Adeptus Sororitas
Antes de iniciar les aviso que este capitulo será muuuuy largo, el mas largo hasta ahora me atrevo a decir, son 9.136 palabras así que este cap léanlo cuando tengan tiempo de sobra, y espero que disfruten leer esto como yo disfrute el escribirlo, bueno eso es todo, sin mas dilación comencemos .
"Mediante el bólter, el fuego de lanzallamas y el ardiente plasma, los mutantes, los herejes y los traidores son purgados del pecado de su existencia. Así ha sido desde hace cinco milenios y así será hasta el fin de los tiempos."
—Hermana Immaculata, Palabras de Devoción, versos IV-V, Capítulo X, Vol. LII
Las Adeptus Sororitas, conocido más comúnmente en todo el Imperio como las Hermanas de Batalla, son guerreras de fe inquebrantable y celo feroz.
Rigurosamente entrenadas, equipadas con poderosas armas, equipo de guerra y vehículos de combate blindados, y completamente adoctrinadas en la fe imperial, las Adeptus Sororitas luchan para defender el reino del Emperador. Purgan a todos aquellos alienígenas, mutantes y herejes que se atrevan a amenazar su santidad.
Emblema del Adeptus Sororitas
A medida que la galaxia se oscurece, las Hermanas de la Batalla entonan sus himnos de guerra, encienden sus braseros sagrados y marchan en una cruzada para hacer retroceder las sombras que acosan a la Humanidad. Buscan llevar su credo a los rincones más lejanos de la galaxia, quemar a los impuros enemigos del Imperio y ver al Emperador reinar como un dios severo y benevolente sobre todo ser vivo.
Guerreras de la Fe
Las Adeptus Sororitas son las descendientes espirituales de la secta guerrera conocida como las Hijas del Emperador, y son reconocidas en todo el Imperio como las más devotas de todos los soldados del Dios Emperador. A veces conocidas como la Hermandad o las Hermanas de Batalla, son tan intransigentes en la guerra como efectivas. Luchan en el nombre del Credo Imperial, la fe a la que toda la Humanidad debe adherirse, buscando y erradicando a aquellos que pueden amenazar la pureza de la Humanidad y la santidad de los dominios del Emperador. Su principal cargo es librar guerras de fe contra aquellos cuya existencia misma es un peligro: el miserable hereje, el psíquico no autorizado y el abominable mutante. Sin embargo, también luchan por purgar la galaxia de ejércitos xenos que representan una amenaza para sus territorios sagrados, cantando oraciones mientras erradican a los enemigos del Dios Emperador.
Antes de que las Adeptus Sororitas alcancen siquiera al enemigo, los macromegáfonos de sus naves en órbita baja proclaman himnos sobre la atmósfera superior. Las llamadas al arrepentimiento resuenan sobre ciudades y continentes, y las declaraciones de condenación resuenan en el corazón del territorio controlado por el enemigo. El sonido del rugido de los motores, el zumbido de las cuchillas y el canto de las Hermanas pronto se suman al estruendo, mientras las Sororitas avanzan con justo fervor.
Los misiles exorcista se dirigen hacia el enemigo, dejando vetas de humo negro como cicatrices en el cielo antes de estallar en bolas de fuego sagrado al impactar. Las escuadras de Hermanas Vengadoras lanzan ráfagas de fuego de bólter pesado para derribar al tambaleante enemigo y obligarlo a ponerse a cubierto mientras las Hermanas Serafines los sobrevuelan. Estas tropas de asalto angelicales vuelan muy por encima de la devastación antes de descender hacia la pelea, masacrando a los enemigos que han quedado expuestos y fuera de su posición. Mientras estas salvas de apertura rompen las líneas enemigas, la Canonesa prepara a sus tropas para asestar el golpe mortal. La líder espiritual y militar de las Sororitas levanta la voz y entona la orden de atacar, luego lidera la carga a la cabeza de sus soldados para hacer la obra justiciera del Emperador.
Escuadras de Hermanas de Batalla avanzan sobre los infieles, avanzando en transportes blindados para alcanzar posiciones avanzadas, o corriendo sobre el barro y entre el humo. Con gritos de condenación, se abaten sobre el enemigo. Precisas ráfagas de bólter atraviesan las filas contrarias, los proyectiles de masa reactiva abren agujeros en las cabezas y torsos de aquellos a los que golpean. Las escuadras de Hermanas Dominium corren por los flancos portando armas aún más poderosas, rociando chorros de promethium (el combustible que se usa para un lanzallamas en warhammer) sobre grupos cerrados de enemigos o destruyendo máquinas de guerra fuertemente blindadas con rayos de fusión sobrecalentados.
Los devotos más fervientes del Emperador luego cargan entre las formaciones ordenadas de Hermanas. Predicadores entusiastas se apresuran a acabar con los herejes que tienen en frente, mientras que los Cruzados, los asesinos de Cultos a la muerte y los arcoflagelantes se abren paso entre la multitud. Junto a ellos, las escuadras de Hermanas Arrepentidas se lanzan de cabeza al cuerpo a cuerpo, con la esperanza de apagar la ardiente vergüenza de sus fracasos pasados en la sangre del enemigo. Elevándose por encima de todos ellos, tortuosos andadores conocidos como Castigos del Penitente, abren un camino rojo a través del ejército contrario, su impetuoso trote y sus brutales cuchillas dirigidas por el sufrimiento de los pecadores están programadas en cada una de sus monturas.
(Cultos a las muerte, arcoflagelantes, hermanas arrepentidas y castigos del penitente explicados en capítulos a futuro).
No es sólo su formidable fuerza bélica y su impecable disciplina de combate lo que las Adeptus Sororitas aportan. A medida que avanza la batalla, invocan a su Dios Emperador, confiando en Su voluntad omnipotente para asegurar su victoria. Animadas por la fe, las Hermanas avanzan hacia las llamas rugientes y salen ilesas, o se mueven con una prevención imposible para evitar el fuego enemigo. Mientras atruena el sonido de las plegarias, las escuadras de Hermanas aniquilan al más terrible de sus enemigos con una rapidez despiadada, cada disparo encuentra milagrosamente el punto débil en la armadura de un objetivo, o enciende espontáneamente las reservas de combustible de un enemigo mecanizado con resultados catastróficos. Aunque tales sucesos extraños ocurren de vez en cuando en cualquier campo de batalla, la consistencia con la que tales anomalías favorecen al Adeptus Sororitas es suficiente para hacer corto circuito en la más fría lógica de un Tecnosacerdote. Para las mismas Hermanas, esto no es un misterio: son las fieles servidoras del Emperador, y a través de ellas se manifiesta Su divinidad en el campo de batalla.
Historia/Fundación
"El Emperador es nuestro Padre y nuestro Guardián, pero nuestro deber también es proteger al Emperador."
—Santa Dominica
La fundación del Adeptus Sororitas data del Milenio 36, una vez finalizó la Era de la Apostasía. La mayoría de las miembros fueron reclutadas de su propia organización anterior, las llamadas "Consortes del Emperador", una fuerza de combate constituida solamente por mujeres a las órdenes de Goge Vandire.
Siempre leales al Emperador, las Consortes fueron usadas sin ellas saberlo por Vandire para cumplir sus retorcidos propósitos. Cuando la verdad acerca de la locura corrupta del Eclesiarca se reveló, la líder de las Consortes lo ejecutó en su propia sala de audiencias. Fue un gran golpe para la Hermandad descubrir que habían estado sirviendo a un loco desquiciado el cual las había engañado haciéndolas creer que servían a los intereses del Dios Emperador. Las Consortes del Emperador se sintieron traicionadas y no encontraban un propósito al cual servir. En este punto, la Eclesiarquía tomó ventaja y las reclutó y adoctrinó para convertirlas en su fuerza de combate, ya que esto le permitía escurrirse a la restricción del Decreto Pasivo que le negaba al Ministorum la posesión de una fuerza de hombres armados.
Orígenes
Pero los orígenes del Adeptus Sororitas son más antiguos. En el mundo de San Leor, existía un culto formado únicamente por mujeres dedicadas en cuerpo y alma a adorar al Emperador. Estas se hacían llamar "Las Hijas del Emperador". Cuando fueron descubiertas por miembros de la Eclesiarquía, Goge Vandire, el Alto Señor del Administratum (que también era el Eclesiarca del Adeptus Ministorum), decidió visitar el planeta y reclutar a las Hijas como parte de su ejército personal. Al principio, ellas no reconocieron su autoridad, así que Vandire decidió mostrarles que tenía la bendición del Emperador. Le ordenó a un miembro de su escolta que le disparara, al principio el oficial se negó, pidiéndole a su señor que no se pusiera en peligro, pero finalmente disparó debido a la exigencia del Eclesiarca. Sin embargo, gracias al campo protector generado por el Rosario del Eclesiarca (del cual sólo él sabía su existencia), Vandire resultó ileso. Las Hijas lo tomaron como una señal, y le juraron lealtad. Se convirtieron en las Consortes del Emperador, y fueron las seguidoras más leales de Vandire.
Durante el Asedio del Palacio Eclesiarcal, el Adeptus Custodes, los pretorianos del Emperador, trataron de acercarse a las Consortes y convencerlas de la traición de Vandire. Finalmente lo consiguieron y guiaron a Alicia Dominica, la líder de las Consortes, y a sus guardaespaldas hacia las profundidades del Palacio Imperial donde fueron llevadas a través de infinidad de túneles y una red de conductos laberínticos hasta la sala del Trono Dorado, en presencia del mismísimo Emperador. Lo que sucedió allí es desconocido y Dominica y sus compañeras juraron nunca revelarlo, pero está claro que ese hecho las despertó a la realidad y reconocieron la maldad que Vandire representaba. Marcharon hacia la sala de audiencias, donde Dominica sólo se detuvo para condenar a Vandire por sus crímenes antes de ejecutar al enloquecido dictador. Se dice que las últimas palabras de Vandire fueron: "No tengo tiempo para morir, ¡estoy muy ocupado!".
Tras la Era de la Apostasía
Tras este episodio, el Decreto pasivo fue proclamado por el nuevo Eclesiarca Sebastian Thor. Sin embargo bajo la interpretación literal del decreto, el Adeptus Sororitas no estaba obligada a disolverse porque éste hacia la explícita mención de "hombres armados". Thor reconoció la necesidad de que la Eclesiarquía tuviera algún tipo de fuerza y regulador interno que la ayudara a sobrevivir, aunque esto dejara el decreto completamente inservible.
Por otro lado, gran parte del Imperio seguía sufriendo los efectos de la devastación del reinado sangriento de Vandire, de modo que, durante los primeros años de existencia de la hermandad, Alicia Dominica, encabezó las Guerras de Fe contra una interminable lista de pretendientes al puesto de Eclesiarca que el Alto Señor renegado había dejado tras de sí. Silvana, Mina, Lucía, Katherine y Arabella, las Hermanas que la habían acompañado ante el Trono Dorado, siguieron a Dominica. Las Sororitas se vieron presa des una resplandeciente determinación de la que no se había tenido muestra desde los tiempos de la Gran Cruzada y llevaron la ardiente llama del divino juicio del Emperador hasta los rincones más oscuros del Imperio.
Fue en el apogeo de la reforma cuando se creó el Ordo Hereticus y no pasó mucho tiempo antes de que las dos organizaciones se unieran para perseguir objetivos comunes. Aunque los detalles están envueltos en misterio, la Hermandad y los Cazadores de Brujas formalizaron sus lazos de unión en un cónclave secreto al que se suele llamar entre susurros, la Asamblea de Nephilim.
En la asamblea, se declaró que las órdenes militantes del Adeptus Sororitas se pondrían a disposición del Ordo Hereticus siempre que recibieran dicha orden por parte de un Inquisidor debidamente nombrado, formando así la cámara militante de los Cazadores de Brujas. La Hermandad seguiría estando bajo el auspicio de la Eclesiarquía de forma permanente y retendría los derechos y las responsabilidades que le habían sido concedidos por Sebastian Thor. Hay quienes dicen que esto sucedió de esta manera porque los Altos Señores de Terra, en particular el representante de la Inquisición en el Senatus Imperialis, no estaban dispuestos a permitir que la Eclesiarquía incumpliera el espíritu, y aún menos, la ley escrita del Decreto Pasivo. Bajo el decreto de la Asamblea de Nephilim, la Eclesiarquía retendría a las Hermanas de Batalla como fuerza de combate y el recién formado Ordo Hereticus adquiriría una Cámara Militante totalmente leal.
También se rumorea que la información que Dominica y sus hermanas recibieron al ser presentadas ante el Trono Dorado coincidió de algún modo con los misteriosos objetivos del Ordo Hereticus. Se desconoce con exactitud cuál es la secreta misión conjunta que desempeñan ambas organizaciones, aunque es posible que esta sea solo conocida por los miembros de mayor rango y que muchos herejes hayan perecido víctimas de insoportables dolores como castigo por buscar tales conocimientos.
Fue en este momento que Sebastian Thor realizó la división principal del Adeptus Sororitas entre dos Grandes Conventos. Cada uno de los Conventos es una estructura tanto física como organizativa: un par de enormes complejos fortificados de santuarios a través de los cuales se gobierna la miríada de subdivisiones del Adeptus Sororitas.
El Convento Sanctorum tiene su base en el planeta Ophelia VII, el más antiguo de los mundos cardenalicios. Sus campanarios de un quilómetro de altura están separados por hileras de estatuas de santos, mientras que sus mazmorras se hunden profundamente en las entrañas de la tierra, donde los gritos de los blasfemos torturados resuenan sin cesar en el interior de incontables celdas y cámaras. Ophelia VII ocupa el segundo lugar en santidad solo después de la Sagrada Terra, donde se encuentra el Convento Prioris. Construido a partir de los escombros del Palacio Eclesiarcal al final del reinado tiránico de Vandire, sus agujas doradas sobresalen majestuosamente en la atmósfera superior.
Ambos Grandes Conventos fueron establecidos por Sebastian Thor tras su nombramiento como Eclesiarca, y aparte de pequeñas diferencias observables, son funcionalmente idénticos. Sin embargo, la división del Adeptus Sororitas en estos dos Conventos es parte de un diseño más amplio para garantizar que ningún Alto Señor pueda jamás alcanzar el poder que tuvo Vandire en su momento. El Santo Sínodo en Terra, encargado de difundir la ley eclesiarcal, también fue dividido de manera similar, por lo que se creó el Sínodo Ministra que se estableció junto con el Convento Sanctorum en Ophelia VII. Así dividido, el Adeptus Ministorum y su fuerza militante tenían una medida de defensa contra la manipulación, con cada una de sus mitades monitoreando la fe y la pureza de la otra.
La Expansión
Con el tiempo las órdenes militantes fueron creciendo y extendiéndose como organizaciones grandes y poderosas y en año 378 del Milenio 36, el sucesor de Sebastian Thor, el Eclesiarca Alexis XXII, decretó que cada uno de los dos conventos se dividiera a su vez en dos órdenes militantes. El Convento Prioris se dividió en la Orden del Cáliz de Ébano, cuya primera líder fue Dominica, y en la Orden del Sudario de Plata, dirigida por Silvana. El Convento Sanctorum se dividió en la Orden del Corazón Ardiente, encabezada por Katherine, y la Orden del Corazón Valeroso, bajo las órdenes de Lucía.
A finales del Milenio 36, las hermanas de batalla se habían convertido en sinónimo del poder temporal de la Eclesiarquía, hacían cumplir su creencia y llevaban a cabo sus guerras por toda la galaxia, además de apoyar al Ordo Hereticus en su función de cámara militante. Las órdenes se extendieron y establecieron conventos subsidiarios en planetas clave de todo el Imperio. Dominica, Katherine, Silvana y Lucía, que habían sido declaradas Santas en vida, llevaron a cabo hazañas que acabarían por hacerse legendarias incluso en una galaxia llena de leyendas. No obstante, fueron martirizadas por hombres celosos de su fe y de su pureza. Cuando Katherine fue asesinada por el Aquelarre de Mnestteus, su orden pasó a llamarse la Orden de Nuestra Señora Mártir, por lo mucho que sus hermanas lloraron su muerte.
En el año 878 del Milenio 38, el Eclesiarca Deacis VI, creó dos órdenes más: la Orden de la Rosa Ensangrentada, con base en el Convento Sanctorum, y la Orden de la Rosa Sagrada, con base en el Convento Prioris. Ambas fueron fundadas por grupos de hermanas que veneraban a las otras dos compañeras de Dominica: Mina y Arabella y, aunque estas mártires nunca llegaron a dirigir a sus órdenes en batalla, cada una de ellas fue fundada en su nombre; La Rosa Ensangrentada en honor a Mina y la Rosa Sagrada en honor a Arabella.
Mientras el Milenio 41 llegaba a su fin, las Adeptus Sororitas se vieron involucradas en varios de los conflictos más infames de los que se tiene memoria.
En Armageddon, la Orden de Nuestra Señora Mártir sufrió bajas tan graves y numerosas por parte de los Orkos que cambió sus ropas y pasó de vestir túnicas negras a vestir túnicas rojas, para honrar el martirio de sus hermanas que cayeron en la Colmena Tempestora.
Al término de aquel turbulento mileno, las Hermanas de Batalla del Adeptus Sororitas se encontraron entre la multitud de defensores de la Puerta de Cadia, preparadas para sacrificarlo todo por el futuro del Imperio y de la Humanidad, con una fe que es un arma tan potente como sus bólteres y una devoción que es un escudo tan fuerte como su armadura.
Origen de las Órdenes Militantes Menores
A medida de que la cantidad de guerreras de las órdenes militantes fue creciendo y pasó de un par de millares a ser decenas de miles, los conventos subsidiarios empezaron a cobrar importancia.
Aquellas bases pequeñas y aisladas solían ser perfectas para responder a las peticiones de ayuda del Ordo Hereticus, así que con el tiempo acabaron por independizarse de las órdenes que las habían fundado y establecieron sus propias tradiciones, doctrinas, libreas y títulos. A pesar de que las seis órdenes originales son con mucho las órdenes militantes más activas y con más integrantes de todas, las nuevas órdenes militantes menores o Ordines Menores se hicieron especialmente útiles en las frecuentes exploraciones de pureza y misiones llevadas a cabo por los Cazadores de Brujas. En teoría, las líderes de estas Órdenes militantes menores deberían responder ante las líderes de las Órdenes "primarias" de las cuales nacieron.
Algunas de estas Órdenes militantes menores serían:
Orden del Juramento Carmesí.
Orden del Manto de Armiño.
Orden de la Lágrima Ardiente.
Orden de la Luz Dorada.
Orden de la Rosa Blanca.
Orden del Corazón Sangrante.
Orden del Corazón Herido.
Reclutamiento
"No es suficiente servir al Emperador, o incluso amarlo. Debes entregarle a Él todo lo que tuviste, todo lo que tienes y todo lo que tendrás. Debes entregarte total y completamente a Su voluntad divina y convertirte en un recipiente de esa voluntad. Sólo entonces tu sacrificio será adecuado."
—De la Regla de las Sororitas.
La mayoría de las reclutas del Adeptus Sororitas son elegidas de la Schola Progenium, identificadas por las Abadesas Instructoras como candidatas adecuadas desde su temprana edad. Algunas de ellas pueden ser transferidas desde organizaciones externas, en particular desde las filas de los siervos de la Inquisición, aunque es relativamente inusual y únicamente se acepta tras largas consideraciones.
Habiendo sido identificada como candidata a la hermandad, es enviada a uno de los dos conventos, donde será sometida a un largo y arduo régimen de pruebas destinadas a evaluar su idoneidad e identificar cuál de las distintas órdenes sería la más adecuada para ella. Independientemente del tipo de orden a la que eventualmente llegará a unirse, todas las candidatas reciben una extensa instrucción sobre las tradiciones del Adepta Sororitas y la mayoría recibe un mínimo de instrucción militar.
Una vez que una hermana es juzgada digna de unirse a la hermandad y ha recibido su formación básica, las candidatas son reunidas en el gran salón del convento ante las Canonesas y Palatinas de las órdenes a las que serán asignadas. Estas congregaciones van desde grandes ceremonias que involucran a varios miles de nuevas hermanas y se prolongan durante varios días y noches a eventos más reducidos donde únicamente un puñado de candidatas se reúnen en el gran salón.
Uno por uno se anuncia el nombre de cada candidata y la orden a la que se unirá para comenzar su vocación. Una vez asignada a su orden, la hermana comenzará un período de entrenamiento y adoctrinamiento aún más riguroso del que se dice que nunca terminará hasta que muera y se siente a la derecha del Emperador.
Santas en Vida
Las heroínas más grandes del Adeptus Sororitas pueden, bajo las circunstancias más excepcionales, ser declaradas Santas en vida. Tal ascensión sólo puede producirse un puñado de veces cada milenio y cuando ocurre es motivo de gran júbilo en todos los planetas del Imperio.
Antes de declarar a alguien Santa en vida, un cónclave conjunto de la Inquisición y la Eclesiarquía debe confirmar primero que dicha declaración es cierta y el individuo en cuestión es justo y puro. Algunas de estas asambleas han llegado a durar años, durante los cuales las distintas facciones discuten una y otra vez hasta alcanzar un acuerdo. Lógicamente, entre los más fervorosos partidarios de la beatificación se encuentran los Thorianos. Esta facción de la Inquisición considera que el gran santo Sebastian Thor era en realidad el medio ante el cual el Emperador pudo participar directamente en el curso de la historia y que en los incontables billones de miembros de la humanidad existen otros ejemplos de tal magnificencia. Otros, obviamente miembros del Ordo Malleus, se oponen a estas teorías, ya que ven en ellas la amenaza de la dominación por parte de los habitantes de la disformidad.
Una Santa en vida es un ángel vengador, un ser terrible y maravilloso de contemplar, pues brilla con la más pura de las luces y lleva la muerte y la destrucción al impuro. No obstante, no deja de ser cierto que las llamas que brillan el doble, también se consumen el doble de rápido, una profecía que se acaba cumpliendo por su propia naturaleza, ya que ningún ser humano es capaz de manejar tal poder para siempre.
De ahí el nombre de "Santa en vida", pues la ascensión es a la vez su martirio y su muerte.
La Hermandad y los Cazadores de Brujas
A lo largo de la historia, las Adeptus Sororitas han sido vitales en una multitud de intervenciones militares, algunas de las cuales, a instancias del hermético Ordo Hereticus, puede que nunca se incluyan en la historia oficial del Imperio. Santa Aspira, la decimoctava canonesa de la Orden de la Rosa Ensangrentada, condujo a sus hermanas a una guerra de fe contra el Tirano de Denescura y liberó cien planetas con una fuerza formada por sólo mil guerreras. O cuando el Archiconfesor Cornelius predicó la guerra de la fe en la que los demagogos del Cisma de la Segunda Aureola acabaron ardiendo en piras de veinte metros de alto, fueron las hermanas de la Orden de la Rosa Sagrada las que eliminaron la fanática defensa del culto del Palacio del Resplandor. O cuando el famoso Confesor Petasus llevó a cabo su cruzada contra los mutantes de Charak, fueron los lanzallamas de la Orden del Sudario de Plata, a las órdenes de la Canonesa Preceptora Chrisima, los que purificaron las calles de la maligna mancha de la desviación genética.
A pesar de que no existen registros completos de los hechos que puedan confirmarlo, se cree que fue la Orden de Nuestra Señora Mártir, bajo las órdenes del Cazador de Brujas Tannenburg del Ordo Hereticus, la que cayó sobre el Scriptorum de San Garrat, arrastró a cientos de escribas del Adeptus Terra hasta las cámaras de tormento de Némesis Tessera y prendió fuego al scriptorum. Los adeptos presentaron quejas formales a las más altas autoridades de Terra, pero estas fueron silenciadas cuando el Inquisidor Tannenburg aportó trescientas tinajas de muestra, cada una de las cuales contenía los restos conservados de un escriba con sus mutaciones anteriormente ocultas a la vista de todo el mundo. Dentro de sus tinajas, todos ellos tenían una mirada de terror mudo y mortal y su repugnante apariencia formaba una clara evidencia de los horrores que se escondían en el mismo corazón del Administratum.
Defensoras de la Fe
El Adeptus Sororitas es solo una parte de la Eclesiarquía, y mientras los cardenales, misioneros y predicadores tienen la tarea de difundir y mantener la fe del Imperio, la Hermandad se encarga únicamente de mantener su santidad. Como tal, no se preocupan por convertir a los habitantes de mundos redescubiertos, ni dar sermones advirtiendo a las masas contra las tentaciones de la herejía. Ellas llevan a cabo el deber sagrado de aniquilar a aquellos cuya infidelidad los ha colocado más allá de la esperanza de redención.
Esto no quiere decir que las Sororitas sean menos piadosas que otros miembros de la Eclesiarquía. Cuando no están en el campo de batalla, pasan su tiempo con devoción dirigidas por su Canonesa y orando a los santos del Imperio para que las guíen. Pero estos actos de adoración también se trasladan a su entrenamiento y prácticas marciales. Para una Hermana de Batalla, el mantenimiento adecuado de su equipo de guerra es tan vital como la recitación adecuada de votos y catecismos. El acondicionamiento físico va de la mano del acondicionamiento espiritual, porque aprenden que un alma está mejor protegida por el cuerpo en el que está alojada. Los simulacros de combate se llevan a cabo con la misma devoción que el ritual más sagrado, y cuando están en el campo de batalla, las Hermanas entonan himnos que sirven como fundamentos de fe y mantras de violencia.
Cuando las Sororitas van a la guerra, no es solo para exterminar a los impuros, sino para resantificar los territorios a través de los cuales se ha extendido la mancha de la herejía. A menudo avanzan a una zona de guerra utilizando capillas de batalla móviles o dejando caer colosales cátedras de invasión desde la órbita. Braseros ardientes rugen sobre estas bases de operaciones avanzadas, mientras que torrentes de agua bendita salen a raudales de las bocas de las gárgolas adamantinas en lo alto de las agujas. Luego, las Adeptus Sororitas establecen un área en expansión de tierra sagrada, en la que hasta el último enemigo ha sido derribado y hasta el último icono profano y símbolo herético ha sido arrojado a las llamas.
Esta purificación puede llevar horas, días o meses de sangrienta batalla, durante la cual se establecen santuarios defendibles al Dios Emperador y se transportan más fortalezas móviles al frente. Cuando el último campo de batalla se ha convertido en una llanura humeante de cenizas y el enemigo se ha reducido a montones de cadáveres dispersos, la mayoría de las Hermanas siguen adelante en su misión y parten del lugar. Su tarea principal es limpiar y consagrar el dominio del Dios Emperador, y solo quedan pequeños contingentes en su retaguardia para aplastar cualquier levantamiento posterior. Para las Adeptus Sororitas, este método de guerra es el máximo servicio para Él: el Imperio es su cuerpo, la Humanidad su sangre, y por su mano ambos se mantienen puros.
La leyenda dice que la fe de las Adeptus Sororitas es tan fuerte que ningún psíquico jamás podrá romper su convicción, que solamente la brujería más monstruosa podría poner en peligro su pureza. Se dice que cuando una Hermana atraviesa un momento de verdadera piedad, el virtuoso momento de mayor sacrificio en nombre del espíritu del Dios-Emperador, el escudo de fe que la rodea podrá resistir cualquier ataque por parte de la mente más aberrante y profana. Para alcanzar tal nivel de devoción, las Hermanas de Batalla entonan el Fede Imperialis, las sagradas palabras de la Fe Imperial, las cuales vienen a continuación:
"Espíritu Dominatus, Domine líbranos de los relámpagos y la tempestad, Imperator líbranos. De la peste, el engaño, la tentación y la guerra, Imperator líbranos. Del azote del Kraken, Imperator líbranos. De la blasfemia de los Caídos, Imperator líbranos. De la maldición de los mutantes, Imperator líbranos. De una muerte perpetua, Domine líbranos."
—Fede Imperialis, extracto
Organización
Las Hermanas del Adeptus Sororitas se organizan en Órdenes, cada una de las cuales está bajo el gobierno de uno de los dos Grandes Conventos. Aunque una Hermana normalmente permanece en la misma Orden hasta que su alma es reclamada por el Emperador, no es extraño que una Sororita cambie de una Orden a otra, particularmente si ha sufrido heridas graves que requieren que intercambien servicios de combate por deberes ministeriales o ceremoniales.
Canonesa
Cada Orden tiene al menos un santuario: un enclave parecido a una fortaleza en el que sus Hermanas viven, oran y se entrenan. Las Órdenes más grandes tienen múltiples santuarios repartidos por las parroquias que supervisan, con contingentes de Hermanas estacionadas en cada una.
Las Órdenes del Adeptus Sororitas más conocidas son las Órdenes Militantes, también conocidas como las Hermanas de Batalla. Las guerreras de entre sus filas se dedican a lograr la pureza de espíritu a través de la perfección marcial y siguen los regímenes y doctrinas de entrenamiento más estrictos establecidos por las Hijas del Emperador. El número de Hermanas que componen las Órdenes Militantes palidece en comparación con la enorme escala de soldados que posee el Astra Militarum, pero las Adeptus Sororitas cuentan con un grado de destreza marcial de élite que es casi incomparable entre la Guardia Imperial. Una novicia de una Orden Militante podría vencer a cualquier soldado excepto al sargento más veterano en combate singular, mientras que las Hermanas de batalla más poderosas son iguales a los Marines Espaciales en habilidad y tenacidad.
Donde la mayor parte de las fuerzas militares del Imperio comprenden las culturas mezcladas de miles de mundos, las Hermanas de cada Orden están unidas entre sí por la misma fe y enseñanzas, dejando a un lado las trampas de la sociedad en la que nacieron para poder servir mejor al Emperador. El mismo justo celo fluye por las venas de cada Hermana, llevándola a masacrar a tiranos herejes e inmolar monstruosidades xenos en las formas practicadas por las Hijas del Emperador. Sin embargo, existen algunas diferencias entre las Órdenes en términos de ritos, prácticas y la forma en que desatan la ira de la Eclesiarquía sobre los incrédulos.
Algunas de estas diferencias han surgido a partir de ciertas doctrinas marciales que se han afinado hasta alcanzar la perfección absoluta, lo que permite que una Orden se enfrente mejor a los enemigos que encuentra con más frecuencia. La "conflagración que avanza", adaptada por la Orden de Nuestra Señora Mártir de la antigua técnica de la "marcha de las llamas", se ha utilizado para incinerar incontables miles de turbas de Orkos en la Tercera Guerra por Armageddon. Muchas Órdenes también basan sus prácticas espirituales y militares directamente en una de las seis Matriarcas: las guerreras elegidas que fueron llevadas a la cámara del Trono Dorado al final del Reinado de Sangre. Estas matriarcas son veneradas como modelos de virtud y violencia, las sirvientes más bendecidas del Emperador, y aunque cada una fue martirizada en milenios pasados, sus santas obras de ira y fortaleza todavía son emuladas por las Sororitas.
La Hermandad normalmente se asocia con las Hermanas de Batalla de las Órdenes Militantes, pero esta no es su única función dentro del Imperio. Existen otras tres órdenes mayores en el Adeptus Sororitas, y muchas órdenes más que quizás sólo cuentan con un centenar de miembros cada una.
Todas las Órdenes de la Hermandad están repartidas entre los dos planetas principales de la Eclesiarquía: Terra y Ophelia VII. El Adeptus Sororitas posee un gran Convento en cada uno de los planetas, que sirve de hogar para los miembros de todas las Órdenes. La mayor parte del tiempo, las Hermanas no viven en esos convento, si no que están cumpliendo alguna misión en lugares remotos del Imperio. Sin embargo, todos los Conventos se agitan de actividad con las nuevas reclutas y el personal administrativo, incluso cuando la mayor parte de sus miembros están combatiendo en una Guerra de la Fe o cumpliendo alguna otra misión.
Al frente de cada Convento se encuentra una Priora, que sólo debe responder ante el mismísimo Eclesiarca. Las Prioras tienen a su servicio un gran equipo de personal administrativo y entre ellas forman el segundo escalafón de la autoridad espiritual de la Hermandad sólo por debajo del Eclesiarca. Los servicios religiosos y las ceremonias más importantes son oficiadas por la Priora, que también es la principal guardiana de las almas de sus Hermanas. Las Prioras son elegidas entre las Hermanas de las diversas Órdenes. Y aunque su lugar está al frente del gobierno del Convento, las Prioras no dejaran de acompañar a sus subordinadas en caso de necesidad. Por ejemplo, no es extraño que una Priora acuda junto a sus Hermanas de Batalla a un Guerra de Fe.
Estructura Jerárjica
Esta jerarquía también se aplica a las órdenes dialogantes, hospitalarias, famulatas, etc. Estas órdenes suelen operar en los niveles inferiores, principalmente misiones y comendadorías, con una preceptoría (maestra o mentora) como nexo de unión. Por ejemplo, una misión de la orden famulata puede estar formada por un puñado de Hermanas enfrascadas en una delegación comercial interplanetaria, mientras que una comendadoría de una órden hospitalaria podría componer la plantilla de Hermanas que trabajan en un hospital de campo o campo de refugiados.
Orden
La Orden está dirigida por una Canonesa que suele recibir el título de Canonesa Superiora. Una Canonesa de una orden menor en teoría está por debajo de la canonesa de la orden superior a partir de la cual se formó su orden.
En cada Orden, la Canonesa y sus Hermanas Superioras se encargan del entrenamiento de las nuevas reclutas, del cumplimiento de las sesiones de rezos regulares (normalmente varias al día) y el mantenimiento de sus propios asuntos. Parte del puritano estilo de vida de la Hermandad se basa en el aislamiento, por lo que tan sólo la Canonesa y las Hermanas Superioras más experimentadas se encargan de las relaciones con el exterior, incluso con otras Hermanas de Órdenes distintas. Las Hermanas están totalmente consagradas a una misión o disciplina, y no toleran distracción alguna de sus estudios.
Preceptoría
Algunas órdenes, sobre todo las órdenes mayores, mantienen conventos subsidiarios, a los más grandes se les llama preceptorías. El término también se utiliza para definir la unidad organizativa más grande que una orden es capaz de desplegar, que alcanza un millar de Hermanas de Batalla emplazadas en la misma localización. La canonesa a cargo de una preceptoría recibe el título de Canonesa Preceptora.
Comendadoría
Es el término utilizado para describir un convento pequeño, no más grande que una capilla y una guarnición de Hermanas de Batalla emplazada para defenderla. Toda comendadoría depende de una preceptoría y el término también se usa para describir una subdivisión de una preceptoría que tiene el tamaño de una compañía y está formada por un máximo de 200 Hermanas de Batalla. A las canonesas al mando de una comendadoría se les llama Canonesas Comendadoras.
Misión
La misión es la unidad de menor tamaño del Adeptus Sororitas y normalmente se compone de varias escuadras unidas para alcanzar un objetivo específico. Una misión puede estar a las órdenes de una Palatina o de una canonesa de rango superior dependiendo de la importancia del objetivo.
Órdenes Militantes
Las Órdenes más conocidas de la Hermandad son las Órdenes Militantes. Estas Hermanas de Batalla siguen las doctrinas originales de las Hijas del Emperador. Buscan la perfección en sus habilidades marciales para purificar sus mentes y consagrarse al Emperador.
Los deberes cotidianos de las órdenes militantes son muchos y variados, bastantes diferentes en su función como cámara militante del Ordo Hereticus. Cada planeta de cierta importancia del Imperio forma parte de una de las diócesis cardenalicias y contiene por ella como mínimo una catedral eclesiárquica y multitud de sirvientes, dignatarios y clérigos. Una concentración tal de poder eclesiárquico debe estar bien defendida, de modo que en la mayoría de estos lugares existe una fuerza significativa de Hermanas de Batalla. Las Hermanas proporcionan una presencia visible y protegen lugares sagrados, escoltan a los jerarcas y garantizan que el ciudadano común muestre el debido respeto en presencia de los altos cargos de la Eclesiarquía y que las arcas se llenen durante la temporada de recaudación.
El Imperio está atravesado por una compleja red de rutas de peregrinaje y las Hermanas son responsables de mantener la seguridad de aquellos que viajan por ellas. Son muchos los desdichados viajeros que, tras sufrir las emboscadas de piratas o de forajidos al atravesar el vacío espacial o zonas peligrosas y aisladas, han sido salvados de una vida de esclavitud gracias a la oportuna intervención del Adeptus Sororitas.
Cuando la Eclesiarquía declara una guerra de fe, debe seguir los principios formulados por el Decreto Pasivo, según el cual la única fuerza de combate que dispone es el Adeptus Sororitas exclusivamente formado de mujeres. Junto con las Fratrías Militantes, las Hermanas persiguen a los enemigos del Credo Imperial. Con sólo pronunciar una palabra, un pomposo confesor puede predicar la destrucción de un planeta excomunicado y, cuando se requieren tales medidas, son las fanáticamente leales Hermanas de Batalla las que encabezan la marcha y eliminan a los enemigos del Emperador sin compasión ignorando las blasfemas declaraciones de inocencia que saltan a sus oídos.
Cuando no participan activamente en las guerras de la Eclesiarquía, las Hermanas de las órdenes militantes dedican su tiempo a la plegaria y el entrenamiento. De hecho, para el Adeptus Sororitas ambas disciplinas son casi inseparables. Una hermana puede dedicar muchas horas a permanecer arrodillada ante el gran altar de su convento ayunando y meditando acerca del significado de un pasaje de las Letanías de Fe antes de obtener una profunda visión al concluir su vigilia. Para las Adeptus Sororitas, la penitencia y la auto mortificación forman una parte vital de su vida como devotas sirvientes del Emperador, pues solamente a través de una extrema generosidad puede una persona llegar a hacerse una mínima idea del sacrificio que el Señor de toda la Humanidad llevó a cabo por sus fieles súbditos.
Entrenamiento
El régimen de entrenamiento que llevan a cabo las Hermanas de Batalla de las órdenes militantes se deriva de los valores marciales originales de las Hijas del Emperador, que fueron asentados en un principio por las amas de las Hijas en su fuerte sagrado de San Leor. Durante milenios las Hermanas han practicado su original método de guerra combinando la doctrina de combate y la plegaria, lo que les permite realizar hazañas en el campo de batalla que parecen milagrosas a los ojos de los incultos. Las mejores practicantes de estas artes son las Hermanas Serafines y Celestes, cada una de las cuales practica diversos estilos de combate que les permiten realizar misiones muy específicas en el campo de batalla. Las Hermanas Serafines utilizan retrorractores y son expertas en el combate cuerpo a cuerpo, mientras que las Hermanas Celestes suelen desplegarse como escoltas de las líderes del Adeptus Sororitas y concentran su ira contra los impíos y en proteger a la persona a su cargo. Solo gracias al constante y riguroso entrenamiento y plegaria pueden estas especialistas mantener su destreza.
Cuando Sebastian Thor ocupó la posición de Eclesiarca apenas tenía 4.000 Hijas del Emperador a sus órdenes. Después de la fundación del Adeptus Sororitas, estas guerreras fueron divididas entre los Conventos de Ophelia VII y Terra (el Convento Sanctorum y el Convento Prioris, respectivamente). Cuando las reclutas volvieron a llegar desde la Schola Progenium, las filas del Adeptus Sororitas aumentaron hasta disponer de más de 1.0000 combatientes. Alexis XXII que sucedió a Thor dividió cada uno de los Conventos en dos Órdenes, fundando las Órdenes Militantes del Cáliz de Ébano, del Corazón Valeroso y del Sudario de Plata.
Dos mil quinientos años más tarde Deacis VI creó dos Órdenes Militantes más (las Órdenes de la Rosa Ensangrentada y de la Rosa Sagrada), y los edificios de los Conventos tuvieron que ampliarse para acomodar a casi 15.000 guerreras en cada uno. En los últimos años, el número de miembros de las Órdenes Militantes ha disminuido ligeramente, y cada Orden posee entre 3.000 y 4.000 Hermanas de Batalla, de las cuales quizás entre 500 y 750 están entrenadas como Serafines.
Estas guerreras están dispersas por toda la Galaxia en varias zonas de combate durante largos períodos de servicio. El número de miembros de una Orden crece y decrece irregularmente, dependiendo de la calidad de las reclutas disponibles y las bajas sufridas en combate. A veces, una Orden puede contar con no más de unos cientos de guerreras, mientras que en otras ocasiones puede llegar a alinear un máximo de seis o siete mil combatientes por el Emperador. Normalmente no todas están en primera línea, sino que se deja una reserva de unos miles de Hermanas de Batalla y Serafines por si se necesitara su intervención.
Rangos de las Órdenes Militantes
Novicia
Este es el rango más bajo en el Adeptus Sororitas. Las normas en la Orden son muy estrictas y la Hermana Novicia deberá soportar muchas dificultades durante su entrenamiento. Abnegación, rígida disciplina y contemplación religiosa serán partes inseparables de su rutina. No sólo estarán armadas con las habilidades necesarias para defender el Ministorum, sino también con una formación que les enseñará a avivar las llamas de su fe para convertirla en un fuego rugiente.
Hermana Acólita
Debido a los estrechos lazos entre el Ordo Hereticus y el Adeptus Sororitas, no es extraño que las hermanas sirvan en las filas de la Inquisición como parte de su vocación. Las hermanas escogidas para desempeñar un servicio determinado junto al Ordo Heréticus suelen ser las más capaces y autosuficientes de su clase de Noviciado, demostrando la suficiente fortaleza para soportar los rigores y peligros de dicho deber. Estas hermanas suelen volver a la Orden habiendo afirmado sus convicciones y perfilado sus habilidades. Además, el haber sobrevivido largos periodos de servicio con la Inquisición demuestra un alto valor para la Orden en su guerra eterna contra la herejía y la traición por lo que el destino les reserva un alto rango entre sus hermanas.
Hermana Constancia
En la fase final del Noviciado, antes que sean introducidas como hermanas de pleno derecho, el aprendizaje de las novicias abarca el uso del armamento sagrado de la Cámara Militante como el bólter y la resistencia a los engaños de la herejía. En este rango, la novicia confirma su completa devoción al Credo Imperial.
Dialogante Avanzada
La Dialogante Avanzada es un rango dentro de las Órdenes Dialogantes. Son las hermanas que focalizan su atención en las artes de los eruditos, sirviendo como traductoras y consejeras expertas para las autoridades imperiales y/o planetarias en muchos campos. La armadura de su fe las hace mucho menos corruptibles y orgullosas que otros consejeros. Las artes de las Hermanas Dialogantes son de uso obvio tanto para el Adeptus Ministorum como particularmente para los Ordos de la Inquisición, ya que son expertas en descifrar códigos ocultos y referencias oscuras, arrastrando el menor indicio de herejía hacia la luz.
Famulata Avanzada
Un rango común entre las Hermanas de las Órdenes Famulatas, quienes se dedican a la diplomacia y a las refinadas artes de la negociación. Son expertas en tratar con los diferentes Adeptus Imperiales y en crear alianzas y acuerdos entre facciones enfrentadas, gremios y casas nobles de los diferentes mundos imperiales. Su meta principal es mantener el orden y la estabilidad del Imperio y asegurarse que los que gobiernan o sostienen las líneas del comercio también trabajen con esos objetivos. Su tarea sin embargo, les permite investigar de manera encubierta la posible existencia de corrupción o herejía.
Nunciatura
El rango de Nunciatura o "mensajera" se otorga a aquellas hermanas de las Órdenes Dialogantes o Famulatas que sobresalen no solamente en sus deberes y obligaciones sino que son también notables por sus habilidades en el liderazgo y en la experiencia en el trato con la jerarquía del Imperio. Tales hermanas son a menudo designadas para que actúen por cuenta propia para representar a la Orden o para que sirvan como consejeras privadas de personalidades importantes como por ejemplo Inquisidores o Comandantes Imperiales.
Hospitalaria Avanzada
Un rango entre las hermanas de las Órdenes Hospitalarias, las cuales sirven como médicos y ofrecen cuidados paliativos en zonas de desastres o en los frentes de las muchas zonas de guerra del Imperio. Para los ciudadanos comunes, son figuras santas irreprochables, pero no son más indulgentes o compasivas que cualquier Orden Militante en cuanto a la lucha contra la herejía o los Poderes Ruinosos se refiere.
Hermana Hospitalaria
Hermana Curia
Un rango más alto dentro de las Hermanas de las Órdenes Hospitalarias. La Hermana Curia ha sido forjada en el crisol de la guerra y la catástrofe y perfeccionada por la fe y la disciplina. Las habilidades de estas hermanas no abarcan solamente las artes de la curación sino también su propia supervivencia personal y la de aquellos bajo su responsabilidad y cuidados en los entornos más letales y situaciones más difíciles. Estas hermanas hospitalarias deben conocer cuándo se debe curar, cuándo se debe aplicar una muerte rápida y piadosa y cuándo estar alerta ante enemigos ocultos.
Almonesa
Este es el rango más alto entre las hermanas de las Órdenes Hospitalarias. Estas hermanas están tan endurecidas por los horrores del campo de batalla como cualquier veterano de guerra. Muchas de estas experimentadas hermanas son reclamadas tanto por la Inquisición como por la Guardia Imperial para aplicar sus extensos conocimientos y habilidades en finalidades más oscuras para el Imperio.
Hermana de Batalla
La hermana de batalla es el rango básico del Adeptus Sororitas después que haya completado su entrenamiento y haya tomado los votos para con el Emperador.
Hermana Militante Avanzada
Las hermanas de las Órdenes Militantes son la élite y el despiadado brazo del Adeptus Ministorum y el Ordo Hereticus. Eternamente vigilantes e implacablemente leales al Credo Imperial. Es el siguiente rango de una Hermana de Batalla.
Hermana de Batalla Elohim
Cuando las Hermanas de Batalla avanzan y ganan experiencia y habilidades, se les concede la marca de Elohim, significando que voluntariamente han derramado su sangre al servicio del Emperador.
Hermana Superior
La Hermana Superior dirige una escuadra de Hermanas de Batalla y es equivalente al grado de Sargento de los Marines Espaciales.
Hermana Cantus
En el momento que una hermana alcanza el rango de Cantus significa que domina a la perfección los fundamentos de sus deberes y puede ser escogida para servir dentro de una Orden en particular, pero el Adeptus Sororitas exige que cada hermana conozca las habilidades de todas las Órdenes para, de este modo, convertirse en una herramienta de múltiples propósitos en la mano del Emperador (curar, aprender, aconsejar, matar...).
Hermanas Celestes
Las Hermanas de Batalla más experimentadas reciben el grado honorífico de Celestes, destacándolas como valoradas veteranas partícipes de cientos de combates y enfrentamientos. Las Hermanas Celestes son lo más parecido en lo que a fuerza de combate humana se refiere a los superhumanos marines espaciales. Poseen habilidades superiores al resto, una gran experiencia táctica y una resolución inflexible en su fe en el Dios-Emperador.
Hermana Superior Avanzada
Este rango lo poseen las hermanas que han sido escogidas y nominadas por sus propias hermanas de batalla, las cuales reconocen su habilidad de mando. Las Hermanas Superiores Avanzadas son líderes inspiradores, actuando en la vanguardia de las fuerzas de la Orden, exigiendo una obediencia total por las normas y una fe inquebrantable a sus subordinados. A menudo se les otorga el mando en los campos de batalla, en los hospitales de campo en zonas de guerra activas o en misiones particulares de investigación, lo que mejor sirva a los propósitos de su Orden.
Hermana Legatine
El rango de Legatine se encuentra entre los más altos de cualquier Orden Militante del Adeptus Sororitas. Son las guerreras más experimentadas y a la vez sus líderes espirituales más elevados, inspiran una gran devoción entre los que la siguen y son poderes políticos por propio derecho en el Imperio. La mayoría de Legatines sirven como Canonesas Preceptotas, Prioresas o incluso Canonesas Superiores de su Orden.
Hermanas Serafines
Solamente las mejores hermanas de batalla son capaces de ingresar en las filas de las Serafines, las guerreras de élite de las Órdenes Militantes. Las Serafines reciben un entrenamiento y equipo especial y son el equivalente a los marines espaciales de asalto. Las escuadras de Serafines comprenden hermanas de batalla que están entrenadas en el uso de propulsores de salto. Tienen la habilidad de disparar dos pistolas bólter simultáneamente lo que las convierte en expertas en combates cerrados. Las escuadras de Serafines se despliegan como escuadras de ataque rápido y pueden ir acompañadas de una Hermana Superior. Ocasionalmente las Serafines pueden llevar un lanzallamas de mano (una versión reducida del lanzallamas común pero que puede utilizarse con una sola mano) o pistolas Inferno.
Hermanas Dominium
Las Hermanas Dominium son hermanas de batalla especializadas en armas especiales como por ejemplo lanzallamas, bólters tormenta y armas de plasma. Cada Orden Militante del Adeptus Sororitas mantienen varias unidades de Hermanas Dominium entre sus filas.
Hermanas Vengadoras
Las Hermanas Vengadoras son hermanas de batalla equipadas con armas pesadas. Una escuadra de Hermanas Vengadoras está compuesta por entre 4 y 9 hermanas armadas con pistolas bólters y una Hermana Superior armada con una pistola bólter y otra arma de combate cerrado. Si la Hermana Superiora es elevada a Hermana Superiora Veterana, tendrá acceso a la armería de los Cazadores de Brujas y una de las hermanas de batalla de la escuadra podrá ser elevada a Imagificadora . Además, 4 hermanas podrán acceder a armas pesadas como por ejemplo Bólters pesados y Armas de plasma.
Equipo de Batalla del Adeptus Sororitas
Las Hermanas de las Órdenes Militantes siguen las doctrinas de combate establecidas por las Hijas del Emperador, es decir, presionar el ataque hasta que el enemigo esté lo suficientemente cerca como para escuchar sus gritos de arrepentimiento. Para permitir esto, las Hermanas llevan equipo de guerra que proporciona una combinación mortal de capacidades ofensivas y defensivas, sin obstaculizar su movilidad. Cuando las Hijas se incorporaron al Adeptus Ministorum, el anticuado conjunto de armamento de la secta se actualizó para complementar sus capacidades ya letales y proporcionarles la potencia de fuego suficiente para eliminar las amenazas más indomables. Las Adeptus Sororitas estaban equipadas con servoarmadura y entrenadas en el uso de vehículos de combate pesados, lo que les permitía avanzar sin obstáculos a través de descargas de fuego de armas ligeras.
Sus armas, originalmente pistolas cortas improvisadas, dispositivos incendiarios simples y armas láser estropeadas, fueron reemplazadas por equipo de guerra que contaba con más poder de detención. Sin embargo, en líneas generales, el armamento seguía apegado al principio establecido por las Hijas de desatar un tipo de "santa trinidad" de potencia de fuego sobre los incrédulos. Actualmente, el primero entre la santa trinidad es el bólter, que dispara con una precisión punitiva y representa la mano del Emperador que señala la condena del hereje. El segundo es el lanzallamas, que escupe chorros de promethium en llamas, y que simboliza la palabra purificadora del Emperador. La tercera es la pistola de fusión, que dispara rayos de energía sobrecalentada que pueden penetrar el adamantium y que simboliza la mirada penetrante del Emperador. Las variaciones de estas armas se utilizan ampliamente en todo el Adeptus Sororitas, y en conjunto crean una zona de exterminio de la que las tropas enemigas, ya sean masivas o blindadas, no pueden escapar.
Decreto Illumitad
El equipo de guerra del Adeptus Sororitas es suministrado por los Tecnosacerdotes de Marte. Cuando las Hijas del Emperador fueron trasladadas a Terra, el Alto Señor Goge Vandire firmó un tratado con Gastaph Hediatrix, el Fabricador General de Marte en aquel momento, con el que sus fervientes guerreras estarían armadas a perpetuidad. Conocido como el Decreto Illuminat, aseguraba que las guardaespaldas eclesiarcales tendrían las herramientas de guerra necesarias para exterminar cualquier amenaza al poder del Alto Señor y por otro lado otorgaba ciertas libertades no reveladas al Adeptus Mechanicus con respecto a la aplicación del Credo Imperial. Después de la ejecución de Vandire a manos de Alicia Dominica y el establecimiento del Adeptus Sororitas como la fuerza militante del Ministorum, el Decreto Illuminat fue reafirmado por Sebastian Thor y por todos y cada uno de los subsiguientes Eclesiarcas.
Para las Sororitas, el Decreto no solo es vital para proporcionarles armas y armaduras, sino que simboliza la comunión entre su secta y la de los de Marte para exterminar a Vandire. Por sus palabras, saben que los Adeptos del Omnissiah son verdaderos sirvientes del Emperador, a pesar de la fe inusual de los Tecnosacerdotes.
Cada pieza de equipo suministrada al Adeptus Sororitas se lleva primero al Convento Prioris en Terra o al Convento Sanctorum en Ophelia VII. Allí son bendecidas por coros de novicias en ritos que pueden durar días o incluso semanas. Las armas se untan con aceites sagrados y se pulen con telas que han sido tocadas por santos. Cada perno y diente de espada sierra está inscrito con versos del Fede Imperialis, el himno de batalla del Adeptus Sororitas, para garantizar que su camino y su mordida sean verdaderos. El equipo especial destinado a ser empuñado por una Canonesa puede ser rociado con sangre de la Fuente de los Mártires que se encuentra en el santuario interior de cada Convento, antes de ser colocado entre las criptas de los santos caídos para descansar hasta que sea recogido por su portadora.
Una Hermana normalmente hará una peregrinación al Gran Convento de su Orden para que le entreguen su equipo de guerra y, a través de rituales sagrados, su alma quedará ligada a su armamento. A partir de ese día, la Sororita y el arma operan como una sola para vencer a los enemigos de la fe. Esto no siempre es posible: una Hermana puede necesitar rearmarse durante una guerra en curso, generalmente usando el arma de una camarada caída para seguir luchando. Pero dentro de cada Orden se entiende que usar las armas de otra Hermana es una gran bendición, ya que permite que la guerrera caída continúe luchando, a pesar de que su alma haya sido tomada por el Emperador.
Servoarmadura
La servoarmadura que portan las Hermanas de Batalla de las Órdenes Militantes se basan en los mismos arcaicos sistemas de las que llevan los hermanos del Adeptus Astartes. Proporciona el mismo nivel de protección acorazada, aunque debe renunciar a los más avanzados sistemas de apoyo vital y a la capacidad de aumento de fuerza con los que cuentan los Marines Espaciales, dado que a las Adeptus Sororitas no se les implanta la interfaz que permite a los Astartes comunicarse normalmente con su propia armadura. A pesar de ello, las Hermanas de Batalla son una de las pocas fuerzas imperiales aparte de los Marines Espaciales a las que se les concede el honor de portar tan formidables armaduras y a las que se entrena al máximo para aprovechar sus capacidades con los más mortíferos resultados.
Servoarmadura del Adeptus Sororitas
Cuando no están equipadas con su conocida servoarmadura, las Adeptus Sororitas a menudo visten túnicas blindadas. Estas vestimentas son trajes de malla consagrados diseñados tanto para el estudio devocional como para el entrenamiento marcial. Tradicionalmente es utilizado por las órdenes no militantes en sus papeles de apoyo y por las novicias mientras son instruidas en los caminos de la Hermandad pero también sirven como la vestimenta secundaria para una Hermana de Batalla mientras su servoarmadura es reparada o cuando regresan a su Convento. Evitando vestirse con ropa corriente, las túnicas blindadas y las servoarmaduras son el atuendo típico que una hermana de batalla usará durante su vida.
Dios!!! esta mierda me esta consumiendo el alma!!!
Bueno, ya se termino, ahora intentare publicar caps mas cortos, 9.058 palabras!!!, ay Dios no hay quien me pare XD.
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