24
Cuando Suppasit se fue para hablar con Off, Gunnie se retiró a la habitación de su marido para tomar un baño relajante. Como añadió bastante aceite perfumado al agua, tras un buen rato en remojo, tuvo la piel humedecida y fragante con aroma de rosas. Se puso una bata de seda forrada de terciopelo de Off y se remangó. Hecho un ovillo en una silla delante de la chimenea, se cepilló el pelo mientras las criadas retiraban la bañera. Una de ellas, una morena llamada Jennie, se quedó para arreglar el cuarto. Abrió las sábanas y pasó un calentador de cama entre ellas.
—¿Quiere que le prepare su habitación, milord? —preguntó con cautela. Gunnie se pensó la respuesta. Los criados sabían que Off y él dormían en habitaciones distintas, desde antes incluso de su enfermedad. Aún no habían compartido cama toda una noche. Aunque no sabía cómo sacar el tema con Off, después de todo lo sucedido ya no quería andarse con más jueguecitos con él. La vida era demasiado corta para perder el tiempo. No había ninguna garantía de que Off fuera a serle fiel. Sólo tenía la esperanza y la intuición de que, aunque el hombre con quien se había casado no se merecía semejante fe, el hombre en que se estaba convirtiendo quizá sí.
—Creo que no —contestó a la criada y siguió cepillándose el pelo—. Esta noche me quedaré en esta habitación, Jennie.
—Muy bien, milord. Si quiere le...
Jennie no llegó a terminar la frase ya que ambos fueron conscientes de que Off entraba en la habitación. Se apoyó contra la pared y se quedó contemplando en silencio a su esposo. A pesar del calor del fuego, a Gunnie se le puso carne de gallina y un escalofrío de excitación le recorrió la espalda. La postura de Off era relajada, con el cuello desabrochado y la corbata desanudada. La luz del hogar proyectaba un brillo dorado a sus rasgos, de modo que recordaba a algún dios mitológico.
A pesar de que todavía no había recuperado todo su vigor, irradiaba una peligrosa potencia viril que hacía temblar las piernas a Gunnie. No le facilitó las cosas que se mantuviera completamente callado mientras lo repasaba con una mirada lenta y turbadora. No pudo evitar ruborizarse al recordar sus contactos íntimos. Jennie recogió la ropa que Gunnie se había quitado y se apresuró a salir de la habitación.
Off siguió contemplando a su esposo hasta que éste dejó el cepillo y se levantó con cautela. Entonces se acercó a él y le acarició los antebrazos con suavidad. A Gunnie empezó a latirle con fuerza el corazón y sintió un cosquilleo de anticipación. Cuando la acercó hacia él, cerró los ojos y notó sus labios en la ceja, la sien y la mejilla. Le hacía esas caricias tan suaves mientras la gran excitación de ambos parecía envolverlos en un ambiente abrasador. Estuvieron así largo rato, sin apenas tocarse, sintiendo simplemente la proximidad del otro, hasta que él susurró:
—Gunnie... quiero hacer el amor contigo.
—Creía que nunca lo lla... llamarías así —tartamudeó él mientras se derretía por dentro. Off le puso las manos en la cara para acariciarlo delicadamente con los dedos, mientras la fresca fragancia de la piel de su marido lo embelesaba como un incienso embriagador.
Off rebuscó bajo su camisa y extrajo la alianza en la fina cadena. Tiró de ésta, rompiendo sus frágiles eslabones, y encajó el anillo de oro en el dedo anular de su esposo. Juntaron las manos por las palmas y las muñecas, repitiendo aquella ceremonia escocesa.
—Quiero satisfacerte por completo —dijo él tras agachar la frente hasta apoyarla en la suya—. Dejar mi huella en tu alma. Quiero darte más placer del que puedas imaginar. Quiero hacer el amor contigo, Gunnie, como nunca lo he hecho jamás.
—Pero tu herida... —balbuceó Gunnie, que temblaba tanto que apenas podía mantener el equilibrio—. Tenemos que tener cuidado.
—Deja que yo me preocupe por eso. Y le dio un beso suave y apasionado. Le soltó la mano, lo acercó más y ejerció presión en sus hombros, espalda y caderas hasta amoldarlo completamente a su cuerpo.
Gunnie lo deseaba con una avidez desmedida. Intentó besarlo con urgencia y tiró de su ropa con un frenesí que hizo sonreír a Off.
—Despacio —murmuró—. La noche acaba de empezar y voy a amarte un buen rato.
—No podré seguir de pie mu... mucho más —se quejó Gunnie con las piernas temblorosas. Su marido se quitó la chaqueta y dijo con voz ronca:
—Échate en la cama, cariño. Él se tumbó medio recostado para ver cómo acababa de desnudarse. El vendaje blanco que le cruzaba el vientre le recordó lo cerca que había estado de perderlo. Eso lo emocionó. Off significaba tanto para él... La perspectiva de pasar esa noche con él lo llenaba de una felicidad que parecía angustia. Él lo cubrió delicadamente con su cuerpo y él le acarició el pelo dorado del pecho. Off le acarició la cara con los labios y su aliento hizo estremecer a Gunnie.
—Cariño, estos últimos días no he tenido nada que hacer salvo yacer en esta cama y pensar en las cosas que he procurado evitar toda mi vida. Una vez te dije que no estaba hecho para tener un esposo y una familia. Que no me interesaría en absoluto por un hijo, si tú... —Vaciló—. Pero lo cierto es que quiero que tengas un hijo mío. No sabía cuánto hasta que la muerte me rondó. Creí... —Sonrió—. Maldita sea. No sé ser un buen marido ni un buen padre. Pero como en ambos sentidos pareces conformarte con relativamente poco, tal vez pueda complacerte. —Ensanchó la sonrisa al ver cómo Gunnie fruncía el ceño con sorna y prosiguió, serio de nuevo—. Conozco muchas formas de evitar un embarazo. Pero cuando decidas que estás preparado, si lo decides, quiero que me digas... Gunnie le detuvo con la boca. En los minutos apasionados que siguieron, fue imposible decir más palabras. Se sumieron en un desconcierto de placer y alcanzaron una confluencia de emoción y deseo que parecía agudizarles los sentidos dolorosamente.
Off le abrió la bata para dejar al descubierto su pecho y le lo acarició con tanta suavidad como las alas de una mariposa. Los pezones, erectos, ansiaban su contacto y cuando por fin él rodeó uno con la boca, Gunnie gimió de alivio. Al principio sólo se lo tocó repetidamente con la punta de la lengua con una delicadeza que lo hizo arquear el cuerpo con una súplica incoherente. Poco a poco, Off fue aumentando las caricias, lamiéndole y chupándole los pezones hasta que la excitación recorrió las entrañas de su esposo como una ola de fuego.
De repente, la bata de terciopelo le oprimía la piel hipersensibilizada y Gunnie trató de quitársela torpemente. Off se dispuso a ayudarlo bajándole las mangas por los brazos y separándole la prenda de la espalda y las caderas. Gunnie suspiró de alivió y arqueó el cuerpo a la vez que rodeaba los hombros desnudos de su marido. Las manos suaves de Off le recorrían el cuerpo y le provocaban oleadas de placer. No podía hablar ni pensar, sólo reaccionar a las caricias de Off mientras éste le colocaba las extremidades en posturas cada vez más excitantes y le deslizaba la boca despacio por todo el cuerpo. Unos inquisitivos dedos masculinos se le deslizaron entre los muslos para encontrar el elixir de su húmedo pene. Gunnie se ruborizó y gimió cuando Off extendió la humedad en círculos sensuales tras acariciar juguetonamente la pequeña abertura de su sexo.
—Off, por favor. Ya no puedo esperar más. Yo... —Se calló al notar que él lo colocaba de costado y se encajaba contra sus nalgas. Lo rodeó con los brazos, lo que lo hizo sentir seguro y protegido incluso cuando él alargó una mano para separarle los muslos.
Gunnie se movió confuso al sentir la presión del tieso miembro y percatarse de que lo estaba penetrando. Soltó un grito ahogado y giró la cara hacia el brazo musculoso que le rodeaba el cuello.
—Tranquilo —susurró Off, a la vez que le apartaba el pelo de la oreja y el cuello para besarle esos sensibles puntos—. Deja que te ame de este modo, cariño.
Lo siguió acariciando y masajeando hasta que se relajó. Le provocó con la punta de su sexo penetrándolo apenas; cuando él creía que lo haría por completo, se retiraba. Gunnie empezó a balancearse contra él y a presionar con las caderas hacia atrás. Cuando por fin lo penetró por completo, él gimió con frenesí. Su postura no ofrecía mucho margen de movimientos, pero Off lo embestía profundamente mientras él reculaba para alentarlo con lascivia.
—Eres demasiado impaciente, cariño —le susurró—. No te esfuerces, deja que el placer te llegue poco a poco. Ven, apóyate en mí.
Le sujetó el muslo y se lo pasó por las rodillas, de modo que le quedaron las piernas muy separadas con las caderas apoyadas parcialmente en las suyas. Gunnie gimoteó al notar cómo lo penetraba aún más hondo mientras con los dedos le acariciaba rítmicamente el pene. Cegado por la pasión, Gunnie tensó todos los músculos mientras esperaba que Off fuera aumentando su placer sin prisas. Lo llevó al límite y se retiró, lo acercó de nuevo y lo hizo esperar y esperar, hasta que al final lo dejó llegar al orgasmo en una serie de convulsiones que sacudieron la cama.
Off seguía erecto cuando se retiró.
Sus cabellos humedecidos relucieron como oro pagano mientras lo dejaba boca arriba y le recorría el vientre con los labios. Gunnie sacudió la cabeza para negarse, aturdido, incluso cuando le dobló las rodillas y se las levantó.
—Estoy exhausto... —gimió—. Espera, Off.
Él le buscó la piel húmeda con lengüetazos placenteros e insistió hasta que él dejó de protestar.
Las delicadas caricias de Off tranquilizaron a Gunnie, y los latidos de su corazón se volvieron acompasados. Pasados unos largos y pacientes minutos, él empezó a chupar y mordisquear el glande hinchado de Gunnie, que suspiró y gimió nuevamente. Su marido siguió aumentando su placer moviendo la lengua con destreza mientras le sujetaba los muslos con los brazos. Parecía que el cuerpo de Gunnie ya no era suyo, que sólo existía para recibir ese tormento enloquecedor. Quiso pronunciar el nombre de su marido, pero no pudo. Sin embargo, él pareció oír su súplica silenciosa y como respuesta, hizo algo con la boca que le provocó una serie de clímax incandescentes. Cada vez que creía que todo había terminado, lo recorría otra oleada de sensaciones, hasta que estuvo tan exhausto que le rogó que parara. Off se alzó ante él con los ojos brillantes y Gunnie separó las piernas para recibirlo a la vez que le rodeaba la espalda con los brazos. Off le introdujo el miembro hasta penetrarlo por completo. Cuando le acercó los labios a la oreja, él apenas pudo oír lo que le susurraba por encima de los latidos de su corazón.
—Gunnie... —le oyó decir— quiero que llegues una vez más al orgasmo.
—No puedo... —negó débilmente.
—Sí puedes. Necesito sentirlo y necesito sentir el mío dentro de ti.
—No puedo más —aseguró él mientras negaba débilmente—. De verdad que no...
—Sí puedes. Yo te ayudaré. —Le deslizó una mano por el vientre hasta el punto donde sus cuerpos estaban unidos—. Déjame penetrarte más profundamente... más profundamente... Gunnie gimió y sollozó mientras la mano de Off manipulaba con destreza su pene.
De repente, notó que lo penetraba aún más, y su cuerpo excitado se abrió para recibirlo.
—Mmm... —murmuró él—. Sí, así... Oh, cariño, eres tan dulce...
Se movía entre las rodillas dobladas de Gunnie, sobre sus caderas... y lo embestía con inusitado brío. Él le rodeaba con los brazos y las piernas, con la cara oculta en su cálida garganta y gritó y gritó mientras su cuerpo palpitaba y se tensaba para proporcionar a Off una satisfacción increíble.
Él se estremeció entre sus brazos y le aferró mechones de su hermosa cabellera mientras se entregaba totalmente a él y lo adoraba en cuerpo y alma.
🔥 𝕭𝖑-𝖋𝖎𝖈𝖘
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