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APRESURÓ EL PASO a través de los pasillos de su escuela, considerando grandemente la idea de empezar a correr para llegar más rápido a salón. Por motivos de los cuales no tuvo control, como quedarse en los brazos de Morfeo y no escuchar la alarma, iba tarde a su salón de clases. E incluso, se había saltado el primer turno a causa de su tardanza.
Y ahora tenía Historia.
Su clase favorita.
Con su profesor favorito.
Al observar la hora en su reloj de muñeca sintió la desesperación una vez más. No era la primera vez que tenía una impuntualidad, y últimamente aquello se había vuelto frecuente debido a la serie de situaciones que encontraba en su casa cada mañana al despertar. Siendo sincera, no le gustaba para nada.
Con algo de rapidez cruzó la puerta del salón, sintiendo la respiración cortada y gran debilidad en sus piernas, pero aún en esas circunstancias dió una mirada panorámica al lugar solo para caer en cuenta de que aún no había llegado el maestro. Aliviada suspiró, casi como si se hubiese ganado la lotería esa mañana o tal vez, porque era la única cosa buena que le había sucedido en esas dos horas.
Cuando avanzó a través del salón de clases con la finalidad de llegar a su asiento, pudo sentir las miradas penetrantes de sus demás compañeros en su espalda. A SooHyun no le gustaba ser el centro de atención, más bien, diría que lo odiaba. Y para ella resultaba muy incómodo que las personas la observaran todo el tiempo, como si fuese algo extraño o como si la juzgaran hasta por el simple hecho de existir. Aquello era el motivo de su comportamiento reservado, ya que mientras más sigilosa, más desapercibida podía pasar entre la gente.
En cuanto logró sentarse en su puesto se dispuso a preparar sus cosas para cuando llegara el profesor. Drante ese tiempo que pareció eterno, pero en realidad se trató de unos pocos minutos, la joven pelinegra pensó en el reciente encuentro que había tenido con su hermano. Una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios ante el recuerdo del último día, y pensó, además, en toda la situación que se hacía presente en su vida.
Había pasado menos de una semana desde que YoonGi se fue de casa y ya lo extrañaba. Tenía una muy buena relación con su hermano mayor, lo consideraba su única familia , y desde que la situación en su casa se había vuelto irremediable sentía cierto miedo de lo que pudiese pasar sin él ahí y, por el contrario, con la presencia del imbécil de su padre.
No obstante, confiaba en su palabra. Quería confiar en que estaría bien.
Su cabeza estaba dispuesta a pensar en muchas otras cosas cuando a través de la puerta del salón aparecía la prominente figura de su profesor. Un hombre de treinta años aproximadamente, buen porte, seguro de sí mismo y con un conocimiento que rebasaba los límites de la curiosidad. La pequeña Soo se sintió ansiosa de que iniciara la clase, puesto que sentía cierta atracción hacia la materia como para considerarla su favorita.
No podía negarlo, amaba todo lo que estuviese relacionado con las ciencias sociales, pero principalmente, Historia y Filosofía eran sus asignaturas preferidas y las que quería para su futuro universitario. Ambas podían resultar complicadas, pero no quedaban por debajo de ningún mal argumento.
Durante casi una hora la clase estuvo acompañada de numerosas historias y relatos acerca del mundo contemporáneo. SooHyun escuchaba atentamente a las explicaciones y anotaba todas las notas que parecían importantes, hasta que llegó su momento favorito de la clase: cuando el profesor Kim se concentraba en hacer preguntas al azar.
Era cierto que odiaba llamar la atención, pero cuando se trataba de cosas como esas, SooHyun se volvía muy competitiva y participaba en todo lo que podía para obtener las mejores calificaciones y un buen rendimiento académico.
El maestro dejó a un lado sus cosas y recostó su cuerpo sobre el buró, mientras juntaba las manos sobre sus muslos y observaba atentamente a sus alumnos.
──Muy bien, chicos. Les haré una pregunta muy fácil. ¿Quién puede explicarme cuales fueron las causas que llevaron a la Segunda Guerra Mundial?
Dentro del salón de clases solo dos brazos fueron alzados. Uno correspondía a Min SooHyun, quien se encontraba frenética por responder a esa cuestión tan simple, mientras el otro le pertenecía a cierto rubio que, muy contrario a ella, estaba lo suficientemente relajado en su puesto.
"Yo..." "Yo... "Yo..." Era lo que murmuraba la jovencita, muy entusiasmada de poder ser quien respondiera la pregunta. Pero muy distinto a lo que anhelaba, el profesor señaló a alguien más a sus espaldas.
──Joven Park ──invitó.
SooHyun giró el rostro hacia su izquierda, a unos cuantos asientos desde su posición, encontrándose con la imagen del rubio levantándose para explicar aquello que tanto anhelaba por decir. Una vez más, y como ya era costumbre, sintió rabia por como ese jovencito siempre parecía querer tomar su lugar y ser el mejor estudiante.
No lo iba a permitir.
Con mucho orgullo el muchacho comenzó a explicar de pies a cabeza todo aquello que conllevaba el tema, dejando a muchos con la boca abierta y al profesor muy complacido por ello, mientras SooHyun solo se retorcía del fastidio en su asiento y no hacía más que fruncir el ceño.
Park JiMin era realmente irritante. El típico popular de toda la escuela que andaba de chica en chica todos los días y las tenía a todas bajo sus pies. No había nada que no pudiese hacer y lamentablemente, era uno de los estudiantes más prestigiosos de toda la institución, casi a la altura de ella. Por tanto, ambos siempre se encontraban peleando de manera indirecta por el primer lugar en los acumulados estudiantiles.
Cuando finalmente el joven terminó lo que para Min parecía un discurso, todos aplaudieron y muchas quedaron embobadas, mientras Kim SeokJin, el profesor, sonreía ampliamente por el rendimiento de su alumno, y también porque claramente se había dado cuenta de que su estudiante estrella estaba ardiendo en furia.
Justo en ese momento la jovencita observó a su profesor con un puchero en los labios, a lo que él sólo respondió con un pequeño guiño amistoso que rápidamente le sacó una sonrisa a la chica.
Después de ese momento la clase tuvo que continuar, ya que tan solo quedaban unos minutos para que terminase. Y por más que la pelinegra intentara concentrarse, no podía dejar de sentir una mirada en su espalda, por lo que giró el rostro con la finalidad de encontar al responsable de dicha. Park JiMin era esa persona, quién parecía tener cuchillos en la mirada por lo penetrante que se sentía, y para SooHyun fue algo confuso de no ser porque unos segundos después, de la manera más descarada, el rubio sonrió con esa marcada arrogancia que claramente logró molestarla.
Con un bufido de indignación ella regresó la mirada al frente, sintiendo la cólera formar parte de sus emociones tan rebeldes. Trató de relajarse en lo que dejaba trazos sin sentido por su cuaderno, hasta que su profesor dictó la orden de realizar un ejercicio.
Pero mientras ella buscaba la página correspondiente, vio como un papelito perfectamente doblado caía encima de su pupitre. Tuvo una suposición de quién había sido el responsable de eso, y cuando cuidadosamente abrió la hoja y leyó, lo pudo afirmar.
┌───────────────────┐
¿Molesta, señorita Min?
Si lo desea, podemos disipar esa emoción con... No lo sé, ¿alguna cita?
¿Qué piensa al respecto? ;)
└───────────────────┘
SooHyun tuvo que sostener una risa para no llamar la atención de su clase. Cubrió su boca con una mano y respiró profundo, no pudiendo creer que Park JiMin, aquel idiota y su principal rival, le estuviese pidiendo una algo como eso.
¿Una cita? Simplemente patético.
· · • • • ✤ • • • · ·
──YoonGi, ¿puedes quitar tus ojos del ordenador un segundo?
Contrario a lo que esperaba el castaño, su amigo no contestó. El aludido, a pesar de que lo escuchó claramente, mantuvo la vista fija en la pantalla de la laptop mientras tecleaba sin parar, muy absorto en lo que parecía una labor ardua. NamJoon suspiró agotado y dejó la taza de café sobre la pequeña mesita que dividía sus asientos, justo antes de sentarse frente al rubio.
Por un instante pensó en como llamar la atención de su compañero y tener éxito, y luego de meditarlo por lo que supuso que fue unos segundos, optó por inclinarse sobre sus rodillas para alcanzar la parte superior de la compu y hacer el intento de cerrarla.
Ante eso, Min alzó la mirada.
Luego simplemente suspiró.
──¿Qué pasa, Nam? ──inquirió, evidenciando un claro cansancio en su voz.
──¿Encontraste algo?
──Por el momento no ──dejó salir un suspiro──. Todos los departamentos están demasiado caros, no tengo muchos ahorros en el banco. Los que tienen un precio aceptable se encuentran lejos, y claramente no me conviene estar alejado ahora con toda esta situación. Así que...
──Pues es tu día de suerte ──interrumpió NamJoon, mostrando los hoyuelos a cada lado de sus comisuras en cuanto sonrió──. Hay un departamento libre en el edificio cruzando la calle, tal vez mañana puedes ir a darle un vistazo.
El rubio se mantuvo estático por unos segundos, procesando la información dada por su amigo. Y entonces, repentinamente y en un acto que NamJoon nunca se imaginó, el mismo YoonGi se levantó de su asiento y dió la vuelta a la mesita solo para abrazarlo. Ante esa reacción el castaño dejó escapar una carcajada, simultáneamente palmeaba suavemente la espalda de su compañero.
──Ya. Deja de abrazarme porque me asusta que seas un oso cariñoso ──advirtió, y dichas palabras le arrebataron a Min una risa que lo invitó a alejarse──. Ahora ve a comprar comida, ya no queda nada.
──Tú nunca haces las compras, NamJoon.
──Siempre lo olvido.
──Torpe.
Un cojín impactó sobre la cabeza de YoonGi casi al instante, por lo que el aludido únicamente rió de manera sonora. De repente y para su buena suerte, su ánimo había ascendido ante la noticia que Nam le había brindado.
YoonGi no se tardó en tomar el abrigo que descansaba sobre el sofá, dispuesto a hacer lo que su amigo le había pedido sin colocar objeción alguna. Además, le gustaba deambular por las calles de Daegu y más en una época tan fresca como lo era el otoño.
──Hay una tienda de conveniencia cerca. Al frente del parque a unas cuadras ──anunció el castaño.
──De acuerdo. Vendré en un rato.
Y con esas palabras Min se despidió, procediendo a caminar lentamente hacia la puerta. Antes de salir colocó sus zapatos, esos que descansaban en la entrada, y una vez listo salió al exterior.
Cuando el frío de la temporada impactó, como siempre sucedía, contra el cuerpo de YoonGi, no fue capaz de evitar el espasmo que instantáneamente lo invadió. Frotó sus propios brazos por unos segundos, fallando grandemente en encontrar un poco más de calor con esa acción. El Sol aún continuaba fuera, pero sabía que no duraría mucho. Era un poco más tarde de las cinco, juraría que casi las seis, así que se apuraría para que no le tomara la noche y la temperatura descendiera mucho más.
Su camino, ya una costumbre, fue tan solitario como su simple presencia. Sin embargo, aún si mantenía la vista al frente y concentrado en la ruta, el rubio no podía evitar observar de reojo a quiénes pasaban por su lado. En los últimos días había estado prestando mucha más atención a las cosas que sucedían a su alrededor. Más de lo normal.
¿Qué será de la vida de esas personas? ¿Qué clase de problema tendrán?
Min tenía curiosidad. Pero no podía responder su propia pregunta.
Luego de lo que fueron quince minutos a pie, YoonGi pudo divisar el parque al cual había acudido casi todos los días de manera involuntaria. Tal y como había comentado NamJoon, la tienda de convivencia se encontraba ahí mismo, solo debía atravesarlo como había hecho anteriormente.
Para el rubio eso no fue una dificultad, mucho menos una molestia. Estaba agradecido de poder apreciar la belleza que emanaba ese parque; las hojas bailando junto a la exquisita brisa, el color naranja y marrón de los árboles, el aroma delicioso de los puestos de comida alrededor, el suave canto de los pájaros... Y de esa manera comprendía una vez más lo mucho que amaba el otoño.
Cada vez que caía en cuenta de ello, la nostalgia se hacía parte de sus emociones.
Cuando llegó a la tienda de convivencia no tardó mucho. Buscó entre los estantes aquello que les hacía falta en casa. Ingredientes para la cena de esa noche y más para los próximos tres días, alguna que otra comida chatarra, etcétera. Se encargó de conseguir lo más impredecible y de esa manera, con todo lo que necesitaban en manos, se aseguró de pagar.
Cuando fue consciente de que que ya no le faltaba más nada, optó por salir del mercado y, como lo tenía planeado, apresurarse para llegar a casa. El aire gélido se coló a través del abrigo que portaba, erizando la piel de sus brazos y espalda. De igual manera, sintió su pelo removerse bruscamente, provocándole la necesidad de acomodarlo en su lugar antes de continuar su camino por el parque.
Sin embargo, no pudo continuar debido a una exaltación que llamó su atención.
──¡Sun! ¡Regresa aquí!
El joven de cabello rubio giró sobre sus talones ante ese grito femenino, siendo un pequeño cachorro blanco lo primero en capturar su atención. El animal corría hacia su posición de forma eufórica, lo que atrajo una sonrisa dulce y sencilla en sus labios.
YoonGi, en cuanto tuvo al perro a sus pies, se agachó lo suficiente para acariciarlo.
──Hola, cosita bonita ──susurró, acariciando dulcemente el pelaje del animal, hasta que unos zapatos blancos aparecieron en su campo de vista y una voz, la misma de hace un momento, endulzaba su sentido de la audición.
──Ah, perdóneme, joven. Esta pequeña es demasiado inquieta.
Cuando Min alzó la cabeza para encarar a la propietaria de aquel tono tan hermoso, mucha fue su sorpresa al encontrar la imagen de aquella chica que tanto había admirando durante los últimos días, pero, esta vez más reluciente y... juraría que más preciosa que antes.
No pudo contener sus nervios y dejó escapar una risa sutil, al mismo tiempo en que cargaba al pequeño perro en sus brazos y retomaba su postura recta frente a la fémina. Esta en cuanto notó la estructura corporal del joven frente a ella, se sintió tal y como él: un manojo de emociones.
──No te preocupes ──aseguró el chico, entregándole delicadamente al cachorro no sin antes propiciarle una suave caricia.
──Muchas gracias por hacer que se detuviese. Si no, hubiera cruzado la calle a estas peligrosas horas de tráfico.
Min YoonGi asintió de forma débil a las palabras de la muchacha, pero no porque estuviese desinteresado o tuviese ganas de concluir el diálogo; en realidad, se debía a la terrible perdida que se había dado en su mirada. El chico, hipnotizado por la belleza ajena, se mantuvo estático y sin reaccionar durante lo que fueron segundos, pero que para él se sintió como interminables horas. Observó la preciosa forma de su rostro, redonda y pequeña. A partir de ahí, sus ojos de tamaño mediano, mismos que eran deslumbrados por un brillo tan poco común y al mismo tiempo, inimaginable. Su estructurada nariz, que encajaba perfectamente en la posición de su rostro y justo al descender, aquellos labios finos y que a simple vista parecían demasiado suaves y apetitosos.
Esos que muy probablemente deseaba...
──Oiga, joven, ¿vive cerca de aquí?
El varón parpadeó varias veces para regresar a la realidad, sintiendo instantáneamente sus mejillas teñirse de esa tonalidad rojiza a causa de la calentura que lo invadió a través de esa zona de su cuerpo. Tragó saliva con dificultad y por un corto instante se mantuvo en silencio, tratando de procesar la pregunta de la contraria.
──Eh... Sí, vivo cerca de aquí desde hace poco tiempo ──explicó brevemente, rascando su nuca.
──Es que lo he visto estos días por aquí ──ella sonrió, mostrando sus preciosos dientes blancos──. Es un lugar muy hermoso y relajante, ¿no le parece?
──Si, lo es.
Durante un breve momento el silencio reinó, permitiendo que sus oídos fueran capaces de percibir desde los melodiosos cantos de los pájaros hasta los molestos ruidos de los motores de los autos. Un silencio que no fue incómodo, pero que sirvió para generar tensión entre los dos individuos a través de sus potentes miradas.
Por lo que el chico se atrevió a hacer una pregunta.
──¿Es tuyo? ──inquirió, señalando al cachorro.
──Oh, no, no es mío ──rió dulcemente──. Es de una vecina. No tiene tiempo por su ajetreado trabajo, así que todos los días luego de la escuela me ofrezco a traerlos al parque.
YoonGi arrugó la nariz con ternura al escuchar esa respuesta, pensando en lo tierna que era esta jovencita. Y mientras admiraba la forma de su linda sonrisa, recordó el detalle de su uniforme y la semejanza con su hermana, así que decidió cuestionar.
──Eso es muy amable de tu parte. Estudias en la preparatoria municipal a unas cuadras, ¿cierto?
El ceño de la contraria se frunció un poco ante eso, no obstante, la pequeña curvatura de sus labios no desapareció.
──Si, ¿cómo lo sabe?
──Por tu uniforme, mi hermana estudia ahí ──respondió rápidamente, antes de que ella pudiera pensar alguna otra cosa.
──Oh, ¿en serio? ──se sorprendió, dándolo a entender claramente por la manera en que sus pequeños ojitos se abrieron hasta el tope──. Si no es mucha molestia, ¿puedo saber su nombre?
──Min SooHyun, de la clase A-2.
──¡Omo! ¡La pequeña Soohyun! ──exclamó── Compartimos salón, aunque no hemos hablado mucho... ──colocó una expresión de curiosidad en su rostro, como si estuviese recordando── Ella me había comentado sobre usted, su nombre era Yoonbi o...
──YoonGi. Min YoonGi ──aclaró con diversión, haciendo a la muchacha sonrojar.
──Mucho gusto, YoonGi ──extendió la mano de forma amable──. Yo soy Lee GyeongHui.
El rubio no pudo evitar corresponder a su agradable saludo, por lo que tomó su mano y sintió la calidad de sus dedos, contrarrestando con su temperatura helada debido al frío. Y mientras él se preocupaba por lo que sentía en su interior con ese simple toque, ella le regalaba la sonrisa más hermosa y dulce.
Esa que haría a Min YoonGi caer por un acantilado sin fin hasta tocar el fondo.
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