Capítulo 17

Al día siguiente Evelyn se puso un traje de neopreno y me prestó uno que, sorprendentemente, me quedó perfecto. Al parecer a Evelyn le encantaba surfear y desde pequeña había sido bastante buena. Ella tomó prestada la tabla de su hermano sin que se enterara y yo acepté usar la suya. 

—Hacía mucho tiempo que no surfeaba—dijo—supongo que estará bien.

—Yo sospecho que estaré más tiempo en el agua que de pie en la tabla.—contesté preocupada. 

Evelyn rió.

—No creo que el primer día surfees mucho, April.

—¿Ah, no?—pregunté extrañada.

—Supongo que os enseñarán sobre la arena como manejar la tabla y todas esas cosas básicas—explicó.

—De todas formas voy por Madison—dije.

Evelyn sonrió y ambas seguimos caminando cargando con nuestras tablas por la calle. 

Madison no exageraba, su monitor parecía salido de un sueño. Poseía un cuerpo esculpido y bronceado que a cualquier chica embelesaría y sus cabellos dorados y largos se enmarañaban de una forma irresistible. Las facciones de su rostro eran agradables y se adaptaban perfectamente a la descripción que Madie había hecho el día anterior. 

Como es de esperar aquel hombre solo poseía alumnas y, al igual que mi amiga, ninguna de ellas tenía el más mínimo interés de aprender a surfear aquellas olas. El deporte favorito de aquellas chicas era perderse en el mar de sus ojos. 

—Míralas, son como perras en celo—dijo Alyson a mi lado reprimiendo una risa.

—Te olvidas de la tigresa—dije yo. 

Ambas nos giramos en dirección a Madison. Se encontraba al lado del monitor mordiéndose el labio inferior y tocándose continuamente el pelo mientras observaba sus labios menearse.

—Os dejo con el profe cañón. Voy a coger un par de olas—se despidió Evelyn.

—Hasta luego—fui la única en responder. 

—Las nuevas iréis con Samantha, ella os enseñará los fundamentos básicos del surf. Las demás vendréis conmigo al agua.—anunció el joven. 

Alyson y yo seguimos a Samantha, la otra monitora, junto a seis chicas más. 

—Muy bien, chicas. Vamos a empezar con un par de reglas que quiero que todas cumpláis.—comenzó. 

La muchacha continuó hablando sobre reglas y consejos que debíamos tener en cuenta si queríamos surfear bien y no caernos de la tabla, pero yo solo podía estar pendiente de Evelyn quién había subido a una ola enorme y se manejaba sobre ella con gran maestría. Cuando la ola se extinguió ella volvió a buscar otra ola y así siguió durante toda la mañana. En cambio, un par de metros a la izquierda se encontraba el grupo de Madison que tan pronto se encontraban de pie sobre la tabla como en el agua y Madison parecía ser la más torpe de todas ellas, imaginé que fingía desestabilizarse a propósito para atraer más la atención de James, su atlético monitor o, como decía ella, su presa. 

Hice caso a Samantha en todo y, al final de la clase fui capaz de montarme sobre la tabla sin caerme pero me llevé un par de moratones de regalo

—Odio, definitivamente, el surf—declaró Alyson plantando la tabla en la arena ya harta de caerse una y otra vez.—He tragado más sal esta mañana que en toda mi vida. 

—¡Hola chicas! —exclamó Evelyn corriendo hacia nosotras con una sonrisa de oreja a oreja—¿Qué tal ha ido?

Alyson bufó y yo no pude reprimir una risita. Evelyn se encogió de hombros y miró alrededor en busca de la cuarta integrante del grupo. 

—¿Y Madison?—preguntó finalmente.

Alyson señaló hacia la caseta dónde se alquilaban las tablas de surf y todas pudimos ver como Madie trataba de flirtear con James. 

—Nunca cambiará—resopló Evelyn. 

—Es un caso perdido—añadió Alyson. 

Madison le dio la tabla de surf al joven y este la guardó por ella en la caseta, minutos más tarde corrió hacia nosotras con una sonrisa en cara y dio un par de saltitos en el sitio.

—¿No creéis que tiene la sonrisa más bonita del mundo?—preguntó. 

Yo observé como el chico cerraba la puerta de la pequeña casita de madera con llave y abrazaba a Samantha, su compañera de trabajo.

—¿Qué ha pasado con David?—inquirió Ali. 

—Ah bueno, esta tarde he quedado con él.—dijo.

Samantha rió y James sonrió, tal vez había dicho algo gracioso.

—Un momento. ¿David? ¿Quién es David?—preguntó Evelyn. 

James acarició la mejilla de la chica y ella bajó la mirada mientras sus mejillas se sonrojaban ligeramente. 

  —Creo que...—comencé a decir.   

—Mi nuevo novio pero, en cuanto consiga a James lo dejo inmediatamente.

Pero sospeché que Madison jamás conseguiría seducir a aquel hombre pues, en ese momento, se inclinó hacia delante y juntó sus labios con los de su compañera, con los de su novia. 

—James es mi único y verdadero....—Yo la obligué a mirar a la pareja que se besaban en medio de la playa y las palabras murieron en sus labios antes de ser pronunciadas.

 Las demás enmudecieron con ella y Evelyn le dio un par de toquecitos en el hombro sin saber como consolar a su amiga. 

—Será zorra...—masculló enfurecida—Pero ¿habéis visto lo fea que es esa chica?—ladró muerta de envidia. 

—La chica tiene tres veces más tetas que tú—dijo Alyson. 

—Ali, no lo empeores más—le regañó Evelyn. 

—También tres veces más arrugas que yo. ¡Además es baja y ni siquiera tiene culo!—rebatió. 

—Eso está claro.—dijo Evelyn—Tú estás mil veces más buena que esa tía. 

—¿Verdad?

—Tú tienes que centrarte en ese tal David y olvidarte de James—aconsejó Evelyn.

—¡Cien pavos tirados a la basura!—gritó furiosa—Mañana mismo me desapunto de esta mierda de clases. 

Las demás dejamos que soltara maldiciones durante el resto del trayecto sin decir palabra, así es como ella se desahogaba, luego volvió a ser la joven alegre y alocada de siempre. 

—¡Os echaba tantísimo de menos!—confesó Evelyn. 

—¡Abrazo grupal!—exclamó Madie. 

Las cuatro nos abrazamos y en aquel momento supe que era totalmente parte de su grupo. 

—Os quiero chicas—dijo Evelyn. 

Después de comer fuimos a una heladería por qué, según Alyson, debíamos recompensar la mañana de ejercicio intenso con un buen helado de vainilla con virutas de chocolate. 

Claro que yo no me pedí un helado de vainilla con virutas de chocolate. 

Después de eso invité a Evelyn a mi casa a pasar la noche y vimos una película romántica de esas que tanto le gustaban mientras cenábamos pizza sentadas en la alfombra del salón de mi casa. 

Evelyn ya había visto esa película repetidas veces pero yo no, así que insistió en que debía verla.

Trataba sobre una mujer que perdía a su marido y este le dejaba cartas cada mes para que se le hiciera más fácil superar su muerte. Al final de la película mientras los créditos pasaban a toda velocidad y Evelyn lloraba a lágrima viva descubrí que aquella película estaba basada en un libro, memoricé el nombre del libro y me prometí buscarlo la próxima vez que entrara en alguna librería. 

—¿Te ha gustado?—preguntó Evelyn frotándose los ojos.

Yo asentí. 

—Sí, es muy bonita.

—¿Crees en amores así?—cuestionó. 

Yo lo medité durante unos instantes. 

—Sí, sí lo creo.

—Yo no. Creo que jamás nadie me querrá como él la quería a ella.—respondió abrazándose las piernas.

—No digas eso. Eric te quería ¿no?—dije. 

—Sí, pero jamás como él. A veces pienso que tú me quieres más de lo que nunca me ha querido él. 

Yo la miré fijamente y ella posó sus cálidos sobre los míos. 

—Supongo que la amistad a veces es más fuerte que un amor adolescente—respondí. 

—Sí, supongo que sí.—se limitó a decir. 

Las dos callamos y un silencio incómodo inundó la estancia. 

—Creo que voy a recoger un poco esto—anuncié. 

Cuando ella asintió me levanté del suelo y recogí todos los cartones de pizza que habíamos dejado desparramados por el suelo y  traté de acallar todos los pensamientos que revoloteaban por mi mente y serenar mi corazón. 

Después de limpiar el salón Evelyn me ayudó a colocar el colchón al lado de mi cama. 

—¿Qué crees que pasará cuando me vaya?—pregunté. 

Evelyn me miró fijamente a los ojos y yo aguardé su respuesta, la respuesta a la pregunta que tanto había estado evitando. 

—Supongo que continuaremos con nuestras vidas, tú en Inglaterra y yo aquí en California

—Lo que quiero decir es... ¿Me recordarás? ¿Seguiremos siendo amigas cuando acabe el verano?

—Claro que sí, April—dijo esbozando una tierna y cálida sonrisa—Tú eres más que una amiga para mí, eres mi hermana.

Yo le devolví una sonrisa y la abracé con fuerza.

—No quiero que el verano acabe.

—Estamos a Julio—dijo.

—Lo sé.

—No conviertas estas vacaciones en una cuenta atrás.

—Solo déjate llevar—acabé por ella.

Cuando apagué las luces y me cubrí con la fina sábana caí en un sueño profundo pero, antes de dormirme creí escuchar un susurro que decía:

—Como hojas al viento.

Tal vez fue la forma de Evelyn para desearme unas buenas noches o un pensamiento propio, tal vez incluso yo lo hubiese dicho en sueños. 

Nunca estaré segura de ello.                                              

                       

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