Capítulo 13
Llevaba el cabello atado en una coleta, claro, que no era tan larga como había acostumbrado a ser antes.
Cuando salí al exterior, vi a Evelyn en su cuarto hablando por teléfono. A juzgar por su expresión imaginé que aquella conversación que estaba teniendo no sería muy agradable.
Apreté el libro contra mi pecho e hice un esfuerzo por no tocar a su puerta para consolarla, hacía casi una semana que no hablábamos, nos habíamos distanciado y yo cada vez la echaba más de menos en mi vida.
Pero ella tenía muchos amigos que podían consolarla, yo solo era una más. No tenía ningún tipo de valor para ella, o eso creía.
Mi vecina paseaba de un lado a otro gritándole palabras que no fui capaz de oír al teléfono que sujetaba con sus manos roja de ira. Tenía el cabello alborotado y los ojos enrojecidos, supongo que habría estado llorando.
Observé la escena con atención, inmóvil desde el jardín de mi casa.
Una buena amiga ayudaría—dijo una voz en mi interior—una buena amiga dejaría el orgullo de lado e iría a disculparse.
Dejé el libro en una tumbona y me giré de nuevo hacia la casa de Evelyn.
Pero de pronto me vió y, acostumbrada a recibir miradas amables y llenas de cariño, me dí de bruces cuando me encontré con sus ojos castaños llenos de ira y rencor.
¿Evelyn me odia?—fué la primera pregunta que pasó por mi mente.
Recuerdo que ella tiró de la cortina y la pasó con fiereza, impidiéndome así que la viera.
Mi corazón se encogió, fue como si ella misma me lo sacara del pecho y lo apretujara con fuerza. Casi podía ver como sus manos se teñían de rojo, casi.
Y entonces volví a entrar en mi casa.
El salón estaba desierto, el máximo silencio se cernía sobre los cimientos de mi nuevo hogar. Ni siquiera los pájaros se atrevían a cantar. El silencio me gustaba, pero... ¿Por qué entonces parecía estar tragándome viva?
Ella siempre decía que lo mejor era no darle vueltas a las cosas, que las personas que piensan mucho son las más desdichadas de todas.
Ojalá tuviera un botón que me permitiera controlar mis sentimientos, que pudiera alejar de mí a las personas que me hicieran daño o controlar mis sentimientos.
Pero, no. No era tan sencillo, lamentablemente, nada era sencillo.
Ser una chica hueca era más complicado de lo que pensaba.
Supongo que podría haber llamado a Madie, ella parecía ser bastante comprensiva, tal vez, incluso a Alyson, la joven de cabellos rosas y temperamento alto. Todo por ella, por la única amiga que he tenido nunca. Pero no lo hice, me mantuve quieta en el sofá y eché la cabeza hacia atrás.
Me quedaría en casa, en mi cuarto y con mis libros; el lugar al que pertenecía, el lugar del que no debía salir. Ya había jugado suficiente a las barbies, tenía que aterrizar a la realidad. April Young nunca encajaría en aquel mundo de porcelana.
Las personas tienen sentimientos, sufren, lloran e incluso pueden llegar a enloquecer. Todas y cada una de las personas vienen con su propio manual de instrucciones, su propia historia, problemas que las consumen incluidos. Te puedes enamorar de ellas y encariñar. Ellas podrían ser la causa de tus penas y alegrías. Podrían ser lo mejor o lo peor. En cambio, los libros no eran un cincuenta por ciento de posibilidades, con ellos no había margen de error. O te gustan o no te gustan, o te transmiten ideas o solo sirven para pasar el rato, te hacen reír, llorar, suspirar... algunos son capaces de cambiarte. Pero un libro no era capaz de traicionarte, mentirte o abandonarte. Pero tampoco te llevaban a casa después de haberte desmayado y vomitado encima por haber bebido demasiado, tampoco te daban tu primer beso ni te llevaban del brazo a tu primera fiesta.
Lo veías todo desde los ojos de otro, nunca desde los tuyos.
Pero vivir tenía muchos riesgos, riesgos que yo era incapaz de correr.
Sin Evelyn estaba perdida. ¿Realmente la había perdido? ¿Era tan sencillo perder a una amiga? Tenía miedo de perderla, pero, antes o después, acabaríamos distanciándonos. Daba igual que fuera un mar o una discusión lo que nos separara, al final el resultado sería el mismo.
Tal vez fuera mejor así.
Si me alejaba de las personas nadie me haría daño, y, lo más importante, no haría daño yo a los demás. Pero, por mucho que me engañara, en el fondo sabía que mi covardia se resumía a el inmenso miedo al rechazo, a la inaceptación. A volver a ser esa chica de la que todos se burlaban.
Prefería ser una doña nadie a ser el foco de burlas.
Sin querer, una lágrima aterrizó sobre una de las páginas del libro que fingía leer.
Pero no me importaba la página del libro, tampoco la historia de aquella estúpida protagonista. Yo quería tener amigas, asistir a fiestas, besar a chicos y cometer imprudencias. Estaba cansada de leerlo, cansada de mantenerme al margen de todo.
No, no iba a leer, no iba quedarme en casa encerrada como una hermitaña, eso era demasiado típico en mí, en la April de Painswick.
Estaba dispuesta a cambiarlo, a no volver a ser aquella chica solitaria. La April de California, extrovertida y fiestera, era mejor en todos los aspectos, al menos, la gente así lo pensaba y, si ellos lo pensaban, yo también.
Dejé el libro a un lado y me froté los ojos obligándome a no llorar. Si Evelyn me había echado de su vida tan pronto no sería tan importante para ella, así que, me dije que ella tampoco lo era para mí.
Me calcé una zapatillas, me puse una camiseta blanca muy ligera y unos tejanos desteñidos.
Salí de mi casa y posteriormente desencadené mi bicicleta para montarme en ella.
Pedaleé lo más rápido que mis piernas permitieron y en unos diez minutos llegué a casa de Madison, que estaba a un par de manzanas de la mía.
Salté de la bicicleta y la dejé en el suelo sin preocuparme por ella, subí las escaleras y me planté en frente de la puerta principal.
Poco después de tocar el timbre y rezar por que aún no se hubiera marchado a sus clases de surf, Madison me abrió la puerta vestida con traje de neopreno.
—¡Hola, April!—exclamó mientras me estrechaba en sus brazos—¡Que alegría verte por aquí! Me alegro tanto de que estés ya bien.
—Bueno, yo... estaba...—comencé a decir vacilante.
—Enferma—concluyó ella por mí—No te preocupes, Evelyn nos ha contado que te encontrabas mal estos últimos días.
Yo me sorprendí.
—¿Evelyn te ha dicho eso?—pregunté incrédula.
Ella asintió y yo sonreí.
Evelyn podría haberles contado la verdad, les podría haber dicho que a mi no me iba ese rollo, que necesitaba desconectar y pensar sobre mí. Podría haberles contado la verdad sobre mí a modo de venganza por dejarla tirada pero, sin embargo, me había encubierto. Ella esperaba que volviera al grupo, a su lado.
—Bueno, April. Me alegro mucho de verte pero no te imaginas la prisa que tengo, la clase empieza dentro de media hora, no quisiera hacer esperar a Mr. Tío Bueno—dijo relamiendose al recordar a su monitor de surf, el único motivo por el cual asistía a clases.
—Espera.—la detuve antes de que cerrara la puerta.—Necesito que me des un número de teléfono.—confesé.
La joven de cabellos dorados giró la cabeza a un lado.
—¿Por qué no se lo pides a Evelyn?—preguntó.
Yo chasqueé la lengua y crucé los brazos.
—No quiero arriesgarme a que Jason se entere.—dije omitiendo parte de la verdad.
—¿Que más te da lo que piense?—qüestionó riendo.
—No me importa,—mentira—pero si se entera me arruinará los planes que tengo y no quiero eso.—admití.
—¡Me tienes que contar esos planes!—exclamó ella cogiéndome de las mano.
Yo la miré a los ojos y eché la cabeza ligeramente hacía atrás mientras suspiraba.
—Madison ¿me vas a dar el número o no?—pregunté.
Ella asintió y sacó el móvil rápidamente.
—¿A quién necesitas llamar?—dijo buscando entre sus contactos.
—A... Ethan...—respondí tímidamente.
Ella abrió los ojos como platos y gritó:
—¡¿A Ethan?! ¿¡Ethan Gallagher!?—preguntó alarmada.
—Si...
—No querrás nada con él ¿no?—preguntó un tanto asustada.
—Bueno, es simpático y...—comenzó.
—Oh no, April... Está claro que no sabes elegir chicos...—se lamentó.
—No te sigo...—dije comenzando a preocuparme.
—Es el ex-novio de Alyson.—dijo.
Yo suspiré aliviada y reí. Pensaba que Madison diría que Ethan era narcotraficante, o un violador en potencia, pero no, nada de eso, era un chico perfectamente normal.
—¿Te parece gracioso?—preguntó muy seria.
—No, no es eso.—contesté—es solo que me esperaba algo mucho peor.
Madison no entendió lo que quería decir y se sintió un tanto ofendida.
—No, April. No lo sabes ¿verdad?
Yo negué sin saber muy bien si eso era lo que debía o no debía hacer.
—Las amigas no salen con exs de otras amigas, nunca, jamás.—dijo.
—No pretendo salir con él...
—¿Y que querías hacer con él?—se mofó—¿Jugar a la cartas?
—Yo... solo quiero pasarlo bien. Me parece un chico agradable...—dije en voz baja.
—Bueno... yo no sé nada de esto ¿entendido?
—Entendido—contesté asintiendo enérgicamente satisfecha de haber conseguido lo que quería.
—¿Sabías que Jason odia a ese tío?—preguntó riendo.
—¿Ah si?
—Si, una vez se coló él y sus amigos en una de las fiestas de Jason y él se atrevió a entrar en su cuarto.—confesó—no tengo ni idea de que buscaba, pero, al parecer al hermano de Evelyn no le hizo nada de gracia aquello. Jason es tan... misterioso.—suspiró derritiéndose—¡Lo que yo daría por saber que oculta ese chico!
—Vaya...—mascullé.
—Eres tan afortunada... Si no fuera por Ali hubiese dejado que Jason me secuestrara por una noche.—se lamentó.—Perdona, me enrrollo demasiado, aquí tienes su número, cópiatelo rápido que ya llego cinco minutos tarde.
Yo me guardé el contacto de Ethan en mi móvil y Madison se marchó corriendo, tabla de surf incluida, cuesta abajo; mientras yo recogí la bicicleta del suelo y volví a casa o, mejor dicho, a casa de mi mejor y única amiga.
Dispuesta a solucionar las cosas, dispuesta a hacer la cosas bien.
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