Hoja VII. Guerra

Se sentía completamente extraña caminando por los pasillos del lujoso castillo. Sobre todo, por el hecho de haber tenido que dejar su arco y sus flechas en el carro.

El salón del trono era tan amplio como diez casas juntas. Y al otro lado se alzaba la majestuosa silueta del rey Beol.

Se arrodilló de inmediato. Mantuvo en todo momento la cabeza baja.

—Majestad.

—Guerrera silvestre, supongo que os preguntaréis a qué se debe vuestra visita, ¿me equivoco? —La voz del monarca era tan pesada como el hierro.

—Así es, su majestad —se limitó a decir.

—Escuchad bien. El reino de Serma nos ha declarado la guerra. Nos estamos preparando, claro está. Hemos reunido un gran ejército, formado por los más valientes guerreros y algunos antiguos guardianes y cazadores. Aun así, es digno de mención vuestra destreza sin par, la cual será esencial en el campo de batalla. Hablando en plata, quiero que vayáis a luchar por vuestra lealtad hacia mí y hacia los vuestros.

Cuando el rey Beol terminó su discurso, Xane se hallaba desconcertada. No podía llegar a creerse las palabras del soberano. Le estaba ordenando ir a la guerra contra el reino vecino.

—Mi señor, mi arco y mi voluntad se rinden ante vos —afirmó.

—Así sea, pues. Guerrera silvestre, os invito a descansar el día de hoy aquí. Debéis de estar agotada tras el largo viaje.

—Lo cierto, su majestad, es que he venido con mi padre. Si no es mucho pedir, os agradecería que le permitieseis reposar a él también en vuestros aposentos —rogó la mujer.

—Tanto vuestro padre como vos misma seréis bienvenidos como mis huéspedes. Podéis quedaros el tiempo que sea necesario hasta que consideréis oportuno regresar.

—Mil gracias, oh, gran señor.

Xane se irguió. Hizo una última reverencia antes de dirigirse al portón donde la aguardaba su padre.

A las yeguas las dejaron a buen recaudo en las caballerizas. Ellos, por otro lado, descansarían en las habitaciones de invitados.

Sabía que solo se quedarían una noche. Tenía que volver cuanto antes al bosque.

«Ten paciencia, Diska. Regresaré pronto».

Le resultó sorprendente no dormir bien tras el duro viaje y todo lo que en él había ocurrido.

Luego, recordó la guerra.

Solo logró quedarse dormida cuando pensó en Diska.

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