Purificación

La noche estaba en su plenitud, con la luna llena brillando intensamente en el cielo despejado. La luz bañaba el paisaje marino, creando un ambiente de serenidad y misticismo. La superficie del agua estaba tranquila, reflejando la luna como un espejo de plata. Afrodita supo que era el momento, su abuela le había contado del ritual de purificación que todas las sirenas y tritones jóvenes debían hacer al alcanzar su mayoría de edad y él, acaba de cumplir sus dieciséis años, era el momento de llevarlo a cabo. Sus abuelos, desde que llegó con ellos, habían tenido la paciencia suficiente para enseñarle un antiguo ritual y una extinta canción en una lengua olvidada que ni siquiera a su madre habían enseñado, así que se sentía sumamente honrado por poder llevarlo a cabo y daría lo mejor de sí, por hacerlo correctamente.

Escogió de escenario la orilla opuesta a la que se encontraba Shura, para no llamar su atención, las memorias de perlas que sus abuelos guardaban en un cofre de conchas decían que estos rituales no se debían hacer cerca de los humanos ya que se desconocía los efectos que estos podrían tener ellos. De esto era que muchos rituales de este tipo se perdieron, pues la expansión humana, hizo que la magia evocada para ellos fuera menos fuerte. Sus abuelos, confiados en que se encontraban en un lugar poco explorado por los humanos, consideraron qué no había problema en recrear un antiguo y poderoso ritual. Se aseguró que Shura estuviera dormido y alejado del agua para evitar algún tipo de contacto con su ritual y no se viera afectado, no sabría que hacer si algo le pasaba por un descuido. Sonrió al verlo dormir y nadó al otro estreno de de la isla, una vez ahí, se preparó para comenzar:

Sumergiéndose en las profundidades del mar, Afrodita recolectó algas bioluminiscentes y conchas perladas, tesoros del océano que llevaba consigo como ofrendas. Al emerger, dispuso estos objetos en un círculo perfecto en la superficie del agua, marcando el área sagrada donde se llevaría a cabo el ritual. Flotando en el centro del círculo, comenzó a moverse con lentitud y gracia, su cuerpo relajado y sus movimientos meditativos. Con los brazos extendidos y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, cerró los ojos y se sintonizó con las energías de la luna y el mar. Una suave melodía comenzó a salir de sus labios. Su voz se mezclaba con el susurro de las olas, creando una sinfonía que resonaba con la luz de la luna. Esta melodía era una invocación, un llamado a la diosa lunar para que bendijera el agua y la llenara de su energía purificadora.

A medida que la canción continuaba, Afrodita se sumergía lentamente bajo el agua, permitiendo que la luz de la luna penetrara hasta las profundidades. Sentía cómo la energía lunar impregnaba su cuerpo, purificándolao y renovándolo. Cada inmersión era un acto de liberación, dejando atrás cualquier negatividad o energía residual. Tras cada inmersión, volvía a la superficie, respirando profundamente y sintiendo la luz de la luna sobre su piel. Flotaba en el agua, permitiendo que la energía de la luna se absorbiera por completo en su ser. Sus escamas brillaban intensamente, reflejando la luz lunar y creando un aura luminosa alrededor de su cuerpo. Con renovada energía, comenzó a moverse con gracia en el agua, realizando movimientos fluidos y rítmicos que parecían una danza. Cada giro y ondulación era un agradecimiento a la luna, una celebración de la conexión entre el cielo y el mar. El agua alrededor de ella chisporroteaba con destellos de luz, respondiendo a sus movimientos en un espectáculo de resplandor y magia.

Finalmente, regresó al centro del círculo de ofrendas. Quedó quieto, en profunda meditación, sintiendo la plenitud de la energía lunar dentro de él. Su canto se desvaneció en un susurro, y el entorno quedó en silencio, lleno de una paz profunda y sagrada. Con un último acto de gratitud, se sumergió una vez más, llevándose consigo la bendición de la luna. Al emerger, sabía que había sido purificado y renovado, listo para enfrentar el nuevo ciclo con fuerza y claridad. La cala, bañada por la luz de la luna, guardaba el eco del ritual, un testimonio de la magia antigua que aún residía en los rincones más sagrados del mundo.

Shura se despertó bañado en sudor, no sabía cuánto tiempo llevaba en aquel lugar ni cuanto más tardaría su maestro en irlo a buscar, pero algo sí sabía, no podría acostumbrarse al calor de aquel sitio. Se levantó de su improvisada cama de palma y caminó por la playa en dirección al mar. Un baño le vendría bien para refrescarse un poco y quizá poder dormir otro rato, por la posición de la luna, qué esa noche parecía especialmente más brillante que de costumbre, todavía era temprano en la madrugada o tarde en la noche, según se viera. Las estrellas titilaban tímidas en el firmamento opacadas por el intenso brillo de Selene que imitaba su brillo en el mar. Se lanzó al agua sintiendo su frescor nadando con gusto y olvidándose momentáneamente de su bochorno. Mientras nadaba, recordó a su acuático amiguito que ese día no fue a visitarlo. Sus pensamientos fluían con el agua dejándose arrastrar por la suave corriente, ajeno al extraño ritual qué tenía lugar en el otro extremo de la isla.

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