VALENTÍA
Siempre tuviste buen gusto para elegir los lugares donde ir a cenar. Siempre eran buenos esos encuentros... pero el de hoy no tiene ese color. Miro todo alrededor y ya no me parece maravilloso, ni sofisticado, ni cálido: el encanto del vino que pedí se fue y las rosas del arreglo que se encuentra en el centro de la mesa ya no me gustan; nada es la excusa perfecta para esperarte aquí.
No sé qué instante imaginé que guardaba, tan escondido, el brillo de la ilusión ya gastada por el tiempo, ya perdida por la costumbre... ¡Ay la costumbre! Maldita compañía de lo inevitable cuando todo está llegando a su fin.
Quizás esta idea de intentar encontrarnos otra vez es la que me da miedo.
Es difícil reconocer si lo que ahoga tanto es el temor que aprieta la garganta con dedos finos y helados o si tan solo buscamos convencernos que el estar cara a cara servirá de algo... más bien, será inútil y no valdrá la pena.
Pero sería ilógico seguir dando vueltas en torno a cómo terminará esta historia... ¿o este drama?
Ya no quiero confundirme entre el cálido amanecer y la trémula noche. Será porque fue demasiado fortuito entregarnos sin saber quiénes éramos, de dónde veníamos y hacia dónde nos dirigíamos. Ahora sabemos bien adónde nos condujo todo esto: a la mayor catástrofe de nuestras vidas... el desamor y el desconocimiento crónicos.
Puede que piense bastante y no sienta tanto. Tal vez soy cruel o demasiado débil y trato de escapar y así no resolver mis asuntos pendientes.
Esta ansiedad (la primera razón para acabar con todo aquello que construimos) me está sofocando y alarga la agonía del tiro de gracia para esta relación... Solo pasaron diez minutos y ya quiero irme. No quiero encontrarme con un desconocido ¡Dios! ¿Por qué te volviste tan indiferente? O, más bien, ¿por qué nos fuimos alejando tanto el uno del otro? ¿Será porque nos necesitábamos tanto que terminamos por quitarnos la libertad? Prefiero cerrar todo aquí, así. ¿No tuvimos ya bastante dolor como para seguir reviviéndolo una y otra vez? Como si rebobináramos constantemente la cinta de un video tape para hacerlo correr, correr y correr; como si el revivir toda esta pesadilla fuese la solución.
Perdóname, pero me escabulliré entre las sombras en silencio antes de afrontar la verdad.
A la salida, el recepcionista me pregunta si volveré a mi mesa reservada. Lo miro un tanto confusa, pero lo suficiente lúcida como para pedirle un trozo de papel y una lapicera. Le dejo a él una nota para que te la entregue.
Mi cobarde y breve esquela dice:
"Querido Marcos:
Sinceramente no sé qué me pasó para aceptar cenar contigo un día como hoy. La verdad es que ya no podemos dar más vueltas en el mismo lugar y fingir que nos debemos dar otra oportunidad: no existen tantas oportunidades... solo existen dos intentos... y nosotros ya los gastamos.
Es mejor que todo se termine aquí y así: sin vernos, sin mediar palabras, sin cruzar miradas. Te doy gracias por todos estos años de dicha y de dolor (esos fueron los últimos). De cada uno aprendí lo mejor... y me quedo con todos los recuerdos magníficos que supimos construir.
Perdón por esta decisión, pero, no fue buena idea encontrarnos... es mejor terminar así".
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top