Imotekh El Señor de la Tormenta

"Orden. Unidad. Obediencia. Enseñamos esas cosas a la galaxia hace mucho tiempo, y lo volveremos a hacer."

Imotekh, el Señor de la Tormenta

Imotekh, también conocido como Imotekh el Señor de la Tormenta o simplemente como el Señor de la Tormenta, es el Faerón de la Dinastía Sautekh y quizás el más fuerte y consumado de los Líderes Supremos Necrones en la galaxia a finales del 41º Milenio. Imotekh gobierna sobre un imperio estelar Necrón que actualmente consiste en 80 mundos necrópolis. Reconocido por su genio estratégico y orgullo, ha liderado campañas exitosas a lo largo de sectores enteros para expandir su creciente reino contra las razas inteligentes inferiores de la galaxia.

Historia

"Han gobernado esta galaxia durante diez mil años, y aun así todos sus esfuerzos apenas les han servido de nada. Sin duda eso debe ser tan deprimente de soportar, como patético resulta de contemplar."

Imotekh, el Señor de la Tormenta, al Gran Mariscal Helbrecht durante la Batalla por Schrödinger VII.

El Némesor Imotekh despertó del Gran Letargo para descubrir que su mundo necrópolis, Mandrágora, estaba arrasado. Mandrágora había sobrevivido durante eras prácticamente intacto, solo para caer víctima de su propia ambición desmedida. El Faerón del mundo corona  había sido uno de los pocos habitantes en perecer durante el período de hibernación y, una vez hubieron aplastado a sus amenazas alienígenas más inmediatas, los restantes nobles empezaron a moverse para intentar ocupar el trono que había quedado vacante. Aquello dio lugar a una década de guerra civil intestina, en la que ninguna facción fue capaz de alcanzar la victoria. Durante dicho período, el proceso de revivificación de nobles de alto rango quedó suspendido, pues ninguno de los bandos implicados quería despertar a más competidores. Si dicha situación hubiese continuado, probablemente Imotekh habría seguido en letargo hasta que la guerra civil hubiese destruido Mandrágora. Sin embargo, a uno de los pretendientes al trono se le ocurrió la idea de tratar de reclutar al famoso general para su causa, pensando que una ayuda como esa le aseguraría la victoria.

Sin embargo, cuando Imotekh despertó y vio el anárquico espectáculo que se desplegaba ante él, experimentó una mezcla de rabia y consternación. La única esperanza de restauración para Mandrágora era que la guerra civil terminase cuanto antes, así que Imotekh se negó a dar su apoyo a ninguna facción. En vez de eso, reclutó a su propio ejército, destruyó uno por uno a todos los líderes antagonistas de la contienda, y reclamó para sí mismo el trono de Mandrágora. Lo primero que hizo el recién nombrado Faerón fue prohibir cualquier forma de lucha interna en sus dominios, declarando tales actividades como una intolerable manera de malgastar tiempo, esfuerzo y recursos. Esta ley era poco respetada al principio, pero se convirtió en norma en cuanto Imotekh mostró su voluntad de dar ejemplo eliminando sin contemplaciones a quienes discutían su autoridad. Entre este gobierno de mano de hierro y su racha de éxitos militares contra mundos cercanos, la posición de Imotekh se hizo pronto incuestionable para sus rivales. De hecho, a día de hoy su único rival es el famoso Némesor Zahndrekh del mundo corona de Gidrim, pero la lealtad de este viejo general es tan indiscutible como su lentitud mental, por lo que no se le puede considerar como amenaza grave.

Imotekh es un gran estratega, quizá el más dotado que la galaxia haya conocido jamás. Sus campañas no solo se extienden a lo largo de planetas, sino de sistemas y sectores enteros. Cuando lanza un ataque, es imposible discernir si se trata del esfuerzo principal de su estrategia, o si es simplemente una maniobra de engaño pensada para atraer a los refuerzos enemigos lejos de la batalla que realmente le interesa disputar. Todos estos asaltos se diseñan cuidadosamente para aplastar a las fuerzas enemigas iniciales, forzando así a sus mandos a tener que decidir entre sacrificarlas por completo o reforzarlas, y dado que Imotekh siempre va varios pasos por delante de sus oponentes, suele estar perfectamente preparado para sacar ventaja de ambos escenarios. De hecho, los planes de batalla del Señor de la Tormenta son increíblemente versátiles: están llenos de ataques de engaño, contraestrategias y otras contingencias que se activan de manera automática cuando se producen ciertas circunstancias propias del combate o se cruza algún umbral concreto. Para los observadores externos, el nivel de metodología de Imotekh tiene algo de místico, pues no hay otra explicación para su modo de anticipar el futuro, o aquello que desconoce, sin equivocarse jamás ni un ápice. Y sin embargo, en realidad todo se reduce a una aplicación cuidadosa de la lógica y las probabilidades, combinada con una perfecta comprensión de la mentalidad enemiga.

Tan impecables son las estrategias del Señor de la Tormenta, que el único modo en que sus enemigos pueden esperar obtener cualquier ventaja contra él es precisamente dejando de lado el camino de la lógica. Esto es algo increíblemente difícil de lograr para la mayoría de razas, pero que en cambio para los anárquicos Orkos resulta tan natural como respirar. El Señor de la Tormenta odia a los Orkos por encima de todas las demás razas menores de la galaxia, pues rara vez ha conseguido una victoria duradera contra los pielesverdes, a pesar de intentarlo siempre con todas sus fuerzas. Y sin embargo su objetivo no es otro que exterminarlos por completo de la galaxia. Imotekh cree con una firmeza más allá de toda duda que sólo cuando la Galaxia haya sido lavada de arriba a abajo con la sangre de todas las razas inferiores, podrá volver a ponerse en marcha el dominio Necrón.

Como Faerón de la Dinastía Sautekh, Imotekh dispone de una increíble cantidad de recursos, pues a una orden suya todos los ejércitos de la Dinastía pueden ponerse a su servicio. Aun así, el Señor de la Tormenta sabe que sus enemigos (básicamente, todas las otras formas de vida inteligente) son demasiado numerosos como para alcanzar la victoria solo mediante la fuerza de las armas. Por tanto, para Imotekh el terror es un arma tan importante como cualquier otra de las que guarda en su arsenal, y desde luego la emplea extensamente. Sus ejércitos avanzan bajo una cobertura de cielos ennegrecidos y tormentosos, e hileras de relámpagos esmeralda caen para causar estragos entre sus enemigos. Los ejércitos rivales que avanzan hacia la negrura de la tormenta son simplemente tragados por ella, quedando aislados de todo contacto con el exterior mientras dura la tormenta. Cualquier guerrero que logre escapar de las garras de ese torbellino lo hará desquiciado, sembrando la semilla del pánico y la desmoralización entre sus camaradas. Peor aún, algunos de dichos supervivientes vuelven llevando implantados enjambres sangrientos de nanoescarabajos, cuyo cálido y dulzón olor a sangre actúa como una especie de irresistible baliza para las bandas de Desarrolladores.

Si el Señor de la Tormenta tiene alguna debilidad, es su constante necesidad de demostrar públicamente su superioridad sobre aquellos comandantes enemigos lo bastante insensatos como para enfrentarse a él. Los enemigos de alto rango son a menudo puestos en libertad tras ser derrotados y capturados, a fin de dejarlos vivir con los remordimientos debidos a su ineptitud en el campo de batalla. Esta "lección" se refuerza siempre mediante la mutilación física (normalmente cercenando alguna extremidad). Aun así, con cada batalla estos enemigos supervivientes aprenden un poco más sobre los métodos del Señor de la Tormenta, y algunos incluso aumentan su determinación para intentar acabar con las campañas militares de Imotekh de una vez y para siempre. El Gran Mariscal Helbrecht de los Templarios Negros, en particular, ha estado a punto de derrotar al Señor de la Tormenta en más de una ocasión, pero la victoria siempre se le ha acabado escurriendo entre los dedos.

El hecho de que Imotekh sufra esta particular forma de arrogancia contrasta poderosamente con su personalidad analítica y desapasionada a la hora de dirigir campañas. Es posible que su excentricidad fuese inducida por el estado de estasis en el que el Señor de la Tormenta permaneció durante tanto tiempo, pero ¿Cuál es su verdadera personalidad? ¿Es acaso un maestro estratega con un trastorno mental que le lleva a buscar la gloria personal? ¿O quizás un salvaje guerrero cuyo genio estratégico es un accidente del destino? En última instancia, eso no importa. Si algún día le llega la derrota, sin duda no será a manos de un estratega mejor que él, sino de un guerrero más consumado.

Y nadie duda que en el futuro habrá numerosas oportunidades para que se produzca dicha derrota: los dominios de Imotekh se expanden a un ritmo como nunca se ha visto entre las Dinastías Necronas, con miles de mundos necrópolis bajo su mando y al menos cinco veces más planetas alienígenas sometidos y obligados a pagarle tributos (directa o indirectamente). No es fácil llevar la cuenta del número de civilizaciones alienígenas a las que Imotekh ha destruido durante sus campañas. Por supuesto, dicho reino sigue siendo poca cosa cuando lo comparamos con el Imperio de la Humanidad o con las antiguas Dinastías Necrontyr en sus momentos de mayor gloria, pero aun así sigue siendo un logro impresionante para apenas doscientos años de existencia.

No obstante, esa expansión tiene un precio, y justo ahora la Dinastía de Imotekh está empezando a llamar la atención de muchas otras razas y territorios. En Macregge, los informes sobre la actividad de los Necrones más allá de las fronteras de Ultramar han llamado la atención de Marneus Calgar. Los Videntes de Iyanden han sentido cerca de su Mundo Astronave la presencia de un peligro igual o mayor que el de los Tiránidos. Los rumores sobre el reciente despertar de un nuevo y siniestro poder han llegado incluso hasta el Imperio Tau, aunque esta raza lo interpreta más como una oportunidad que como una amenaza. En suma, sólo es cuestión de tiempo que la Dinastía Sautekh entre en conflicto directo con todas estas razas, y en caso de que Imotekh se vea forzado a combatir contra dos o más de ellas al mismo tiempo, sin duda su genio estratégico será duramente puesto a prueba.

"Deja que te hable de mi futuro. Mi mano alcanzará las estrellas y remodelará la galaxia, convirtiéndola en un lugar de orden y unidad. Bajo mi mando los reinos de antaño florecerán de nuevo, renacidos en una era de poder y gloria como solo puedes imaginar. Gobernaré sobre cada planeta tocado por la luz de esta estrella, e incluso en la oscuridad que se extiende más allá mi nombre será susurrado con miedo y respeto. Tu futuro, por contra, irá pareciendo menos y menos glorioso con el paso del tiempo. Tu mano jamás volverá a alcanzar las estrellas ni ninguna otra cosa, me temo. Acostúmbrate al dolor y la humillación de su pérdida, pues así extraerás lecciones más útiles de tu derrota. Aprende bien dichas lecciones, y quizás llegues a renacer como un enemigo digno de mi atención. Una simple mano es un bajo precio que pagar a cambio, ¿no crees?"

Imotekh a Eldorath Mataestrellas, al principio del Asedio de Somonor

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