Destination (4/11)
Destination (4/11)
IV
—Si está lejos, ¿por qué te mudaste aquí?— volvió a cuestionar el chico de gorra cuando estaban en el elevador.
—Porque la renta es barata.
—Si sacas la cuenta de lo que pagas en transporte, ¿no te sale más caro?
—No, porque tomo el colectivo—, la campanilla sonó antes de que las puertas de metal de abrieran.
Una pareja de ancianos entró en el cubículo, Minho saludó y salió de él.
Durante su camino el muchacho pelirrojo se mantuvo callado, sólo lo seguía.
El moreno subió al autobús y tomó un asiento junto a la ventana, el fantasma hizo lo mismo a su lado.
—¿Por qué me sigues?— cuestionó el alto luego de algunos minutos.
—No lo sé, creo que porque no tengo más a donde ir.
—¿No tienes familia?
—Minho, por favor, no recuerdo ni mi nombre; sólo sé que vivo en ese departamento; ¿cómo crees que voy a saber si tengo parientes?
En eso, una mujer con un niño de tal vez unos cuatro años de edad subió al vehículo, de inmediato el pelirrojo se puso de pie, —vamos, ¿qué esperas?— le dijo al otro quien no había notado la situación; en seguida Minho se incorporó para cederle al asiento a la mujer y a su hijo.
—Eres un desconsiderado.
—No la había visto— se defendió, pero sólo llamó la atención de la mujer y luego sonrió pensando que le había hablado a ella; él hizo una reverencia y se disculpó por haber hablado de manera descortés.
El club abría a las nueve de la noche, tenía suficiente tiempo para arreglar las sillas y mesas, acomodar los vasos y botellas antes de que los clientes llegaran.
Estaba bastante ocupado tras la barra, limpió las copas y observó a través de ellas, debían estar impecables; sin embargo, eso no le impedía voltear al extremo de la derecha, donde el muchacho pelirrojo estaba sentado observando todo.
—Así que este es tu gran trabajo— dijo el fantasma cuando Minho se acercó para pasar un trapo seco en la barra, faltaban escasos minutos para que el club abriera.
—Sí, así es— trató de contestar con frases cortas, lo que menos quería es que pensaran que hablaba solo.
—No se ve tan difícil, cualquier persona con una buena coordinación motriz podría hacerlo— se encogió de hombros, como si lo que hubiera dicho fuera algo obvio.
—¿Podrías dejar de criticarme?— colocó un recipiente entre ellos que decía Tips; —tal vez en vida fuiste una persona muy exitosa, pero eso no te da derecho a criticarme.
—No sé qué fui en mi vida pasada.
—Probablemente sólo eras un chiquillo fastidioso— agregó el alto.
—¡Oye!— se quejó.
—¡Minho!— un joven le llamó, —¿podrías ayudarme a subir la cortina?— era hora de abrir.
—Ya voy— contestó y abrió la pequeña puerta para salir y abandonar el lado donde estaban los licores.
La gente comenzó a llegar y en menos de una hora la barra estaba llena. La música era ensordecedora y la gente se empujaba para ir por más tragos y luego regresar a la pista de baile.
El pelirrojo poco a poco se movió hasta quedar excluido en una esquina, sólo observaba a la gente riendo y disfrutando, entonces prestó atención al que en un principio consideró un intruso en su apartamento.
Minho se movía de manera ágil tras la barra, sabía en donde estaban cada una de las botellas de licor que necesitaba para preparar las bebidas, vertía líquidos de diferentes densidades y colores dentro de un recipiente metálico, luego lo tapaba, agitaba y finalmente vaciaba el contenido en una copa de cristal.
Incluso podría decirse que la preparación de las bebidas incluía un show, ya que el moreno lanzaba el recipiente al aire y daba una vuelta sobre sus talones antes de atraparlo; ante ello las clientes no dudaban en dejarle un par de billetes más como propina.
El fantasma sonrió, definitivamente eso requería de una gran coordinación, no era algo tan fácil como él había considerado en un principio.
Pasaron probablemente un par de horas y un grupo de cinco jóvenes, dos chicas y tres varones, se acercaron a la barra y pidieron una serie de bebidas, Minho repitió el nombre de cada una de ellas y aseguró que estarían listas en seguida.
Hizo sus movimientos y en tres de las copas colocó una cereza como parte de la mezcla.
Los clientes comenzaron con un juego, debían terminar el contenido de las copas en un sólo trago.
La gente que estaba alrededor animó a las chicas, pero ellas se reusaron, así que sólo sería una competencia entre los varones de ese grupo.
Entre aplausos y vitoreas los muchachos lo hicieron, sin embargo, al parecer uno no era tan experimentado como los otros dos, así que tragó la cereza y esta se atoró en su garganta.
Tosió y al principio sus amigos sólo golpearon su espalda, pero al ver que el rostro del joven comenzaba a quedar extremadamente rojo y las arcadas no se detenían las chicas empezaron a gritar aterrorizadas.
El muchacho cayó al suelo y fue entonces que la demás gente lo notó.
Minho, de un sólo movimiento, saltó la barra para ver qué ocurría, entonces se encontró con el cuerpo inerte del joven. No supo qué hacer, cayó en pánico.
—¡Rápido! Hay que llamar a los paramédicos— el pelirrojo apareció a su lado.
—¿Yy-yo?... — tartamudeó.
—No. ¡Pide que alguien llame a una ambulancia! Tú debes ayudarlo— ordenó.
—¡¿Yo?!— volvió a preguntar y lo miró con los ojos bien abiertos, por la conmoción de ese momento nadie notó que estaba hablando sólo.
—Sí, tú. Muévelo con cuidado y revisa si respira.
—¿Cómo?
—Pega tu oído a su boca. ¡Pero antes que alguien pida una ambulancia!
—¡Que alguien llame a una ambulancia!— gritó el moreno.
—No así— lo regañó el fantasma, —nadie lo hará si no asignas la tarea a alguien en específico. Dile a él.
—¡Usted! — Minho señaló a un hombre que parecía ser el más sobrio de los presentes, —llame a una ambulancia—, el sujeto pareció asustado, pero luego hizo lo mandado, tomó su móvil y marcó.
—Revísalo. ¡Apresúrate!— dijo el fantasma.
El alto se acuclilló junto al chico y pegó su oído a su boca.
—Creo que no respira— anunció.
—Mantén la calma— dijo el chico de gorra, —haz exactamente lo que te diga; debemos darnos prisa, si lo dejamos sin oxígeno por mucho tiempo pueden dañarse algunas células del cerebro, sería muy grave.
Minho tragó saliva y asintió.
—Coloca tus manos en su pecho, vas a hacer presión en él— cuestionó el chico.
—¿Aquí?— preguntó al hacerlo.
—No, más abajo— señaló un punto, cerca de la boca del estómago del chico inconsciente.
Minho siguió al pie las instrucciones del fantasma, incluso le dio respiración de boca a boca; y así fue como el joven comenzó a toser hasta que finalmente escupió su bebida; no sólo había sido la cereza la que había quedado atravesada, sino el líquido que tomó un camino equivocado hacia sus vías respiratorias.
Como era de esperarse, Minho se llevó el crédito; pero eso al pelirrojo no le importó, estaba maravillado con lo fácil que había sido dar instrucciones de ese tipo; ¿cómo podría saber donde debía presionar exactamente? Supo cómo delegar responsabilidades ante una situación de pánico, mantuvo la calma y salvó una vida.
Buscó con la mirada a quien había sido sus manos, pero ya no estaba.
Había ido a los sanitarios, abrió el grifo y se echó agua en la cara, aún no terminaba de creer lo que acababa de suceder.
—Ahí estás— el fantasma apareció a sus espaldas, el moreno lo miró a través del espejo; —creo que ya sé lo que soy.
—¿Ah sí?— cuestionó.
—Bueno, creo que soy algún tipo de enfermero— explicó, encogiéndose de hombros.
El alto lo miró de arriba a abajo un par de veces, sinceramente parecía un chiquillo común y corriente, ¿cómo iba alguien a poner su vida en manos de alguien tan joven?
—¿Eso crees?— frunció el ceño.
—Te propongo algo— se acercó un par de pasos, Minho giró sobre sus talones para verlo ahora de frente y escuchar lo que tenía que decir, —ayúdame a saber quién era, tal vez eso haga que me vaya para siempre.
—¿Ayudarte?— levantó las cejas sorprendido.
—Velo de esta forma, ambos ganamos; yo me voy en paz y tú te quedas con mi departamento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top