Guardia Imperial: Blindaje Imperial
La torre reverberó con un tañido cuando Vorto abrió la escotilla, y un aire seco se arremolinó hacia el interior. Abandonando el puesto de comandante, respiró hondo, contento de librarse del hedor a aceite y sudor del interior del Vanquisher.
Cuando una racha de viento arrojó arena en suspensión a su cara, se bajó las gafas del casco de tanquista de cuero que llevaba. A su izquierda se extendía su Compañía especial de tanques, tres escuadrones de Leman Russ churning a través de las dunas de arena oscura de Gonoria Prime. Dos tanques más allá vio a Lazen, su segundo al mando saludándole con su amplia y densa barba agitándose al viento.
Frotándose su propia perilla, saludó de vuelta, antes de mirar hacia atrás. Era difícil ver algo a través de la estela de nubes de arena que levantaban las orugas del Viejo Imparable, como había apodado a su tanque un comandante anterior. Esforzando la vista podía distinguir otro banco de nubes, señalando la posición de la infantería mecanizada que les seguía en sus transportes Chimera a unas pocas yardas por detrás. Eran la razón por la que él y sus tanques se encontraban allí. Habían sido enviados a crear una cabeza de puente a través de las líneas de los rebeldes, y estaban siendo lanzados contra una fuerza de Marines Espaciales renegados. Una brecha aquí, cerca de sus depósitos de suministros y del espaciopuerto que controlaban, sería una gran victoria para los sirvientes del Emperador. Bien podría romper el espinazo del enemigo, asegurando una conclusión rápida para la sangrienta campaña. A pesar de todos los posibles beneficios, a Vorto no le entusiasmaba el inminente combate. Los horribles Marines Traidores eran conocidos por ser duros guerreros sedientos de sangre, e incluso tras el grueso blindaje de acero del Viejo Imparable dudaba que fuese a estar a salvo. Pero habría numerosas medallas si tenían éxito.
Un tirón en el borde de su amplio pantalón corto devolvió la atención de Vorto a su tanque. Su cargador, Bagrazi, le estaba haciendo señas con el aparato comunicador. Tomando otra bocanada del aire relativamente fresco, se dejó caer al interior, cerrando la escotilla tras él con un tañido. El comunicador estaba chillando sin sentidos cuando se lo apretó contra la oreja, intentando escuchar por encima del ruido de las orugas y el retumbar del sobrecargado motor del Vanquisher.
—¡Repita su mensaje! –gritó por el emisor, metiéndose un dedo en su oreja libre para bloquear todo el ruido externo que pudiera.
—Aquí Serpent Tres –crujió la voz del otro lado. Uno de los Exploradores Salamandra enviaba un informe—. Hemos avistado una formación mecanizada enemiga a seis millas al oeste de nuestra posición.
—¿Cuál es su rumbo y fuerza? –exigió saber Vorto, apartando a Bagrazi para mirar un maltratado mapa pegado tras el puesto del conductor. Esforzándose por ver en la oscuridad, se dio cuenta de que todavía llevaba las gafas puestas, y se las quitó con un bufido irritado.
—Varios Predators, Rhinos, dos Land Raiders, en dirección sureste a unas treinta, tres-cero, millas por hora –le respondió Serpent Tres.
—¡Maldición! –blasfemó Vorto, colgando el receptor de comunicaciones. Los Marines Traidores pronto se habrían colocado tras ellos, aislándolos del grueso del ejército que les seguía a un día por detrás. Agarrando el mapa, se sentó en el diminuto taburete que era su asiento fuera del combate, y observó la burda cartografía que había copiado justo antes de partir. Había un risco a un par de millas al suroeste, si podían vencer a la columna Traidora allí, probablemente pudieran mantenerlos a raya. Se volvió a poner de pie, manteniendo la postura encorvada para evitar darse con el techo, y agarró el comunicador.
—Escuadrón Serpent, manténganlos a la vista, avísenme de cualquier cambio –les dijo Vorto antes de cambiar la frecuencia a la de su Compañía—. Compañía Roja, giren por escuadrones, 200-100 grados. ¡Aceleren a velocidad de combate!
Ajustó la frecuencia de nuevo, metiéndose un mechón suelto de pelo bajo el casco de cuero.
—Compañía Mecanizada Lucius, ajustamos rumbo a 200-100 grados –le dijo a la formación de infantería que les seguía—. Sígannos a velocidad de combate y adelanten a sus Destroyers.
Dejando que el micrófono colgase de su cable, Vorto volvió a trepar fuera de la torreta y observó cómo la Compañía se detenía de golpe, resbalando y deslizándose por las traicioneras arenas. El Escuadrón Primus, sus tres Conquerors de asalto cercano, se revolvieron y partieron de nuevo, seguidos por los tres Leman Russ estándar del Escuadrón Secundus. Muy estándar sobre el papel, sus selectas tripulaciones habían trasteado y modificado los tanques durante los tres últimos meses de guerra, y estaba seguro de que un Tecnosacerdote sufriría un ataque al corazón si alguna vez llegaba a ver algunos de los cambios que les habían introducido.
Finalmente, el Escuadrón Triplus les siguió, sus dos Executioners y el otro Vanquisher. Se balanceó hacia un lado cuando su conductor, Krondil, ponía al Viejo Imparable en su nuevo rumbo y volvían a arrastrarse hacia delante, mientras el movimiento de los engranajes retumbaba por todo el casco.
Mirando desde la torreta del Viejo Imparable, Vorto podía ver a la columna enemiga acercándose, o más bien la estela de arena que dejaba a su paso. Sus tanques estaban al borde de un risco parecido a un acantilado, pero lo bastante atrás como para que sus cascos no quedasen a la vista, de tal forma que solo sus torretas eran objetivos visibles para los Marines Traidores. Los dos Cazatanques Destroyer estaban destacados a su derecha, mientras que los Conquerors, de menor alcance, estaban aún más al este en el extremo más alejado del risco, preparados para contraatacar a través de la llanura inferior con la infantería en sus Chimeras.
Los minutos se hicieron tensos mientras la nube de polvo se aproximaba. A izquierda y derecha de la polvareda podía ver rastros menores de los vehículos de transporte que seguían al avance de los Traidores. No serían muy útiles en una batalla de tanques, pero había advertido a sus tripulaciones que estuvieran listas para lanzarse y acabar con cualquier dotación superviviente o con los Marines Traidores que desembarcaran de los Rhinos.
Mientras pasaba otro medio minuto, Vorto resistió la tentación de comprobar si las otras tripulaciones y sus armas estaban listas y cargadas. Estaban bien entrenadas, forjadas en combate a lo largo de varios meses ya, y sabía que los artilleros estaban ya eligiendo objetivos de entre las difusas sombras del interior de la nube de arena.
—Concentren el fuego en los Land Raiders en la primera salva –ordenó a los otros comandantes a través del comunicador. Los tanques de asalto de los Marines eran más duros que su Leman Russ, y sus Cañones Láser con puntería asistida los eliminarían uno por uno si se les daba ocasión. Un chirrido de motores de torreta atrajo su atención a su izquierda cuando el Escuadrón Secundus ajustó ligeramente su ángulo de tiro. Delante de él, el largo cañón Vanquisher bajó lentamente, compensando la reducción de la distancia a la que se encontraba el enemigo. Oyó la voz de Bagrazi subir por el acceso a la torreta.
—Bendice este tanque, Santo Emperador –rezaba el cargador—. Que su blindaje sea tan fuerte como nuestra fe hacia ti y que su puntería sea tanta como nuestro celo.
—Alabado sea –murmuró Vorto. Si fracasaban aquí, todo el contraataque flaquearía, y tres meses de duras luchas serían malgastados en unos pocos minutos.
—Objetivos a alcance óptimo –oyó informar a Bagrazi. Justo cuando abría la boca para hablar, tres chorros de humo aparecieron entre la polvareda que se acercaba, y un momento después el borde del risco explotó convertido en metralla, arrojando tierra y rocas sobre el frente del Leman Russ situado justo a su izquierda.
—¡Abran fuego! –aulló, sin necesidad de usar el comunicador para que los demás comandantes le oyeran. Con un poderoso rugido, la Compañía disparó. Los proyectiles aullaron alejándose, acompañados por los hirientes disparos de plasma al rojo vivo de los Executioners. Fuentes de arena brotaron alrededor del primer Land Raider, y vio a un disparo de plasma arañar su casco, quemando su pintura pero haciendo poco más. Impasibles, los tanques del Caos siguieron avanzando y otra descarga de fuego de los Predators detonó a lo largo de los riscos. Un proyectil rebotó contra el casco de un Destroyer a su derecha. Escuchó maldecir a Bagrazi mientras metía otro proyectil Vanquisher en el cañón, y un momento después el Viejo Imparable rugió de nuevo, justo antes de que las otras tripulaciones dispararan al unísono. Siguió el arco del disparo y gruñó con satisfacción cuando lo vio impactar contra la oruga de un Land Raider, arrojando grandes pedazos de ceramita al aire y arrancando trozos de la cadena de la oruga. El fuego de respuesta del enemigo era esporádico e impreciso: la mayoría de los disparos pasaban de largo, o rebotaban contra el blindaje de sus tanques sin hacerles nada. Había esperado que esto sucediera, que los Marines del Caos estuvieran tan ansiosos por enfrentarse directamente a él que sacrificasen puntería a cambio de velocidad. Por contra, las firmes dotaciones imperiales se estaban tomando su tiempo, y cada disparo daba en el blanco a medida que la distancia se acortaba. Los restos ennegrecidos de dos Predators yacían en la arena junto al Land Raider inmovilizado, y una docena de Marines Espaciales del Caos estaban arrastrándose fuera de los Rhinos.
Una bala perdida salió despedida de una torreta próxima a Vorto, rociando la zona de pedazos de metal machacado, y por instinto se dejó caer al interior del Viejo Imparable.
—Eso ha estado demasiado cerca –suspiró, estirándose todo lo que los estrechos confines del tanque le permitían.
—Más cerca de lo que usted cree –dijo Bagrazi, mirando por encima del hombro. Ante la mirada inexpresiva de Vorto, el cargador señaló hacia la cabeza de su comandante. Quitándose el casco, Vorto vio un retorcido corte a la altura de la sien y sintió la sangre bajar por su mejilla. Una oleada de vértigo se apoderó de él y cerró el ojo por un momento. Se tambaleó y se golpeó la cabeza contra el interior de la torreta, provocando que una nueva ola de dolor recorriese su cuerpo. Apretando los dientes, se apresuró a volver a ponerse el casco, agarró el micrófono del comunicador y trepó a la torreta justo cuando el cañón volvía a disparar.
La fuerza del Caos estaba avanzando por su izquierda, y pronto estaría demasiado cerca para que le alcanzasen los Leman Russ, que no eran capaces de bajar tanto sus cañones. Un Land Raider aún seguía moviéndose y el cañón láser de la barquilla más cercana a ellos se giró hacia su posición, y un momento después un rayo de energía láser surgió a través del polvo, atravesando la torreta de uno de los Executioners, detonando las células de plasma en una bola de fuego que lanzó una ola de calor hacia Vorto. No quería mirar, pero se vio comprobando si algún tripulante había sobrevivido. Entre el arremolinado humo negro y el metal deformado distinguió tres esqueletos, descarnados por la explosión. Del comandante no quedaba ni rastro, volatilizado por la detonación del plasma.
—Escuadrón Primus, avance –tosió por el comunicador mientras el humo de la explosión pasaba sobre él-. Los otros escuadrones, avancen hacia la izquierda. En el extremo occidental del risco los atraparemos entre nosotros.
Quedaban dos Rhinos, tres Predators y un Land Raider, más que suficientes para superarles si no se actuaba con precaución. Mientras el Viejo Imparable retrocedía del borde del promontorio, vio más estelas de polvo a su derecha procedentes de los Conquerors y la infantería que avanzaban tras los tanques del Caos.
Vorto se sacudió arriba y abajo en la torreta mientras los tanques avanzaban en columna a lo largo del risco, ahora fuera de la vista del enemigo. Cada bote enviaba una nota de dolor por su cabeza, y la herida en su sien aún seguía sangrando libremente. No estaba seguro, pero creía que el hueso estaba roto. El mareo seguía amenazando con apoderarse de él, pero apretó los dientes y obligó al dolor a retroceder al fondo de su mente. Tenía que mantener la cabeza clara, la batalla aún no estaba ganada y podía ser perdida fácilmente por un momento de distracción.
Un chirrido de metal por delante de él le hizo mirar al frente y unos segundos después vio a Secundus Tres revolverse enloquecido hacia la derecha, hacia el borde del precipicio. El comunicador crujió y se lo acercó al oído.
—¡Los controles se han atascado! ¡No puedo pararlo! –le llegó la voz aterrorizada del comandante del Executioner.
—¡Salgan de ahí! ¡Salgan de ahí ahora! –aulló Vorto de vuelta, y vio a dos formas saltar fuera del tanque antes de que el tanque cayese por el barranco, desapareciendo de la vista. Cuando su tanque avanzó, los dos supervivientes se acercaron corriendo y subieron al casco del Viejo Imparable.
—Debemos haber recibido un impacto sin darnos cuenta –explicó Granzi, el comandante ahora sin tanque—. Los otros no pudieron salir a tiempo.
Vorto estaba a punto de responder cuando oyó a otra persona en el comunicador. Al escuchar lo que decía, su corazón se hundió.
—...didos demonios. Repito, el enemigo ha dado la vuelta, estamos intercambiando disparos, sufriendo graves bajas en los Chimeras –llegó la voz del comandante del escuadrón de Conquerors.
—Acérquense rápido, mantenganlos ocupados –le ordenó Vorto, antes de dirigirse a toda la Compañía.
—¡Aceleren, tenemos que llegar ahí abajo ya! –aulló, golpeando con su mano el techo de la torreta para meter prisa a su conductor. El motor del Leman Russ rugió ahora totalmente despierto, como el aullido de un dios iracundo. Se alegró de las mejoras hechas por Durango, su conductor, cuando puso el vehículo a máxima velocidad. El avance era aun así agónicamente lento por el cambiante suelo de tierra y grava del desierto, y a cada segundo el corazón de Vorto latía más fuerte en su pecho. Había dividido sus fuerzas, confiado en que los Marines del Caos seguirían avanzando implacablemente hacia ellos, y habían sido castigados por su estupidez. Si destruían a los Conquerors, después se volverían contra él y estarían acabados.
Estaban ya casi al final del risco y vio al Leman Russ que iba en cabeza bajar por la empinada cuesta, deslizándose alocadamente por la arena al girar. Uno tras otro los demás le siguieron, cruzando la inestable superficie y sacudiéndose de un lado a otro mientras los conductores aceleraban los motores para mantener el poco agarre disponible. Golpeando la superficie ligeramente más firme del suelo del desierto, el Viejo Imparable avanzó, gruñendo como un animal salvaje ansioso por cazar.
—¡Vamos! –aulló a nadie en particular—. ¡Vamos!
Vagas formas surgieron de un remolino de polvo y arena y los primeros tanques abrieron fuego sin esperar órdenes. Todos conocían la urgencia del momento. Fuego de disparos brilló desde la oscuridad y un proyectil aulló en su dirección, estrellándose en las orugas del Vanquisher de Lazen y haciéndole detenerse. Mientras el Viejo Imparable giraba para rodear al tanque inmovilizado, Vorto vio a su segundo aullar al interior de su torreta y el Vanquisher abrió fuego. Sonrió. Lazen estaría paralizado pero no dejaría de luchar mientras le quedase aliento.
—Objetivo a la izquierda –avisó a los de abajo, descubriendo la inconfundible forma del Land Raider superviviente. La torreta se giró hacia este hasta que ordenó con un grito que se detuviera.
—¡Fuego! –ordenó, y el Viejo Imparable rugió con furia, envolviendo a Vorto en una mortaja de humo que le impidió ver si habían acertado o no.
—¡Otra vez! –gritó, sin atreverse a quitar la vista de la imponente forma del tanque del Caos. Su silueta estaba cambiando a medida que se giraba hacia él, y una puñalada de energía roja pasó de largo, casi cegándole al volar a apenas unos palmos por encima de su cabeza. En respuesta el cañón del Vanquisher rugió de nuevo y esta vez Vorto siguió el disparo, dejando escapar un grito de alegría cuando el proyectil perforante atravesó la rampa de asalto del leviatán enemigo, haciendo que parpadeantes llamas surgieran por las rejillas de ventilación. Figuras con armadura empezaron a abrirse camino por los retorcidos restos de la rampa.
—¡Una más, por el Emperador! –urgió a Bagrazi, observando cómo un disparo láser de un Destroyer atravesaba la barquilla lateral de un Predator del Caos. El siguiente disparo del Viejo Imparable siguió al anterior de forma casi exacta, derribando a un Marine del Caos antes de estrellarse en la parte trasera del Land Raider. Una explosión de plasma surgió del reactor interno del Land Raider, que obviamente había sido dañado, y fundió la arena hasta convertirla en cristal. Otra detonación a su izquierda anunció el fin de uno de los Conquerors, cuya torreta voló varios metros por el aire merced a un impacto en el depósito de combustible del tanque. Los disparos de los restantes Conquerors se cobraron venganza al instante, haciendo estallar casi al unísono el flanco del ahora solitario Predator y destrozando su blindaje hasta hacerlo volcar sobre la arena. Aquí y allá los dispersos Marines del Caos corrían a través del humo y el polvo, pero el tableteo de los bólteres pesados y los cegadores rayos de los multiláseres de los Chimeras les seguían mientras intentaban formar una fuerza amenazante. Los Leman Russ se unieron a la ejecución durante otros dos minutos, y entonces Vorto dio la orden de alto el fuego.
Cuando el viento del desierto se llevó lejos el acre humo y el polvo revuelto, Vorto pudo ver los restos de los vehículos enemigos. Algunos aún ardían, otros simplemente estaban incapacitados y habían sido abandonados por sus tripulaciones. Las machacadas armaduras de los Marines muertos estaban dispersas por todo el campo de batalla, como lo estaban los cuerpos de demasiados Guardias Imperiales como para contarlos de un solo vistazo. El crujido de las llamas le llegó arrastrado con el viento y pudo oler el aceite ardiendo y la carne abrasándose. La mitad de su fuerza estaba destruida, y había perdido a casi tres cuartas partes de la infantería. No habría victoria rápida, ni medallas. Los supervivientes regresarían a sus bases y la guerra continuaría, tal vez durante años...
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