obstante, siento estas hojas como el cierre perfecto. No podría encontrar una mejor manera de culminar nuestro romance que transcribir su fin al papel.

Puede que, algún día, leas esta carta y todas las que no alcanzaste a leer. Aún es un misterio para mí el cómo llegaste a enterarte de su existencia, pero supongo que ya nunca lo descubriré. Sea como sea y pase lo que pase el día de mañana, espero que consigas tu redención y que halles la felicidad. Sé que, en el fondo, no eres una mala persona. En lo que a mí respecta, haré lo posible por recordarte de una buena forma, porque así como me destruiste, también me hiciste inmensamente feliz y fuiste de gran ayuda en mi crecimiento como ser humano. Aprendí mucho gracias a ti, más de lo que alguna vez esperé aprender, y siempre te estaré agradecido por ello.

No sé qué pasará el día de mañana. Quizá no volveré a verte, o tal vez sí, pero ya no nos dirigiremos la palabra y todo será como antes de que nuestros caminos se entrelazaran, pero al menos me queda el recuerdo de que, por muchos meses, fui una persona feliz. 

Puede que hayamos establecido nuestra relación a base de mentiras y de engaños, pero no me cabe duda de que al menos nuestros sentimientos fueron puros y reales. Pase lo que pase de ahora en adelante, intentaré mirar atrás y que solo una sonrisa se dibuje en mi rostro al recordar el tuyo.

De corazón, espero que algún día seas feliz, Caín, tan feliz como lo fui yo antes de que la verdad nos destrozara.

No creas que este adiós no es complicado, porque no es así. Saber que esta es la última carta después de tantas es extremadamente doloroso, mientras que perderte se siente como arrancar una parte de mí, una que nunca podré recuperar. Me harás mucha falta, Caín. Vivir sin ti será un desafío que no sé si podré superar, pero haré mi mejor intento por lograrlo.

Espero que en otra vida encontremos una manera de ser felices juntos. Por mi parte, pensaré en ti hasta que tu recuerdo se difumine de mi mente y hasta que ya no sea capaz de recordar ni mi propio nombre.

Adiós, Caín.

Te amó con todo su corazón,

Charlie.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top