CENTELLA EN LA NOCHE
La besé, amigo, la besé. Le robé un beso sin ella pensarlo. Pasó mientras se quedó dormida, tranquila y en paz entre mis brazos, después de haber corrido hacia mi cuarto, aterrorizada por la tormenta que se había desatado. En un instante, en aquel momento en que recosté su cabecita entre mi cuello y mi pecho, la vi: un condenado ángel caído en mi universo caótico. Y es ahí cuando no resistí la tentación de acariciar con mis labios los suyos. Fue un mínimo instante, lo sé, como cuando el pecador se vuelve vulnerable ante el pecado; quizás le restes importancia tú, pero para mi fue un siglo de dicha capturado en esa boca que sabe a inocencia y gloria. Sin embargo todo se derrumbó cuando ella se arrellanó en mi pecho, esbozando una cálida sonrisa en la que anclaba mi nombre junto a un "te amo" profesado en su hondo sueño.
Y en ese instante me convertí en cobarde, en el más desgraciado. Me asaltó el miedo. Mi locura fue echada a patadas por la cordura impiadosa y el remordimiento. La excusa más rápida y narcótica fue repetirme en un tono mental reprobatorio: "¡es tu amiga! ¿Cómo te atreves?" Y fue suficiente para acomodarla en mi cama y escapar hacia otro lugar, dejándola sola y desprotegida.
Desde entonces la he evitado. He dejado de contestar sus llamadas, no leo sus mensajes ni escucho sus correos de voz. Y ella, ¡ay amigo! Ella se ha vuelto una sombra opaca; una mariposa oscura e imperceptible, que teme mirarme y busca no encontrarse conmigo. En su mirada triste se refleja ese brutal interrogante: "¿qué hice?".
La he roto sin ella saberlo y la he matado sin ella esperarlo.
Ella ya no me busca para que la rescate cuando el cielo se desgaja en mil pedazos ante la intromisión de un relámpago. Ella solo busca ovillarse en un rincón de su habitación cubriendo sus oídos ante los estruendos, tratando de borrar con sus lágrimas el temor por el estallido de los truenos y el horror de un error que no es su culpa pero que ella desconoce y trata de tapar también su alma ante el escarnio de esas heridas que surgieron de repente y que no entiende por qué están allí. Lamentablemente no tengo el coraje de decirle que sé por qué aparecieron: pues porque yo fuí la centella que iluminó, por una milésima de segundos, su mundo inconsciente esa noche... pero que desmembró por completo y para siempre su tierno corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top