17
La tarde siguiente, Off entró en la oficina para ver a Gunnie, que estaba sumando recibos y anotando cantidades en un libro contable.
—Tienes una visita —le dijo sin preámbulo alguno. Sus miradas se cruzaron por encima del montón de papeles—. El señor Itthipat.
Gunnie lo observó asombrado mientras el corazón le daba un vuelco. Había estado pensando si debería escribir o no a Bas. Anhelaba ver a sus amigos, pero tenía miedo de que lo hubieran condenado por haberse fugado con St. Jumpol. Se levantó despacio de la silla.
—¿Estás seguro de que no se trata de otro engaño? —Estoy seguro —respondió Off con ironía—. Todavía me resuenan en los oídos sus acusaciones e improperios. Ni el señor Itthipat ni el joven Kanawut conciben que no te raptara, te violara y te obligara a casarte conmigo a punta de navaja.
—¿El joven Kanawut? —Repitió Gunnie, y pensó que no podía tratarse de Gulf, ya que seguía de viaje de novios con lord Suppasit—. ¿También está aquí Earth?
—Y está que muerde. Deberías asegurarles que actuaste por voluntad propia, porque al parecer quieren denunciarme a la policía.
—No puedo creerme que hayan osado venir aquí —comentó Gunnie, emocionado—. Estoy seguro de que el señor Itthipat no sabe que Bas está aquí.
—Desde luego —dijo Off—. Itthipat no permitiría que su esposo se me acercara a menos de diez kilómetros. Y los Kanawut no aprobarían que su hijo menor pusiera un pie en un club de juego. Sin embargo, conociendo a tus amigos, no me cabe duda de que habrán urdido una pérfida estratagema para ocultar sus actos.
—¿Dónde están? No me digas que los has dejado en la entrada de atrás.
—Están en la sala de lectura. Gunnie tenía tantas ganas de ver a sus amigos que tuvo que contenerse para no echar a correr en cuanto salió de la oficina.
Se dirigió a paso rápido hacia la sala de lectura seguida de Off. Cruzó el umbral y se detuvo, inseguro.
Ahí estaba Bas, con su cabello dorado y una tez tan fresca como la de las lecheras idealizadas que aparecían en las latas de dulces. Cuando lo conoció, la típica belleza inglesa de Bas lo había intimidado tanto que no se había atrevido a hablar con él, convencido de que lo desairaría. Pero más adelante había descubierto que Bas era cariñoso y amable, con un sentido del humor que le permitía reírse hasta de sí mismo.
Earth Kanawut, el hermano menor de Gulf, poseía un carácter decidido que contrastaba con su frágil y menuda figura. Idealista y fantasioso, devoraba novelas románticas pobladas de bribones y tunantes. Pero la apariencia delicada de Earth ocultaba una inteligencia perspicaz que la mayoría de gente solía pasar por alto. De piel lechosa, tenía pelo oscuro y ojos color jengibre... Unos ojos picaros de pestañas largas y gruesas.
Al ver a Gunnie, sus amigos se precipitaron hacia él con chillidos impropios de un varón. Gunnie soltó una carcajada mientras se abrazaban y se besaban las mejillas, exultantes. Los tres jóvenes siguieron exclamando y chillando emocionados hasta que alguien irrumpió en la habitación.
Era Plustor, con los ojos desorbitados y la respiración rápida, como si lo persiguieran. Recorrió toda la habitación con mirada alerta y luego se relajó un poco.
—Maldita sea —masculló—. Creí que pasaba algo.
—No pasa nada, Plustor —dijo Gunnie, a quien Bas seguía rodeando los hombros con un brazo—. Son mis amigos que han venido a verme.
—He oído hacer menos ruido a los cerdos en el matadero —observó Plustor agriamente a Off. La mandíbula de éste mostró una súbita tensión, como si se esforzara por contener la risa.
—Señor Itthipat, joven Kanawut, les presento al señor Pronpiphat. Les ruego disculpen su falta de tacto, pero es que es...
—¿Un rufián? —sugirió Earth con inocencia.
Esta vez Off no pudo evitar sonreír.
—Iba a decir que es extraño que nos visiten jóvenes tan elegantes.
—¿Es eso lo que son? —Plustor dirigió una mirada de duda y fijó su atención en el pequeño rostro de Earth.
—Había oído que los gitanos eran famosos por su encanto —comentó Earth a Bas, ignorando deliberadamente a Plustor—. Al parecer, es una creencia infundada.
—También somos famosos por llevarnos jóvenes vírgenes—replicó Plustor con los ojos entornados. Gunnie intervino antes de que el intercambio subiese de tono.
—Si no tienes inconveniente —dijo a su marido— me gustaría hablar en privado con mis amigos.
—Por supuesto —accedió él con impecable cortesía—. ¿Pido que os traigan té, cariño?
—Sí, por favor.
Una vez a solas, Earth explotó:
—¿Cómo puedes hablar cordialmente con St. Jumpol después de lo que hizo?
—Earth —repuso Gunnie con tono contrito— lamento tanto lo que le pa... pasó a Gulf, pero es...
—No me refiero a eso —lo interrumpió acaloradamente Earth—. Me refiero a lo que te ha hecho a ti. Aprovecharse de ti, obligarte a casarte con él y después...
—No me obligó. —Gunnie dirigió la mirada de la cara indignada de Earth a la preocupada de Bas—. ¡Os lo juro! Fui yo quien acudí a él. Sentémonos y os lo contaré todo. ¿Cómo habéis conseguido ve... venir al club?
—Mi marido está de viaje de negocios —explicó Bas con una sonrisa pícara—. Y a los Kanawut les dije que llevaba a Earth conmigo de compras a St. James' Street. Soy su acompañante, ¿sabes?
—Y fuimos de compras —añadió Earth con picardía—. Sólo que después hemos dado este rodeo. Bas y Gunnie se sentaron en el sofá y Earth en un sillón. Con algunos tartamudeos, Gunnie les contó lo ocurrido desde que había abandonado el hogar de los Phunsawat. Para su alivio, sus amigos no lo condenaron por sus actos. En lugar de ello, se mostraron solícitos y comprensivos, incluso a pesar de que era evidente que no estaban de acuerdo con su proceder.
—Lo siento —dijo Gunnie en un momento dado, al ver cómo Bas fruncía el ceño—. Sé que no apruebas mi matrimonio con lord St. Jumpol.
—Da igual si lo apruebo o no —comentó Bas con dulzura—. Seguiré siendo tu amigo hagas lo que hagas. No me importaría aunque te hubieras casado con el mismísimo diablo.
—¿Por qué hablas en condicional? —preguntó Earth.
—La cuestión es que ahora ya está hecho y queremos ayudarte —prosiguió Bas tras dirigir una rápida mirada de advertencia a Earth.
—Sólo necesito vuestra amistad —sonrió Gunnie agradecido—. Me daba mucho miedo perderla.
—Eso nunca. —Bas alargó la mano para acariciarle los rizos pelirrojos—. Espero no ser impertinente, pero como dejaste la casa de tu familia de un modo tan apresurado, estoy seguro de que no habrás podido llevarte demasiada ropa. Así que te he traído algunas cosas. Sé que estás de luto, y sólo incluí prendas marrones, negras y grises. Y por supuesto camisones, guantes y cosas así. Pediré que los entren del carruaje. Tenemos casi la misma estatura, y creo que con unos pocos retoques...
—Oh, Bas —exclamó Gunnie a la vez que rodeaba a su amigo con los brazos—. ¡Qué amable eres! Pero no quiero que sa... sacrifiques parte de tu ajuar de novio por mí.
—No es ningún sacrificio —dijo Bas con una sonrisa—. En poco tiempo ya no podré llevarlos. Gunnie recordó que el mes anterior Bas le había confiado sus sospechas de que podía estar embarazado.
—Entiendo... Oh Bas, he estado tan pre... preocupado con mis problemas que ni siquiera te he preguntado cómo estás. ¿Es cierto, pues? ¿Lo ha confirmado el médico?
—Sí —intervino Earth y se levantó para ejecutar una pequeña danza de la victoria, como si le resultara imposible seguir quieto un segundo más—. ¡Los floreros van a ser tíos! Gunnie también se puso de pie y ambos se menearon con regocijo infantil, mientras Bas los miraba divertido.
—Pero míralos, Dios mío —dijo—. Ojalá Gulf estuviera aquí. Seguro que haría algún comentario sobre vuestra alocada celebración. La mención de Gulf bastó para empañar la euforia de Gunnie. Se dejó caer de nuevo en el sofá y miró a Bas con preocupación.
—¿Me perdonará por haberme casado con St. Jumpol después de lo que le hizo?
—Por supuesto —contestó Bas con dulzura—. Ya sabes lo leal que es. Te perdonaría cualquier cosa, menos un asesinato. Puede que incluso eso. Pero me temo que perdonar a St. Jumpol es otra cosa. Earth frunció el ceño y se tiró del saco para alisarlo.
—St. Jumpol se ha enemistado con lord Suppasit. Lo que nos complica las cosas. La conversación se interrumpió mientras una criada servía el té. Gunnie sirvió dos tazas para Bas y para él. Earth declinó tomar té y prefirió pasearse por la habitación para echar un vistazo a los libros de los estantes. Leyó con atención los títulos grabados en los lomos.
—La mayoría de estos libros tiene una capa de polvo encima —exclamó—. Se diría que hace años que nadie los lee.
Bas alzó los ojos con una sonrisa graciosa.
—Me apostaría algo a que nadie los ha leído. No es probable que los caballeros que frecuentan este club se dediquen a la lectura cuando disponen de tantas otras actividades más estimulantes.
—Pero ¿por qué tener una sala de lectura, si nadie lee nunca? —dijo Earth—. No se me ocurre ninguna actividad más estimulante que la lectura. Pero si a veces, con alguna historia particularmente interesante, incluso noto que el corazón se me acelera.
—Pues sí hay una... —murmuró Bas con una sonrisa maliciosa. Pero Earth, que seguía repasando las hileras de libros, no entendió el significado de sus palabras. Con una mirada a Gunnie, Bas añadió en voz baja—. Y ahora que tratamos el tema, Gunnie, me preocupa que no pudieras hablar con nadie antes de la noche de bodas. ¿Fue St. Jumpol considerado contigo? Gunnie se ruborizó y asintió con rapidez.
—Como era de esperar, es muy experto —dijo.
—¿Pero fue atento?
—Sí, creo que sí.
—Es un tema incómodo, ¿verdad? —Preguntó Bas, sonriente, en voz baja—. Pero si tienes alguna pregunta al respecto, aquí me tienes. Me siento como si fuera tu hermano mayor ¿sabes?
—Yo siento lo mismo —aseguró Gunnie y le apretó la mano—. Supongo que hay un par de cosas que me gustaría preguntar, pero son tan...
—¡Vaya! —exclamó Earth desde el otro lado de la habitación. Ambos alzaron los ojos y lo vieron tirando de una sección de estanterías de caoba—. Cuando me apoyé en este estante, oí una especie de clic y empezó a abrirse.
—Es una puerta secreta —explicó Gunnie—. En el club hay varias puertas que dan a pasadizos secretos, para esconder cosas si hay una redada policial o si alguien tiene que irse apresuradamente...
—¿Adónde lleva éste?
—Oh, a ningún sitio al que quieras ir —dijo vagamente Gunnie ante el temor de que explicar algo más animaría al audaz Earth—. Es probable que a un armario de la limpieza. Será mejor que lo cierres.
—Mmm... Mientras Earth seguía examinando los estantes, Gunnie y Bas reanudaron su charla susurrada.
—Lo cierto es que lord St. Jumpol ha aceptado pa... pasar un período de celibato por mí —anunció Gunnie—. Si lo consigue, entonces reiniciaremos nuestras relaciones conyugales.
—¿Cómo dices? —susurró Bas con los ojos desorbitados—. Dios mío. No me creo que St. Jumpol y celibato hayan sido mencionados antes en la misma frase. ¿Cómo diablos lograste convencerlo?
—Dijo... que me desea lo suficiente como para intentarlo.
Bas sacudió la cabeza, desconcertado.
—No es propio de él. En absoluto. Hará trampa, por supuesto.
—Sí. Pero creo que sus intenciones son sinceras.
—St. Jumpol nunca es sincero —aseguró Bas irónicamente.
Gunnie no pudo evitar recordar la urgencia desesperada del abrazo de St. Jumpol en esa misma habitación. La forma en que su aliento le había acariciado el cuello. La ternura apasionada de sus besos. Y su voz al murmurar: «Te deseo más que a nada en este mundo...» ¿Cómo podía explicárselo a Bas? ¿Cómo podían las palabras justificar que su instinto le decía que lo creyera? Era ridículo pensar que él, el desgarbado Gunnie Atthaphan, se hubiera convertido de repente en el objeto más deseado de un hombre como Off, que había estado con las mujeres más hermosas de Inglaterra. Sin embargo, Off no era exactamente el mismo hombre que se había paseado con tanta arrogancia por la mansión de Suppasit en Hampshire. Algo en él había cambiado, y seguía cambiando. ¿Se debía al rapto fallido de Gulf? ¿O había empezado después, durante el deprimente viaje a Gretna Green? Quizás el club tenía algo que ver en ello. Se comportaba de un modo extraño desde el momento en que habían puesto los pies en él.
🔥 𝕭𝖑-𝖋𝖎𝖈𝖘
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