Capítulo 28
Las personas cambian, siempre lo hacen. Es un proceso evolutivo que jamás termina.
Las montañas se deterioran, los ríos se secan... y las personas cambian con el tiempo constantemente.
¿Alguna vez has querido detener el tiempo?
Yo sí, un montón de veces.
Pero no puedes hacerlo al igual que tampoco puedes dejar de cambiar.
Somos humanos y por eso no podemos detenerlo, no puedo detenerlo.
Llevaba toda mi vida tratando de ser una persona diferente, una persona que los demás admiraran y quisieran tener cerca, que saliera bien en todas las fotos, que irradiara luz propia, que pareciera inaccesible y que fuera protagonista de una historia que todo el mundo quisiera leer; pero nunca le di la vuelta a la moneda y cuando llegué a conseguir todo aquello con lo que había soñado ya no lo quería.
Quería recuperar mi antiguo yo pero volver a ser aquella niña tímida, dulce e inocente era tarea imposible. Daba igual con que ropa vistiera o cuantos libros leyera para tratar de volver a ser aquella chica.
Nunca volvería a ser ella y lo odiaba.
Notaba como las paredes se cerraban sobre mí aprisionandome en la jaula de la cual nunca me había atrevido a salir, los libros me escupían a los ojos cuando abría sus páginas pues las historias ya no me mantenían despierta por las noches, aquel pijama de Harry Potter que tanto me había gustado ya no tenía sentido para mí, incluso me avergonzaba de él y llegué a pensar que era infantil ¿O fue Alyson quien me metió esa idea en la cabeza? Salir con mi padre me resultaba también vergonzoso y llamar a mi madre cada dos días se convirtió en una actividad agotadora que quería evitar.
Mis confidentes eran mis amigas y su opinión iba a misa.
Pero algo en la mirada de Evelyn me hizo sentir nostalgia, querer recuperar a la antigua April.
Su mirada parecía reprocharme haber cambiado, parecía estar esperando a que regresara aquella chica.
Y yo mantenía la vista desafiante y le gritaba sin despegar los labios:
—Ya lo sé ¿vale? Ya sé que todo esto es culpa mía...
Y justo cuando acababa de declararme culpable ella se daba la vuelta y huía, antes de que me derrumbara, antes de que le pidiera que me perdonara.
Pero ella siempre ponía la cortina como barrera. No quería saber nada más de mí.
Saber que la había decepcionado y la impotencia de no poder hacer nada para solucionarlo me estaba matando, su ausencia me estaba matando.
Lloré sin derramar lágrimas, sangré sin teñirme de rojo. Y ella me dio la espalda, igual que yo una vez.
Y entonces deseé con todas mis fuerzas retroceder en el tiempo y volver a ser aquella adolescente de dieciséis años que había aterrizado silenciosamente con una rídicula sudadera tres tallas más grande de lo que me correspondía y quince libros en la maleta.
Pero no quería que resgresara aquella chica miedosa e insegura que apenas podía articular una sola palabra cuando se encontraba en frente de alguien, no.
Quería que volviera aquella chica apasionada que amaba el romanticismo, la chica curiosa y soñadora que amaba sentarse en un banco y pararse a mirar los rostros de las personas que pasaban por la calle preguntándose que vida debían llevar, el pequeño ratón de biblioteca que ahorraba para comprarse un libro tras o otro y no para comprar alcohol.
La chica que se ilusionaba facilmente y desprendía mágia aún estando en silencio.
Pero, hiciese lo que hiciese, nunca volvería a ser aquella chica.
Ahora era una adolescente que creía tener derecho a todo, que pagaba con mentiras y no sabía pasarlo bien sin alcohol.
Mi autoestima había crecido tanto que llegó a convertirse en una gruesa muralla que nos separaba a quienes creía que mercían la pena y a los que no.
A veces me pregunto que pasaría si me encontrara por la calle con mi antiguo yo. ¿Le daría la espalda como todo el mundo había hecho antes de Evelyn? Probablemente ¿Disfrutaría criticándola? Sin duda.
Mi hobbie favorito era despertar envidia y coquetear con otros chicos mientras Jason no miraba. Se siente tan bien cuando gustas a los demás...
Me escusaba en que Jason me tenía descuidada, y me decía a mi misma que él estaba engañandome con otras chicas mientras no estaba en casa. ¿Qué iba a estar haciendo sinó?
Tenía miedo de que me engañara, como había hecho con todas, pero en el fondo sabía que él nunca sería capaz de repetir la historia solo que mentirme a mi misma me resultaba más cómodo que admitir la verdad.
¿Se había aburrido ya de mí? ¿Es que no era suficientemente mujer para él?
Mil y una preguntas se pasaron por mi cabeza, a cada cual más estúpida.
Pero el temor a que me dejara sola se abrió paso y yo comencé a buscar la atención en otros chicos pues la idea de no tener a alguien que me quisiera me aterrorizaba.
La soledad me asustaba.
Una risa traviesa, unas palabras con segundas intenciones, una caricia...
Sútil pero no lo suficiente como para que nadie se diera cuenta.
Lo peor es que yo misma lo sabía.
Quiero confesaros algo.
Os he mentido.
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