Drukhari: Juguete

Hubo un estallido de luz color jade cuando la espiral en los cielos se abrió. Tres naves irregulares salieron de esta como una flecha, precipitándose sobre escuadra de Mentz antes de que tuviera la oportunidad de disparar. Xenos enmascarados y pálidos se aferraban a sus fuselajes, apenas erguidos sobre sus alas extendidas. Luego se giró para verlos descender entre la artillería, observando espadas curvadas brillando en la penumbra. Mentz empuñó su pistola láser y cerró un ojo antes de efectuar su disparo. El disparo impactó en la espalda de uno de los invasores, rasgándole hasta el hueso. La criatura se volvió para mirarlo brevemente, ladeando su cabeza en un gesto de diversión. Luego desapareció y comenzaron los gritos de las dotaciones de artillería.

Mentz se volvió hacia el portal en el cielo, justo a tiempo para ver una flotilla de vehículos gravitatorios xenos surcando los cielos sobre su cabeza. Más de aquellas cosas retorcidas saltaban por las bordas de sus cascos erizados de púas, cuya risa hueca era audible sobre la tormenta de fuego láser que salía a su encuentro. Una de las naves vino en vuelo rasante, soltando un trío de horrores del tamaño de Ogretes que cayeron directamente sobre el Pelotón Beta y segaron a los soldados de infantería como si no pesaran nada en absoluto. Un verde brillante emanaba de los matraces burbujeantes que sobresalían de los montañosos hombros de los monstruos, los cuales cayeron en un frenesí de rabia, aplastamientos y desmembramientos contra la carga de bayonetas que el Sargento Weiss había organizado para matarlos.

En plena carrera para ayudar a sus compañeros, Mentz se detuvo en seco cuando un artefacto sin nombre de espadas y carne pálida descendió de los cielos. Mentz se mantuvo en pie consternado, levantando desesperadamente con sus manos temblorosas su pistola láser. La cosa era una pesadilla hecha carne: gigante, mitad insecto, mitad máquina. Esta le alcanzó y justo cuando apuntó y le disparó a quemarropa en su impasible máscara, se encontró siendo arrancado del suelo por las piernas.

Suspendido boca abajo por la pinza de aquella cosa, Mentz tanteó su cintura en busca de su última granada. No encontró nada. Una cara arrugada nadaba en su visión emborronada, cuyo rostro era la expresión de maldad más pura que había visto nunca. Después sintió perder el control de su vejiga cuando la lasciva criatura recorrió sus ojos con sus dedos. Mentz abrió la boca para gritar, y la criatura colocó lo más delicadamente posible la granada cebada en su boca un momento antes de arrojarlo a un lado. El cielo se convulsionó un momento antes de que golpease al sargento Weiss, tirándolo al suelo. Después sólo hubo luz.

Fuentes

Suplemento Eldars Oscuros: Hemónculos (7ª Edición).

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