Se pueden hacer tantas cosas en tan poco tiempo, y absolutamente nada, a través de los siglos. 

Tan árida es la percepción de la existencia, que nos cuesta comparar la vida efímera de los fugaces ante nuestros ojos, con los eternos ante nuestra mente.

He ahí el dilema. Pues resulta fácil darle un nombre y figura y ser a lo inconcebible. He ahí el miedo a ser aplastado por la inmensidad del misterio de la vida. Del concepto del todo.

Se puede ser sin saber nada, claro. De hecho, es comparable la ignorancia del que expone su vida por desconocimiento, con aquel que vive sin mirar el abismo. No hay necesidad de ello. ¿Para qué preocuparse?

También están los que deciden dejar de lado los pensamientos confusos, por propia voluntad. Lo que no deja, no sirve. Lo que no tiene salida, se dispersa.

Y luego viven y viven y viven más que uno.

Velar por los cambios inmensos es una pérdida de tiempo, y una trampa mortal para los que solo somos un guiño del universo.

Gendo Uribe