Capítulo 22
—Me encanta este sitio—dije.
—¿Por qué? Hay muchos lugares bonitos en el mundo.—respondió Jason.
—Ningún otro lugar me gustaría nunca tanto como este—respondí.
—¡No digas tonterías! ¿Has estado en Italia? ¿París? ¿Barcelona?—preguntó.
—No.
—Entonces no has visto nada—dijo volviendo a cerrar los ojos.
—Este lugar es mucho más especial que todas las grandes ciudades y sus monumentos juntos.—dije apoyándome sobre el codo. Jason abrió un ojo y sonrió.
—Eres muy sencilla.
—Y tú un inconformista—respondí.
—No era un insulto—dijo.
—Lo mío tampoco.
Él rió.
Apoyé mi cabeza sobre su pecho y observamos las olas chocar entre sí en silencio.
—¿Cómo era tu vida antes de venir aquí?—preguntó rompiendo el silencio.
—Muy aburrida—respondí omitiendo detalles.
—Después de haberme conocido, cualquier cosa te puede parecer aburrida.
—Por supuesto, Jason.—contesté irónicamente—La verdad es que no entiendo por qué te interesa eso. No es para nada excitante mi vida allí.
—No importa, quiero saberlo todo de ti—dijo.
Yo me incorporé y lo miré fijamente sin saber a que se refería. Él hizo lo mismo y clavó sus ojos verdes sobre los míos.
—Quiero saber toda esa clase de cosas tontas que te gustan—dijo—como tu color favorito, tu día preferido de la semana o si te gusta o no la pasta.
Yo reí y él hizo lo mismo.
—No, April—dijo tomándome de la barbilla y aún con una sonrisa en el rostro—no te rías, hablo enserio.
—Me gustan los miércoles—respondí tímidamente. No hizo falta explicárselo, él lo entendió.
—A mi también me gustan estos miércoles—dijo en voz baja.
Jason puso una mano llena de arena bajo mi nuca y me atrajo hacia él. Juntó sus labios con los míos y nuestras lenguas pronto se encontraron. Su labios se ajustaban perfectamente a los míos y, a pesar de que lo había besado incontables veces, cada vez que lo hacía parecía ser la primera. Me encantaba cuando me abrazaba con sus brazos, cuando su respiración se agitaba y sus dedos se enroscaban en mi cabello.
—¿Qué más te gusta a ti?—pregunté.
—Me gustas tú—respondió besando mi cuello.
Yo reí y lo aparté de mí con suavidad.
—A parte de mí y los miércoles—dije—Ya sabes. ¿Qué te gustaría hacer con tu vida después de acabar los estudios? ¿Te casarías? ¿Tendrías hijos?
Él se separó de mí y lo meditó durante unos instantes.
—Nunca he pensado que hacer con mi vida, la verdad.—respondió—El año que viene empiezo la universidad y ni siquiera sé que me gustaría estudiar, tal vez acabe una carrera aburrida, la que mis padres consideren adecuada y luego de eso me marche—respondió.
—¿Que carrera te gustaría estudiar?
—No lo sé. Tal vez arquitectura como mis padres.
—Yo no tengo ni idea de qué hacer con mi vida—respondí.
—¿No tienes aspiraciones?—negué—¿Sueños?—volví a negar.
—En mi vida solo existían los libros. Nada más.—contesté—Painswick es un pueblo pequeño dónde nunca pasa nada, todo el mundo se conoce, las personas que viven allí siempre son las mismas y el clima es húmedo y frío. No es precisamente un lugar dónde los sueños se cumplan.
—Todos tenemos sueños, vivir en un pueblo de mierda no te impide soñar.—respondió—¿No te gustaría viajar? ¿Descubrir mundo?
Yo me abracé las piernas y apoyé la barbilla en mis rodillas.
—Tal vez eso estuviera bien—dije imaginando como sería mi vida con Jason. Yendo de un lugar a otro sin parar, descubriendo nuevas culturas y sabores.
—¿Dónde te gustaría viajar?—preguntó.
—No lo sé. Hay tanto mundo...
Jason arqueó una ceja y yo sonreí.
—China—dije al final.
—¿China?—preguntó extrañado.
—¿Te extraña?
—La verdad es que sí—confesó—Pensé que dirías Nueva York, Venecia o Roma.
Yo me encogí de hombros y enterré las puntas de mis pies bajo la arena.
—No me canso de leer sobre su cultura es tan... diferente, parece otro mundo.
—Tal vez esté bien—se limitó a decir.
Yo asentí.
—Deberíamos volver. Se está haciendo tarde—dije.
—Sí, deberíamos.—respondió entrelazando sus dedos con los míos.
Las horas continuaron pasando y Jason y yo continuamos hablando hasta bien entrada la noche.
Nos bañamos a la luz de la luna, conversamos sobre nuestros sueños y las expectativas que ambos teníamos sobre la vida. Descubrí que su color favorito era el negro y que su comida favorita era la pasta carbonara y él supo que mi color favorito era el blanco y mi comida favorita las patatas fritas.
Hablamos sobre cosas simples que por separado no tenían demasiada importancia pero que, juntas conformaban a Jason, el chico del Daiquiri y, aquella faceta cariñosa y compresiva salió al exterior.
A las tres de la noche Jason paró el coche delante de mi casa y yo, a pesar de que no quería abandonar el coche me vi obligada a hacerlo.
—¿Nos vemos mañana?—preguntó aún dentro del coche
—Sí, nos vemos mañana.
Me incliné y deposité un beso fugaz en sus labios.
Jason se marchó y yo sonreí como una tonta mientras observaba el coche esconderse detrás de la casa de enfrente. Me llevé un dedo a los labios y apreté la mochila contra mi pecho tratando de acallar a mi frenético corazón.
Las mariposas revoloteaban en mi estómago y, a pesar de que le chico ya se había marchado, aún sentía su magia en el ambiente. Me sentía especial, una adolescente tonta y especial por tenerle.
Subí las escaleras sigilosamente y recé por que mi padre no se despertara. Abrí el armario y saqué de una bolsa rosa el conjunto lencero que me había comprado hace unos días con Madison. El sujetador era azul claro bastante simple, igual que la parte inferior. Lo puse en la cama y lo examiné con detenimiento.
El día que fuimos a comprarlo Madison insistió en otro de color negro de encaje y push-up muy bonito pero que, a mi parecer, no estaba hecho para alguien como yo. No me sentía cómoda con algo tan... revelador. Pero, ahora que lo veía me parecía demasiado simple y sin nada de especial. Saqué el tique de la bolsa y miré en él si podía devolverlo. Satisfecha de que la tienda aceptara cambios y devoluciones lo guarde todo y me metí en la cama.
Mañana iría con Madie y lo cambiaríamos por ese que tanto le había gustado y, con suerte, todo quedaría preparado.
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