1
Off se arrellanó en su butaca mientras observaba con una ociosidad engañosa cómo Gun Atthaphan se acercaba.
La biblioteca estaba a oscuras salvo por un pequeño fuego en la chimenea, cuya luz parpadeante acariciaba la cara del joven. No aparentaba más de veinte años, y tenía un cutis lozano y unos ojos llenos de inocencia. Off nunca había valorado ni admirado la inocencia, antes bien, la desdeñaba. Aunque lo más caballeroso habría sido que se levantara, no parecía demasiado importante mostrar buenos modales dadas las circunstancias. Así que señaló la otra butaca que había junto a la chimenea con un movimiento de la mano.
—Siéntese si quiere —dijo—. Aunque yo en su lugar no me quedaría mucho rato. Me aburro enseguida y usted no tiene fama de conversador estimulante. Su grosería no inmutó a Gun. Off no pudo evitar preguntarse qué clase de educación le habría vuelto inmune a los insultos, cuando cualquier otro se habría sonrojado o echado a llorar. O era tonto o muy valiente.
Gun se quitó la capa, la dejó en el brazo de la butaca tapizada de terciopelo, y se sentó sin gracia ni artificio.
«Uno de los floreros», pensó Off al recordar que era amigo no sólo de Gulf Kanawut, sino también de su hermano menor Earth y de Bas Itthipat. Los cuatro muchachos habían permanecido sentados en numerosos bailes y veladas toda la temporada anterior sin que nadie los sacara a bailar. Sin embargo, parecía que su mala suerte había cambiado, porque Bas había encontrado marido por fin, y Gulf acababa de atrapar a Lord Suppasit.
Off dudaba que la buena suerte se extendiera a ese muchachito tan desgarbado. Aunque tentado de preguntarle por el objeto de su visita, temió que eso provocara un tartamudeo prolongado que los atormentaría a ambos. Así pues, esperó con paciencia forzada mientras Gun parecía darle vueltas a lo que iba a decir.
Mientras el silencio se prolongaba, Off lo contempló al agitado resplandor del fuego y se percató, con cierta sorpresa, de su atractivo. Nunca lo había observado y sólo tenía la impresión de que era un pelirrojo desaliñado con mala postura. Pero he aquí que era un muchacho precioso.
Apretó la mandíbula pero mantuvo su aspecto impertérrito, aunque hincó los dedos en la suave tapicería de terciopelo. Le resultó extraño no haberse fijado nunca en él, ya que había mucho en que fijarse.
Su cabello, de un vivo tono rojizo, parecía alimentarse del fuego y brillaba incandescente. Sus delgadas cejas y sus densas pestañas eran de un tono caoba, mientras que su piel era la de un auténtico pelirrojo, blanca y con pecas en la nariz y las mejillas. Le hizo gracia la alegre dispersión de aquellas motitas doradas, esparcidas como si las hubiera rociado un hada bondadosa. Tenía labios carnosos y unos enormes ojos azules, bonitos pero impasibles, como de muñeca de cera.
—Me... me han dicho que mi amigo, el joven Kanawut, es ahora Lord Suppasit —comentó Gun por fin—. El conde y él fueron a Gre... Gretna Green después de que él... se librara de usted.
—Sería más correcto decir «después de que me diera una paliza» —indicó Off en tono afable, ya que el muchacho estaba mirando los moretones que los justificados puñetazos de Suppasit le habían dejado en la mandíbula—. No pareció alegrarse demasiado de que tomase prestado a su prometido.
—Us... usted lo ra... raptó —replicó Gun—. Tomarlo prestado implicaría que tenía intención de de... devolverlo.
Off esbozó la primera sonrisa de verdad desde hacía mucho tiempo. Al parecer, el muchacho no era ningún simplón.
—Lo rapté, pues, si lo prefiere. ¿Ha venido a verme para eso, joven Atthaphan? ¿Para informarme sobre la feliz pareja? Ya estoy enterado. Más vale que diga pronto algo interesante o me temo que tendrá que marcharse.
—Usted que... quería al joven Kanawut porque heredará una fortuna —soltó Gun—. Ne... necesita ca... casarse con alguien que tenga dinero.
—Cierto —admitió Off—. Mi padre, el duque, no ha cumplido con su obligación en esta vida: conservar intacta la fortuna familiar para dejármela en herencia.
En cuanto a mi responsabilidad, consiste en dedicarme a la ociosidad más disoluta y esperar a que él fallezca. Yo he cumplido con mi deber a las mil maravillas, pero el duque no. Ha administrado muy mal las finanzas familiares y, hoy por hoy, es imperdonablemente pobre. Y, aún peor, goza de buena salud.
—Mi padre es rico —aseguró Gun sin ninguna emoción—. Y se está mu... muriendo.
—Felicidades —repuso él, y enarcó las cejas. No dudaba que Leo Atthaphan hubiera amasado una fortuna considerable.
El Atthaphan's era el local donde los caballeros de Londres iban a disfrutar del juego, de la buena comida, de bebida a raudales y de prostitutas baratas. En él reinaba un ambiente de exceso teñido de un agradable decadentismo. Veinte años atrás era una alternativa mediocre al legendario Craven's, el club de juego más elegante y de mayor éxito que hubiese conocido Inglaterra. Pero cuando el Craven's se incendió por completo y su propietario rehusó reconstruirlo, el club de Atthaphan había heredado una avalancha de clientes adinerados y adquirido una posición destacada. No obstante, nunca podría compararse con el Craven's.
Un club reflejaba, en gran parte, el carácter y el estilo de su propietario, y Atthaphan carecía de ambas cosas. Sam Craven había sido, sin discusión, todo un caballero. Leo Atthaphan, en cambio, era un patán bruto, un ex boxeador que jamás había destacado en nada pero que, por algún capricho del destino, se había convertido en un próspero hombre de negocios.
Y ahí estaba el hijo de Atthaphan, su único heredero. Si iba a hacerle la oferta que Off sospechaba, no podría permitirse rechazarla.
—No qu... quiero que me felicite —dijo Gun.
—¿Qué quiere entonces, jovencito? —Repuso Off en voz baja—. Vaya al grano, por favor. Esto empieza a resultar aburrido.
—Quiero estar con mi pa... padre los últimos días de su vida. La familia de mi madre no me permite verlo. He intentado escaparme para ir a su club, pero siempre me pillan, y después me castigan. Esta vez no vo... volveré con ellos. Tienen planes que quiero evitar, aunque ello me cueste la vida.
—¿Qué clase de planes?
—Quieren casarme con uno de mis primos. Pak Norrapat. N... no siente nada por mí, ni yo por él... pero pa... participa de buen grado en la conspiración familiar.
—Cuyo objeto es controlar la fortuna de su padre cuando éste muera, ¿verdad?
—Sí. Al principio consideré la idea porque creí que el señor Norrapat y yo podríamos vivir en nuestra propia casa... y pensé que... la vida podría ser soportable si lograba alejarme del resto de ellos. Pero él me dijo que no tiene ni... ninguna intención de trasladarse. Quiere seguir bajo el techo familiar... y no creo que yo sobreviva ahí mucho tiempo más. —Ante el silencio al parecer indiferente de Off, añadió en voz baja—: Creo que quieren ma... matarme una vez que consigan el dinero de mi padre.
Off no dejó de observarlo, aunque no alteró el tono:
—Muy desconsiderado por su parte. Pero ¿a mí qué me importa?
Gun no mordió el anzuelo. Sólo le dirigió una mirada intensa que evidenciaba una fortaleza innata que Off nunca había visto en ningún doncel.
—Le propongo ca... casarme con usted —dijo—. Quiero su protección. Mi padre está demasiado enfermo y débil para ayudarme, y no quiero ser una carga para mis amigos. Ellos me o... ofrecerían refugio pero, aun así, tendría que estar siempre en guardia por miedo a que mis parientes lo... lograran llevarme a la fuerza y obligarme a hacer su voluntad.
Un hombre soltero tiene pocos recursos, social o legalmente. No es ju... justo, pero no puedo hacer nada por evitarlo. Necesito un ma... marido. Usted necesita un esposo rico. Y los dos estamos igual de desesperados. Por eso creo que aceptará mi pro... proposición. Si es así, me gustaría partir hacia Gretna Green esta misma noche. Estoy seguro de que mis parientes ya me están buscando.
Off lo miró con recelo en medio de un silencio tenso. No confiaba en él. Y tras el desastre del rapto frustrado de la semana anterior, no deseaba repetir la experiencia. Pero el muchacho tenía razón en algo: estaba realmente desesperado. Le gustaba vestir bien, comer bien, vivir bien; algo de lo que podían dar fe innumerables acreedores. La mísera adjudicación mensual que recibía del duque iba a interrumpirse pronto, y en su cuenta no le quedaban fondos suficientes para llegar a final de mes. Para alguien que no tenía inconveniente en buscar la salida fácil, aquella oferta era un regalo del cielo. Si el muchacho estaba dispuesto a llevarla a cabo.
—A caballo regalado no se le mira el diente —soltó con indiferencia—. Pero ¿cuánto tiempo de vida le queda a su padre? Hay gente que sobrevive años en el lecho de muerte. La verdad, siempre he considerado de muy mala educación tener a la gente esperando.
—No tendrá que es... esperar demasiado —fue la crispada respuesta—. Quince días, quizá.
—¿Qué garantía tengo de que usted no cambiará de idea antes de que lleguemos a Gretna Green? Ya sabe la clase de hombre que soy, Joven Atthaphan. ¿Debo recordarle que la semana pasada intenté raptar y forzar a uno de sus amigos?
Gun lo miró a los ojos. A diferencia de los de Off, de un azul pálido, los de él eran de un zafiro oscuro.
—¿Intentó vi... violar a Gulf? —preguntó con desconfianza.
—Amenacé con hacerlo.
—¿Habría cumplido su a... amenaza?
—No lo sé. No lo he hecho nunca pero, como usted ha dicho, estoy desesperado. Y ya que tocamos el tema... ¿Me está proponiendo un matrimonio de conveniencia o vamos a dormir juntos de vez en cuando?
—¿Lo habría fo... forzado o no? —insistió él sin prestar atención a su pregunta.
—Si le digo que no, ¿cómo sabrá que no miento, joven Atthaphan? —Repuso él con sarcasmo—. No. No lo habría violado. ¿Es ésa la respuesta que desea oír? Créalo, entonces, si le hace sentirse más seguro. En cuanto a mi pregunta...
—Do... dormiré con usted una vez. Para que el matrimonio sea legal. Y nunca más... después.
—Estupendo. No me gusta acostarme más de una vez con el mismo hombre. Es una lata cuando pasa la novedad. Además, nunca sería tan burgués como para desear a mi propio esposo. Eso implica que uno no dispone de medios suficientes para mantener a un amante. —Se detuvo a la espera de captar alguna emoción en el rostro del joven—. Claro que también está la cuestión de darme un heredero... pero siempre y cuando sea discreto, no creo que me importe de quién sea el niño.
Gun ni siquiera parpadeó.
—Quiero que se separe una pa... parte de la herencia para mí en un fideicomiso generoso. Los intereses serán solo míos, y los gastaré como me parezca sin tener que darle explicaciones.
Off comprendió que no era nada tonto, aunque su tartamudez llevara a muchos a pensar lo contrario. Estaba acostumbrado a que lo menospreciaran, lo ignoraran, lo pasaran por alto, y él presintió que sacaba partido de ello siempre que podía.
Eso le pareció interesante.
—Estaría loco si me fiara de usted —dijo—. En cualquier momento podría echarse atrás en nuestro acuerdo. Y usted todavía lo estaría más si se fiara de mí. Porque cuando estemos casados, podría hacerle la vida más imposible de lo que jamás haya soñado la familia de su madre.
—Pre... prefiero que me la haga quien yo elija —contestó con gravedad—. Mejor usted que Pak.
—Eso no dice mucho a favor de Pak —comentó Off con una sonrisa. Él no se la devolvió. Se arrellanó un poco más en la butaca, como si por fin se relajase, y lo observó con una especie de resignación obstinada.
Sus miradas se encontraron, y Off fue consciente de algo que lo estremeció. No era extraño que un joven apuesto lo excitara fácilmente. Más fogoso que la mayoría de hombres, algunos donceles lo encendían y despertaban su deseo hasta un grado inusitado—. Por alguna razón, aquél chico desgarbado y tartamudo, era uno de ellos. O sea, sintió un súbito deseo de acostarse con él. En su imaginación bulleron visiones de su cuerpo, sus piernas, sus curvas y sus redondeadas nalgas. Ansió que su aroma íntimo le anegara el olfato, sentir el roce de su cabello en el cuello y el pecho. Deseó hacer cosas indescriptibles con la boca de ese doncel, y con la suya...
—Decidido, pues —murmuró—. Acepto su propuesta. Hay muchas cosas que discutir, por supuesto, pero tendremos dos días para hacerlo antes de llegar a Gretna Green. —Se levantó de la butaca y se estiró sin poder evitar una sonrisa al ver cómo el muchacho lo recorría rápidamente con la mirada—. Ordenaré que preparen el carruaje y pediré al ayudante de cámara que me haga el equipaje. Saldremos en una hora. Por cierto, si durante el viaje decide echarse atrás en nuestro acuerdo, lo estrangularé.
—No e... estaría tan nervioso si no lo hubiera intentado con una víctima renuente la semana pa... pasada —replicó él con una mirada irónica.
—Touché. ¿Puedo considerarlo a usted, pues, una víctima dispuesta?
—Ansioso —precisó Gun, que se refería a partir de inmediato.
—Esos son mis favoritos —comentó Off con doble intención, y le hizo una reverencia antes de salir de la biblioteca.
🔥 𝕭𝖑-𝖋𝖎𝖈𝖘
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