Capítulo 4

La música y el alcohol era lo único que parecía existir en aquella fiesta. 

La April sosa y amargada de Painswick no hubiese aprobado el comportamiento irresponsable de aquellos adolescentes que solo querían pasarlo bien, pero, a la nueva April, la que vivía en California y mostraba los muslos, aquel mundo le fascinaba.

Seguí a Evelyn, quién sujetaba un vaso desechable en la mano y saludaba a todo cuanto le dirjía la mirada, hasta los servicios, bueno, lo que parecían ser los servicios. 

Ambas nos encerramos en el baño y, en cuento cerró la puerta tras de sí, comenzó a reír frenéticamente.

—¡Joder, que agobio!—exclamó sin dejar de reír.

Yo fruncí el ceño sin entender su reacción.

—¿No te lo estás pasando bien?—pregunté. 

Evelyn me miró a los ojos y volvió a reír mientras se bajaba rápidamente las bragas y se sentaba en el váter.

—No, no es eso.—respondió—Es la mejor fiesta que se ha organizado en años, ha venido todo el mundo—dijo esbozando una sonrisa.

Yo asentí y sonreí sin tener demasiado claro si aquella era la reacción adecuada.

—¿Sabes?—comenzó a decir mientras colocaba en su sitio su ropa interior sin ningún tipo de pudor—Tú pareces ser más protagonista que yo en esta fiesta—confesó con una sonrisa.

No contesté.

Evelyn abrochó la bragueta de sus pantalones y se miró en el espejo comprobando si seguía tan fabulosa Como siempre. Esbozó una mueca de desagrado y sacó un gloss del bolsillo para, a continuación, aplicárselo.

—No hacen más que preguntar por ti—continuó sonriendo desde el espejo. 

—No lo entiendo ¿Estás segura de que es a mí a quién miran?—pregunté incrédula 

—¿A quien iban a mirar sinó, tonta?—exclamó como  si fuera algo muy obvio—¡Pues claro que a ti, April!—exclamó—Una chica como tú no pasa desapercibida.—continuó.

Yo me puse a su lado y me observé en el espejo, por más veces que lo hacía era incapaz de reconocerme.

El maquillaje hacía mucho, con ayuda de las sombras y contornos, levemente, mis facciones anteriormente aniñadas se habían vuelto mucho más esculpidas y afiladas. La joven que me observaba desde el espejo no tenía nada que ver con la niña de antes, aquella April parecía ser capaz de comerse el mundo.

Aquella era la imagen que siempre quise ver, un sueño hecho realidad y, aunque la chica que se encontraba a mi lado no poseía ningún tipo de barita, creí en aquel instante que era mi hada madrina.

Pero, al lado de Evelyn, cualquiera se quedaba corta. Ella era, sin quererlo, hermosa. 

Miré mis pestañas negras y espesas debido al efecto del rimmel y mis senos bastante más grandes por el relleno que, hábilmente, Evelyn había colocado en mi sostén.

—Es una mentira—respondí con dureza dándole la espalda a mi propio reflejo.

Evelyn chasqueó la lengua y puso sus manos sobre mis hombros. 

—Todos estamos hechos de mentiras—rebatió retirando un mechón de cabello.  

Evelyn abrió la puerta y se marchó, mientras yo me quedé pensativa en el mismo lugar. 

Me acerqué de nuevo a mi reflejo y toqué una de mis mejillas tratando de buscarle otro significado a las palabras de Evelyn. 

  —No pienses, April—dije en un susurro—Sonríe y disfruta, solo estarás aquí dos meses,—traté de convencerme mientras forzaba una sonrisa—al fin y al cabo nadie te recordará cuando acabe el verano...

Cerré los ojos y me apoyé en el lavamanos. ¿A quién intentaba engañar? Yo no era nadie y aquella chica tampoco era yo, solo era un burda imitación de aquellas chicas. ¿Por qué quería gustarle a Evelyn y sus amigas? ¡Apenas las conocía!

Acaricié una de las ondas de mi cabello y recordé la maravillosa tarde que había pasado junto a Evelyn y como ella me había recibido con una cálida bienvenida siquiera sin conocerme.

"Tal vez sea esto lo que necesitas" susurró una voz en mi interior. 

Me miré una vez más en el espejo e inspiré hondo cediendo, una vez más, a mis impulsos.

—De acuerdo—dije subiéndome los senos como Evelyn solía hacer—allá voy—respondí empujando la puerta.

Caminé lo más segura que pude y me acerqué a la barra dónde un barman servía bebidas.

—Hola guapa—saludó el hombre que atendía la barra— ¿qué te pongo?

Observé la tabla de bebidas y dudé sobre que pedir.

¿Qué se suponía que tomaba la gente guay?

Comencé a sentir arcadas, me había quedado en blanco y no sabía que responder. Pensé que había perdido toda la vergüenza en cuanto me puse esos pantalones tan cortos.

Miré la sección de bebidas más populares con los precios tratando de descifrar aquellos nombres tan extraños en un inútil esfuerzo y recé por que no descubriera mi edad.

¿Qué demonios era un "Bahama Mama" y que se suponía que llevaba un "Mai Tai"?

—¿Te decides ya?

Los ojos del joven me miraron con impaciencia y yo comencé a sentirme mareada ¿qué pedía? Joder ¿por qué no elegía algo y me marchaba? me pregunté.

Cuando me dispuse a abrir la boca un chico habló por mí irrumpiéndome.

—Ponle un "Daiquiri"—dijo el muchacho cansado—Yo invito—añadió.

Miré al joven que había hablado sin mi consentimiento sorprendida y le di las gracias en silencio.

Era increíblemente guapo, tal vez el más guapo que había visto en mi vida, sus cabellos ligeramente despeinados eran castaño claros, sus brazos eran fuertes y su mandíbula marcada lo hacía aún más atractivo cuando se encontraba en tensión.  Por su complexión y rasgos maduros adiviné que el joven debía tener unos pocos años más que yo, tal vez fuera uno de los universitarios que se divertían en la fiesta. Sus ojos, verdes como la hierba, se clavaban sobre los míos con atención, y juro que de no haber interrumpido mis pensamientos con su voz cálida y profunda me hubiese quedado horas observándolos embobada. 

—¿Vas a quedarte así todo el rato?—preguntó el extraño con una sonrisita de suficiencia. 

Yo sacudí la cabeza y ladeé la cabeza sin saber de dónde había salido un chico tan guapo.

—No...—respondí avergonzada.

El joven sonrió y posó los ojos sobre su bebida.

—No vienes muy a menudo por aquí ¿cierto?—preguntó. 

Yo negué con la cabeza y tomé la bebida que el barman había depositado en la barra.

—No mucho la verdad...—respondí acercando la bebida a mis labios con manos temblorosas.
Estaba muy nerviosa, saber que un chico guapo me estaba mirando me ponía muy nerviosa. 

Bebí un poco y me sorprendí del sabor.

—¿Que lleva esto?—quise saber.

—Ron blanco, limón...—comenzó. Se detuvo y me miró inquisitivo—¿acaso nunca has tomado uno?—preguntó extrañado.

—No, nunca.—declaré.

El muchacho sonrió y bebió un poco de su bebida.

—¿Acaso alguna vez habías probado el alcohol?—preguntó.

—Claro que sí—mentí intentando sonar convincente—¿Por qué lo preguntas?

Él puso una mano debajo de su mejilla y esbozó una sonrisa de medio lado.

—Para empezar, mirabas el tablón de cócteles como si aquellos nombres te sonaran a chino y no contestaste al camarero cuando te preguntó que es lo que querías tomar,—respondió como si fuera lo más obvio del mundo—además, no tienes pinta de haber asistido a muchas fiestas,—continuó— más bien creo que eres una frígida que no sabe que hace aquí ¿me equivoco?—preguntó posando sus ojos de nuevo en los míos. 

Mis mejillas se tiñeron de rojo y miré incrédula a aquel joven tanto atractivo como maleducado y, antes de que me pudiera dar cuenta, mi mano aterrizó en su mejilla con fuerza en un sonoro bofetón.

¿De verdad había sido capaz de hacer algo así?

Aquello no era típico de mí, pero desde que había llegado a California nada era típico de mí. 

¡Al cuerno con los modales! No me iba a disculpar, aquel capullo se lo merecía.

Él me observó con los ojos abiertos como platos sin creer lo que acababa de hacer, por un momento pensé que la fiesta se había detenido, pues unos cuantos asistentes se habían detenido a observar la escena. 

Le dirigí una última mirada de odio a aquel extraño ignorando las miradas y me marché enfurecida sin decir palabra lo más rápido que pude.

"¿Quién coño se cree?" Pensé.

Me abrí paso entre el gentío y me permití mirar por última vez hacía atrás, para mi sorpresa, el capullo seguía observándome.

Desvié rápidamente su mirada de él y me deshice como pude del sudor que brillaba en mi frente.

Caminé hasta llegar a un corro de adolescentes que no dejaban de gritar y me hice un hueco para descubrir que es lo que con tanto ahínco observaban y aplaudían.

Cuando al fin conseguí un espacio en el que meterme pude ver como Evelyn era sujetada por un chico de cabellos cobrizos boca abajo, bebiendo directamente de la boquilla del tanque de cerveza.

—¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe!—exclamaban todos a su alrededor.

Al cabo de un cuantos minutos dejó de beber y bajó al suelo riendo mientras a su alrededor todos gritaban y aclamaban su nombre.

—Vaya, April—dijo mi amiga sonriente—Aquí estás.—continuó abrazándome.

Yo miré al joven al que había abofeteado en la barra y apreté los puños, iba a demostrarle a aquel capullo que se equivocaba conmigo.

—Quiero intentarlo—respondí apartándome de ella más segura de lo que jamás había estado .

Evelyn me miró extrañada y luego comenzó a reír.

—¿Habéis oído eso?—gritó llamando la atención de todo el mundo—¡Mi amiga April quiere intentarlo!—exclamó. 

Todos comenzaron a gritar mi nombre y yo caminé hacia el barril decidida mientras más y más voces se unían para vitorearme.

Me coloqué al lado del chico de cabellos pelirojos y esperé a que me tomara de las piernas.

—Ánimo, preciosa—dijo contra mi oreja. 

Yo le dirigí una tímida sonrisa y le dí las gracias en voz baja antes de que me tomara por las piernas y yo colocara mis labios alrededor de la boquilla.

—¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe!—comenzaron de nuevo a coro.

Yo hice caso a las voces y bebí cuanto pude. "¿Quién es la frígida ahora?" 

Apreté mis dedos alrededor de la boquilla y me forcé en empujar la bebida hasta mi estómago, no iba a parar, no hasta demostrarle a aquel imbécil que yo era una chica muy enrollada. ¿Enrollada? Dudo de que esa palabra siga usándose.

Una vez no pude más solté la boquilla y tosi un poco esforzándome en retener la bebida en mi estómago, el joven de cabellos pelirojos me bajó con delicadeza al suelo y yo comencé a reír mientras los adolescentes aclamaban mi nombre como si fuera su heroína. Había hecho algo irresponsable y sin nada de mérito, pero aquellas voces que gritaban mi nombre me hicieron sentir eufórica y esa sensación me encantó.        

Evelyn se abrió paso paso codazos y me abrazó pillándome totalmente desprevenida.

—¡Has estado genial!—exclamó—¡Has superado el récord de mi hermano! ¡Vas a ser una leyenda, April!—dijo.

Yo sonreí y, por una vez me sentí querida e importante, allí era alguien.

—Enhorabuena, April—me felicitó una de las amigas de Evelyn, concretamente Alisson, la que poseía una larga y bonita melena rosa.

—Gracias.—contesté con una sonrisa de oreja a oreja.

Mis ojos viajaron hasta los de Eric que me observaban fijamente mientras rodeaba a su novia por la cintura.

—Sí, has estado genial—dijo él con voz gélida mientras besaba el cuello de Evelyn, quién reía feliz.
Por alguna razón, la presencia de Eric me intimidaba, sus ojos negros estaban faltos de calidez y yo tan solo quería huir de él lo más pronto posible.

Yo esbocé una sonrisa forzada y busqué al chico del Daiquiri, para mi descontento no lo encontré en la barra dónde le había cruzado la cara.
¡Ojalá hubiese visto su cara!
 
Me fijé en el gran grupo de adolescentes que bailaban borrachos bajo las estrellas y tomé a Evelyn de la mano mientras la arrastraba hacía el centro.

—¡Vamos a divertirnos!—exclamé huyendo de la mirada de Eric.

Las dos comenzamos a bailar como si lo único que importase fuera la música a todo volumen.

Pronto los efectos del alcohol  comenzaron a pasarme factura; mi visión se enturbió haciendo que todo a mi alrededor pareciese dar vueltas y un calor infernal comenzó a apoderarse de mí.

Pronto las manos de un joven rubio, el qual no reconocí,  envolvieron mis caderas. Yo sonreí y acaricié el cuello del extraño fijando la vista en sus labios. Parecía guapo, vaya, creo que era guapo...
La temperatura no dejaba de subir y, tras unos pocos segundos de indecisión, besé al extraño.
Fué in beso torpe y estaba muy lejos a ser como en las películas, la lengua de aquel chico buscaba ansiosa la mía y yo no tardé en separar mis labios de los suyos. Siempre pensé que mi primer beso sería algo memorable, una experiencia maravillosa y de ensueño que siempre recordaría, pensaba que mi primer beso se lo daría a un chico que me quisiera de verdad; como en los libros que leía y no en una simple fiesta, borracha y apestando a alcohol.

El joven se apartó de mí y acercó su boca a mi oreja.

 —Vamos a un lugar más tranquilo—dijo.

Yo asentí sin pararme a pensar y lo seguí tambaleándome, concentrada en seguir en pie.

Él joven se acercó y yo apoyé la espalda en el tronco del árbol, introdujo de nuevo su lengua en mi boca y esta vez me resultó más agradable que la vez anterior.
Colocó una mano en mi pecho y comenzó a estrujarlo como si se tratase de una pelota antiestrés mientras seguía moviendo su lengua al ritmo de la mía, sus manos se deslizaron hasta mis caderas e introdujo lentamente los dedos en el pantalón.
                               
—Por favor, para...—dije apartándolo con suavidad.

Él chasqueó la lengua e hizo caso omiso de mis palabras, volvió a estampar sus labios contra los míos y volví a apartarme de él.

—Para... yo no puedo hacer esto—dije.

—Vamos, April, claro que puedes.—respondió el extraño al tiempo que depositaba unos pocos besos en mi cuello.

—No, no puedo—respondí cortante apartándolo esta vez con brusquedad.

—Vamos, nena, te va a gustar—contestó agarrando mis manos e inmobilizándome.

El joven desabrochó mi bragueta y yo pronto comencé a sentir temor.

—¡Por favor, suéltame!—pedí desesperada—Yo...yo soy.. virgen—dije al final.

Pero eso no le impidió seguir tocándome, pensé que eso lo frenaría, que no querría saber nada de mí después de eso pero me equivoqué.

Su mano continuó descendiendo a través de mi vientre y jugueteó con el elástico de mis bragas. Traté de desenbarazarme de él pero tan sólo conseguí que me hiciera más daño.
Las lágrimas ardían en mis ojos y mientras estas descendían recé que pasara rápido.

Mis pensamientos fueron interrupidos cuando unas manos fuertes agarraron del cuello al joven de cabellos rubios con violencia haciéndole caer al suelo. 

Traté de adivinar quien era mi salvador pero tan sólo podía ver lo que parecían ser dos cuerpos enzarzados en una pelea, dónde el rubio parecía ser el peor parado.

Cuando recordé que había estado estado punto de ser violada mi estómago se revolvió y, en una fuerte sacudida, mi cuerpo expulsó todo el alcohol al exterior.

Sólo recuerdo el amargo regusto a vómito, pues después de eso caí al suelo y dejé que mis ojos se cerraran.


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