Hoja X. Familia
Tras secarse con la mano el sudor de su frente, Diska recogió el viejo cuaderno de la tierra.
—¿Qué es esto? —preguntó mientras lo abría.
—Es el diario de Shirfain, el antiguo jefe de los guardianes —explicó el demonio.
«Shirfain».
No lo conocía. No sabía qué eran los guardianes. Mas recordaba haber escuchado aquel nombre antes. De los labios de Skeam.
—Oye, Flopek. ¿Quién es Caeran?
El Simemonio mostró una media sonrisa.
—Oh, Diska. Te aseguro que esa es una de las historias que más ansia tengo por contarte. Pero ahora no es el momento. Primero debes leer las páginas de ese cuaderno. Entonces, se lo entregarás a Volga. Todo a su tiempo, pequeña.
—He visto a dos hombres que buscaban a un tal Caeran. Me dijeron que, si sabía algo, acudiera a la taberna «La honra de Shirfain» —confesó la joven.
—¿Recuerdas que tu madre tenía una hermana? —inquirió Flopek.
—Sí. Mi tía Sena se sacrificó por el bien de todos los seres. Su alma quedó unida al fuego para toda la eternidad —recordó ella.
—Por favor, querida, lee una página del diario —pidió el Simemonio.
Diska así lo hizo.
El otoño siempre me recuerda a ti, Volga. A ti y a mi cobardía.
Arquio es el mejor cazador que jamás haya educado. Ha heredado tu determinación.
Kalam ha muerto. Claythos se quedará una temporada con su madre hasta que llegue la calma.
Siempre acabo rompiendo familias. Me odio a mí mismo, Volga. No me gusta esta versión.
Quiero dejar de ser el malo. Quiero poder amarte. Quiero llamar «hijo» a Arquio sin miedo.
Volga, lo siento, pero creo que no nos volveremos a ver.
Sin siquiera darse cuenta, la muchacha había comenzado a llorar. No comprendía lo que acababa de leer. O quizá fingía no entenderlo.
—Flop... —Deseaba hablar, pero le temblaba la voz.
—Volga es tu abuela, niña. Y tu padre es hijo de Shirfain.
—¿Y por qué me dices todo esto ahora? ¿Por qué razón nadie me lo había contado antes?
—No uses como escudo el pasado, sino como arma el presente.
—¡Al cuerno con tus dichos!¡Llevo toda mi existencia en esta zona del bosque!¡Solo he tenido una amiga!¡Y ahora descubro por obra de un demonio del tamaño de un pulgar que tengo una abuela a tan solo unos metros! —gritó la joven de cabellos naranjas.
—Diska, tranquilízate. Lo hicimos para protegerte.
—Si mis padres me quisieran me hubiesen dejado conocer a mi abuela, ¿no crees?
—¡Ellos no saben que está viva! —exclamó el Simemonio, perdiendo la paciencia— Yo soy el único que lo sabe. Me encontré con Volga hace pocos años. Todo el mundo cree que Shirfain acabó con su vida, pero no fue así. Él mintió. Afirmó haberla matado, pero no se atrevió a hacerlo. Te aseguro, pequeña, que, si alguien te ha fallado, ese soy yo.
Diska agarró el cuaderno con todas sus fuerzas, y sirviéndose de toda la rabia que contenía en su interior.
Cerró los ojos, siguiendo la infantil creencia según la cual, si ella no veía a nadie, nadie podría verla llorar. Sus piernas, firmes sobre la tierra, empezaron a correr.
Se movía con una rapidez similar a la que le ayudaba a ganar en la mayoría de sus carreras contra Xane. Aunque, ahora que lo pensaba, quizá aquello también fuera una mentira. Supo entonces que su amiga había estado perdiendo a propósito más veces de las que podía contar con los dedos.
Los alaridos del demonio envolvían el aire. La llamaba a voces. Sin embargo, su voz interior chillaba con más fuerza.
«Idiota».
Quería ver a alguien que no la hubiera fallado antes. A la señora del bosque que resultaba ser su abuela. Al Hiemonio al que había socorrido y el cual el había revelado la cruda verdad. A los hombres que la habían interrogado antes.
Incluso deseó ver al misterioso individuo de nombre Caeran.
Necesitaba un abrazo. Pero no uno cualquiera, sino uno cargado de realidad.
Tropezó con la raíz de un árbol y cayó al suelo. Trató de levantarse. Se había hecho sangre en la rodilla.
—¿Necesitas ayuda?
Miró hacia arriba.
Alguien le tendía la mano. Un ser oculto bajo una capa negra. Aquel al que había visto en el bosque cuando jugaba al escondite.
Diska tomó su brazo y consiguió incorporarse.
—Gracias.
Sonrió.
—¡No la toques! —soltó una voz familiar.
La muchacha dirigió su mirada hacia el lugar de donde provenía aquella orden. El sonido salía de la copa de un árbol.
Contempló cómo descendía de un salto una criatura de forma humana, pelo blanco como la nieve y ojos de un intenso color rojo.
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