"La Pasantía"
Me arregle el pañuelo en el cuello, y planché mi falda de tubo con mis propias manos, la imagen que me brindaba el espejo era pulcra, e inmaculada.
Sonreí, por lo que mis labios pintados con labial rojo se alzaron en el proceso. Mi piel lucía impecable, no había ojeras, o siquiera algo fuera de lugar. Me alisé el cabello con mis dedos, aunque en realidad no era necesario, puesto que estaba lo suficientemente bien estirado, hecho un moño, en el centro de mi cabeza
Lucía fresca y muy profesional sobre mis tacones de color negro, los cuales alzaban un poco mi estatura, y ayudaban además a sobre-marcar mis partes sobresalientes.
Lavé mis manos por última vez, satisfecha con lo bien que me había arreglado, y salí finamente del cuarto de aseo, para aguardar por el Sr. Bernard Gates, el magnate dueño de la editorial donde me encontraba
—Ya puedes pasar —me aviso su secretaria una vez me vio regresar, regalándome una sonrisa a boca cerrada, la cual respondí con un asentimiento
Mis zapatos de aguja fina resonaban sobre el suelo de mármol bajo mis pies. Me aferré al bolso que colgaba en mi hombro, y a paso decidido me adentré en la oficina luego de escuchar un «pase» por su parte
Barrí rápidamente la oficina en cuanto me dispuse a entrar, pero no me tomé mucho tiempo en ello, no quería quedar como una maleducada. Bernard alzó la vista de las hojas blancas que reposaban sobre su mesa grande de escritorio, para enfocarse en mí y mis pasos titubeantes dentro de su oficina
—Buenos días —le dije tal educada, tratando de darle una primera buena impresión. Su vista era oscura e intensa, lo que alebrestó un poco más mis nervios. El hombre se veía imperante, sentado adecuadamente sobre su sillón giratorio tras su mesa negra de escritorio.
Su tono de piel era bronceado, como si hubiese estado expuesto a largas horas de sol. Sus brazos se veían fornidos bajo aquel traje de tres piezas de color blanco y negro que se cernía a su piel como si fuese un guante
A diferencia de mi, él barrió toda mi complexión sin vergüenza, con lentitud. Comenzó por mis zapatos de aguja, mis piernas expuestas, seguido mi saya roja de tubo, la camisa blanca de mangas largas que había remangado hasta mis codos, y el pañuelo en mi cuello, hasta llegar finalmente a mi rostro, poniéndome aun más nerviosa
Sus ojos se detuvieron sobre los míos, dedicándome una mirada tan profunda, como si quisiera robarme cada uno de mis pensamientos. Apreté con más fuerza mi bolso, y haciendo de tripas corazón me detuve frente a su mesa, para dejar sobre la misma mi expediente
—Mi nombre es Lua..
—Luana —completo el con voz ronca, robándome un jadeo de sorpresa —Se quién eres —sonrió ante mi expresión de perplejidad, entrelazando sus dedos sobre la mesa
—¿Lo sabe? —inquirí, tartamudeando.
¿Como alguien tan importante como él podría conocer sobre la existencia de una chica tan insignificante como lo era yo?
—Así es —me dijo con ese tono ronco, y tras asentir, tomó con una de sus manos el expediente que había dejado sobre su mesa. Tragué con dureza ante su revelación
—Me han enviado para realizar mi pasantía en su editorial —le dije
—También lo sé —me dijo con simpleza, prestándole toda su atención al expediente entre sus manos —Toma asiento, Luana —pidió, sin sacar la vista de aquellas hojas. Mis piernas de gelatina agradecieron el que tomara asiento, sentía cada parte de mi cuerpo temblar
—Quería agradecerle el que le permita a los estudiantes realizar las pasantías en su editorial —le dije igual de nerviosa, retorciendo mis dedos entrelazados
—De nada, supongo —me dijo, alzando nuevamente la vista para vincular sus negros ojos con los míos, poniéndome la piel de gallina —Aunque en verdad no se si debería darme las gracias, puesto que no brindo mi editorial para pasantías, en realidad —me aclaró, con mucha diplomacia, alternando la vista entre el expedientes yo —Tengo una serie de reglas y requisitos para que alguien pueda llegar a realizar sus pasantías en mi editorial, reglas con expectativas sumamente altas —continuó —Prácticamente imposibles de cumplir —soltó finalmente el expediente —Las cuáles he puesto con ese propósito —contó, viéndome con fijeza, dejándome estupefacta sobre el asiento
—¿Ah? —inquirí, liada
Él sonrió con arrogancia, aflojándose un poco el nudo de la corbata a juego con su traje
—Los requisitos, Luana —me dijo, con obviedad, como si fuésemos amigos cercanos —Están hechos para que nadie pueda cumplirlas, son demasiado altos, soy muy exigente —explicó recostándose en él espaldar de su silla reclinable que llegaba hasta sus hombros —La pregunta aquí es, ¿cómo te las ingeniaste para cumplir con cada una y superarlas? —me observó, con profundidad, erizándome los bellos de la piel
—Yo.. simplemente di lo mejor de mi —respondí algo nerviosa, viéndole igual de fijo. Cabe destacar que el que me estuviese hablando con tanta lentitud y obviedad me hacía sentir un poco estúpida
—Eso exactamente es lo que más me ha sorprendido —comentó —Me ha sorprendido muchísimo su rendimiento —confesó, sincero —Con semejantes notas —miró mi expediente de soslayo —Es usted merecedora de realizar sus pasantías en mi editorial —alegó —Enhorabuena, Luana —me dijo emocionado poniéndome los bellos de la piel de puntas al pronunciar con tanta lentitud mi nombre, como si lo estuviese abrazando con sus labios —Felicidades —hizo su asiento hacia atrás, poniéndose de pies, para aplaudir a la vez que me regalaba una genuina sonrisa
El eco de sus palmadas en aquel lugar alebrestó un poco más mis impulsos nerviosos, emocionándome. Sonreí incrédula ante semejante perspectiva, de tener al Sr. Bernard Gates, un magnate, felicitándome y aplaudiéndome por sacar tan buenas calificaciones
Era de locos, algo surreal, un sueño hecho realidad
—Es usted.. —pronunció, dejando de aplaudir finalmente, para barrer una vez más mi complexión de arriba a bajo —Una mujer realmente sorprendente —asintió, dando tres aplausos más, logrando que los bellos de mi piel se volviesen a poner de puntas.
Si bien me concideraba una mujer, las personas al referirse a mi me tachaban más bien como una joven, y no como una mujer, así como lo estaba asumiendo el Sr. Bernard Gates en este instante, en voz alta. Y el hecho de que fuese exactamente el, un hombre tan imponente, tan realizado profesionalmente en todos los aspectos, tan interesante y reconocido, me emocionó
Me sentí emocionada de que él me registrase como una mujer, y no como una adolescente que realizaría sus pasantías en su empresa
Puede que fuese una bobada, pero a mí me daba muchísima emoción, mucha satisfacción. Me auto-felicite entonces, no solo por mis buenas notas, sino también por mi adecuado vestuario que había conseguido dar la impresión adecuada
Las mujeres matarían por pasar algunos minutos con semejante hambre, y ahí estaba yo, me sentía privilegiada, en un mundo paralelo
—He pedido al personal de recursos humanos que te hiciera pasar directamente a mi oficina porque realmente me ha sorprendido el que tengamos una pasante este año, eres la primera estudiante que lo consigue, ¿debería yo elevar mis requerimientos? —me preguntó, pero en un tono sumamente relajado
—La verdad es que si es bastante exigente —elaboré yo, aún sentada sobre el asiento, retorciendo mis dedos una vez más
Bernard rio nuevamente, logrando en esta ocasión que sus ojos se achinaran —Eres muy sincera y natural —apuntó, recostando su peso sobre su mesa de escritorio, quedando nuevamente de frente a mi, sólo que en esta ocasión con mucha menos distancia —Eso me gusta —asintió, viéndome a profundidad, cómo si estuviese tomando notas de mi persona en sus adentros
Me sentía un poco intimidada
—¿Tienes algo que te preocupe? ¿O alguna duda sobre la forma de proceder en la editorial? —me preguntó esta vez con un aura muy profesional, entrelazando sus dedos
—La verdad es que no, me lo han dejado todo muy claro cuando pase por recursos humanos
—Bien —asintió complacido, volviendo a su asiento —Entonces, supongo que no tenemos nada más de que hablar —explicó sentado correctamente sobre su gran sillón —Comienzas mañana mismo —reveló, haciéndome sonreír emocionada.
Al fin, tantos años de estudios, noches en desvelo y mal dormir, luego de quemarme hasta las pestañas de tanto estudio, de resumir las salidas y fiestas, de no tener tiempo libre para otra cosa que no fuese estudiar, finalmente veía los resultados. Finalmente sentía esa satisfacción explotando en mi pecho
—Gracias —le dije aún emocionada, poniéndome de pies para tenderle mi mano, como si estuviésemos cerrando un pacto
Bernard me tendió su inmensa y pesada mano, mientras me observaba con un dejé de diversión —No me las des —me dijo con voz ronca, dándome un leve apretón que me puso nuevamente nerviosa.
Nunca antes había entablado conversación con alguien de su mismo estatus, y no me había preparado para tener plática alguna porque sabía de sobra que este tipo de procedimientos le corresponde al personal de recurso humanos
Pero aquí estábamos
—No recibirá quejas de mi parte —le dije a modo de despedida, y tras asentir me dispuse a retirarme de su oficina
—Recuerda, Luana —su voz ronca me hizo frenar en seco cuando estuve por salir de su oficina —Las relaciones amorosas están prohibidas entre los trabajadores —me aclaró, haciéndome abrir muy grande mis ojos, de la sorpresa
—Lo se —asentí una vez más, sujetándole la mirada aún cuando sentía que perdería el equilibrio de mi propio peso; y con eso salí de la oficina
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Para cuando sonó el despertador ya estaba de pie retocándome el maquillaje frente a mi tocador. No mentiré, me seguía sintiendo muy nerviosa, ¿como no estarlo?, había sido aceptada en una de las editoriales más importantes de la ciudad. Eso ameritaba incluso una celebración
No desayune demasiado, el estómago lo tenía sellado, así que apenas probé par de bocados
Una vez en la editorial, otra vez los nervios tomaron el control sobre mi, solo que me las ingenie para que no se me notara. No quería quedar como la pasante nerviosa que no podía mantener el control de sí misma
—Buenos días Luana, me alegra que sea tan puntual y comprometida con su trabjo —me saludó la directora de recursos humanos, la reconocí de inmediato puesto que había sido ella la que me había entrevistado antes de darme pase libre para ascender hasta la oficina de Bernard, ubicada en el último piso
—Buenos días, es un gusto volver a verla —le correspondí el saludo con un asentimiento de cabeza y ella barrió mi complexión de pies a cabeza en lo que muy discretamente asentía aprobando mi vestimenta. Lo que una vez más me enorgulleció, sabía que no me encontraba en cualquier lugar, por lo tanto debía estar a la altura. Ya lo marcaba muy bien el contrato
—Si quieres puedes pasar al comedor y tomar tu desayuno, Bernard aún no llega cielo, le quedan unos.. —observó el reloj inteligente que llevaba en su muñeca —Unos diez minutos —me sonrió cordial, en lo que se colocaba su cabello negro detrás de las orejas, permitiendo por lo mismo una mejor y más limpia vista de su cuello ahora al descubierto. Su piel era clara y se veía muy cuidada. Ella vestía un elegante vestido negro con escote, y unos tacones de aguja a juego; y pese a ser un poco más baja que yo de estatura, tenía muy buen cuerpo, así como buenos atributos
—Gracias por la información, pero ya me entrevisté con Bernard ayer —le dije un poco perdida —Pensaba que usted me guiaría con respecto a mi plan de pasantía y ese tipo de cosas
—Oh, pero claro que puedo iluminarte con lo que gustes querida —me dijo igual de bonancible —Pero ya que trabajarás directamente con Bernard, pues supongo que no necesitarás de ningún otro tutor
—¡¿Que yo que?! —grité, presa de la sorpresa, llevándome por lo mismo miradas acusatorias del resto de los trabajadores que se movían de un lado a otro inmersos en sus asuntos
—¿No te lo ha contado? —me preguntó ahora un poco divertida, yo me limité a negar con la cabeza —Seguro pensó que era un dato minúsculo
—Estamos hablando del dueño de la editorial, de Bernard Gates, un magnate. El dueño de la editorial donde realizaré mis pasantías, ¿cómo podría eso ser un dato minúsculo? —le miré como si le hubiese salido una segunda cabeza y ella rio entre dientes
—Lo se, lo se —alzó sus manos en un intento de hacerme calmar —Pero así es el, ¿que podría hacer yo? —se encogió de hombros —Supongo que debo darte las felicitaciones, has conseguido lo que aquí un montón de mujeres mueren por tener
—¿El que? —me encontré perdida, y ella sonrió como el gato de Alicia ante mi ingenuidad
—Eres tan tierna, tan joven, tan inocente —me dijo, tomándose el atrevimiento de apretarme un cachete —Todas aquí mueren por tener una oportunidad con Bernard —me guiñó un ojo —Eres una chica con suerte
—Pero yo no soy así —le aclaré —Yo no necesito ninguna oportunidad con Bernard, sé que es un hombre muy exitoso, apuesto, e interesante. Aún así no me podría interesar tener ningún tipo de acercamiento con el jefe puesto que no nos conocemos de nada, y todo lo que sé con respecto a él son especulaciones y entrevistas que ha dado a periodistas, que bien podrían ser falsas, con el único fin de levantar su propia imagen
»—Esas mujeres que mueren por tener una oportunidad con Bernard solamente están interesadas en su dinero, y el mundo de fama al que él pertenece. Pero yo no soy así, ni seré así jamás —suspiré, ahora un poco alterada —Tampoco quiero que me vean de esa forma, como si hubiese llegado a esta editorial por interés. Me siento muy afortunada si, pero por haber conseguido un puesto en esta editorial, y poder realizar acá mis pasantías. No es como si me hubiese propuesto llevarme al pez gordo, ¿si lo entiendes? —le miré con obviedad, mi tono había sonado firme y duro en todo momento, marcando mi punto
—Nos ha quedado claro Luana —y fue esa ronca y gruesa voz la que me hizo pegar un bote del susto a la vez que un grito de sorpresa escapaba de mis labios
Mi corazón latía desenfrenado dentro de mi pecho para aquel entonces, sentía que me quemaba con tanta velocidad, y miré molesta a la directora de recursos humanos que en vez de avisarme que Bernard se encontraba tras de mí, permanecía mordiéndose los labios, aguantándose la risa
—No sé si sentirme alagado u ofendido, la verdad —comentó Bernard aún detenido tras de mí, y apreté con fuerza mis ojos mientras rezaba por qué me tragase la tierra
Por supuesto, no pasó
Suspiré, soltando todo el aire de una, y me llené de valor para girar sobre mis zapatos de tacón y encararlo. Dios, casi que me caigo del puto susto al encontrarlo tan malditamente cerca de mi. Su olor a colonia varonil se coló en mis fosas nasales de inmediato, y esos hermosos ojos suyos me dejaron hipnotizada
Bernard me regalo una sonrisa de esas de comercial, y grité cuando presa del nerviosismo perdí el equilibrio de mis zapatos de tacón y estuve por caerme al piso, pero que antes de que eso pasara, una mano fuerte y firme me rodeó de la cintura, manteniéndome en pie
El corazón se me quería salir por la garganta, esto parecía una historia de novelas en vez de la vida real. Todo era tan irreal, y a la vez tan de película
—Lo siento —fue lo que dije, alejándome inmediatamente de él, nerviosa
—Pues yo no —sonrió ampliamente, mostrando una fila de dientes blancos —¿Ha desayunado ya? —quiso saber, a lo que yo me limité a asentir —Pues en ese caso, vallamos a trabajar —y sin esperar nada más, me tomó del brazo guiándome directamente a los elevadores
En cuanto las puertas metálicas se cerraron se me atascó la respiración, me sentía incapaz de mantener el control sobre mi. Bernard mantenía todo el tiempo su vista sobre mi, parecía un poco divertido, pero la verdad es que yo me sentía bastante incómoda
—Supongo que Marian te habrá explicado ya que trabajaremos juntos —me dijo, de lo más tranquilo, cómo si trabajar con el dueño de la editorial fuese de lo más normal
—Umju —fue lo único que dije a la vez que asentía con la cabeza. Cabe destacar que me encontraba aferrada, o más bien desplomada sobre las paredes metálicas del elevador. Toda distancia me parecía poca
—¿Eso le molesta? —me miró con el entrecejo fruncido, y yo negué en lo que tragaba con dificultad
—No es que me moleste —elabore aún nerviosa, pero sus cejas aún fruncidas al igual que su frente me dejaban en claro que esa corta y escueta respuesta no le servía de mucho —Es que me sorprende —aclaré, a lo que él respondió sonriendo complacido
—Pues ya estamos a mano, usted también me ha sorprendido al conseguir una pasantía en mi editorial —me dijo, tranquilo, llevando la vista ahora al frente, y yo me llene de valor para recomponerme y volver a la compostura
—No sabía que lo había sorprendido tanto —le dije, parándome correctamente junto a él, de frente a las puertas metálicas
De soslayo lo descubrí sonriendo, las comisuras de sus labios se alzaban en lo que parecía una sonrisa torcida, y algo en mi interior se alebrestó —Lo hizo —asintió, y en ese preciso momento sonó un pitido y seguido las puertas del elevador cedieron, abriéndose por completas
Bernard, muy caballerosamente extendió su mano derecha al frente, permitiéndome pasar de primera, y una vez ambos fuera, nos adentramos en su oficina
—Tiene una oficina muy bonita —reconocí, desplazándome sobre el suelo de mármol
—Supongo que ahora será nuestra oficina —comentó el muy tranquilo, llegando hasta su sillón para deshacerse de su saco azul marino y dejarlo en el espaldar del mismo
Yo mientras, tuve que hacer esfuerzos sobre humanos para no toser como tarada
¿Quién diría que yo un día me encontraría compartiendo algo con un magnate?
Dios, mi vida era una locura
—Verás, Luana —me dijo, ya sentado sobre su inmenso sillón, entrelazando sus manos sobre la mesa —He leído varios de los informes que hiciste en la Universidad —comentó —Y me ha fascinado su forma de escribir. Lo haces con mucha pasión, describes hasta los mínimos detalles, se nota que lo haces porque realmente te gusta la escritura y no por matar el tiempo, y eso es lo que logra atrapar al lector —me explicó, provocando que una vez más mi corazón latiese dentro de mi pecho con rapidez —La verdad es que luego de leer algunos de tus manuscritos ni siquiera me sorprendió el que estuviese aquí —aseguró —Mírate, eres increíble —sonreí sin poder controlarlo porque no todos los días recibía este tipo de halagos, sin contar que no venían de cualquiera, sino de Bernard, un hombre que sabía de lo que estaba hablando, y además, vivía de ello —Es por ello que necesito que trabajes conmigo, estoy escribiendo un libro, pero hasta el día de hoy no he querido enseñárselo a nadie, necesita ser pulido, pero cuando eres el jefe todos te hacen la pelota, y yo necesito a alguien que se tome en serio mi trabajo, no que lo deje tal y cómo está por miedo a mí reaccionar, ¿sabe a lo que me refiero? —me preguntó serio y tuve que apretar mi quijada para que no se me cayera al suelo
Solo pude asentir
—Tendrás créditos por este trabajo si todo sale bien —continuó —¿Que le parece?
—Yo.. no.. no me lo puedo creer —confesé —Digo, es genial —me apresuré en aclarar —Pero estoy muy sorprendida
—Ya lo veo —asintió divertido —¿Pero si quiere, verdad?
—Por supuesto —dije de inmediato
—Genial —dijo él satisfecho, apretando sus puños en forma de victoria, y en ese preciso momento la puerta de su oficina fue abierta
—Oh, lo siento, no sabía que estaba reunido —comentó la chica apenada, que rápidamente reconocí como su secretaria
—Tranquila, Luana trabajará conmigo a partir de hoy —le explicó Bernard tranquilamente, y el rostro de la chica pasó a ser un poema, desde mi lugar pude ver como sus facciones se endurecieron
—Me alegro mucho —mintió —Pasaba para recordarle la reunión de las ocho, ya todos le esperan en el salón de reuniones
—Es verdad —murmuró él, pasándose la mano por su castaño cabello —Luana, te dejaré el panfleto para que le vallas echando una ojeada, y luego me dices qué tal —me dijo el, llamando mi atención, y yo me limité a asentir
La respiración se me cortó una vez más al presenciar su cercanía, que me ponía sumamente nerviosa, como si fuese una puñetera colegiala, lo cual me jodía un poco. Era como si frente a Bernard perdiese todo el control de mi misma
Lo cual no era bonito
En mis manos dejó una carpeta blanca repleta de hojas blancas, las cuales en su mayoría estaban impresas con la letra en Arial. Sin embargo, habían par de hojas que iban escritas a mano, como si fuesen ideas que le llegasen en forma de flashes a la mente, y él se dispusiera a anotarlas de inmediato, lo que me causó algo de gracia y empatía, porque a mí en ocasiones me sucedía eso, sólo que yo hacía notas de voz en el móvil
Me dispuse entonces a leerme un poco de lo que Bernard había escrito, luego de acomodarme sobre el mullido sillón
Las hojas iban enumeradas, lo cual me pareció muy inteligente de su parte, ya que no estaban presilladas ni sujetas con presillas de patas
Nunca antes había leído nada de la autoría de Bernard, y la verdad es que cuando me habló de escribir su libro en mi cabeza se pintó la idea de estar contando la historia de su vida, e incluso, llegué a albergar algo de fe en una historia de fantasía o ficción. Pero la verdad es que Bernard parecía poseer todos los atributos para dejarme flipando una y otra vez
Para comenzar, la temperatura se me puso en contra, el ambiente se tornó un poco tenso, y mi garganta se secó al ser consciente de la escena sexual explicita que el autor estaba relatando
Todo al dedo, muy claro, muy al libre albedrío
No me lo podía creer
Agradecía él encontrarme a solas en aquella oficina que con cada segundo se volvía un poco más pequeña y calurosa. Pero madre mía, qué cualidades las suyas para detallarlo todo, absolutamente todo
Bernard escribía una novela erótica para adultos, y pese a ser genial, y encontrarme disfrutando de la lectura porque era evidente que el tío más que saber escribir, tenía mucho conocimiento con respecto al tema, llegué a un punto donde los protagonistas éramos él y yo, haciendo y practicando todo aquello que él relataba en aquellas blancas hojas
¡Era de locos!
Que el protagonista le pasó un cubo de hielo por el cuello a la chica, que si la besó adentrando la lengua en su boca, que si con la yema de sus dedos estimuló sus pliegues húmedos
En fin
Que era demasiado explícito, demasiado claro y directo, demasiado... caliente
Si que había leído historias con este tipo de escenas, y con alguna que otra había llegado a calentarme un poco, sin embargo, ¡Dios! La historia con Bernard era punto y aparte, incluso me encontraba con las piernas apretadas de tanto sofoco
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La puerta de la oficina fue abierta y ahogué un grito del susto al verlo en vivo adentrándose en la instancia, que con el dentro se sentía aún más pequeña de lo que en realidad era
—¿Te he asustado? —me preguntó y apreté aún más fuerte mis piernas. Dios santo, estaba empapada de sudor, sentía como las gruesa gotas de mi transpiración me corrían entre los pechos
—Yo.. solo.. —abrí y cerré la boca varias veces, sin una idea coherente que aportar. Me sentía tan estúpida y expuesta, ni siquiera entendía porque me comportaba así
Tampoco es como si fuese la primera historia erótica que leía
—Lo siento —me dijo, caminando frente a mi, dejándose caer en su sillón —¿Has leído algo? ¿Qué te ha parecido? —inquirió, viéndome con interés
—¿Ah? —solté como tarada, y presa del nerviosismo se me cayó al suelo el panfleto con sus apuntes
Dios, que interés el mío en hacer el ridículo
—Yo.. si.. si he leído, si —le dije entre balbuceos. —Es una historia bastante.. intensa, muy erótica, muy..
—Valla —me interrumpió, viéndome con profundidad, dejándome perdida —¿Estas así de nerviosa por la lectura? —intentó ocultar una sonrisa que me dio aún más vergüenza, me sentía como una cría frente a él —¿Es muy subida?
—No.. bueno yo.. supongo qué hay géneros para todo, al que le guste este tipo de lectura seguramente comprará el libro —comente
—¿Y tu? —me observó con una ceja alzada
—¿Yo? —inquirí, ahora sí perdida
—Si, tú —continuó —¿No disfrutas ese tipo de lectura?
¿Era esto una pregunta trampa? ¿O una broma?
¿Iba en serio con aquella pregunta?
¿A donde quería llegar?
Cálmate Luana, estás formando un tormento en un vaso de agua. No hay que exagerar las cosas
—Yo prefiero la fantasía —le dije con toda la seguridad que pude portar
—¿Pero te gusta lo erótico? —fue directo, y la intensidad de su mirada no ayudaba en lo absoluto. Estaba temblando sobre aquel sillón
¡Por Dios!
—A mi.. yo prefiero otros géneros que me resultan de más interés, pero lo erótico está bien
—¿Está bien? —se burló —Vamos Luana, por favor —me dijo con obviedad —Una cosa es que no sea tu género preferido, pero venga, echar un buen polvo siempre está muy bien. Siempre que sea bueno, claro —Bernard se veía de lo más divertido, mientras que yo con cada segundo me sentía un poco más incómoda, ya no era sólo el hecho de estar trabajando junto a él, sino que además estábamos hablando de sexo, como si fuésemos amigos íntimos
Y lo peor era que cada vez que intentaba abrir la boca quedaba muy mal parada. Es que nunca me detuve a indagar mucho sobre el tema, y había tenido relaciones sexuales, sí, pero nada fuera de lo común. O al menos así me sentía yo
—Lo siento, no era mi intención incomodarte, y no te estoy acosando Luana, quería dejarlo claro —se apresuró en aclararme —Dios, estás roja —se acercó a mí de inmediato, poniéndome aún más nerviosa —Lo siento, de verdad —prosiguió —¿Te sientes mal? —me observó preocupado —No quería incomodarte, pensé que podía hablar abiertamente contigo, lo siento —se arrodillo frente a mi, y dejó una de sus grandes manos sobre mi rodilla, poniéndome los bellos de la nuca de punta. Estaba teniendo espasmos con su sola cercanía
Esto iba de mal en peor
Relájate Luana, debes calmarte un poco
—¿Quieres irte a casa? ¿Te sientes mal?, Dios, nunca me había pasado esto con una mujer —se puso de pie de un impulso y dándome la espalda se tiró del cabello
Yo me limité a negar —Bernard, estoy bien, de verdad, no debes preocuparte tanto. Discúlpame por ponerme así, yo.. —él se giró en ese precioso momento, confrontándome, y me volví a quedar sin palabras —¿Quieres almorzar? —no sé de dónde diablos salió esa idea, estaba súper nerviosa, mucho. Pero admito que llegué a relajarme un poco cuando él sonrió de medio lado, alzando la comisura de sus labios
Luciendo muy interesante, eh de admitir
Suspiró
—Almorcemos —asintió, como si aquella palabra portara la solución de todos los problemas, y yo me auto felicité porque gracias a dios si era la hora de almuerzo
O hubiese quedado en ridículo una vez más
—¿Te incomoda si almorzamos acá en la oficina?, pensé en pedirnos algo, conozco un restaurante que tiene muy buenos platillos —me comentó mientras desplazaba los dedos sobre su celular con agilidad, y viéndole así, desde la distancia, apreciándolo de perfil, debía admitir que Bernard era un tipazo. Madre mía, que bueno estaba el tío
Cálmate Luana, es tu jefe, y están prohibidas las relaciones amorosas entre trabajadores
Ya te lo ha dejado muy en claro ayer
De igual forma con él no tendría ningún tipo de oportunidad. Solo había que mirarme a mí y luego a él
Desentonábamos por completo
Además, seguramente le gustaban las chicas con muchas curvas y pechos grandes
Y yo era más bien de la media
¿Y dónde quedó eso de no sentir ningún tipo de interés por el?
—Luana, ¿llamo o no? —me dijo obvio, interrumpiendo mis cavilaciones
—Oh, si. Gracias. Aunque no debería molestarse, yo puedo almorzar en el comedor —dije rápidamente, provocando que volviese a sonreír
—Quiero invitarte, Luana —dios, suspiré a la vez que cerraba mis ojos mientras que él pronunciaba mi nombre con aquella ronca voz
¿Que diablos me sucedía?
—Está bien —le dije, un poco exaltada. Este hombre sin mover un músculo me cambiaba los ánimos
—¿Quieres que te muestre la carta? —me dijo, inmerso en el celular
—No —el alzó la vista de inmediato —Comeré lo que te pidas tu —le dije, por lo que el volvió a sonreír, pero en esta ocasión, satisfecho
El ambiente siguió igual de tenso entre ambos, hasta que la secretaria dio dos toques en la puerta, y tras el consentimiento por parte de Bernard, se adentró en la oficina con los dos recipientes que contenían el almuerzo
—Gracias Vania —le dijo el, dejando su celular sobre su escritorio, junto a los recipientes que la chica había dejado sobre la mesa —¿Has pagado? ¿Necesitas dinero para pagar? — le preguntó al verla detenida junto a su mesa, supongo que a la espera de algo
—Si, he pagado con la tarjeta que me ha expedido para sus cosas
—Bien —asintió —¿Necesitas algo más? —inquirió él y ella alternó la vista entre los almuerzos y el, y luego se giró muy lentamente para observarme
Lo que me hizo ser consciente de que los observaba con fijación
—Solo quería saber si necesita algo más —comentó ella, pero sin dejar de observarme, esta vez con un tono más duro
—No Vania, gracias. En caso de necesitar algo más, te lo haré saber
—Bien —determinó ella, y hasta entonces se dispuso a salir de la oficina
—Fue un poco incómodo, ¿verdad? —me preguntó el, y tras sonreír le respondí
—Si, creo que esperaba un almuerzo para ella —le comenté
—No tendría porque, yo nunca le he comprado tal cosa. En ocasiones le he dicho que se pida algo y pague con mi tarjeta, pero son cosas diferentes —me explicó con convicción
—Oh, si. Son cosas muy diferentes —negué con la cabeza —hombres —chisté, y envalentonada me puse de pies para acercarme a la mesa donde seguían los almuerzos
Agarré el recipiente, y me quedé de palo al descubrir lo que había dentro
—Supongo que te he vuelto a sorprender —comentó, divertido
—Parece que te has propuesto sobresalir —murmuré, aún observando la pizza de peperoni que me había pedido, que no tenía nada de malo, sólo que al tratarse de él, no me esperaba un almuerzo tan básico
—¿A que no te lo esperabas? —volvió a burlarse
—La verdad es que no —accedí tomando una rebanada —Eres una caja de sorpresas Bernard
—Me gusta que me llames por mi nombre —comentó él remangandose las mangas de su camisa hasta los codos, para seguido tomar una rebanada de pizza —Que tal si siempre me tratas así de relajada, y dejamos a un lado quién soy en realidad
—¿Me pides que olvide que eres un magnate y dueño de la editorial donde realizo mis pasantías? —inquiri divertida, llevándome otro trozo de pizza a la boca
—Exactamente —apuntó el —Soy sólo Bernard, no un magnate o dueño de la editorial
—Solo Bernard —repetí yo en un intento de hacerme la idea, lo cual era difícil. Llevaba años soñando con la oportunidad de trabajar en esta editorial, su editorial, y ahora estaba allí, en su oficina inmensa, almorzando junto a él, mientras él intentaba convencerme de que era un ser normal y común
—Eso es —asintió
—Me gusta, podemos intentarlo
—Me parece estupendo —concedió el, tomando otra rebanada de pizza
Muy para mi sorpresa, la pase muy bien en compañía de Bernard, tanto así, que para cuando íbamos por mediado de las pizzas, nos dedicamos a hacer bromas e incluso reír
Llegue a relajarme muchísimo junto a él, y en su compañía me sentí demasiado bien, algo que era difícil de creer
—Me alegra que realmente hayas podido relajarte en mi compañía —me dijo relajado, dejándose caer en el espaldar del asiento de su auto. Estábamos aparcados fuera de mi departamento. Cuando él se dispuso a proponer traerme a casa yo me negué, él seguía siendo mi jefe, y ya me había tomado muchas libertades como para permitirle también que me trajera a casa. Pero él insistió e insistió, y pues, aquí estamos
—Eres buena compañía —dije sonriendo de medio lado, en lo que le dedicaba una tímida mirada. Aún me ponía nerviosa estar a su alrededor, pero me estaba adaptando y ya me expresaba con fluidez
—Eso me han dicho —comentó tal arrogante, alebrestando algo en mi interior
—Y eres arrogante —le miré a la vez que fruncía el entrecejo, y él me sonrió pícaro
—A donde quería llegar —me observó sonriente —Es que me han dicho que soy buena compañía, pero no siempre yo me he sentido en buena compañía, ¿sabes a lo que me refiero?
—Creo que voy captando el punto —dije ahora avergonzada, encogiéndome sobre el asiento del auto, bajo su atenta y divertida mirada
—Tú me resultas una excelente compañía
—No aspires a mucho con respecto a mi persona —fue lo que dije al ver el interés con que se expresaba de mi
—No lo necesito. Eres real, auténtica, sincera, sencilla, muy humana —describió viéndome a los ojos, como si esas características saltasen a la vista —Eres.. simplemente tú —concluyó —Me gusta incluso cuando te pones nerviosa a mi alrededor, porque esos también son sentimientos reales, sinceros —continuó, viéndome con profundidad, provocando que los latidos de mi corazón se intensificaran, haciendo que los sintiera prácticamente en mi garganta
—Creo.. que va siendo hora de entrar —dije en carretilla, señalando mi departamento, que se encontraba a mi costado —Gracias por todo Seño..—no termine la frase al verle alzando una ceja en mi dirección —Bernard, hasta mañana —me removí aún más incómoda en lo que sin dejar de verle me enzarzaba en la tarea de abrir la puerta del coche —Al fin —suspiré y él volvió a reír, seguramente para él yo era todo un espectáculo. Inclusive me encontraba sudando solo por esforzarme en abrir la puerta, aún cuando dentro del coche estaba puesto el aire acondicionado —Pues, eso que.. —le miré por unos largos segundos. El tenía algo que me impedía apartar la mirada —Hasta mañana —le dije rápidamente junto a un movimiento igual de rápido con mi mano, y saqué mi pie derecho del auto dispuesta a bajar finalmente
Emití un grito de sorpresa al percibir como todo mi cuerpo era despedido hacia atrás, y el cómo mi espalda terminó impactando con fuerza contra el asiento —¡Madre mía! —grité horrorizada en lo que el seguro del cinturón de seguridad se reforzaba sobre mi pecho —Pero qué agresivo es tu coche —solté aireada, y sin mediar tiempos comencé a forcejear con el cinturón que parecía decidido a no dejarme escapar —Déjame ir —bramé ahora alterada, forcejeando con más fuerza
—Madre mía —se me cortó la respiración al tenerle tan de cerca. Bernard se había inclinado tanto sobre el asiento, que se encontraba prácticamente encima de mi —Es la primera vez que veo a una persona fajarse con un cinturón de seguridad —me contó divertido, pero sin apartarse, por lo que mis grados de nerviosismo se fueron en exceso —La buena noticia es que casi ganas —se rio de su propio chiste, y de un sencillo movimiento me liberó del asesino cinturón
—Dios mío —suspiré aliviada al sentirme libre —Eso casi me.. —se me cortó la voz al contemplarlo tan cerca de mi rostro, estábamos literalmente a un dedo de distancia
—¿Estás bien? —me preguntó, con esa profunda voz que me puso los bellos de la nuca de punta.
Abrí la boca alrededor de tres veces en un intento de responderle, pero no salía una mierda, por lo que no dije absolutamente nada, y haciendo un poco más del ridículo, como al parecer me gustaba hacer, salí cohibida del auto, quedando de pie junto al coche, con Bernard viéndome desde adentro con una ceja alzada
—Hasta mañana, que pases buenas noches —y dicho esto, eche a correr rumbo a mi departamento, en lo que rezaba porque mis zapatos de tacón no me dejasen en ridículo una nueva vez, y una vez bajo techo le di un fuerte tirón a la puerta
¡Que manía la mía de hacer el ridículo!
—Mi Dios, ¿Pero qué ha pasado? —inquirió Glenda llegando hasta el salón de nuestro departamento
—Ni digas nada, que he pasado la peor vergüenza de mi vida —le dije hastiada, recostando mi espalda a la madera de la puerta
—Sorpréndeme —me retó divertida, y se dispuso a soplarse las uñas que recién se había pintado. Lo sabía por el olor a máscara de uñas, y porque desde mi lugar podía ver las pinturas sobre la isla de nuestra pequeña cocina
Glenda era mi mejor amiga, se caracterizaba por tener unos ojos verdes hermosos y el cabello negro azabache, era más baja que yo de estatura, pero tenía un muy buen cuerpo. Además de ello era morena, y eso le favorecía muchísimo
En cuanto ambas cumplimos la mayoría de edad nos dispusimos a vivir juntas y poder cumplir así nuestro sueño de niñas, así que aquí estamos. Juntas hemos cometido las mayores locuras, y nos hemos tenido la una a la otra en aquellos momentos de bajón donde lo único que deseas es recibir un abrazo
No sé qué sería de mi sin ella
Ha estado incluso cuando yo creía que no podía más, y que era momento de darme por vencida
—¿Si recuerdas que hoy era mi primer día en la editorial, verdad? —le miré con una ceja alzada y ella dejó de soplarse las uñas para observarme sorprendida
—¡Cierto! —de un brinco se acercó a mi —¿Que tal ha ido?, cuéntamelo todo, ¿te han hecho bullying? ¿Fueron malos contigo?
Yo me tuve que echar a reír pese a mi desfavorable situación, solo ella podía sacarme una sonrisa incluso en un momento cómo este, y es que, ¿a quien más se le ocurriría preguntarle a una jovencita de veintiún año si le han echo bullying?
Era de locos
—¿Si recuerdas que tengo veintiún año? —le miré divertida
—Oye —me golpeó el hombro —Esos pijos se creen que son los dueños del mundo, no les importa edad, ni sentimientos, ni nada —me dijo juiciosa, como si me estuviese contando una anécdota de terror —Así que diga la verdad, ¿que le hicieron? —inquirió ahora con esos aires de madre halcón, y sonreí porque era muy afortunada de tenerla
—Bájale a esos zumos niña —me burlé, y finalmente me aparté de la puerta para dejar mi bolso sobre el sillón de la sala y corrí a la pequeña ventana para ver al exterior. Por suerte el auto ya se había marchado —No me han hecho nada —le dije, dejando las cortinas de persianas a un lado —Al no ser que auto hacerse bullying exista, entonces si —suspiré agotada y me tumbé en el sillón
—Cada vez me preocupas más
—¿Como una persona puede llegar a tener una guerra con un cinturón de seguridad? —le miré triste
—¿Y eso a qué viene?
Suspiré —¿Recuerdas a Bernard?
—Por supuesto —dijo al instante —Como olvidarlo —se abanicó el rostro con la mano muy coquetamente
—Pues resulta que ahora trabajaremos juntas
—¡¿Qué?! —casi que se le salen los ojos de la cara
—Pues eso —volví a suspirar —Y además, me ha pedido que lo trate como alguien normal, y cuando me ha traído a casa he pasado la mayor vergüenza porque he tenido una guerra con él cinturón de su coche, ¿Quién diablos tiene una guerra con un cinturón? —le miré alterada, pero mi amiga no hacía más que pestañear incrédula
—¿Pero tú te has oído? —me dijo obvia —Empezaste tus pasantías hoy y ya tienes al dueño de la editorial trayéndote a casa —resaltó, obvia —¡Bernard Gates te ha traído a casa! —chilló, alzando las manos en porras en lo que hacía un baile de lo más gracioso
—¿Si escuchaste la parte del ridículo? —le miré obvia
—¿A quien le importa él ridículo hija? —me dijo a lo directo —Tienes a ese papi a tus pies —y volvió a hacer el ridículo bailecito
—¡¿Qué?! —casi me caigo del asiento —¡Claro que no!, sólo somos compañeros de trabajo
—Hay por favor —dijo con aburrimiento haciendo un gesto de desinterés —No seas bobita Luana —me dijo con firmeza
—¿Puedes centrarte? —le miré cansada, pero seria. Necesitaba algún tipo de consejo, un apoyo o algo, jamás había pasado por este tipo de situación
—A ver —suspiró y se dejó caer a mi lado en el sillón —¿A ti te gusta? —me preguntó directamente
—Apenas nos acabamos de conocer Glenda —le dije con obviedad
—¿Y eso que tiene que ver? —me miró de esa forma en que observas a un pequeño de cinco años cuando intentas hacerle entender porque es importante que asista a la escuela —¿Como te sientes a su alrededor? ¿Qué sentimientos experimentas?
—Eso es lo peor, Dios, es como si no me conociera, como si no pudiese controlarme. Me pongo nerviosa, y sudo frío, no sé qué hacer, y tartamudeo, me quedo en blanco, con palabras a medias, frases sin acabar, y hago él ridícula, y luego..
—Diablos Luana —me dice con seriedad —Esto es peor de lo que imaginaba
—¿A que te refieres?
—Nunca antes te había visto así —dice convencida —Los chicos de la uni temían acercarse a ti justo por eso, porque siempre has sido una chica muy segura de si, con las ideas muy claras. A veces incluso llegas a ser muy radical y cortante, pero jamás, jamás, te has quedado sin frase o alguna palabra que decir. Tú siempre tienes la última palabra —me recordó provocando que me golpeara la frente con el dorso de mi mano, porque yo mejor que nadie sabía que aquello era muy cierto
—Estoy jodida —murmuré, tapándome el rostro con ambas manos
—Pero mírale el lado bueno mujer
—¿Cual sería ese? —alcé la cabeza para verle directamente a la cara, y ella me dedicó un puchero de pena
Estoy jodida
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Las puertas automáticas se abren permitiéndome el paso dentro de la editorial, algunos trabajadores que se encuentran por allí se voltean a verme y saludar con un asentimiento de cabeza, algunas chicas me sonríen educadamente para continuar en lo suyo, y la amable recepcionista me entrega un solpain que me coloco en la blusa para luego agradecerle y dirigirme al ascensor
Hoy me siento un poco más relajada que ayer, digamos que ayer estaba un 100% nerviosa y hoy lo estoy solo un 99%, sólo eso, menudo cambio
Muevo mis zapatos de tacón bajo con desesperación, en lo que aguardo por llegar al último piso, y me enzarzo en practicar cómo será mi saludo para él Sr. Bernard el día de hoy
—Hola, ¿qué tal el día? —Practico observando la imagen difuminada que me brindan las paredes del elevador —No, no puedo decirle eso, a penas son las ocho de la mañana —me regaño cambiando de pose —Hola Sr. Bernard.. no, no y no, me ha dicho que lo tutee —me reprendo una vez más, y cuando me dispongo en hacer mi tercer intento, las puertas del ascensor se abren y las tres secretarias que se encuentran en el piso voltean a verme de inmediato, con escrutinio, eh de destacar
—Buenos días —saludo cortésmente y en general, pero ninguna me saluda de regreso
—¿Y esta quién es? —escucho que le pregunta una de las dos chicas a la secretaria de Bernard y veo ademas cómo está última hace una mueca como si yo le ocasionara asco
—Es una simple tonta que realizara sus pasantías acá —dice igual de asqueada haciéndome bullir la sangre
¿Y yo a esta que le hice para que se exprese así de mi?
Entierro entonces mis uñas en la carpeta blanca donde resguardo la historia de Bernard, mientras cuento hasta diez para no perder la cordura
»Es tu segundo día de trabajo y no puedes arruinarlo por caer en provocaciones de una zorra envidiosa y urgida que quiere desestabilizarte« me repito internarme en lo que suelto un suspiro de contención
—¿Y que pinta aquí arriba? —le pregunta la otra en un susurro para nada bajo, puesto que desde mi lugar puedo escucharlas perfectamente. La secretaria de Bernard está ubicada en su lugar, mientras que las otras dos están frente a ella con los brazos recostados a su mesa, pendientes del chisme
Menudo trío
—Trabajará con el jefe —es lo que responde en esta ocasión la secretaria, pero esta vez con los dientes apretados, sin poder controlar más su molestia, y eso me hace sonreír
—¡¿Como lo consiguió?! —grita una sorprendida y voltea a verme de inmediato, yo blanqueo los ojos aburrida y me mantengo en mi lugar, aguardando por Bernard en unos asientos de espera que para mi suerte hay en el corredor
—Ni idea —completa la secretaria notoriamente cansada del mismo tema
Las puertas del elevador se abren en ese preciso momento y Bernard aparece de entre ellas enfundado en un traje gris de cuadros que le queda de infarto.
Basta con verle para que mi corazón lata disparado en mi pecho, y en esta ocasión si me tomo el trabajo de barrerlo con mis ojos de arriba a bajo
¡Madre mía! Se pone bueno por día
Suspiro, tratando de controlarme. Pero madre santa se me hace imposible, con semejantes ojos oscuros, ese rostro perfilado tan bello, esa boca gruesa, esas cejas, sus pronunciados labios, sus brazos firmes, el abdomen plano que se le nota por debajo del traje, ese cuerpo, porte, elegancia y gracia
Trágame tierra. Aún no estoy preparada para contemplar semejante machoman
—Buenos días Luana —me saluda, regalándome una sonrisa ya detenido en frente de mi, y siento como mis labios se parten y un jadeo escapa de ellos
Desde acá abajo la vista es tan preciosa
Él me tiende su mano y yo le entrego la mía embobada, perdida en aquellos ojos oscuros que me miran con fijación. Jadeo una segunda vez cuando posa sus labios sobre mis nudillos, y allí deja un casto beso que me obliga a apretar las piernas
—¿Porque está sentada aquí afuera? —me pregunta con el entrecejo fruncido, y yo pestañeo igual de tarada
—Yo.. ah.. bueno..
Él suspira y sonríe divertido —Venga para acá —me toma con delicadeza del antebrazo, sin mucho esfuerzo me hace levantar de la silla y comienza a caminar obligándome a mantener su paso —Buenos días señoritas —nos detenemos junto al escritorio de la secretaria de Bernard
—Buenos días —las dos mujeres le saludan a coro
—Buenos días Sr. Bernard —corresponde su secretaria
—Vania, ¿porque me ha tenido que esperar Luana en el corredor? —le pregunta serio y ella abre la boca estupefacta —¿No le he dicho que trabajaremos juntos? —continúa el —Desde ayer mi oficina es también la de Luana —aclara él ceñudo, como si el tema le molestase, provocando que yo también quede con la boca abierta
—Señor, ella no me ha..
—No quiero escuchar justificaciones —le corta —Solo quiero que a partir de ayer la trates de la misma forma en que me trata a mi, y si Luana llega primero que yo a la editorial, le permita el paso a la oficina con educación —determina —¿Si he sido claro Vania? —inquiere, y la mujer me dedica una mirada envenenada para volver su atención a su jefe
—Por supuesto señor —dice sin ánimos alguno —Ha sido mi culpa, lo lamento señorita Luana —me dice, falsa, y yo asiento —No volverá a suceder
—Me alegro de escucharlo —dice él serio —Ahora si me disculpan —me hace un asentimiento, señalando su oficina —Nos vamos a la oficina
Entonces su secretaria corre a abrir la puerta y una vez Bernard llega a esta me hace un ademan con su mano permitiéndome pasar de primera
—Gracias —es lo que digo apenada, adentrándome en su oficina
—¿Desea algo más señor? —pregunta su secretaria
—Si, trae dos cafés, por favor —y con eso le cierra la puerta prácticamente en la cara
—En verdad no ha sido su culpa —le digo por lo bajo una vez él toma asiento en su sillón —He sido yo quien ha querido esperarlo fuera, creo que no me sentiría muy cómoda si tengo que estar sola en esta oficina tan grande, y además, con todas sus cosas
Bernard me observa con fijación, atento a cada palabra que sale de mi boca, y eso me pone nerviosa porque su forma de observarme me inquieta, es una mirada demasiado intensa, demasiado fuerte
—Ya se que ha sido elección tuya —me dijo tranquilo y le observé con la cabeza ladeada sin entender su punto
—Entonces..
—Lo he hecho por otros motivos —me explicó, entrelazando sus dedos sobre la mesa
—¿Y esos motivos serían? —alcé una ceja
—¿Porque tendría que contárselo? —el alzó también una ceja y sonreí a boca cerrada mientras que una ráfaga de cosquillas se asentaban en mi estómago
—Porque lo quiero saber
—¿Que me darías a cambio? —alzó su otra ceja, viéndome entonces con ambas cejas alzadas y me ericé por completo
—¿Que le podría dar yo? —me señalé perdida y él abrió mucho los ojos, como si no pudiese creerse lo que acababa de decir
—Yo creo que tienes mucho para dar
—¿Cómo que?
—Eso le he preguntado a usted —me dijo, con obviedad. Su voz estaba tan ronca, y sus ojos tan oscuros, que me tenía exaltada —¿Que estás dispuesta a darme a cambio? —volvió a su pregunta inicial y mi pobre corazón una vez más se disparó dentro de mi pecho
¿Era yo la única que creía que me estaba haciendo insinuaciones sexuales?
—Yo no..
—Acérquese —me ordenó, haciéndome señas con su dedo índice
Oh, mi dios
Me puse de pie nerviosa, ante su atenta mirada di pasos titubeantes hasta quedar con las manos apoyadas en su mesa de escritorio, la cual era inmensa
—Acérquese más —volvió a ordenar, obligándome a apretar mis piernas
¿Porque el ambiente se estaba volviendo tan sexual?
—No sé si eso sería bueno, la verdad —dije poco convencida
—¿Y porque no sería bueno? ¿Acaso debo acercarme yo?
Se me cortó la respiración cuando le vi ponerse de pies, y retrocedí cuando dio el primer paso en mi dirección, y seguí retrocediendo en lo que él iba avanzando
—Ya dejé de hacer eso —le dije histérica, dando otro paso hacia atrás
—¿Hacer qué? —se burló, dando otro paso en mi dirección, y yo volví a dar un paso en retroceso, sólo que de tanto retroceder, llegue a chocar contra el sillón donde antes me encontraba sentada, y del impacto terminé cayendo de culo sobre el mullido sillón
—No es gracioso —le reproche sentada en el sillón, y él volvió a sonreír viéndome desde la altura
—Para mi si lo es —y se dobló hasta dejar sus brazos apoyados al reposa brazos del sillón, hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de mi rostro y yo tuve que contener la respiración —Estás muy bonita hoy señorita Luana —me dijo, pasando dos de sus dedos por mi rostro, encendiéndome la piel, obligándome a apretar mis piernas, y cerrar mis ojos por instinto
—¿Solo hoy? —me encontré preguntando, y él rio entre dientes
—No solo hoy, es usted una mujer muy bonita —le miré a los ojos, seguían oscuros como la noche. El bajó los dedos de mi rostro para devolver la mano a su antiguo lugar sobre el sillón, y aunque ya no me estaba tocando, yo ardía desde mi interior
—¿Y porque me lo dice hoy? —mantuve mi vista en sus ojos, reacea a perderme un solo detalle
—Porque no he podido controlarlo más —me dijo, con la voz afectada
—¿Y porque se controla? —le pregunté y su reaccionar fue inmediato, su mano se cerró con fuerza sobre mi muslo desnudo por causa de la abertura del vestido color vino tinto que estaba vistiendo, y un gemido de satisfacción escapó desde lo más recóndito de mi garganta
—Porque provocas en mi ganas de corromperte, de tomarte y..
—Señor, los café —la puerta fue abierta de golpe y un grito de pavor escapó de mis labios —Lo siento, ¿interrumpo algo? —preguntó Vania, detenida en la puerta, con una charola en mano y las dos tazas de café sobre esta en lo que alternaba la vista entre su jefe y yo, quién se encontraba prácticamente sobre mi
—Si
—No —dijimos a la par y yo me deshice de su mano que aún apresaba mi muslo izquierdo —No interrumpes nada —concluí lanzándole una mirada a Bernard que entendió de inmediato, puesto que enseguida se recompuso y para disimular, se re acomodó la corbata perfectamente anudada en su cuello
Vania dejo las tazas de café sobre la mesa, y tras volver a observarnos a cada uno, dijo —Si no necesitan nada más, me retiro —y cómo ninguno dijo nada, pues ella giró sobre sus zapatos de tacón, y salió de la oficina no muy contenta con la imagen que había presenciado al entrar
Apenas estaba en mi segundo día de trabajo y ya tenía a personas odiándome
—Luana.. —Bernard se giró en cuanto la puerta fue cerrada, pero yo me apresuré
—No —le dije, poniéndome inmediatamente de pies. No tengo ni idea de que fue lo qué estuvo por suceder entre ambos, pero ahora, pensándolo con la cabeza fría, no estaba bien, nada bien en realidad. Bernard era mi jefe, y yo solo una pasante que estaba adquiriendo conocimientos en su editorial, yo estaba incluso a prueba, no podía cometer semejantes faltas de respeto
¿Qué se pensaría de mí?
Pero además, estaría corriendo el riesgo de perder mi trabajo, sin contar que le estaría dando la razón a todas aquellas descaradas que querían una vida junto al jefe para vivir de los lujos
Yo no era nada de eso
—Escúcheme bien —le calle, alzando mi dedo índice —Una cosa es que hayamos acordado tutearnos y que trabajemos juntos, pero la línea de jefe/empleada sigue aquí y no quiero pasarla, ¿lo entiende?. Yo puedo hacerme la idea de que sea solamente Bernard, un hombre común y corriente más, pero eso no significa que valla a suceder algo entre ambos, porque para comenzar, usted mismo me ha dejado claro que las relaciones entre trabajadores están prohibidas, y en segundo lugar, estamos en un centro de trabajo, y yo respeto
—Luana, escucha. Creo que te estás..
—He dicho que no, y si es ese el motivo por el que me ha pedido que le tutee, pues prefiero volver con las formalidades —dije con firmeza —Y... —dude unos segundos —Si no está de acuerdo, o cree que no merezco trabajar en su editorial, entonces simplemente llame a la Universidad y diga que no está de acuerdo con mi pasantía y que no me quieren aquí, o yo que sé.
—Eso podría afectarle
—He sido la numero uno en el escalafón, podré conseguir otro lugar donde trabajar —me encogí de hombros autosuficiente, más de lo que debería. Era cierto que había quedado como la numero uno, pero también era cierto que esta editorial era la mejor de toda la ciudad, con las mejores referencias y toda la cosa
—¿Tú de dónde has salido? —me observó fascinado, dejándome aún más confundida. Daba por sentado que se molestaría con mi forma autoritaria de dirigirme hacia el
—Prefiero que volvamos a tratarnos de usted —le dije, alzando mi mentón, y él me observó sorprendido —No quiero que me mal entienda, lo que sea que estuvo por suceder era algo de dos, de los dos. Tengo tanta culpa como usted, pero exactamente porque ambos somos culpables es que quiero eliminar las confianzas entre ambos. En la confianza está el peligro —murmuré más bajo, y él me dio la espalda para alborotarse un poco el cabello. Pensativo, o confundido, la verdad es que no lo sé
Rodeó nuevamente su mesa de escritorio, y volvió a sentarse en su silla —No llamaré a la Universidad —me dijo, viéndome igual de fijo —Y tampoco quiero que se marche de aquí
—Está bien —él me observó con una ceja alzada, como si esperase algo más de mi parte —Si está esperando que le dé las gracias, no lo haré —aclaré igual de firme, se sentía bien volver a ser la Luana de todos los días, y no esa nerviosa que no sabía comportarse alrededor de su jefe —Estoy aquí porque me lo he ganado, estudiando, no porque hayan tenido algún tipo de condescendencia conmigo, y mucho menos usted, que ha puesto unos requisitos exageradamente altos —le aclaré, él me observaba incrédulo —Si quiere que continúe trabajando con usted, por mi parte no hay problemas, pero de una vez le dejo en claro que yo no estoy aquí por usted, sino porque quiero trabajar. No tengo fantasías con usted, no aspiro a estar con usted, y muchos soy como el resto de sus trabajadoras que mueren porque sus pantaletas sean bajadas por usted —él sonrió entre cínico e incrédulo —Así que o nos dedicamos a trabajar, o mejor me voy a otro lugar —concluyo
—Está bien Luana
—Tráteme de usted, ya se lo he dicho —vuelvo a aclararle y él ríe a la vez que niega con la cabeza
—No me lo puedo creer —niega una vez más —Entonces.. Sr. Luana, ¿a podido adelantar algo con respecto a mi libro? —inquiere con una ceja alzada
—Así es Sr. Bernard, he realizado algunas correcciones, y también he re escrito algunas escenas de los capítulos 2,3,4 y 5. ¿Desea verlo?
—Si, por favor —yo me muerdo el labio, este hombre se ve caliente incluso sin proponérselo. Giro sobre mis zapatos de tacón, y agarro la carpeta blanca para seguido dirigirme hasta su escritorio y entregársela
—He subrayado mis correcciones con plumón, y ya que estoy auto corrigiendo, pues me tomé el atrevimiento de pasar en blanco su historia, pero la estuve escribiendo en mi computadora, por lo qué los capítulos re escritos están en la memoria —le muestro el USB y el asiente, dándome permiso para ponerla en un puerto de su computadora
—Me deja usted sorprendido —comenta, yo simplemente asiento
—En lo que usted hace la revisión, iré un momento al servicio —le comunico y él asiente de acuerdo, seguido se dispone a buscar algo en su computadora, así que salgo de la oficina
En cuanto entro al cuarto de baño suelto todo el aliento que ni siquiera sabía que estaba conteniendo, mi corazón late muy rápido dentro de mi pecho, y mis piernas tiemblan sobre mis zapatos de tacón
¡Madre mía! ¡Pero qué par de ovarios tan grandes tengo!
Estuvimos a punto de besarnos, estuve a nada de besar a mi jefe, debo de tener algún problema mental, ¡que podría perder el trabajo que he soñado por años!
Suspiro
Intento calmarme porque gracias a dios la situación se pudo controlar, y porque además, sigo conservando mi puesto de trabajo
Espero que mis correcciones sean de su agrado, sino me sentiré como una estúpida
—Todo saldrá muy bien, tú eres la puta genio —me halago a mí misma, porque sino quién lo hará, y tras sonreírle titubeante al espejo me mojo un poco la nuca y me aliso las pocas greñas que tengo paradas
Sigo implacable, muy adecuada y formal para este centro de trabajo. Entiendo además porque Bernard me dijo que hoy estaba muy bonita, y es que el color rojo vino del vestido resalta mucho más mi color claro de piel. Además la tela del vestido se afianza a mi figura como si de un guante se tratase, marcando cada una de mis curvas
Me veo sexy y caliente
Pues él también, y si me toca aguantarme, lo más correcto es que él también deba hacerlo
Cuando regreso a la oficina lo encuentro inmerso en la lectura, y alguna que otra vez sonríe y asiente mientras que sus ojos se mueven vivaces sobre las letras de la pantalla de su monitor
Tomo asiento mordiéndome los labios, la vista desde acá es buena, Bernard parece un chico pequeño al que complacerán con algún dulce, y a la vez, se ve caliente
Toda una contrariedad
—Luana —alza la vista para vincularla con la mía y yo me hago más pequeña sobre mi asiento —Esto es maravilloso —me comenta fascinado, y yo sonrío emocionada
—Gracias —le digo
—No me las des —niega, moviendo un poco el monitor, para verme libremente —Quería pedirte una disculpa, por lo de antes
—Ha sido culpa de ambos —le digo, porque nunca fue mi intención hacerme la víctima ni mucho menos
—Aún así, insisto. Y cómo símbolo de disculpas quiero invitarte a almorzar
—No es necesario —niego horrorizada —De verdad, está todo bien. Además, ya me ha invitado a almorzar ayer —le recuerdo
—Pero eso no cuenta, acepte mis disculpas, por favor —insiste, uniendo ambas manos como si estuviese rezando, y me es imposible negarme
—Está bien —le digo avergonzada y de inmediato siento como me suben los colores a la cara
—Genial —dice emocionado —Espera un momento —me pide y lo veo tomar su celular —Hola.. si, quería hacer una reservación para las doce del día —él aguarda en silencio y yo abro mucho mis ojos porque cuando dijo lo de almorzar pensé que se refería a almorzar en la oficina, no por ahí —¿Que no tienen espacio? —inquiere ahora más serio —¿Donde está el gerente? —yo abro más los ojos, no es posible que haga tanto alboroto solo por un almuerzo
¿Qué más da?, podemos almorzar tranquilamente en el comedor
—Dígale que habla Bernard Gates —dice con autosuficiencia y una sonrisa malévola se le pinta es los labios —¿Como dice?, ah, que si tienen espacio —comenta con fingida sorpresa —Es lo que imagine —alega con orgullo y sin más cuelga la llamada
—¿Y dónde quedó ese hombre que sólo quería ser Bernard, sin dinero, editorial, ni nada?
—Junto a la Luana que me ha ordenado le hable de usted —es lo que me contesta él muy cínico y tengo que morderme la lengua porque ahí lleva la razón
Él se burla consciente de su victoria
—Como sea, de igual forma me agrada más ese Bernard —comento para mí misma, pero por la mirada que me dedica, seguramente sí que lo escucho
De igual forma ya está dicho
Pasamos el resto del día corrigiendo y aportándole ideas a su manuscrito, hasta que se fue acercando la hora de almorzar y él anunció que debíamos salir
—¿No prefieres ir tú delante y luego yo? —le pregunto y el me observa como si me hubiese vuelto loca
—Por supuesto que no, que tontería es esa. Venga, vámonos —me da unos leves empujones por la espalda baja, hasta hacernos salir por completo de la oficina
—Vania, iré a almorzar —le comunica Bernard y ella asiente, luego me observa a mí y hunde el entrecejo
—Sr. Luana, el comedor no abre hasta las doce de la tarde —me explica ella con fingida cortesía y yo asiento
—Luana irá conmigo, es mi invitada —le explica él y ella abre mucho los ojos, yo le sonrío con la misma hipocresía, luciendo de lo más angelical
Salimos uno junto al otro de la editorial, llevándonos de paso miradas incrédulas de los trabajadores que nos topamos al pasar, situación que me hace sentir muy incómoda
Bernard abre la puerta de auto para mi y yo entro rápidamente, deseosa de desaparecer del escrutinio al que soy sometida por los trabajadores que nos espían "con discreción"
Rodea entonces el vehículo, deslizándose a mi lado sobre el asiento del piloto, y le miro con una ceja alzada a la espera de que finalmente encienda el auto. Desde mi lugar puedo ver cómo los trabajadores nos asechan, espiándonos con sigilo
—¿Sabes una cosa? —suelta de repente, volteando para verme —Iremos andando, quiero mantener un poco más la perspectiva de ser solo Bernard —yo le miro incrédula, y él se limita a sonreír y guiñarme un ojo
Entonces baja nuevamente del auto, y me abre la puerta del mismo para luego entregarle las llaves al chico del parqueo y enseñarme el camino a transitar
Admito que una vez más Bernard me sorprende, sólo que en esta ocasión no lo digo
—Sabes que nos pasaremos del horario de almuerzo, ¿cierto? —le miro de soslayo, él camina a mi lado, con las manos resguardadas dentro de los bolsillos de su pantalón
—Lo bueno es que soy amigo del jefe —me dice con tranquilidad provocando que ría entre dientes y niegue con la cabeza
—No tienes remedio
—Me alegra que no se tome en serio lo de hablarme de usted —comenta simpaticón y ya no le digo nada
Mierda, olvide retomar las formalidades
Llegamos al restaurante unos veinte minutos después, gracias a dios no he sudado puesto que el clima está sumamente frío, como si estuviésemos a la espera de un frente frío, de hecho, el cielo está bastante nublado
—Sr. Bernard, le estábamos esperando —le dice el chico de la puerta a penas nos ve llegar, mueve su cabeza de un lado a otro, buscando algo a nuestra espalda, luego vuelve a contemplarnos a ambos —¿No han venido en auto? —inquiere perdido y mi jefe sonríe con orgullo, tan engreído
—Hoy no —dice con simpleza y se encoge de hombros
—Bien, pueden pasar, una mesa los espera —nos comunica y ambos asentimos adentrándonos en el restaurant
Una vez dentro me quedo boquiabierta con la arquitectura y la belleza del lugar, es precioso. Inclusive jadeo al presenciar un lugar tan hermoso
—¿Te gusta? —me pregunta el interesado, y yo asiento viendo en todas direcciones
Un chico llega de inmediato a atendernos y comienzo a sentirme pequeña en aquel inmenso lugar, Bernard obviamente tan reconocido es que todos se acercan a saludarle y hablarle, por lo que me siento aún más insignificante de lo normal. Este no es mi mundo, ni mi estilo. Es bonito, si, pero demasiado caro, demasiado, simplemente demasiado..
Bernard parece notar mi incomodidad, y me observa preocupado, yo simplemente bajo la vista al suelo —Es un gusto haberte visto, pero hoy tengo una acompañante y vamos a almorzar —le dice él cortésmente a la mujer tan hermosa, de atributos sobresalientes, que se levantó corriendo de su mesa en cuanto le vio llegar. Menuda interesada —Por acá Luana —coloca delicadamente la mano en mi espalda baja, provocando que abra mucho los ojos por la sorpresa, y me guía hasta una mesa para dos prácticamente en el centro del lugar
—Gracias —digo bajito cuando él desplaza mi silla hacia atrás para que tome asiento
—Quiero que pidas tu por mi —dice el, dejándome una vez más sorprendida, cuando llegan a nuestra mesa a pedir la orden
—¿Estás seguro? —inquiero dudosa, a la espera de que el diga que es una broma, pero simplemente asiente, muy de acuerdo
Okay
Suspiro y paso mi dedo índice con lentitud por la carta —Entonces.. que sea lasaña —concluyo satisfecha y el chico que debe tomar la orden me observa con los ojos achinados, Bernard ríe entre dientes e intercambia una mirada extraña con el chico
—¿Está segura señorita?, la lasaña tien..
—Que sea lasaña —determina Bernard y el chico apunta de inmediato la orden
—¿Para beber? —inquiere
—La botella más cara de..—yo le miro con una ceja alzada y él se aclara la garganta, entonces disimula ajustándose la corbata y yo sonrío divertida —Dos copas de vino —concluye y el chico asiente
—Es muy bonito este lugar, gracias por traerme —le digo —Los precios son..
—Luana, por favor —me corta —Me estoy esforzando, ¿Sabes?
Lo sé
Lo sé
Diablos, se que se está esforzando, se está esforzando y mucho. El punto aquí es, ¿para que?
Somos jefe/empleada
Somos de mundos completamente diferentes
Somos polos opuestos
Somos..
—¿Como se te ocurrió escribir esa historia? —le preguntó, bebiendo de mi copa de vino, pateando esos pensamientos lejos
Bernard sonríe, a gusto con el tema
—Solo se me ha ocurrido, aunque..
—¿Aunque? —le miro ahora interesada
—Hay escenas que aún no me convencen, creo que podría crear nuevas cosas. No lo sé aún, pero quiero que me seas de ayuda
—Ya te dije que te ayudare
—¿Con todas las escenas? —me observa con intensidad
—Si —me encojo de hombros
—Gracias, ya no puedes retractarte —me apunta con su dedo
—No tenía planeado retractarme —sonrío y ambos chocamos nuestras copas, para luego beber cada uno del sabroso vino
La lasaña llega unos diez minutos después, caliente e humeante, provocando que la boca se me haga agua. Bernard pide dos copas más de vino, puesto que ya no nos queda nada, y un poco nerviosa agarro mis cubiertos para degustar el almuerzo
—Mmm, esto.. dios, esta delicioso —comentó una vez degusto mi primer bocado
Bernard me sonríe entusiasta, y yo me llevo la segunda cucharada a la boca, pero en esta ocasión cierro mis ojos, disfrutando del sabor, y gimo por lo bajo porque la lasaña es realmente exquisita
Prácticamente pego un bote en el asiento al abrir mis ojos y encontrarlo observándome con fijación, con esa intensidad que cala hasta mis huesos. Sus ojos oscuros como la noche penetran en los míos con semejante mirada, y todos los bellos de mi piel se ponen de punta
El toma la copa de vino aún sin apartar la vista, soy consciente de que yo también lo observo con atención puesto que no me pierdo ninguno de sus movimientos. La copa llega a sus labios y el bebe, la boca se me reseca por lo que me humedezco los labios lentamente con la punta de mi lengua
El ambiente se torna intenso, cliente, como si pudiese palparse una gran tensión sexual entre ambos. Pese a encontrarnos en un recinto con muy buena ventilación comienzo a sentir calor, a desprender calor. Siento mi cuerpo caliente, deseoso. Mi piel pica, arde. Bernard toma un bocado de la lasaña y yo jadeo cuando él gime degustando de su almuerzo
Aprieto mis piernas, Dios, esto no puede ser normal. Me abanico el rostro con mi mano derecha y discretamente observo todo el lugar para comprobar si soy la única que acá tiene tanto calor
Pero al parecer si
Con la excepción de Bernard que está aflojándose el nudo de su corbata con un poco de desesperación
—¿Todo bien? —me pregunta y yo asiento con exageración para seguido lanzarme a mi copa de vino y beber todo el líquido hasta dejarla vacía
—Solo me siento un poco..
—Caliente, fogosa, ¿sigo? —me observa con una ceja alzada y yo le miro con los ojos achinados
—¿Como lo sabes? ¿Tú también? —Bernard asiente y yo suspiró aliviada —Pensaba que era la única, todos aquí parecen estar bien. ¿Será por el vino? —me discuto yo en lo que observo mi copa vacía sobre la mesa
—Ah sido la lasaña —me dice con tranquilidad tomando otro bocado y yo abro drásticamente los ojos
—¿Pero qué tiene esa lasaña? —preguntó liada y Bernard sonríe como si yo le causara ternura
—Aquí solo venden lasañas afrodisíacas —me dice con tranquilidad en lo que se limpia las comisuras con una servilleta
Yo abro aún más mis ojos y Bernard sonríe con cinismo —¿Porque no me lo dijiste? —inquiero ahora en un susurro y él me contempla divertido —Por esa razón el chico ha dicho que la lasaña.. —no termino de hablar puesto que una chica aparece y nos retira los platos vacíos con agilidad —Y me la he comido toda —murmuro avergonzada
—Yo también —comenta el encogiéndose de hombros y me dan ganas de golpearlo con algo —Dos copas más, por favor —pide cortésmente a la chica y yo niego horrorizada, pero no se me toma en cuenta —Serán las últimas —me dice relajado, contemplando la hora en el reloj de su muñeca
Para cuando pruebo un sorbo de la copa me siento mareada, el vapor ya de por si es asfixiante, y si a eso le agregamos alcohol, pues digamos que no es una muy buena combinación. Aún así me bebo la copa con rapidez, en un intento de hacer menguar el sofoco, pero ni de coña lo consigo
De hecho, era como agregarle más peso al asunto
Para cuando salimos del restaurante me sentía aún peor, la brisa fría me daba de lleno en el rostro y eso no me refrescaba absolutamente nada. Me sentía tan fogosa, tan caliente, tan excitada, que por mi cabeza sólo pasaba la idea de brincar sobre Bernard
—Menudo día para decidir ser sólo Bernard —me quejo, y él me observa con diversión
—¿Acaso se está quejando porque sea pobre? —continuó tomándome el pelo en lo que yo no hacía más que refunfuñar —Es un poco clasista de su parte
—Deja de hacerte el gracioso —le reprocho entre dientes —Con el calor que tengo y encima tengo que ir andando —me quejo
—Puedes apreciar el paisaje —comenta burlón y me detengo de sopetón porque el calor se sigue esparciendo y con cada segundo que transcurre sólo consigo desearlo más
—¿Tú cómo puedes estar tan tranquilo? ¿No te sientes fogoso a caso? —le miro mal y él asiente sonriente
—Solo me contengo —se encoge de hombros
—¿Como puedes contenerte tanto? —le miro sorprendida, porque yo en lo único que pienso es en saltar sobre el
—Es lo que me vengo preguntando hace dos días —comenta, sacándome la vista para ver al frente
—¿Sabes que?, qué mejor nos vamos cada uno a por su lado —digo con rapidez y él me observa como si me hubiese vuelto loca. Pero no me tomo algún tiempo más y me dispongo a caminar así que decido cruzar la calle, mejor que cada uno tenga una senda o de lo contrario no me podré controlar
Cruzo la calle aireada, y cuando estoy por llegar al otro lado el sonido insistente del claxon de un auto me hace gritar del susto y soy consciente de cómo este viene directamente hacia mi. El pánico y los nervios no me permiten reaccionar y lo único que me nace hacer es cerrar con fuerza mis ojos a la espera del impacto
Esto ya valió
Es entonces cuando una mano tira de la mía y mi cuerpo impacta contra un pecho firme. Siento además como una mano se cierra con posesión sobre mi espalda baja y para cuando abro los ojos estoy completamente pegada al cuerpo suyo
Jadeo, tanta cercanía no puede ser buena. Y cómo si de una película se tratase las gotas de agua fría comienzan a caer sobre ambos con rapidez
Ah comenzado a llover, genial
Lo que nos faltaba
Un coche nos pita y hasta entonces reaccionamos y nos apartamos uno del otro, además de dirigirnos a la acera
—Debemos correr —me dice, y sin darme tiempo de reaccionar me toma de la mano y echa a correr
Dios mío, ¿Pero qué te he echo yo?
No podía dejar de observar la mano de Bernard que sujetaba la mía con mucha fuerza, en una unión tan extraña como si fuésemos pareja o algo por el estilo
Mi vestido comenzó a empaparse hasta el punto en que quedó adherido a mi cuerpo, como si de una segunda piel se tratase, y mi cabello de igual forma quedó pegado a mi rostro
Estábamos empapados, con cada paso que dábamos los zapatos de Bernard emitían un sonido gracioso y agua salía de ellos a borbotones
Gotas de agua caían desde las puntas de su cabello hasta llegar a sus hombros y escurrirse por su costoso traje
Lo peor de todo era el sofoco tan grande que sentía, mi fogosidad no menguaba ni siquiera bajo aquel torrencial de agua que nos caía encima. La mano que Bernard me sujetaba picaba y ardía por tanta excitación acumulada en aquel punto, y yo sentía que no podía más, simplemente ya no podía
—Esto de ser pobre es una mierda —gritó, sin dejar de correr y no pude hacer más que reír
Aquel hombre era tan ocurrente, y a la vez contrariando. Jamás imaginé que él, un magnate, podía llegar a ser de aquella forma
—¿Que pasa? ¿Porque te detienes? —me preguntó, viéndome preocupado
Estábamos a escasos metros de la editorial, empapados de agua, sofocados, con la ropa hecha una mierda. Ni de coña entraría allí
—No puedo entrar allí, no así —le dije, señalándome. Madre mía, debía de estar horrible, las gotas de agua me recorrían todo el cuerpo, seguramente parecía un payaso con todo mi maquillaje corrido
—Mierda —murmuró el, viéndose las pintas. Él tampoco estaba en sus mejores condiciones —Realmente no podemos entrar allí —asintió y sin mediar tiempos volvió a tomar mi mano y echó a correr al parqueo donde recogió su llave, y nos montamos al auto
—¿Puedes llevarme a mi casa? —pedí, pero no obtuve respuesta alguna de su parte, y tras encender el auto, salimos volando de allí
Gracias a dios no había tanto tráfico a esas horas en la calle, pero el torrencial de lluvia era tanto que apenas podíamos ver por el parabrisas del coche
—Así no podré llegar a tu casa —me dijo, realmente la lluvia era muy fuerte
—¿Y entonces? —le miré horrorizada
—Iremos a un hotel hasta que la lluvia cese, el primero que aparezca
—Ni loca —dije de inmediato —Gracias pero no quiero que mi rostro aparezca mañana en todos los telediarios, menos con semejante facha
—Buen punto —comentó pensativo —Parece que siempre piensas en todo. En ese caso..
¿En ese caso?
Madre mía, qué manía la suya de dejar las frases a medias
Puso el auto en marcha, estaba tan nerviosa y perdida, porque ni siquiera sabía dónde nos encontrábamos. La lluvia era tanta que comenzaba a colarse dentro del auto aún cuando todas las ventanas estaban cerradas
—¿Donde estamos? —le pregunté apenas aparcamos fuera de un edificio
—Mi casa —me dijo con rapidez —A la de tres corremos dentro del edificio—volteó a verme y yo abrí los ojos sorprendida
—¿A la de tres?
—Si, es ahora, ¡tres! —mi corazón comenzó a latir con rapidez en mi pecho y me apresuré en abrir la palanca de la puerta y abrir
Bernard llegó a mi lado para ayudarme a mantener el equilibrio, y juntos corrimos dentro del edificio. Subimos inmediatamente al elevador, y aguardamos dentro de esa caja metálica hasta que llegamos al último piso
—¿Es un pent-house? —pregunté sorprendida y él asintió sonriente
Abrió la puerta con rapidez y una vez ambos dentro él tocó algunos botones en el teclado de la pared y así eliminó el ruido de la alarma que sonó apenas entramos
—Es hermoso —dije maravillada. El lugar era muy bonito, todo de blanco. Tenía unos ventanales muy amplios, que iban desde el suelo hasta el techo, y permitían además ver al exterior, la ciudad —Si así es de día, no me imagino lo hermoso que debe verse en las noches
—Si quieres puedes quedarte y lo compruebas —dijo, haciéndose el gracioso y yo blanqueé los ojos en lo que negaba con la cabeza
—No tienes remedio —murmuré negando con la cabeza
—Debemos quitarnos la ropa, o pescaremos un resfriado —me dijo, provocando que abriera mucho los ojos, puesto que en ese preciso momento él se dispuso a quitarse la ropa, que estaba chorreando
—Yo.. eh.. ¿puedo pasar al baño?
El alzó los ojos en ese momento, vinculando nuestras miradas, y algo similar a una corriente eléctrica me recorrió la espina dorsal
—Por supuesto, en el segundo piso, la tercera habitación —me comentó el, enzarzado en la tarea de sacarse la ropa
—Gracias —le dije rápidamente
—Pero... —elaboró él cuando ya me disponía a caminar —¿No pensaras ir mojándome todo el lugar, verdad? —dijo de pronto, haciéndome parar en seco
—¿Que es exactamente lo que intentas decir?
—No intentó decirte nada —dijo rápidamente, sacándose su camisa por completo, dejando a la vista su pecho, un pecho firme, compacto, y un abdomen plano, dotado por un gimnasio
Madre mía
—Puedes pasar al baño, si, pero antes tendrás que deshacerte de toda esa ropa mojada —fue lo que dijo, tranquilamente, y procedió a abrir los botones de su pantalón
—Debes estar de broma, ¿verdad? —comenté medió divertida
—De bromas debes estar tú si crees que caminarás por casa chorreando agua —se sacó los zapatos con ayuda de sus pies, y seguido se bajó los pantalones, dejando a la vista unos bóxer de color negro con un elástico grueso en blanco de lo más sexy. Se le marcaba un bulto notable dentro de aquella interesante tela, la boca se me secó en ese preciso instante, y mi lengua se volvió pastosa
Le miré de arriba a bajo, entre maravillada e incrédula. Tenía a Bernard Gates prácticamente desnudo en frente de mi. Era de lo más sexy que alguna vez había visto en mi vida
Su cuerpo parecía haber sido esbozado por los mismos dioses, era un cuerpo tan..
Tan tan estaba yo, que ya no podía más
Di un paso aun con los ojos sobre su corpulencia, en lo que me pasaba la punta de la lengua por los labios. En mi interior todo parecía haberse mezclado, era como si mi cuerpo hubiese pasado a ser un volcán listo para la erupción. Estaba tan fogosa, tan caliente, tan..
Me detuve frente a él, prácticamente no había distancia que nos separara, estábamos literalmente a un dedo de distancia. El peso de sus ojos cayó sobre mi, su vista quemaba, pero a la vez, me excitaba
Su mirada estaba llena de lujuria, de deseo
Bajé los tirantes de mi vestido, la tela de este permanecía reacia a despegarse de mi cuerpo, incluso se volvió más pesada de lo normal, aún así conseguí bajarlo, provocando que terminara en el suelo, alrededor de mis pies
Ante Bernard quede solamente en brasier y pantaletas, su vista menguó hasta mis pechos, los cuales aún tenían gotas de la lluvia, y debido al clima, mis pezones estaban erguidos, relevados completamente puesto que mi sostén era de encaje, mostrándose a la perfección
Mi jefe se lamió los labios deseoso, aún con la vista sobre mis pechos, incentivando un poco más mi sofoco
Pasé la yema de mis dedos por el inicio de sus hombros, y él soltó una exhalación que interpreté como contención. Su aliento caliente me golpeó de lleno en el rostro, alebrestando aún más mi calor
Con mis dedos marqué un camino por su clavícula, que seguía el transcurso de los lunares que se encontraban salpicados en su tersa piel. El pecho le subía y bajaba con rapidez, y con cada movimiento de mi parte, su pecho temblaba como si tacto doliese
Dejé entonces un beso sobre su pecho, y él jadeo de la sorpresa. Su piel estaba caliente, al igual que el calor corporal que desprendía
Apreté su espalda, encerrando en ella mis uñas, y un sonido gutural escapó de su garganta
Lamí aquel pecho firme y aquello pareció ser el detonante para que él me tomara de las caderas con agresividad para incrustarme a la pared
Gemí ante el contacto de las frías paredes con mis pezones erguidos, y lo hice aún más alto cuando su inmensa mano se cerró sobre uno de mis glúteos, acaparándolo por completo
Su otra mano hizo mi cabello mojado a un lado, y sus labios gruesos dejaron besos húmedos sobre mi cuello, encendiéndome la piel
Apreté mis piernas con fuerzas, estar apresada entre la pared y su cuerpo me estaba matando. Las ganas, el placer, el deseo y la lujuria se estaban mezclando en mi interior, acabando con la poca cordura que yo parecía portar
Quería ser sensata, más sin embargo, no era de hierro
—Bernard —murmuré cuando su lengua recorrió el lóbulo de mi oreja, poniéndome los bellos de punta
Mis bragas estaban mojándose y sabía que en esta ocasión no era por la lluvia
Me giró con la misma agresividad, incrustando esta vez mi espalda contra la pared, y todo su cuerpo se adhirió al mío con la única intención de besar mis labios
Un cosquilleo incontrolable abrazó cada centímetro de mi cuerpo apenas sus labios se posaron sobre los míos. Me sentía en el mismo paraíso, y a la vez, creía que era algo irreal
Sus labios gruesos, granes, acapararon los míos por completo, y con agilidad se las ingenió para abrir mis labios, y colar su lengua dentro de mi boca
Jadee aún sin apartarnos, y con una mano tiré de su cuello, deseosa de tenerlo aún más cerca, mientras que mi otra mano se adentraba en su húmedo cabello
Bernard hizo mis bragas hacia abajo con agilidad, alzó una de mis piernas que terminé colocando alrededor de su cintura y solté un gemido que murió en su boca cuando dos de sus dígitos se deslizaron dentro de mi vagina
Era glorioso
Mi cuerpo se contrajo y terminé arqueando mi espalda, receptiva ante las atenciones que aquel majestuoso hombre me estaba propinando
—Ah.. pero qué bien lo haces, Dios —dije entre gemidos, aferrándome con más fuerzas a él, para mantener mi equilibrio
—Estás tan húmeda —me dijo al oído, con aquella gruesa voz, provocando que me mojara un poco más
Madre mía, sentía que iba a estallar
—Quiero que me folles los dedos Luana —ordenó, sacándome otro gemido, y aún de pies, con mi espalda aferrada a la pared, comencé a moverme a su par, obteniendo el doble de placer
—Hay.. dios.. esto es..
—Sabroso, justo igual que tú —completo el, penetrándome con más fuerza y rapidez, logrando que mi orgasmos se gestará vientre a bajo, sacándome el aire
—Si sigues así voy a.. —no me dejó acabar, la oración que estaba por terminar murió en su boca, que una vez más pegó a la mía
Solté un quejido cuando al terminar aquel beso sus dedos me abandonaron, pero me encontré gimiendo una vez más cuando él sin dejar de verme a los ojos se llevó aquellos dos dedos a los labios y los chupo, absorbiendo de ellos todos mis fluidos
Sin dejar de verme a los ojos cayó arrodillado frente a mi, y volvió a alzar mi pierna, pero esta vez para dejarla encima de sus hombros
Besos húmedos fue esparciendo por la cara interna de mi muslo, volviendo un desastre mi respiración.
Con su lengua lamió toda aquella piel, emití un grito cuando la mordió, y sentí que tocaba el cielo cuando su lengua entre mis pliegues se perdió
Lamiendo, chapando, y dando lengüetazos
Me agarré con fuerza de los pocos mechones de cabello húmedo que tenía en su cabeza, tratando de mantener el equilibrio sobre mi zapato de tacón. Mi cabeza por instinto se me fue hacia atrás cuando me penetró con su lengua una y otra y otra vez
—Bernard voy a.. —apreté los dientes porque en ese instante el orgasmo me golpeó de lleno, haciéndome sentir tan extraña, tan diferente
Nunca antes había experimentado este tipo de sensaciones, nunca había sentido el sexo como algo tan intenso
Su lengua lengüeteaba mi clítoris, de un lado a otro, y en círculos, y los chorros comenzaron a salir dejándome prácticamente desfallecida, saciada
Entonces él volvió al centro, y mientras el orgasmo acontecía, él volvió a penetrar con su lengua una y otra vez, bebiendo de paso todos mis fluidos
—Ah.. joder —elabore, meneándome sobre su boca. Nunca antes había hecho cosa igual, pero con Bernard sentía que podía experimentar —Bernard.. ¡ah! —con una mano me tomó de la espalda baja y me llevo en brazos hasta un sillón en forma de L que se encontraba en medio del salón. Me soltó allí sin delicadeza alguna, y me arrebató el sostén con tanta fiereza que termine gritando del susto al percibir como la pieza se partía en dos al ser extirpada de mi piel
Me empujó de forma tal que mi espalda baja quedó apoyada al brazo del sillón, y sus labios se cerraron con fuerza sobre uno de mis pezones, chupando y lamiendo, creando nuevas oleadas de placer
Apreté el bulto que se notaba en sus bóxer, que ya estaba cómo una colina con tanto empinamiento, y el gimió excitado ante la caricia
Nuestros labios se volvieron a encontrar, sólo que en esta ocasión el beso fue alocado, aún más intenso, y termine cayendo a horcajadas sobre el. Mis manos se apoyaron sobre sus hombros, y comencé a menearme de adelante hacia atrás con sensualidad
Gemí nuevamente, y el gemido se ahogó en sus labios cuando me apretó nuevamente uno de mis glúteos, sin dudas él me dejaría marcas
Descendí por sus piernas, hasta quedar arrodillada en el suelo, entre sus piernas, y le saqué los bóxer, revelando su miembro impactante
Me relamí los labios ansiosa. Estaba realmente muy bien dotado
El miembro de Bernard era una cosa de otro nivel, era grueso, grande, torcido hacia un lado, y se le marcaban las venas
¡¿Me iba a meter todo eso?!
Acerque mis labios hasta la punta de su glande y dejé que un poco de mi saliva se escurriera en sus centímetros, con ambas manos lo masturbe de arriba hacia abajo logrando que un sonido gutural saliera de su garganta
Lo metí de a poco en mi boca, y lo vi maldecir entre dientes mientras hacía el vano intento de controlarse, lo cual no tenía sentido, yo era muy buena con la boca
Le miré a los ojos mientras que con lentitud permitía que sus centímetros se deslizaran dentro de mi cavidad. Lo abracé y chupe con los labios. Su pecho subía y bajaba con mucha rapidez, como si la escena frente a sus ojos le robara el aliento, y el oxígeno
—Pero.. dios.. ¿dónde aprendiste a hacer eso? —inquirió con la respiración entrecortada, y sonreí triunfal sin dejar de cabecear de arriba hacia abajo
Pasé mi lengua por su longitud, absorbí con fuerza sobre su glande, robándole otro gemido, y cuando metí sus bolas dentro de mi boca, chupándolas en su totalidad, pues él ya no pudo controlarse más y me tomó de la cintura poniéndome en la misma posición pero sobre el mueble, por lo mismo mis brazos quedaron apoyados sobre el brazo de este, y todo mi cuerpo quedó apoyado sobre mis piernas y rodillas
Gemí ante la sorpresa, hasta ese momento fui consciente de que en la intimidad disfrutaba bastante de aquella actitud salvaje e alocada
Lo escuché rasgando el envoltorio de lo que reconocí como un preservativo al mirar por encima de mi hombro, y un grito de dolor mezclado con placer escapó de mis labio cuando me penetró de una estocada
—¡Dios! Estás tan.. —su pene palpitó dentro de mi vagina y un bajo gemido escapó de mis labios. Apreté mis dientes con fuerza, su intromisión se me hacía tan dolorosa como placentera, estaba grande, grueso. Jamás me habían introducido una masculinidad semejante —Estrecha —completó su frase y su lengua caliente me proporcionó un lengüetazo en el oído que me puso los bellos de punta
—¡Ah! —gemí alto cuando se adentró por completo, llegando hasta lo más profundo, abriendo mis paredes por completo
—¿Te gusta? —me susurró al oído con aquella seductora y ronca voz, prácticamente me estaba comiendo el oído. Su mano se cerró con fuerza sobre mi cintura, dejando sus uñas encerradas en mi piel, mientras que arremetía con todo desde atrás, sacudiendo mi cuerpo por completo en arremetidas cada una más profunda que la anterior
Sus muslos colisionaban con la parte trasera de los míos, así como con mis glúteos con cada estocada dada. Mi piel caliente resbalaba con la suya, y los latidos de mi corazón eran tan intensos como incontrolables
Con dos de sus dedos apretó mis pezones, haciéndome gritar del placer. Con la palma de su mano tiró de mi barriga hacia atrás, y luego empujó un poco mi espalda baja, haciendo que mi trasero quedara aún más empinado, y salió por completo de mí para entrar rápida y profundamente, dejándome sin aire
Bernard era inmenso, pero tan satisfactorio se me hacía sentirlo, que a penas podía mantenerme con la boca cerrada. Palabras y gemidos ininteligibles me abandonaban cada dos por tres, provocando que él riera con aquella ronca voz que me ponía los bellos de punta, y encendía cada centímetro de mi piel
—Eres tan exquisita como lo imaginé —me susurró, dejando besos a lo largo de mi espina dorsal, dejándome atontada con aquella caricia, y cuando mi cuerpo parecía relajarse, me propinó una intensa nalgada que me arrancó un grito de sorpresa, todo mi cuerpo se sacudió, y justo entonces, los fluidos comenzaron a chorrear, abandonándome
Podía sentir mi segundo orgasmo gestarse vientre a bajo, acelerándome la respiración, logrando que una sensación fría se arraigara en aquella zona
—Así que te gusta, ah —volvió a hablar desde atrás, y sólo con escucharlo, más fluidos aparecieron, mojando la felpa de su bonito sillón
—Bernard... —ni siquiera sabía que quería decirle, me sentía tan excitada, tan eufórica. Bernard me dio otra nalgada, esta vez más fuerte, haciéndome gritar más alto —Si me gusta —confesé estaciada, moviéndole a su par, siguiéndole el ritmo, y por como lo sentía palpitar en mi interior, sabía que él también estaba por acabar
El me tomo de la barbilla, y giró mi rostro lo suficiente para estrellar sus labios con los míos y besarme de forma carnal, pasional. Sus dedos descendieron por mis pechos, abdomen, pelvis, hasta llegar a mis pliegues húmedos, llegando hasta mi clitoris, el cual estimuló con dos de sus dígitos
—A mi me gustas tú —me dijo, alejándose un poco de mis labios para verme a los ojos, y desalmarme. Aquellos ojos oscuros, se volverían mi perdición
—Bernar..
—Vente a mi par —me interrumpió, haciendo movimientos circulares sobre mi clítoris, llevándome al limité
Sus labios se volvieron a posar sobre los míos, esta vez su lengua se adentró en mi boca. Su cuerpo mojado se movió con más fuerza sobre el mío, saliendo y entrando con rapidez, arrancándonos gemidos que morían en la boca del otro, con la respiración hecha una mierda, los latidos retumbando en cada articulación de nuestro cuerpo
Y las ganas flotando al aire..
Llegamos a la par
En lo que las piernas nos temblaban como si de palillos chinos se tratase. Lo sentí bacearse dentro de el látex, suspiramos a la par cuando terminamos
Bernard salió lentamente de mi interior, dejando en su lugar una incomodidad que me hizo sentir un tanto vacía
—Eso estuvo... —me mordí el labio al verle hacer algo tan banal como deshacerse de aquel preservativo
Dios, es que se veía genial. Estaba sudoroso, con el cabello apuntándole a todos lados, los músculos de su cuerpo bien marcados, sus labios hinchados, sus ojos oscuros
—¿Te gusta lo que ves? —me observaba con una ceja alzada y una sonrisa divertida en el rostro, y justo allí entendí que si podía ser más que Bernard Gates, él era más que eso, era sólo Bernard. Ese que siempre tenía un comentario divertido que hacer, aquel que se las ingeniaba para siempre conseguir lo que quería, que hacía de todo por tratar de brindarte comodidad, un hombre muy humilde, inteligente, escritor..
—Creo que.. —él seguía con aquella expresión divertida, sólo que ahora parecía un tanto curioso de mis próximas palabras.
Me pasé la punta de la lengua por mis labios resecos, y el siguió aquel transcurso con su oscura mirada —Quizás y tenga una nueva escena para tu libro —le comenté, y la sonrisa en sus labios se ensanchó tanto que casi pudo tocarle las orejas —¿Te molesta? —inquiri, haciéndome la tonta, y él lanzó el preservativo al suelo luego de hacerle un nudo, y acortó la distancia que nos separaba, llegando hasta mi
Acelerándome una vez más los latidos del corazón, activando cada uno de mis sentidos
—En ese caso —sus manos se posaron sobre mis caderas, y con una mirada capaz de devorarme entera me recorrió el cuerpo de arriba a bajo —Quiero ser tu musa de inspiración —sonreí satisfecha, y una vez más sus labios se estrellaron sobre los míos, abriéndolos, para colar su lengua en mi interior
Encendiéndome por completo una nueva ocasión, reiniciado el juego desde el comienzo..
LietyDGR
Déjame una 🌟
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