Tu corazón me pertenece
El hombre miró el reloj de pared, ya eran las seis. Dió un largo bostezo y se estiró, había sido un día demasiado aburrido. Ya casi era hora de irse a casa, revisó el itinerario. Ya no quedaban pacientes en la lista, así que podía relajarse un poco y prepararse para partir con calma. Tenía tiempo extra, así que podría escapar del tráfico nocturno.
Tomó un cigarrillo y lo encendió. Aspiró profundamente dejando que el humo llenara su boca. Este trabajo tenía sus ventajas, pero hoy había sido una total molestia. Escuchar a los pacientes uno tras otro contarle sus problemas, temores y traumas a veces era divertido. Explorar hasta que punto la mente humana se torcía sin remedio era muy interesante. Haber estudiado psicología era una de las mejores decisiones que había tomado en su vida. Le permitía tener acceso a diferentes comportamientos, a veces más complejos de lo que podía manejar. Y sobre todo le era muy útil para recopilar información para su pasatiempo favorito.
Un sonido lo distrajo de sus pensamientos. Miró hacia la puerta, había una niña mirándolo con atención. Sus ojos color miel hacían una combinación perfecta con su angelical rostro de finas facciones infantiles. El cabello peinado en un moño alto adornado con un gran lazo rojo a juego con su vestido, le daba un aire maduro para los ocho años que aparentaba tener. Traía en sus brazos un oso de peluche lleno de parches que parecían estar cosidos a mano de aspecto antiguo y desagradable a la vista.
—Buenas tardes pequeña —la saludó dejando el cigarrillo con rapidez en su cenicero, más tarde iba a reprender a su secretaria por no haber puesto este último paciente en el itinerario del día
—Es un placer conocerlo doctor Weiss —dijo la niña de manera cordial caminando con calma hacia uno de los cómodos sofás que estaban dispuestos para los pacientes
Weiss tomó su agenda y levantó el teléfono con intenciones de llamar a su secretaria. No tenía el expediente de este caso, lo necesitaba para saber los antecedentes de esta pequeña. No podía simplemente trabajar a ciegas.
—Eso no será necesario —dijo la niña haciendo que se detuviera— Será un placer decirle todo lo que necesite saber
—Me temo que las sesiones no funcionan de esa manera, necesito tus datos para poder comenzar —negó Weiss
—Ahora mismo eso es algo, irrelevante —la niña sonrió de manera macabra mostrando un grupo de dientes ligeramente puntiagudos que sobresalían de su boca
Weiss sintió un escalofrío recorrer su columna de arriba abajo. Estaba incómodo, pero también quería terminar lo antes posible. Hablaría con la pequeña, tomaría algunas notas y luego revisaría su expediente con calma adjuntando toda la información. Dejó salir un largo suspiro y ocupó una silla frente a ella.
—Entonces ¿De qué te gustaría hablar?
—De mi tema favorito, los corazones humanos —dijo sin dejar de mirarlo, como si lo estuviera analizando con mucho detenimiento, estudiando cada una de sus expresiones y movimientos— son deliciosos
—¿Disculpa? —preguntó Weiss confundido— No creo comprender bien lo que dijiste ¿Podrías explicarme mejor?
—Sería un placer —dijo la pequeña poniendo el oso de peluche a su lado y poniendo las manos sobre su regazo de manera elegante— Me encantan los corazones humanos, son mi comida favorita. Me encanta arrancarlos del pecho de las personas mientras aún laten, así mantienen su frescura y sabor
Weiss tragó en seco, era la conversación más extraña que había tenido jamás con paciente, ya fuera niño, adolescente o adulto. Debía mantener la compostura, después de todo era un profesional en esto.
—Ya veo —dijo Weiss mostrándose inexpresivo— Tienes un gusto algo particular
—Más que particular, diría que específico —explicó mientras entrelazaba sus manos con suavidad— Verás, los corazones humanos se oscurecen cada vez que cometen algún acto malvado, depravado o atroz contra alguien de su misma especie
Estaba sorprendido con las palabras que usaba esta niña mientras mantenía su postura perfectamente calmada. Se sentía como si estuviera hablando con una adulta en vez de con una pequeña. Aunque se sentía extraño, no podía apartar la mirada de ella, tenía toda su atención como si estuviera en un raro estado de hipnotismo.
—La sensación de probar semejante manjar es incomparable, por eso a veces me pongo algo codiciosa y dejo que se oscurezcan hasta el punto de darme la satisfacción que necesito —sonreía de manera siniestra mientras hablaba y las hermosas líneas de su rostro se torcían de forma oscura
—Sería algo así como dejar madurar una fruta hasta que llega al punto deseado
—Ya vas entendiendo lo que digo, eres más receptivo de lo que pensaba —añadió mientras se levantaba y estiraba su vestido— Normalmente no visito a mis presas con antelación, pero sabía que tú eras especial—sus ojos miel parecían atravesarlo con una macabra avidez— Mantienes la compostura de manera espectacular, semejante frialdad provoca que me emocione aún más acerca de cual será el sabor con el que me deleitaré cuando sea la hora de comer tu corazón
Weiss se echó hacia atrás en su asiento abrumado por la extraña aura que emanaba esta pequeña. Era solo una paciente más, solo una persona normal con una mente muy retorcida. Si era solo eso, entonces ¿Por qué su cuerpo estaba paralizado de esta manera?
—Ya hoy tuve un delicioso festín que me mantendrá satisfecha por un tiempo. Hasta entonces oscurece ese corazón solo para mí, confío en que no me decepcionarás
Sin decir nada más la pequeña salió de la consulta tarareando una canción de manera inocente mientras daba pequeños saltos al ritmo de la pegajosa melodía. Weiss solo la siguió con la mirada hasta que el vestido rojo finalmente salió de su visión. Tenía la boca seca y su corazón latía mil por segundo, se sentía casi como si acabara de tener un encuentro cercano con la muerte. Unas gotas mojaron las hojas de su agenda aún abierta, se tocó la frente sorprendido al darse cuenta de que se trataba de sudor.
Salió hacia el recibidor respirando entrecortadamente. Su secretaria estaba recogiendo todo, preparándose para ir a casa.
—¿Necesita algo más doctor? —preguntó al verlo aparecer de repente con la cara pálida
—La niña, la que se acaba de ir, necesito su expediente —dijo tratando de no mostrar urgencia en su voz
—¿Niña? —preguntó la mujer confundida
—La del vestido rojo —insistió
—No he visto a ninguna niña vestida así —negó la mujer con honestidad y luego le lanzó una extraña mirada— ¿Acaso se quedó dormido? Debería descansar, su cara no se ve bien
Se mantuvo en el mismo lugar mientras el sonido del noticiero de las seis iniciando llenaba el salón. Se trataba del televisor dispuesto para entretener a los acompañantes de los pacientes mientras esperaban. La voz de la presentadora era lo único que se escuchaba.
"En la tarde de hoy la policía local hizo un horrible descubrimiento. Los cadáveres de una pareja fueron hallados en su hogar, donde fueron asesinados de manera brutal. El forense compartió los escalofriantes detalles del crimen perpetrado. Aparentemente los corazones de las víctimas fueron extraídos de sus cuerpos mientras aún estaban vivos y aún no han sido recuperados. La policía no descarta que se trate de algún rito o culto de alguna secta religiosa o quizás sea la obra de un asesino en serie. Por otro lado en un giro totalmente inesperado de los acontecimientos, fueron descubiertos restos humanos en el sótano de las víctimas guardados en bolsas de plástico en un refrigerador. Por el momento la investigación sigue en curso, traeremos nuevos detalles en próximas emisiones"
Weiss miró el reloj en la sala de espera. Marcaba las seis. No era posible ¿Qué demonios estaba pasando aquí? ¿Qué había pasado con el tiempo? Entró de vuelta a su consulta, el cigarrillo que había encendido cuando la niña había llegado estaba intacto en el cenicero. Apenas la punta se había quemado y en el sofá permanecía el horrible oso de peluche como evidencia de que su dueña había estado ahí momentos antes.
Sonrió de manera sarcástica mientras se dejaba caer en la silla de su escritorio. Entonces así iban a ser las cosas. Sacó unas llaves y abrió una gaveta que tenía cerrada con cerrojo. Extrajo un expediente y sacó un grupo de fotos que tenía dentro extendiéndolas sobre la mesa. Todas las imágenes tenían algo en común, retrataban cadáveres de mujeres jóvenes usando vestidos rojos que tenían pegadas en el borde de la imagen un mechón de cabello con cinta adhesiva.
—¿Seguro que todo está bien doctor? —preguntó la secretaria entrando con cara de preocupación
—Todo está perfecto —dijo Weiss con una fría calma— La ciudad anda un poco revuelta ¿Te acompaño a casa?
—Se lo agradecería muchísimo, a decir verdad esas noticias me dejaron bastante impactada —dijo la joven dando un suspiro de alivio— enseguida termino de recoger —añadió saliendo con rapidez
Weiss se relamió sin apartar la vista de la puerta. Ya que estaba condenado, no podía darse el lujo de decepcionar a esa pequeña. Sonrió de manera diabólica, le entregaría el corazón más delicioso del mundo...
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