¿Cómo le decimos al tiempo gastado lo errados que estuvimos?

¿Acaso es un intento de expiar las arrugas de una vida frente al despeñadero más profundo, sin vuelta atrás?

Se escuchan los gritos de las almas que están cayendo. Se oye como se pierden en la profundidad que, como una bestia titánica, los devora.

He allí mi destino. Mi final.

Tú podrás decirme hoy que tenga fe; que la sostenga como un faro entre la niebla pesada, como la estación del tren en la madrugada, de tan fresca, mortal.

Pero las metáforas no son suficientes. Solo quedan kilómetros de tinieblas y viento. Como la caída libre que soy.

Me descubro como una entidad de arcilla moldeada. Modelada bajo el fuego y las manos del enjambre sísmico de las cadenas humanas. Somos carne entrelazada, memorias penetradas que conforman el mundo y su realidad; esa que me tiene de pie viendo al gran vacío que me espera.

Él del olvido.

Lo he hecho a mi manera. Así terminé aquí.

No ha sido bueno, ni del todo malo. Solo fue.

Y aun no puedo conocer su fondo. Aun no puedo.

Pero como quiero, ¡diablos!, como lo deseo.

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Gendo Uribe