Fernando


Fue una mañana gris cuando la conocí, tenía el pelo negro y brillante como un cielo sin luna, pero con estrellas. Me entusiasme y creo que se notó porque me sonrió. "Encantada de conocerte por fin, Fernando" a lo que le respondí: "El placer es mío por poder disfrutar de tu compañía". Nos habíamos conocido por una famosa red social, pero esa era la primera vez que nos veíamos en persona. Quizás fue precipitado pues solo llevábamos un par de semanas hablando, sin embargo, su cercanía y trato hacía mí eran tan excepcionales que no veía el momento en el que podríamos vernos. Se había fijado en mí, un joven de veinte años que aún no había concluido sus estudios. Sé bien que muchos pensaréis que con lo joven que soy debería ligar en la calle, en un bar, etc., pero, creedme, no es tan sencillo en los tiempos que corren.

Nuestro primer encuentro fue fascinante, ella parecía no estar nerviosa, yo temblaba a cada rato por su cercanía. Paseamos por la ciudad disfrutando de las luces que son típicas durante el período de fin de año. Se veía hermosa y yo parecía un idiota, me costaba hasta articular palabra. Ella no paraba de contarme sus gustos y manifestar su emoción por estar juntos. Paramos entonces en una cafetería donde yo nunca había entrado, esta tenía los techos iluminados al igual que las escaleras. La camarera parecía conocerla pues ambas se fundieron en un tierno abrazo. Pedí una cerveza, mientras ella bebía un refresco. Continuó la conversación y parecía que yo no tenía mucho que decir. Supuse que su nerviosismo se manifestaba con efusividad y, por ello, apenas me preguntaba. Tenía una vida sumamente interesante, Eulalia se llamaba; hacia honor a su nombre. Era peluquera y cuidaba cada fracción de su cuerpo porque colaboraba con una tienda de estética. Además, sus padres eran dueños de una tienda de telefonía. Había hecho numerosos viajes a lo largo de unos cuantos años, había estado en Grecia, Roma, Turquía o, incluso, Venezuela. Al menos eso fue lo que me estuvo relatando. Lo que más llamó mi atención es que, al levantarme para salir del bar, me pidió que me sentase. "Hay un tema que aún no he tratado contigo y lo considero importante", mi repuesta fue instantánea: "Dime pues qué es eso que tenemos que hablar". Tras unas carcajadas me dijo: "Quiero satisfacerte en todos los sentidos, me gustaría ir a tu casa", fui claro y dije: "Es el primer día que nos encontramos, creo que no es oportuno", me pareció oírla decir que era un estrecho. En cualquier caso ambos salimos de la cafetería y cada uno tomó su camino porque nuestras casas estaban en direcciones opuestas. Si se preguntan si nos despedimos, he de decirles que sí. Muy cordialmente besó mi mejilla.

Continuamos hablando por redes sociales, todo parecía ir muy bien. Las siguientes ocasiones en las que nos encontramos fueron semejantes a la que ya os he contado. La diferencia principal fue que yo estaba menos nervioso. Ella seguía insistiendo con querer venir a mi casa, yo por mi parte se lo seguí negando. No acababa de entender por qué tanto interés en visitar mi domicilio, sin embargo, no me parecía muy lógico de forma tan temprana. Me resistí durante semanas, pero un día sucedió lo siguiente: acordamos ir al cine y así lo hicimos. Yo tenía muchísimas ganas de ver una película de temática fantástica, no obstante, ella decía querer ver una de trama romántica. Así fue que ella me dijo que aceptaría ver mi película si en las próximas semanas la llevaba a mi casa. Hoy me doy cuenta de que me coaccionó para conseguir lo que quería. Durante la película estuvo muy cercana rozando mi brazo, mientras yo disfrutaba de la cinematografía. Lo toleré y aguanté no caer en sus encantos, a pesar de tener un hermoso cuerpo y desearlo, ante todo era un caballero y no era el momento oportuno.

Así fue que llegó el día de llevar a Eulalia a mi casa. Concluimos el paseo ante la puerta de mi vivienda, paso a paso subió cada escalera para finalmente cruzar el umbral. Al cerrar la puerta, se fundió en un beso que duro unos cuantos segundos. Me dijo: "Enséñame la distribución de tu casa ya que estamos aquí". Yo ilusionado le mostré cada centímetro de mi domicilio, qué ingenuo fui. Cuando llegamos al dormitorio, sucedió lo que estaba previsto entre ambos. No puedo quejarme, acabé bastante satisfecho. Algo que seguía impactándome fueron sus largos monólogos, no parecía importarle lo más mínimo mi vida. Decidió vestirse e irse, yo me quedé tumbado mientras en la cama. "Eulalia sigues ahí" le pregunte, respondió: "Sí, estaba maquillándome porque quiero salir guapa a la calle. Muchas personas van a verme y quiero que mi rostro brille con una hermosa sonrisa...", continuó hablando, pero su tono de voz era bastante inferior y no entendí lo que decía. "Bueno ya me voy" dijo, yo le respondí: "Muy bien, seguimos hablando".

Las siguientes semanas fue muy poco lo que hablamos. Parecía que su luz se había apagado conmigo. De hecho, llegó a decirme que la agobiaba con tantos mensajes. En realidad yo seguía enviando los mismos, bueno quizás algunos más por la ilusión que tenía por aquello. Debí haberme negado a seguir hablando y quedando con ella cuando vi que solo tenía ojos para sí misma. Nunca tuvo interés en saber sobre mí y mis circunstancias, quizás era para no cogerme cariño pues ya tenía planeado lo que iba a hacer desde el principio. El día que vino a casa durante el tiempo que estuvo en el baño acabándose de preparar, supuestamente, yo me eché alguna cabezada y no me di cuenta de lo que realmente estuvo haciendo. ¡Maldito antifaz! No me percaté de tus intenciones por creer que eras una buena persona. Esperó el tiempo suficiente como para que yo me durmiese y transitar toda la casa. Al cabo de un tiempo descubrí que me faltaban algunas cosas, un reloj valorado en unos quinientos euros, unos videojuegos de mi consola, algunos productos caros para el cuidado del cuerpo, entre otras tantas cosas de las que me fui percatando que ya no estaban posteriormente. Le fui contando algunos de los objetos que había visto que no estaban y me dijo que seguramente las habría llevado a casa de mis padres y, por eso, no los encontraba, pero yo estuve en casa de mis padres y nada de lo desaparecido se encontraba allí. Cuando le insinué si sabía dónde podrían estar las cosas que faltaban, me dio un buen discurso que venía a decir que ella no tenía ni idea de donde podrían estar esas cosas y que, si la estaba llamando ladrona, daba por finalizada nuestra relación. Me dijo: "Buenas noches" por la red social por la que tantas noches nos habíamos escrito a la luz de la luna y, antes de que pudiese contestarla, ya me había bloqueado. Fue entonces cuando entendí que realmente me había robado. Qué ingenuo fui, no debí haberme fijado solo en aquel físico bonito, no debí haber confiado en ella. Tendría que haberme dado cuenta de sus intenciones y no haber estado tan cegado por su belleza, lo habría hecho mucho mejor si me hubiese querido más a mí mismo y hubiese zanjado a tiempo aquello. Nunca quiso quererme, ni siquiera conocerme.

Las pérdidas materiales me dolieron enormemente porque me sentí ridículo. La busqué para pedirle explicaciones, pero, a pesar de haber hablado mucho, nunca me dijo cosas importantes como, por ejemplo, dónde trabajaba o vivía exactamente. Le perdí la pista a una chica que realmente nunca quiso nada conmigo. Sufrí mucho por los objetos robados, pero aún más por las secuelas que le quedaron a mi corazón. No me atrevía a empezar a conocer a otras personas, ni por redes sociales, ni en persona. Los días se hacían eternos y, a pesar de todo, yo seguía teniendo la esperanza de que al final me escribiría y me diría que era una broma, que me quería de verdad y que no había sido más que un enfadado sin importancia. Perdí mi tiempo apostando por una persona así. Habló durante mucho tiempo, pero no nos hicimos ninguna foto y en las redes sociales parecía haber desaparecido pues intenté contactarla con otros usuarios, pero ya no estaba se había esfumado, ¿realmente se llamaba Eulalia? Si se lo preguntan, sí, asistí a la comisaría para ver si la policía podría dar con ella. La describí porque no pude enseñar ninguna foto de ella. Os podéis creer que nunca nos habíamos hecho una foto juntos o me había mandado fotos de ella, más allá de aquellas que había visto en sus perfiles. La policía me aseguró que intentarían encontrarla pues había otros casos semejantes al mío. Me sentía tan estúpido, cómo pude caer en un engaño como ese.

Han pasado los años y no han dado con ella a día de hoy. Nunca más volví a encontrármela por la calle, ni supe más de ella. Mi corazón permaneció herido y en pausa durante un largo período de tiempo, sin embargo, ¿volvería a enamorarme? ¿Cómo sería sentir un amor de verdad de forma recíproca? Creo que había llegado el momento de hacer las paces conmigo mismo para poder continuar y ver que sorpresas me tenía preparadas la vida. ¿Encontraría mi amor verdadero?

Continuará en Historias sin contar.

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