Mil Años Más |FRERARD | Especial Halloween/Día de Muertos|


Nota: La historia carece de sentido hasta que llegas como a la mitad quizás podrás deducir de que se trata.

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Así que tú estabas ahí...

Me miraste, no como habías llegado a ver al tumulto de gente que se aglomeraba a tus alrededores, no como veías aquellas puertas doradas que te permitirían el paso a aquél extraño lugar, cuyo interior yo desconocía, pero movido por la intriga deseaba, al igual que el resto, acceder a él. Te moviste delicado entre quienes estorbaban tu camino, e insisto, esa descomunal mirada empezaba a incomodarme, no era un simple encanto, sino más bien era como si tratases de reconocerme.

Me coloqué nervioso, porque yo debía encontrar a alguien, debía encontrarte a ti, pero en ese instante no lo sabía. Fuiste tú quien me reconoció a mí, y aunque yo no tenía razón de tu imagen, si conocía tu nombre.

"Gerard Way" –Afirmé, aun así, con un atisbo de duda, y tú me mostraste una sonrisa confundida. Porque el nudo que había creado la cercanía entre nuestros corazones te había arrastrado hasta mí, pero tú razón, ajena en su totalidad a mi existir se preguntaba el porqué de ello, así como el que tu nombre fuese de mi conocimiento.

Tus ojos eran de un color esmeralda intenso, no solo eran de tal color, sino que brillaban como dichas gemas preciosas; los míos lucían apagados, todos mis dones o "poderes" habían sido arrebatados, y en aquella noche de refulgente luna llena, tú eras el indicado, porque de no llevar la ofrenda ante nuestro amo, en aquél viejo y sagrado cementerio, los perdería no solo esa noche sino para siempre. Tu sangre iba a guiarme, tus ojos eran la más deleitosa ofrenda que pudiera haber imaginado, y esa grácil sonrisa apaciguaría mis ansiosos nervios durante el camino.

"¿Cómo es que conoces mi nombre?" –preguntaste finalmente.

"Hemos sido unidos, desde siglos antes de nacer, nuestros lazos consanguíneos han decidido que nos encontráramos bajo el crepúsculo de esta noche; la noche de los espíritus, porque tu nombre ha de guiarme hacia el sagrado mausoleo, en el cual, he de recuperar el único poder que me ha de servir para atravesar esa aclamada división, y que pocos aquí poseemos; para regresar al mundo de los vivos".

"Y será un honor servirte, pues sé que el camino es arduo y prolongado, pero con mi don, que me permite detener el tiempo y el espacio, lograrás abandonar el lacrado mundo de los espíritus hoy mismo, antes de que el reloj llegue a las doce, solo he de pedirte un favor a cambio".

"Lo que sea; lo haré" –confirmé con una cordial reverencia, y apostaría que tus ojos ya me habían hecho tuyo más de una vez.

"Haz de besar mis labios cuando la puerta al sagrado mausoleo nos permita ingresar en él, tu boca sangrará, porque la piel humana no puede tocarme, y cuando esa sangre se derrame cambiarás uno de tus ojos oprimidos por uno de los míos, así podré observar el mundo de los vivos cuando te marches, y finalmente colocarás una rosa blanca, justo en el ya dicho mausoleo cuando hayas atravesado, el susurro de mi voz la teñirá de rojo, y entonces sabrás que la he cogido, y yo sabré que tu travesía ha sido bienaventurada".

"Estaré feliz de cumplir tus requerimientos".

Y desprendimos por aquél singular camino, sin ti, me hubiese sido imposible recuperar el resplandor de mis ojos, pero me preguntaba si con solo uno de ellos podría llegar a cruzar esa densa barrera que se encuentra en el portal dorado, porque durante toda mi estancia en aquél áspero lugar, que había sido toda una eternidad, había escuchado diversas historias, tanto de la puerta del color del oro, como de la barrera, así como de aquél otro mundo en el que todos existimos alguna vez, algún siglo, alguna era...

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-Espera... ¿Qué no mis ojos iban a ser una ofrenda?

-Guarda silencio que aún no termino...

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El pasaje fue corto con la presencia de tan singular alma como la tuya, veías el reloj constantemente, pues el tiempo aquí bien podía ser meramente simbólico, pero lo que importaba era el transcurrir de los segundos tras aquella barrera que nos repudiaba de la dimensión tangible de aquella esfera que llamábamos "tierra".

Llegamos en un santiamén, pues tu habilidad era ciertamente un tesoro, y de no haberte encontrado, creo, jamás me hubiese sido posible llegar a tiempo.

La vieja cerradura que protegía el andar hacia la derruida construcción se abrió sin más al advertir mi presencia, como si fuese mi destino. Tomé tu mano pero me quemó al contacto, había varias aves que parecían ser del mismo infierno, rondando nuestras cabezas, graznando horriblemente y susurrando cosas impúdicas hacia aquellos que osaron irrumpir en donde descansaba el alma y espíritu del creador del todo. Y como viles cuervos atraídos por el resplandor de cualquier cosa que brillase, deseaban extraer tus ojos.

Ondeé mi larga capucha hacia el viento, en un fallido intento por ahuyentarlos, y corrimos aprisa hacia el interior del pequeño cuarto, que resguardaba nada menos que la tumba sacrosanta de quien abogaba por y para que nuestras almas no se hubiesen ido ya al abismo.

Tomé tus manos a pesar de que me quemaban como el fuego mismo sobre la piel de cualquier humano, y plasmé mis labios sobre los tuyos, los míos sangraron al instante, pero eso no hizo que me detuviera, porque había en tu saliva un adictivo sabor que empezaba a convencerme de que mi lugar no era en el otro mundo, sino en este, contigo y para toda la eternidad. La sangre escurría ya por mi cuello, y mis labios ardían como la misma sensación en mi pecho que empezaba a arrastrarme hacia los profundos y oscuros deseos carnales. Me separé en un movimiento brusco; de no haber sido así, me habrías convencido de dejarte quemar mi cuerpo hasta que no quedase ni una fibra de él.

La sangre en mi piel me permitió tocarte, y tomar una de esas esmeraldas en tus ojos, y ofrecer tu sangre como ofrenda, porque era pura, cada partícula de tu ser era pulcra, y solo unas gotas de tu sangre equivalían a litros de la mía; pues era impía.

Y crucé esa espesa barrera sin problema alguno, y coloqué esa rosa blanca, que formaba parte de tus exigencias, tras el segundo de mi arribo, y esa misma rosa se tornó roja, así supe que esperabas por mi llegada a ese frío lugar, aunque jamás juntos de nuevo, pero sabía que estabas justo ahí.

Y mi existencia en aquél mundo era... gris.

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-¿Quieres pasarme la mantequilla cariño?

-¡Gerard estás ignorándome! –bufé tras su comentario ajeno a mi reciente relato.

-Bueno, fue interesante tu sueño, pero... como todos los sueños, carece de mucho sentido amor.

-Lo sé, fue solo un sueño... pero fue divertido.

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Besé esa rosa roja porque me regalaba el recuerdo de tu esencia, y juré encontrarte, así tuviesen que pasar mil años más.

-DeidRocks-

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Oigan ya se que soy pésima escribiendo cualquier cosa que de risa, pero se supone que esta historia fuera un poco graciosa, aunque al final no se ni que terminó siendo.

En fin,espero que les haya gustado, gracias por leer, por sus votos  y comentarios, los amo por mil años más xD 

Que tengan feliz Halloween y un cálido día de muertos, besos!

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