La Dama Inmóvil
¿Por qué tu mirada sin vida es capaz de detener, un segundo, el tren desbocado de la desesperación?
¿Por qué?
Me asusta en un segundo instante, cuando la razón amanece.
Pero no me detengo. Me gusta que me mire. Justo ahora lo necesito y me paseo por sus lienzos cual pincelada torpe del artista ciego.
Es el terciopelo en el alma calcinada.
Es el cuento narrado que adormece en la felicidad pura; la navidad del deseo.
Es mi sueño cumplido. La levedad en el vientre.
Es el amor y la mano suave latiendo en medio del pecho.
Y a la vez, no es nada. Realmente es nada.
Ni el romance platónico de la vereda oxidada, ni la balsa perdida por el tiempo que vemos alejarse de la isla de Crusoe.
Nada.
Mi todo es, en su ironía, casi nada.
Entonces ¿por qué no puedo dejar de mirarla?
¿Por qué me asesina con su estancia en mi paladar cuál bocado refrescante?
Me ven los ojos desde la ventana, los oídos desde las paredes, mientras siento aún su sabor en mi boca.
Ha pasado media noche. Yo creo que ya es correcto descansar.
***
Gendo Uribe
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