Ni Rosa, Ni Gris

Bruno vive en un mundo done todo es, literalmente, color de rosa. Pero él lo ve todo de color gris por culpa de la terrible depresión que inunda su joven corazón.

Bruno siente que no pertenece a ningún lugar, siente que no encaja. Él no tiene amigos o personas cercanas por miedo a decepcionarlas. Además de eso, no sabe qué hacer con su vida.

Bruno pasa la mayor parte del tiempo apretujado en su pequeño apartamento, pero de vez en cuando sale a dar una vuelta por el parque. Le gusta observar a los niños jugar y reír y le agrada la idea de que algún día él pueda ser igual de feliz que ellos.

Una tarde de junio, Bruno se hallaba sentado en una banca del parque demasiado concentrado en sus pensamientos como para hacerle caso a la lluvia que estaba cayendo. Cuando el chico finalmente se dio cuenta, no le importó y siguió sentado en aquella banca.

El parque se había quedado vacío y las risas y gritos de alegría de los niños se habían esfumado al ser reemplazados por un horrible silencio que solo se rompía con el sonido que hacían las gotas de lluvia al estrellarse contra el suelo.

Bruno estaba completamente empapado cuando oyó un chapoteo cerca de él. De repente, la lluvia se había detenido. Bruno elevó la mirada y sus ojos se toparon con un paraguas que lo protegía. Bruno volteó hacia su lado derecho y observó al chico que sostenía la sombrilla ubicada sobre él.

-Es inútil -dijo Bruno-. Ya estoy empapado y el que me cubras con una sombrilla no me va a secar.

El chico a su lado se mantuvo en silencio. El paraguas seguía cubriéndolo.

-Solo quería ayudarte -aclaró el chico después de unos minutos.

-Pues, gracias, pero tengo que irme -zanjó Bruno de manera cortante. Acto seguido se puso de pie y alcanzó a caminar unos cuantos pasos antes de que el chico lo detuviera.

-¡Espera! Te acompañaré a casa. Si no, terminarás aún más empapado.

-Aprecio tu oferta, pero no -Bruno siguió caminando. El otro chico le pisaba los talones.

A pesar de haberle dejado claro varias veces que no necesitaba su ayuda, Bruno llegó a su apartamento acompañado por el chico.

-Espero que ahora estés feliz -exclamó y después le cerró la puerta en sus narices.

Bruno se dio una ducha con agua caliente y al terminar, la tormenta había empeorado. Inmediatamente se sintió mal por haber sido grosero con el chico que lo había ayudado, que probablemente se encontraba afuera. Bruno pensó en salir a buscarlo para agradecerle su consideración pero se sorprendió cuando abrió la puerta: el chico estaba enfrente de él, con el paraguas destrozado por el impacto de la lluvia.

-¿Puedo pasar? -preguntó señalando el interior de la casa. Bruno asintió y lo dejó entrar.

-Perdón por haber sido grosero hace rato. A veces no puedo controlarlo.

-No te preocupes, lo entiendo -el chico hizo un gesto con la mano para restarle importancia-. Por cierto, soy Elías.

-Yo soy Bruno.

Ambos se quedaron en silencio, pues ninguno sabía qué decir. Elías se sentía un tanto fuera de lugar y Bruno estaba un tanto incómodo al tener a un extraño en su casa.

-Puedes darte una ducha, si quieres -fue lo único que se le ocurrió decir al dueño de la casa.

-Gracias -Elías no sabia para dónde dirigirse.

-Al fondo a la derecha -aclaró Bruno.

Mientras Elías se bañaba, Bruno no paraba de decirse a sí mismo estúpido. Solo a ti se te ocurre traer a un extraño a tu casa, pensaba. Ah, y además le dejaste usar tu baño. El sonido de la ducha se detuvo.

-¿Bruno? -preguntó Elías con timidez-¿Podrías...? ¿Me prestarías algo de ropa? La mía está mojada.

Bruno no quería hacerlo, pero aquel extraño le había brindado su ayuda y lo menos que podía hacer para agradecerle era prestarle ropa. Seleccionó una playera vieja y unos shorts que ya no le quedaban. Después toco a la puerta del baño y Elías abrió la puerta apenas lo suficiente para tomar las prendas. Segundos después, salió del baño.

Elías le agradeció y se paseó por el pequeño apartamento. Al parecer la ducha le dio más confianza, consideró Bruno.

-¿Qué vamos a hacer?

Bruno simplemente se encogió de hombros. Tomó un libro de su estantería y se sentó en la sala.

Unas horas después, Elías y Bruno parecían los mejores amigos. Reían y conversaban de manera agradable. Incluso habían intercambiado sus números de teléfono.

Elías poseía cierta energía y felicidad que le causaban escalofríos a Bruno, y él tenía cierta tristeza en los ojos que producía el mismo efecto en Elías.

-Okey -dijo Elías-. ¿Tus peores miedos?

Bruno titubeó un momento antes de hablar, pero al final confesó:

-Tengo miedo de no encajar en ningún lado, de nunca encontrar el lugar al pertenezco y de nunca encontrar la verdadera felicidad.

-Pero ahora estás feliz, ¿no?

-Es diferente. Cuando esto acabe volveré a estar mal.

-No le veo sentido -reconoció Elías-. No te ofendas, amigo, pero tus miedos me parecen un tanto estúpidos.

Una rabia descomunal invadió a Bruno.

-Ah, ¿sí? -bramó con enojo-. ¿Tú a qué le tienes miedo?

-A nada -contestó Elías con seguridad, sin darse cuenta del disgusto del otro chico.

La respuesta solo enfureció más a Bruno.

-Pues a mí se me hace muy estúpido que no le temas a nada -soltó de repente.

-Oye tranquilízate, no era mi intención que te...

-Creo que tienes que irte -lo interrumpió Bruno. Abrió la puerta, esperando a que Elías saliera.

La lluvia se había detenido desde hace tiempo, por lo que Elías pudo regresar a su casa sin inconvenientes.

Lo primero que hizo al llegar fue intentar llamar a Bruno, pero su nuevo amigo no le contesto. Intentó mandarle mensajes, de los cuales no obtuvo respuesta.

Pasaron los días y Elías seguía tratando de ponerse en contacto con Bruno, pero todos sus intentos fallaban.

Podría resultar raro extrañar a una persona con la que solo estuviste un día, pero ese era el caso de Elías. Todo su ser ansiaba poder ver a Bruno otra vez, admirar esos ojos llenos de tristeza que le producían escalofríos.

Durante todo el tiempo que Elías pasó solo, no podía sacarse una pregunta de su mente. ¿A qué le tienes miedo? Bruno se lo había preguntado y no le había contestado con sinceridad. ¿A que le tienes miedo, Eli? ¿A las arañas? ¿Le temes a las alturas, a los payasos?

Después de días de larga cavilación, Elías por fin llegó la respuesta. Tengo miedo de no verlo otra vez, de haberlo arruinado todo.

Eli se había convencido de que jamás volvería a ver a Bruno. Poco a poco, su visión de aquel mundo color de rosa se volvía más oscura, hasta que un día lo vio todo gris. La felicidad y el carisma que lo caracterizaban habían desaparecido, sustituidos por una tristeza abismal.

Lo único que tenía de su amigo eran aquella vieja camiseta y los shorts, a los cuales se aferraba cada noche.

Soy un tonto, pensó una tarde. ¡Puedo ir a verlo! Si es que recuerdo la dirección.

Elías salió de su cama y se vistió rápidamente, tomó la ropa prestada de Bruno y partió en busca de él.

No recordaba muy bien el rumbo, por lo que tuvo que preguntar a las personas que se encontraba. Después de dar varias vueltas por la ciudad, Elías llegó a la casa del chico que había ansiado ver desde hace días. Tocó el timbre de inmediato.

Bruno abrió la puerta para ver de quién se trataba y se sorprendió al sentir los labios de Elías estampados contra los suyos. Lo que aquel chico acababa de hacer estaba en contra de todo lo que le habían enseñado a Bruno. Los niños deben estar con las niñas, recordó decir a su madre. Sin embargo, aquel beso se sentía tan bien...

Elías se separó y de inmediato se disculpó.

-Lo lamento, no debí ha...

Esta vez fue Elías el que se sorprendió al sentir los labios de Bruno en los suyos.

Ambos apartaron la cabeza al mismo tiempo. Se miraron a los ojos rápidamente.

-¡Perdón! -dijo Elías refiriéndose a cuando dijo que los miedos de Bruno le parecían estúpidos-. No debí haber dicho eso. Si te soy honesto, tenía miedo de no verte de nuevo.

Bruno abrazó a Elías.

-Oh, por cierto, aquí está tu ropa -Elías le tendió los shorts y la playera.

-Consérvala -Bruno vio cómo se formaba una sonrisa en el rostro de su amigo al escuchar eso.

Elías entró al apartamento y después de haber comido unas cuantas galletas, Bruno dijo:

-¿Sabes? Durante estos días me he dado cuanta de que ya no tengo miedo de no pertenecer a ningún lado. Siempre pensé que necesitaba encajar en un lugar, pero estaba muy equivocado. No necesitaba buscar dónde, sino con quién. Y esa persona eres tú. Necesito estar a tu lado, Eli.

Elías se sonrojó. No sabía qué hacer. Fue Bruno el que tomó la iniciativa y lo besó de nuevo.

-Este asunto de los besos me está gustando -dijo antes de besarlo de nuevo.

Los dos sintieron una felicidad inmensa en aquel momento.

Al separase y abrir los ojos, el mundo había cambiado de color, pero no era sólo rosa. Juntos habían descubierto todos los colores del universo.





Quiero hacer una mención especial para MonicaGil433 . Esta es la historia de la que te había hablado hace muuuuuucho tiempo y que apenas escribí. Espero te haya gustado.

Y ahora tengo un anunció que hacer.

*redoble de tambores*

¡Historias Que Contar ganó el tercer lugar en el concurso Cristal Dreams Awards! Estoy muy feliz.

Pueeees eso es todo.

Kamwe💙

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