Dime si escuchas las voces de los extraviados en alta mar.

Es como el viento que corre por encima del océano en calma, arrastrándose apenas un par de décimas encima del agua en paz.

Son gritos apagados, como alaridos ahogados por toneladas de sal.

Rescoldo último de vidas necias aferradas a los bancos de peces. Atrapados por el peso de las nubes. Enfrascados en el temporal marino.

A veces cuentan cuentos; historia de extraños que caminaron en la arena, amando, odiando o explotando la humana saña del rencoroso. Cuentos que se traducen en sueños o en pesadillas. Recuerdos transmitidos por las pulsaciones del mar. Por el palpitante corazón del gran ser vivo, repleto de millones de muertos.

Pinta el tiempo su guarida. La gravedad de sus voces se degrada hasta que solo es un susurro en los oídos de iluminados y locos. Aquellos que juran que los escuchan allí, donde nadie dice nada.

Unos vivirán bien, otros vivirán sellados; amarrados de pies y manos para que no se vayan de cabeza a las fauces del leviatán.

El mar necesita voces nuevas.

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Gendou