Medea Lenz
Mi nombre no es Medea Lenz. Quiero decir, sí, me dicen así pero en realidad no me llamo Medea ni me apellido Lenz. Es todo parte de una gran mentira.
Tengo una misión que cumplir y un secreto del que nadie puede enterarse. Nadie. Todo está entrelazado: si alguien se entera del secreto, la misión falla automáticamente.
¿Cuál es aquella misión tan importante? Acercarme a Isaac. Bueno, eso no es en realidad lo que tengo que hacer, pero facilitará lo que va después. O tal vez no haga más que complicarlo. Incluso puede arruinarlo todo. Pero yo solo sigo órdenes así que como me dijeron que tenía que acercarme a él eso haré. Y qué mejor forma de acercarse a una persona que en la escuela, ¿no?
Llegué a mitad de curso al colegio al que asistía Isaac; al parecer los alumnos no estaban acostumbrados a recibir a los nuevos, por lo que inmediatamente fui tomada como el bicho raro. No me importó. No estaba ahí para hacer caso a las conductas inmaduras de los adolescentes.
Mi primera clase fue con él. No paré de observarlo durante la hora entera. Examinándolo. Analizándolo.
El estrépito del timbre me sorprendió. Nunca había escuchado un sonido similar en mi vida. Vi como todos se levantaban de sus pupitres y se encaminaban hacia la salida y los imité. De inmediato me intenté acercar a Isaac, pero una mano en mi brazo me lo impidió.
-¿Qué crees que estás haciendo? -demandó saber. Era una chica.
La ignoré y me zafé de su agarre para poder ir con Isaac.
-¿Acaso no me escuchaste? -me detuvo-. ¡No puedes hacer eso!
-¿Hacer qué?
-Acercarte a Isaac -su voz se había vuelto un susurro apenas audible.
-¿Por qué? ¿Quién me lo impide?
-La escala social -mi cara pareció haber reflejado mi confusión porque de inmediato explicó-: Él es capitán del equipo de básquetbol. Tú eres solamente una chica nueva.
Solté una carcajada. ¿Aquella chica en serio pensaba que la "escala social" me impediría cumplir mi misión?
-No me importa tu escala social -le di una golpe amistoso en el hombro y me fui.
Estaba cruzando la puerta cuando la escuché gritar:
-¡No digas que no te lo advertí!
A la hora del almuerzo no sabía qué hacer. Imité a los demás y me formé para pedir mi comida. Lo difícil fue escoger un lugar donde sentarse, pues todas las mesas parecían llenas. Vislumbré un lugar junto a Isaac y caminé hacia allá con paso decidido.
-¡Psssst! -escuché a alguien-. ¡Pssssst! -esta vez sonaba más urgente.
Miré por todos lados para descubrir al causante de los ruidos, que al parecer iban dirigidos a mí. La chica que me detuvo en la mañana estaba haciendo señas en mi dirección. ¿Y ahora qué quería?
-¡Ven! -me ordenó. Lo hice porque sabía que si la desobedecía no me dejaría en paz.
-¿Qué? -le solté en el tono más cortante que pude.
-Al parecer no entendiste nada de lo que te dije.
-¿Por qué no me dejas en paz?
Ella simplemente puso los ojos en blanco.
-Me llamo Raquel, por cierto -dijo-. Y almorzarás conmigo.
-Yo no quie...
-Es una orden -me interrumpió.
Raquel se pasó todo el tiempo hablando de lo loca que estaba por siquiera intentar acercarme a Isaac. Cuando me preguntó mi nombre, le solté la misma mentira que a los demás:
-Medea Lenz.
Me habían asignado un apartamento en el cual debía instalarme hasta que terminara la misión. La dirección estaba escrita en un pedazo de papel, el problema era que no sabía cómo llegar. Tuve la tentación de preguntarle a Raquel, pero preferí no hacerlo. Si aquella loca sabía dónde vivía, jamás me dejaría en paz.
Así que comencé a caminar sin rumbo alguno. Había memorizado la dirección y la repetía una y otra vez solo para tener algo que hacer. Mi mente maquinaba planes para poder acercarme a Isaac.
-Disculpe, señor -consulté a un extraño cuando me harté de vagar sin rumbo-. ¿Sabe dónde queda el bloque de apartamentos de la calle Gustavo Díaz?
El señor señaló detrás de mí. Vaya, fue demasiado fácil de encontrar.
-Gracias -contesté.
Al entrar a mi apartamento no pude contener mi sonrisa: era precioso. Tenía una cama grande y acolchonada y los sofás de la sala eran cómodos. El baño estaba impecable. De inmediato lo amé.
Tomé asiento en el sillón más grande y vi un poco de lo que se conoce como televisión.
Yo no sé qué le pasa a los humanos que los hace tan crueles. ¿Qué necesidad tenían de tirar mis libros y empaparme con refresco de uva? ¡Apenas llevo una semana aquí! Me sorprendió tanto que ni siquiera les reclamé. Raquel lo vio todo y me llevó al baño para ayudar a quitarme los rastros de refresco. La chica no es tan mala después de todo.
-¿Ves? -preguntó mientras limpiaba una mancha púrpura de mi cara-. ¡Es por esto que no puedes estar cerca de Isaac!
-Ya vamos a empezar. ¿Ahora qué razón tienes?
-¿Acaso no viste quién fue el que te echó el refresco? -inquirió.
-No, perdón. Estaba demasiado ocupada tratando de calmar el escozor de mis ojos -repliqué con sarcasmo.
-¡Fue uno de amigo sus amigos, Medea! -Un escalofrío recorrió mi cuerpo, lo que ocurría cada vez que alguien mencionaba "mi nombre"-. ¡Y Isaac se rió!
-Eso no me impedirá acercarme a él.
-A ver, cuéntame, ¿por qué tanto interés en el chico?
Mi humor cambió repentinamente. Raquel estaba realmente loca si creía que le diría la verdad. Tenía que planear una mentira.
-Es que... -¡Vamos, piensa, Medea!-. No es de tu incumbencia.
Y sin más preámbulos, salí del baño.
-¿Ahora sí me vas a decir? -preguntó Raquel por décima vez.
-¡No! -grité desesperada.
-¡Ándale! -esta chica sí que es terca.
-¡No es no! -salí corriendo hacia mi casa y afortunadamente ella no me siguió.
Estaba abriendo la puerta cuando el teléfono sonó repentinamente.
-¿Hola?
-¡Dime...!
-¿Cómo conseguiste mi número? -pregunté asustada. Me despedí mentalmente de mi paz.
-No te diré hasta que tú me digas -y le colgué antes de que pudiera decir más.
La tarde entera estuvo llena de llamadas de parte suya.
-¡Deja de llamar, Raquel! -dije al contestar la llamada número veintidós.
-Ehhh... -habló una voz fuerte y grave, que, obviamente, no le pertenecía a ella-. No soy Raquel.
-¿Quién eres, entonces?
-Isaac.
Mis ojos se abrieron como platos. Vi mi oportunidad brillando con intensidad. Esperen un momento...
-¿De dónde sacaste mi número?
-Eso no importa ahora -respondió-. ¿Podemos vernos?
-¡Sí! -intenté no sonar tan desesperada, pero fallé-. Quiero decir, sí, claro -repetí con más tranquilidad-. ¿Cuándo y dónde?
Isaac me dio la dirección y yo solo esperé que me fuera fácil encontrarla.
-¿Qué pasa? -pregunté cuando llegué al lugar que me había indicado. Era una cafetería con un ambiente acogedor, que fácilmente podría convertirse en mi lugar favorito-. ¿Por qué querías verme?
-Yo... necesito decirte algo importante-esperé a que continuara-. Perdón.
-¿Ehhhh? -musité confundida.
-Por lo del refresco. No debí hacer eso... -intentó adivinar mi nombre.
-Medea -le mentí como a los demás.
-No debí hacer eso, Medea.
Le dije que no era nada, pero Isaac insistió en que había estado mal.
-En serio, no es nada.
-Para mí sí. Es por eso que -hizo una pausa con suspenso- quiero que te sientes conmigo a almorzar.
Por la manera en la que lo dijo parecía que era una gran honor. Já, los mortales le dan importancia a cosas tan insignificantes...
Isaac esperaba mi respuesta con expectación.
-Claro -dije en un tono relajado, pero por dentro brincaba de felicidad. Mi plan no podría ir mejor.
Isaac sonrió y después se marchó. Yo me quedé a disfrutar un poco más el ambiente, incluso probé el café.
Aquel se convirtió en mi lugar favorito.
-¡Medea! ¡Medea! -escuché a alguien gritar. Busqué por todos lados y vi a Isaac haciéndome señas para que me acercara.
Encaminé mis pasos hacia su dirección pero alguien se interpuso en mi camino.
-¿Qué haces? -me interrogó Raquel.
-No te importa -intenté esquivarla pero me interceptó de nuevo.
-¿Acaso no recuerdas que él se burló de ti?
-Solo déjame en paz, sé lo que estoy haciendo.
Sorprendentemente, eso fue lo que hizo: se alejó de mí y pude seguir con mi camino.
Llegué a su mesa y me senté junto a Isaac. Sus amigos me miraban raro, como si me preguntaran qué demonios estaba haciendo ahí con ellos, pero los ignoré y seguí comiendo.
-Oye -comentó Isaac después de darle un mordisco a su manzana-, ¿eres buena en historia?
La pregunta me sorprendió pero asentí. Si él supiera...
-¿Crees que podrías darme tutorías? La verdad es que me va del asco y el entrenador me advirtió que si no paso la materia me sacará del equipo.
¿Mundo, qué te pasa? ¿Estás conspirando a mi favor? Porque, si es así, te lo agradezco muchísimo. ¡Mi plan no podría ir mejor!
-¡Claro! -respondí-. ¿Cuándo?
-¿Puedes hoy? -cuestionó Isaac.
-Sí, ¿te parece bien en mi casa después de la escuela? -sugerí al mismo tiempo que el timbre sonaba.
-Perfecto -sonrió y se fue a su clase.
Esperé a Isaac afuera de la escuela, pero ya se había tardado demasiado.
-¿Te dejaron plantada? -apareció Raquel.
-No.
Ella solo me lanzó una mirada y continuó su camino.
Isaac, ¿dónde estás? pensé un poco desesperada.
-Perdón, por la espera -llegó corriendo-. La maestra no nos dejaba salir.
-Oh, bueno -no se me ocurrió nada más que decir-. ¿Vamos?
Empecé a caminar con Isaac detrás de mí.
-¿De dónde eres? -preguntó.
¡Rayos! No había pensado qué decir en caso de que me preguntaran eso.
-No lo conoces, está muy lejos de aquí -era, básicamente, la verdad.
Aún no conocía bien el camino a mi apartamento, por lo que me perdí un poco antes de llegar.
-Bien -dije cuando ya estuvimos adentro-. ¿Quieres algo? -pregunté solo por cortesía porque en realidad no tenía nada.
-No, gracias -contestó Isaac y yo solté un suspiro de alivio.
El chico sacó sus libros y empezamos a estudiar.
-Espera, ¿esto fue en 1945 o 1949? -preguntó después de una hora de repasar el mismo tema.
-Fue en 1945.
Isaac en realidad era muy listo, solo que se confundía con las fechas y los personajes históricos.
-¿Sabes? Creo que ya fue suficiente por hoy -sugerí y pude ver el alivio reflejado en su cara.
-Tienes razón -comenzó a recoger sus cosas-. ¿Mañana a la misma hora?
-Sí.
Me sonrió y, por primera vez desde que lo vi, noté que al hacerlo se formaba un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda que lo hacía verse adorable.
¿¡Qué clase de pensamientos son esos!? me reprendí a mí misma.
Isaac se fue y yo me quedé más confundida de lo que jamás había estado en mi vida.
Estaba durmiendo plácidamente cuando escuché un ruido en la sala que me despertó. Me levanté de la cama de un saltó y me dirigí al lugar del que provenía el sonido.
-Hola, Medea.
-Sabes que no me gusta que me llames así -protesté al reconocer de quién se trataba.
-¿Cómo vas con tu pequeño encargo?
-De maravilla. Le doy tutorías de historia.
Mi interlocutora soltó una carcajada.
-Solo recuerda lo que debes hacer cuando llegue el momento adecuado -y después de decir eso se desvaneció.
No necesitaba que ella me recordara lo que tenía que hacer. Conocía el plan de memoria:
1.-Acercarme a Isaac.
2.-Ganarme su confianza.
3.-Extraer su alma o, dicho de otra manera, matarlo.
Fácil, ¿no?
Supongo que en estos momentos tendrán muchas preguntas. Cosas como ¿quién eres? O más bien, ¿qué eres?
Pues esas preguntas se quedarán sin respuesta. Por ahora.
Desde que me encontré con Isaac por primera vez, he venido a la cafetería cada que puedo. Me he vuelto adicta al café de ahí.
-¡Medea! ¡Medea! -es Raquel gritándome desde afuera. Me hace señas raras a través de la ventana pero yo simplemente la ignoro y sigo disfrutando del café.
Cuando menos me doy cuenta la loca, digo, Raquel ya está sentada junto a mí.
-Qué gusto verte -dije con sarcasmo pero ella no me hizo caso.
-Sabes que él solo te está usando, ¿verdad?
-Raquel, ¿no te has hartado de repetirme eso? -dije después de soltar un largo suspiro de exasperación.
-¡Es que es la verdad! -se defiende ella.
-¿Cómo sabes eso? Ni siquiera lo conoces.
-¿Acaso tú sí? -contraatacó Raquel. Bien jugado.
-Al menos más que tú sí -hablé cuando al fin se me ocurrió algo que decir-. Mira, Raquel, desde que llegué aquí no has parado de decirme que me aleje de Isaac, y yo ya me harté. Así que te pido, de nuevo, ¡que me dejes en paz!
Raquel me miró por largo tiempo y guardó silencio.
-Está bien -dijo después de largos minutos y después se marchó.
-¿En qué año terminó la Segunda Guerra Mundial?
-Eh... -Isaac pensó un momento- ¿1945?
-¡Bien! -en realidad era un verdadero alivio que después de cuatro sesiones hubiera sido capaz de dar con la respuesta correcta-. ¡Genial! ¡De seguro te irá bien en el examen de la próxima semana!
-Eso espero -dijo, empezando a ponerse nervioso-. ¿Medea?
-¿Sí? -contesté.
-¿Tienes helado? -su pregunta me sorprendió pero no pude evitar reír.
-No -Isaac se puso un poco triste-. Pero podemos ir a la tienda cerca de aquí.
Él sonrió, mostrándome su hoyuelo y asintió con entusiasmo.
Durante el camino a la tienda seguimos repasando los temas de historia.
-¿De qué sabor compro? -me preguntó Isaac al llegar.
-Del que quieras.
-¡Menta con chispas! -Isaac pagó (menos mal porque yo no llevaba dinero) y regresamos a mi apartamento.
-Hay una fiesta el próximo viernes -comentó antes de meterse una gran cucharada de helado en la boca-. ¿Quieres ir?
En toda mi larga existencia yo jamás había asistido a una fiesta. Además, justo aquel viernes se suponía que debía concluir con mi plan...
-Sí -le respondí sonriendo. El también me sonrió y mi corazón dio un vuelco. ¿Qué es esto?
-Escuché que vas a ir a la fiesta.
-Pensé que me dejarías en paz -exclamé.
-Eso no significa que dejaré de hablarte -rechistó Raquel-. Solo quería informarte que asistiré contigo a la fiesta -y se fue.
Me dirigí hacia la mesa de Isaac y me senté junto a él.
-¿Listo para el examen de mañana? -pregunté.
-Sí, creo que me irá bien -me sonrió y siguió comiendo-. Por cierto muchas gracias por las tutorías, en serio me ayudaste.
-Oh, no es nada.
-¡Antes de que se me olvide! Aquí está la dirección de la fiesta del viernes -habló mientras me entregaba un papel.
Estuve a punto de decirle que no era muy buena con las direcciones pero el timbre sonó y él ya se había marchado.
Raquel tendría que ayudarme.
Me asomé por la ventana del salón de historia. Sí, me salté mi clase para poder estar ahí. No, no es importante porque al igual que mi nombre, mi estadía en esta escuela es también una mentira. No estoy inscrita y la mejor parte es que nadie se ha dado cuenta. Genial, ¿no?
Isaac estaba concentrado en su examen. Intenté llamar su atención dando golpecitos en la ventana pero no funcionó. Golpeé más fuerte hasta que Isaac volteó. Parecía confundido de verme ahí, no obstante le hice una seña con los pulgares hacia arriba y él me sonrió.
Me quedé sentada en el pasillo hasta que la clase terminara. Cuando el timbre zumbó me levanté de un salto y esperé a que Isaac saliera.
-¿Cómo te fue?
-Creo que bien. Y todo es gracias a ti.
Y me sonrojé. ¡Me sonrojé! ¿Qué me está pasando?
Isaac siguió hablando sobre cosas sin importancia, que la fiesta estaría genial, que el entrenamiento de ayer fue muy pesado, que esperaba no reprobar historia.
Y en lo único que yo podía pensar era en aquel hoyuelo que se estaba formando en ese instante.
Isaac me había pegado su gusto por el helado, motivo por el cual ahora tenía cinco botes del postre en mi congelador.
Tomé uno y cuando me di la vuelta para regresar a la sala me sobresalté.
-¿Podrías dejar de aparecerte de esa manera?
-¿Cómo va la misión? -ignoró mi pregunta.
-Estará lista para el viernes.
-Perfecto. ¡No falles! -y después de eso desapareció.
-¡Aquí no es! -grité enfadada.
-¡Pues aquí es donde nos manda la dirección! -también gritó Raquel.
-¿Por qué no preguntamos? -propuse-. ¡Señor! -le hablé a una persona que pasaba por ahí-. ¿Podría decirme dónde se encuentra esto? -le tendí el papel. El señor nos indicó por dónde debíamos ir y le agradecí-.Te lo dije, aquí no era.
Raquel me miró con enfado pero no dijo nada más.
Cuando llegamos, la fiesta ya había comenzado.
-¡Medea! ¡Qué bueno que viniste! -saludó Isaac. Raquel se alejó y agradecí que no dijera nada.
-Sí -fue lo único que pude decir.
-Espera aquí, iré a conseguirte algo de beber.
Me quedé observando el ambiente. Había gente por todos lados y la música estaba tan fuerte que apenas y gritando te podían escuchar.
-Ten -al regresar, Isaac me tendió un vaso de plástico.
Le di un trago a la bebida y sentí que en lugar de agua era fuego lo que bajaba por mi garganta.
-¡Puaj! ¿Qué es esto? -pregunté totalmente asqueada.
-¿Nunca habías probado el alcohol? -rió él y le dio un trago a su bebida. ¿Cómo podía tomársela sin sentir ganas de escupirla?
-¡Isaac!
-¡Bruce! Pensé que no ibas a venir.
Isaac se alejó a platicar con su amigo y yo me quedé sola, rodeada de desconocidos y con un vaso que contenía la bebida más horrible del mundo.
¿Raquel, dónde estás cuando te necesito?
La noche había caído y el momento se acercaba.
Me encontraba sentada junto a unos arbustos, pues salí de la fiesta al darme cuenta que no pertenecía a ese ambiente.
-Medea, ¿qué haces aquí?
-Salí a tomar un poco de aire.
-Deberías regresar. ¡La fiesta está buenísima!
-Creo que las fiestas no me gustan tanto, Isaac -le respondí.
Faltaban unos cuantos minutos...
-Oh, entiendo. ¿Quieres que vayamos a hacer otra cosa? -preguntó con sinceridad.
Me puse de pie. Unos pocos minutos más.
-No, creo que regresaré a casa.
-¿Segura?
-Sí.
Isaac me sonrió. Un poco de tristeza me invadió al recordar que esa sería la última vez que lo vería, pero aparte el sentimiento de inmediato.
Me preparé mentalmente para poder lograr lo que estaba por hacer.
Estaba a punto de arrancar su alma, cuando me besó. Isaac me besó. Y fue un beso suave, dulce y tierno. Al separarse, Isaac me dedicó la más brillante de sus sonrisas. Y, solo por un momento, olvidé el motivo por el cual estaba ahí.
Pero desperté de mi pequeña fantasía más rápido de lo que hubiera querido. El momento había pasado, la decisión había sido tomada y no había vuelta atrás.
Me alejé corriendo de Isaac sin darle oportunidad de preguntar qué pasaba.
Fallé.
Creo que es hora de contarles la verdad. No más mentiras.
Mi nombre no es Medea Lenz. En realidad, no tengo nombre.
Mi edad: miles y miles de años. Por eso soy tan buena en historia, he vivido cada suceso histórico.
Estoy aquí para matar a Isaac. ¿Por qué? Porque mi madre lo ordena. ¿Quién es mi madre? Señoras y señores, prepárense para conocer mi gran secreto. Soy hija de la Muerte.
¿No me creen? No me importa.
Ahora, tal vez se pregunten por qué mi madre me envió a matar a alguien. Ella es la Muerte, por lo tanto ella debería hacerlo, ¿no? Pues quiere ver si estoy lista para tomar su lugar cuando el momento llegue. Isaac es la pequeña prueba que debo superar.
Pero he fallado y lo único que me queda es esperar las consecuencias.
-¿¡Qué has hecho!? -gritó mi madre enfurecida.
-Perdón, en serio lo lamento.
-Eso no es suficiente. ¿Te das cuenta de que has fallado? No estás lista para asumir el cargo, probablemente nunca lo estés. Estoy muy decepcionada de ti.
-Lo lamento...
-Tendrás que asumir las consecuencias.
-Estoy dispuesta a hacerlo -dije. ¿Qué puede ser peor que haber fallado en algo tan importante?
-Te convertirás en un mortal cualquiera.
-¿¡Qué!? ¡No puedes hacerme esto!
-Ya lo he hecho. Eres tan susceptible a morir como cualquiera de los demás.
La Muerte no me dio más tiempo para discutir y se esfumó.
Me pasé la tarde llorando por haber cometido tan grande error. Me di golpes contra la pared, me tumbé en la cama, incluso pensé en poner a prueba mi nueva condición de mortal y suicidarme. Pero un simple pensamiento evitó que lo hiciera.
Me di cuenta que estaba enamorada de Isaac y que, ahora que era "normal" por decirlo de algún modo, había una posibilidad de que lo nuestro funcionara.
Así que al día siguiente llegué a la escuela corriendo, buscando a Isaac por todos lados. Pero no lo encontré.
Estaba en clase de química cuando el director entró al salón. Después de un largo discurso, llegó al tema importante:
-Lamento informarles que su compañero, Isaac Medina, fue encontrado muerto ayer en la noche.
Al principio no lo creí, pensé que todo se trataba de una broma de mal gusto.
Volteé hacia la ventana para buscar alguna cámara oculta, pero en su lugar me encontré con mi madre.
-¿Pensaste que lo dejaría todo así? -alcancé a leer sus labios-. Tú no pudiste hacerlo, así que lo hice yo.
Y entender eso fue suficiente para comprender que era real. Isaac estaba muerto. Y, de alguna forma, yo también lo estaba.
Antes que nada quiero decirles que lamento mucho no poder actualizar antes. No sé me ocurría nada y cuando por fin se me ocurrió esta historia no sabía cómo continuarla. El típico bloqueo a la hora de escribir. Pero creo que de algún modo se los he compensado. ¡Más de 3500 palabras! ¡Es lo más largo que he escrito! Espero les haya gustado.
Kamwe💙
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