Capítulo 5

Un fuerte dolor de cabeza se apoderó de mis sentidos, abrí los ojos lentamente y me froté los ojos deseando que aquel martilleo constante dejara de torturarme. 

Mi primera resaca.

Observé que me encontraba en una cama que no era la mía ¿como había llegado hasta allí?

Los recuerdos de la noche pasada estaban igual de enredados que mis cabellos, no parecían tener sentido ni orden lógico, pero lo que pasó antes de perder la consciencia jamás lo olvidaría. 

Había asistido a mi primer fiesta, emborrachado y dado mi primer beso, y todo en una misma noche, por no hablar de que también había agredido a un chico por primera vez...

Coloqué una mano en mi frente y apoyé mi cabeza sobre ella deseando que mi malestar se esfumara.

"¿En que estabas pensando, April? dije para mis adentros "Su supone que debías dar tu primer beso a un chico que te quisiera, no a un desconocido calenturiento" me regañé.

—¡Tonta, tonta, tonta!—dije no pudiendo evitar llorar.

Aquella noche todo se me fue de las manos, no era yo, dejé que un extraño me tocara y se cobrara uno de los más preciados tesoros que poseía, mi primer beso que, muy lejos de ser lo esperado,  fue torpe, falto de amor y en ocasiones, parecía que se tratará más de una lavadora que de un chico.

¿Eran así los besos? ¿Es que había hecho algo mal?

No, estaba segura de que los besos no eran así, los libros no los describían así...

Permití que tocara mis pechos, que al fin y al cabo tocó más el relleno de Evelyn que carne... pero sus intenciones eran sucias y, por tanto, yo también estaba sucia.

De no ser por aquel otro chico, mi héroe, cuya identidad desconocía, hubiese sido violada en aquel descampado.

Había sentido tanto miedo...

—¿Quieres callarte de una vez?—preguntó Evelyn con la cara aplastada contra la almohada.

Yo me enjugué las lágrimas y traté de convecerme de que aquello que había hecho no estaba tan mal como parecía.

Habrían muchos más besos, no tenía por qué arrepentirme de nada.

Me senté en la cama y calcé las zapatillas.

Cuando observé mi reflejo en el espejo proferí un gritito de espanto. Tenía un aspecto horrible.
Unas enormes bolsas se acumulaban bajo mis párpados, la máscara de pestañas se había corrido y mi cuello y muñecas estaban llenas de moratones; para rematarlo, mis ropas se encontraban sucias y apestaban a tabaco, vómito y alcohol.

Me quité la camiseta y traté de quitarle aquel olor a fiesta temiendo que mi padre se pudiera enterar.

Cuando conseguí disimular lo suficiente aquel olor con jabón, salí del baño y recorrí el pasillo en dirección al cuarto de Evelyn, en busca de una camiseta que ponerme.

Pero antes de que llegara a mi destino una puerta se abrió y la figura de un joven que conocía apareció.

—Tú...—dije.

Traté sonar hostil pero, en vez de eso, sonó mas a pregunta que a amenaza.

El chico del Daiquiri esbozó una sonrisa de medio lado y observó mi cuerpo de arriba a bajo sin ningún reparo. Pronto me dí cuenta de porque que me miraba, estaba semi-desnuda en su propia casa.

Dios, ¿como no me había dado cuenta de que él era su hermano? Tenía los mismos cabellos, la misma nariz y los mismos labios, lo único en lo que se diferenciaban era en el color de los ojos. Mientras los de Evelyn eran cafés los suyos eran de un verde intenso.

—En serio, me encantan estas bienvenidas pero... mi hermana está abajo durmiendo y no querría despertarla con los gritos de una niñata inglesa y con muy mal genio—dijo posando sus ojos en mis pequeños pechos.

Me cubrí con rapidez y traté de disimular el rubor que comenzaba a teñir mis mejillas.

—Vaya, veo que mi hermana te ha convertido en una burda copia suya,—dijo burlón— aunque bueno, todo sea dicho, tú eres menos guapa que ella.

Yo me acerqué a él y alcé la mano para repetir el gesto de la noche anterior pero él fue más rápido y detuvo mi mano en el aire evitando que golpeara su mejilla otra vez.

—Yo en tu lugar, no haría eso—preguntó clavando sus ojos verdes sobre los míos—me gustan las chicas con carácter, pero tú me cansas.—respondió con desdén.

No entendía por qué me trataba así, aquello me dolió más de lo que jamás quise admitir.

El chico del Daiquiri soltó mi mano y se dió la vuelta dispuesto a marcharse cuando, en un arranque de furia, indignación y rabia decidí abrir la boca.

—¿Qué te hecho yo?—pregunté gritando—¡Ni siquiera me conoces!

El chico se detuvo y se dio la vuelta.

—Claro que te conozco, April—dijo—Hay muchas chicas como tú ahí fuera—continuó acercándose lentamente hacia mí—visten las mismas faldas, dicen las mismas estupideces...—cuando finalmente estuvo de nuevo delante de mí, tomó un mechón de cabello y acarició una onda medio deshecha—incluso se peinan como tú.—dijo—No eres original, no eres única, solo eres una más, una cualquiera a la que follarse un sábado por la noche.—susurró a mi oído—No eres nadie.

Una lágrima descendió por mi mejilla y huí lo más rápido que pude de aquel imbécil que solo sabía lastimarme. Nunca me había sentido tan menospreciada como aquella vez. ¿Por qué me importaba?

Bajé las escaleras lo más rápido que pide y salí al exterior, me saqué las llaves del bolsillo sin importarme que todas mis pertenencias estuvieran en la casa de mi vecina y entré en la mía.

Me abracé las piernas y lloré libremente en soledad.

Yo solo quería encajar, hacer cosas normales y divertirme como una chica normal y superficial ¿por qué siempre tenía que cortarme las alas?

Todo aquello era demasiado difícil para mí y él parecía disfrutar complicándome las cosas.

—Te odio!—grité en un arranque de cólera golpeando la almohada con todas mis fuerzas.—¡Te odio, te odio, te odio!—repetí lanzando golpe tras golpe.

Cuando terminé de desahogarme me lavé la cara y me dí una ducha.

Sequé mi cabello y me observé en el espejo.

Mi cabello era liso y rubio ceniza, mi cara era alargada y mis orejas demasiado prominentes, estaba demasiado delgada y era demasiado alta. Yo no transmitía la misma vitalidad que Evelyn, a su lado parecía una muerta viviente. 

Demasiado esto, demasiado aquello...

Jamás estaría a la altura de Evelyn...

La chica que se reflejaba era yo: sin mentiras, sin engaños, aburrida y simple.

Tomé las tenacillas y me debatí entre hacerme unas ondas como las que solían llevar todas las chicas o dejarme el pelo liso; entre ser la chica que siempre había querido ser o la persona que realmente era.

Enchufé las tenacillas y comencé a rizar mi cabello justo como ella me había enseñado, justo como ella lo hacía.

El hermano de Evelyn se equivocaba, no era nadie para cuestionar mis decisiones.

Mi nueva amiga me había hecho descubrir un mundo increíble, dónde nada parecía estar prohibido, dónde éramos invencibles y el mañana no existía; un chico cualquiera no era nadie para criticarme.

Sin embargo, aunque trataba de convencerme de que las palabras del hermano de Evelyn no me habían molestado, no podía evitar darle vueltas al asunto y trazar un plan para gustarle.

Alguien tocó a la puerta y yo me apresuré a bajar las escaleras deprisa.

Mi vecina entró en casa sin siquiera pedirme permiso y se sentó en el sofá repitiendo una y otra vez que disculpara la conducta de su hermano mayor.

—Es imbécil, no eres la única a la que le ha hecho sentir así.—dijo—Prometo que se lo haré pagar.

—No importa... yo no quiero malos rollos con nadie...—respondí.

Evelyn puso una mano en mi hombro tratando de reconfortarme y yo sonreí levemente, pues me alegraba el hecho de tener una amiga con la que compartir mis penas.

—Tú eres demasiado buena y él demasiado imbécil, se lo haré pagar.—contestó convencida.

Yo asentí y dejé que ella me abrazara.

Apoyé la cabeza en su hombro derecho y traté de encontrar la forma de hacer que el hermano de Evelyn me odiara menos, pues ese era mi gran defecto, preocuparme por las opiniones de los demás.

No sabía el nombre de su hermano, quise preguntárselo pero no tuve el valor suficiente, así que enterré mi rostro en el cabello de mi amiga y me dije que aquello no me importaba, que su opinión no importaba y que sus ojos verdes tampoco importaban; pero todo eso era mentira, y yo lo sabía.

—Está tarde iremos a la bolera—anunció— ¿Te apuntas?

Yo negué con la cabeza. Quería descansar pues aún me sentía agotada de la noche anterior, ir a bolera no estaba dentro de mis planes.

—¡Oh vamos!—exclamó inconforme—nos lo pasaremos bien—prometió tirando de mi brazo.

Yo negué con la cabeza por segunda vez, sentía que en cualquier momento iba a desfallecer, quería leer y ver unas cuantas películas.

—Lo siento, Evelyn...—dije.

Ella bufó y yo me odié por decepcionarla.

—Entonces me quedaré contigo—respondió.

—¿Enserio?—pregunté incrédula.

Evelyn sonrió y asintió.

—Claro. Somos amigas ¿no?

Yo le devolví una sonrisa de oreja a oreja y asentí eufórica. Yo ya la consideraba una amiga pero, oírlo de ella me causó una tremenda felicidad. Evelyn se convirtió en aquel momento en primera amiga de verdad. 

—Bien, ¿que te apetece hacer?—preguntó plantando sus cálidos ojos sobre los míos.

—Pues... algo tranquilo.—contesté—me duele mucho la cabeza y creo que, si pienso más, la cabeza me va a estallar.

Mi amiga rió.

—La próxima vez contrólate, no quisiera verte en urgencias...—dijo.

Yo apoyé mi barbilla en las rodillas y entorné los ojos.

—¿Cómo fue tu primer beso?—pregunté.

Ella me miró extrañada y arrugó la nariz.

—Fue hace dos años, yo tenía catorce años y estaba colada de uno de los amigos de mi hermano—comenzó—se llama Cole, y era el chico más guapo que había conocido hasta el momento.—dijo esbozando una sonrisa—Los chicos de mi edad me parecían inmaduros, por no hablar de que les sacaba una cabeza a todos—rió.—la cuestión es... que él era lo más parecido al chico perfecto. Pero, además de guapo y casi tres años mayor que yo, era arrogante, mujeriego y mentiroso, claro que yo no veía esas cosas.—confesó sin perder la sonrisa—Yo estaba en el comedor cuándo Cole y mi hermano vinieron a echarme del sofá. Yo me negué y me quedé a un lado, fingiendo que me distraía mirando mis redes sociales mientras ellos jugaban a videojuegos. Cuando mi hermano se marchó a por unas bebidas yo aproveché la oportunidad para comenzar una conversación con él. No sé que ocurrió, April pero poco después, los dos estábamos liándonos en el sofá.—dijo—Yo pensé que era amor, pero al día siguiente, él ya estaba con otra chica bastante mayor que yo y mucho más guapa.—concluyó.

Yo asentí y me incorporé en el sofá, Evelyn se quedó unos instantes mirándome en silencio y sonrió.

—¿Y tú? ¿Cómo fue tu primer beso?—preguntó.

"¿Qué como fue mi primer beso? Anoche, con un extraño, borracha y a punto de ser violada. Un verdadero cuento de hadas..."

Esa era la verdad, pero la April de California había estado con muchos chicos y era una chica popular, así que opté por mentir una vez más.

—¿Mi primer beso?—pregunté insegura mientras inventaba una historia creíble—Fue hace un año con un chico rubio llamado...—Mi mirada vagó hacía mi estantería y se detuvo en "Los juegos del hambre"—Peeta.—respondí.

—¿Cómo el de Los juegos del hambre?—preguntó divertida.

—¡Sí!—exclamé—cómo ese.—dije—Estábamos en un campamento de verano y bueno yo... simplemente pasó—concluí.

—¿Y que pasó con Peeta?—quiso saber ella.

Yo inspiré hondo y me esforcé por inventar algo rápido antes de que me descubriera.

—El verano se acabó y yo ya no lo volví a ver.—respondí.

—Oh, vaya, que pena...

Yo esbocé algo parecido a una sonrisa.

—Bueno...el verano no dura eternamente—dije finalmente.

Ella asintió.

—Ojalá no se acabara.—suspiró apoyando la cabeza sobre mi hombro.

Pero se acabaría, y yo me marcharía de nuevo a Painswick y volvería a mi aburrida y nada interesante vida.
Toda gran aventura acaba y la mía no sería una excepción.

—Sí, ojalá no se acabara.—respondí.















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