No es tan fácil elegir
Desperté desorientada oyendo un fuerte ruido. Abrí los ojos con dificultad mientras el sol alumbraba la estancia. Intenté centrar la vista.
Me encontraba en una especie de estadio circular rodeada de una gran multitud que me observaba y gritaba que empezase. Ante mí se alzaban unos grandes muros grises con una entrada a lo que parecía que era un laberinto. No entendía qué estaba pasando, qué debía hacer o por qué estaba allí.
Entonces se oyó un fuerte estruendo. La multitud calló mientras se oían fuertes golpes en la gran puerta que se encontraba detrás de mí. Parecía como si alguien o algo estuviese cargando contra la puerta para derribarla.
Me puse alerta. No llegaba a comprender aún qué pasaba pero supe que estaba en peligro. Fuera lo que fuese lo que estaba rompiendo la puerta, lo hacía con rabia, y yo era lo primero que vería tras demoler la entrada.
Sin pensármelo dos veces, entré rápidamente al laberinto. Sabía que no tenía demasiado tiempo y lo más seguro era que al final del laberinto estuviera la salida del estadio.
Giré a la derecha, a la izquierda, a la izquierda otra vez, de nuevo a la derecha y otra vez a la izquierda. Cambié tantas veces de dirección que estaba segura de que no sabría volver por donde había venido.
De pronto, escuché un golpe, lo que me indicó que, lo que fuese que segundos antes estaba derribando la puerta, había acabado con ella.
Me forcé a correr más rápido. Debía huir cuanto antes.
Entonces llegué al final. Me encontraba enfrente de dos puertas idénticas, dos posibles salidas.
Y, en ese momento, comprendí. Entendí,de pronto qué estaba haciendo allí, qué significaban esas puertas. Sabía que la elección que tomase sería para el resto de mi vida y sabía que todas las personas que estaban observándome estaban juzgando mi decisión.
Se suponía que después de todo el tramo de laberinto que había recorrido, debería saber qué puerta elegir. Cualquier otra persona en mi lugar habría sabido, después de su experiencia, qué camino elegir.
Pero yo no. Sabía que había una puerta "correcta", la puerta "normal", una elección que tomaba la mayoría de personas y que estaba segura de que la multitud que me observaba estaría contenta con la decisión. Pero, por alguna razón, también me atraía la otra puerta; un camino que mucha menos gente escogía y que solo una parte del estadio aprobaría.
El tiempo pasaba. Debía elegir, no podía pasarme toda la vida con aquella incógnita. Empezaba a sudar, indecisa. El ardiente sol me agobiaba, como un juez más entre aquella multitud y los pasos de la bestia sonaban cada vez más cercanos, forzándome a decidir.
La cabeza me iba a explotar. Tenía miedo de cómo reaccionaría el mundo si elegía un camino menos ordinario. Tenía miedo de estar haciendome un lío innecesario cuando era "obvio", en realidad, lo que debía escoger. Temía que para mí no fuese tan obvio.
Me empezó a doler la cabeza. No podía decidirme, necesitaba más tiempo. El ambiente me estaba oprimiendo demasiado, no podía concentrarme. Empecé a marearme, no podía aguantar esa tensión.
Y, entonces, sin soportar más aquella presión, perdí el conocimiento.
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Bueno, bueno, esto lo escribí hace poco más de un mes y prácticamente me había olvidado de él.
En esos momentos estaba muy confundida, como digo en la historia; pensaba que tenía que elegir entre dos cosas. El caso es que me agobie bastante, pensando qué pensarían los demás, si estaba haciéndome un lío innecesario o que me pasaba.
Al final me di cuenta de que en realidad no tenía que elegir, esas cosas no se eligen, simplemente se es así. Y ahora ya no tengo ese lío mental así que estoy feliz. :)
Por favor, quienesquiera que estén leyendo esto, decidme a qué pensáis que me refiero.
Un saludo desde mi mundo. :3
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