Final Alternativo
Punto de Vista de Guillermo
Dos años después - Los Ángeles
Hoy se cumplen exactamente dos años desde que ese trágico accidente vino a cambiar mi vida por completo y dejarla sin sentido. Quise cambiar de aires para intentar olvidar todo lo ocurrido pero veo que mis esfuerzos han sido en vano. A veces por las noches llega a mi mente esa tarde, una pesadilla en la cual siempre pasa lo mismo, ni siquiera en mis sueños puedo cambiar el pasado, todo es igual, los mismos miedos, las angustias por si todo va a salir bien, el momento en que nos separamos, el momento de la explosión, todo es igual. Si tuviera tan solo un deseo pediría que todo volviera a ser como antes, cuando nada me preocupaba y solo pensaba en los estudios. Pero heme aquí, con una botella de cerveza, encerrado en mi departamento mientras la fría noche me congela, mas no lo suficiente como para detener mis pensamientos.
—¡Maldita sea! –arrojé la botella hacia la pared y observé cómo los trozos de vidrio y el líquido que tenía dentro se esparcían por el cuarto.
Si pudiera comparar mi vida con algo sería con esa botella de cerveza, tan fría y amarga que un día se fue a estrellar contra un muro de sufrimiento y se partió en miles de pedazos, cada uno navegando en un mar de soledad y tristeza y al parecer no encuentran tierra firme. Así es mi vida ahora, busco una isla donde pueda tal vez desaparecer mi afligido espíritu y quedarme ahí para siempre. Sin embargo la vida quiere que surque estos lares por el resto de mi miserable vida. La vida es injusta, lo sé, y no puedo hacer nada para transformarla, lamentablemente.
Adormecí mis pensamientos con un poco más de cerveza y logré por fin conciliar el sueño. Un nuevo día comienza, aunque desearía que dejasen de haber días nuevos y que terminara esto de una jodida vez. Ahora tengo que ir al trabajo. ¿En qué consiste mi trabajo? Sencillamente en estar todo el día en un restaurante de comida rápida y cuando el sol se oculte me paguen una mierda. Esa es mi fantástica vida ahora.
Tomé el autobús y fui hacia el trabajo. Llegué tarde, una vez más la amenaza de mi jefe de correrme, me da igual. Me dirigí hacia la caja registradora y empecé mi turno. Como siempre, los clientes te ordenan y ni siquiera se toman la molestia de decir gracias, les da completamente lo mismo, te pagan y creen ser dueños de ti. Ya eran las 8 de la noche, llegó un cliente más, no quise levantar la cara, nunca lo hago.
—Bienvenido señor, ¿qué desea ordenar? –dije desinteresado.
—Me gustaría que levantases tu rostro un momento, por favor –respondió el desconocido con tono amable.
Su voz me pareció familiar. Alcé la mirada. No me lo puedo creer.
Dos años atrás – Momento del accidente
Punto de Vista de Samuel
El techo colapsó desprendiéndome de Guillermo. Caí al suelo soltando mi arma. Cuando levanté la mirada me encontré con Ángel viéndome y riéndose. Traté de levantarme pero mis esfuerzos fueron opacados con un golpe en mí brazo.
—Jajajaja, ¿en serio creíste que podrías matarme y salir vivo como si nada? Vaya idiota, los dos vamos a morir, pero tu sufrirás. –dijo mientras recogió mi arma.
No dije nada. Saqué una navaja de mi pantalón y me abalancé con todas mis fuerzas contra su pierna, enterrándosela y tirándolo. Golpeé su rostro un par de veces pero me alejó de él. Se abalanzó hacia mí tirándome cerca del fuego. Tomó mi cabeza y trató de acercarla a las llamas. Resistí lo más que pude hasta que sentí que no podía más, entonces me dejé caer pero a la vez rodé hacia mi izquierda, lo tomé de la cabeza y lo empujé hacia el fuego. Me levanté rápidamente y corrí hasta donde estaba mi arma, la cogí y miré como Ángel se estaba quemando.
—¡Maldito hijo de perra me las vas a pagar! ¡Ahhh! –gritó desesperadamente Ángel.
—Púdrete, imbécil –respondí seco.
Disparé sin dudarlo. Pronto escuché unos gritos de fuera, provenían de Guillermo.
—¡Samuel! ¡Samuel!
—Estoy bien. –respondí tosiendo y un poco debilitado.
—¡Voy a conseguir ayuda, solo resiste! –dijo eufórico.
—Guillermo... –tosí–. Sal de aquí, yo estaré bien.
—No te dejaré solo.
No voy a permitir que Guillermo muera como yo, quiero que él se salve.
—Guille, no hay salida para mí, pero tu aún puedes salir de aquí vivo –repliqué.
—Moriremos juntos entonces –respondió triste.
—Si me amas en verdad, ¡vete de aquí Guillermo! –grité con todas mis fuerzas en un intento desesperado de que se fuera.
No escuché ni un solo ruido. Supuse que no quiso responder y se piró del lugar, perfecto. Ahora toca esperar a que llegue mi momento. Me cuesta respirar y esto está a punto de derrumbarse, una muerte segura. Siempre pensé que iba a morir siendo un viejo en una cama de hospital acompañado de mis hijos pero vaya, el destino tenía planes diferentes.
Al fondo del cuarto había una ventana, lentamente me dirigí hacia ella. Mi última vista iba a ser Guillermo huyendo del lugar en mi auto. Me alegra saber que al menos el va a estar bien.
Me senté en suelo y caí inconsciente. Bien dicen que cuando estás a punto de morir tu mente te transmite las imágenes de las personas que más quieres, como un último aliento que te anima a seguir luchando por sobrevivir. Pues ésta no fue la excepción. Pasó por mi mente la imagen de Guillermo, los recuerdos más bonitos que tuve con él, lo del hospital, cuando hicimos el amor y, por último, cuando se estaba yendo del lugar. Esto no se puede quedar así, tengo que sobrevivir como sea y estar junto a él.
Me levanté y, con las pocas fuerzas que tenía y la presión que llevaba encima, pensé en un modo de salir. Vi que en la pared que se había derrumbado había un hueco no muy grande pero con el suficiente espacio para escapar. Es mi única opción así que dale.
Me dirigí hacia el agujero y me arrastré hasta el otro lado pero antes de salir se atoró mi pierna en un trozo de madera. Traté de zafarla hasta conseguirlo pero con ello también logré que se destrozara todo el piso, haciéndome caer. Traté de levantarme pero mi brazo izquierdo me dolía demasiado. Aun así eso no importó, me puse de pie, caminé por los escombros y conseguí salir de ahí. Suspiré. Apenas si podía caminar, necesito ayuda urgentemente. Saqué mi teléfono y llamé a Sasha, la única que me puede ayudar ahora.
—¿Samuel? –dijo ella con tono alegre.
—Sasha, ayúdame por favor –respondí con pocas fuerzas.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? –contestó preocupada.
—Ven por mí, por favor.
—Ok, voy a llamar una ambulancia y les diré que vayan por ti.
—¡No! –grité–. No llames a emergencias, ayúdame tú, sé que eres buena en medicina y eso, por favor, luego te explico, solo ven y ayúdame.
Le dije donde estaba y enseguida vino a ayudarme. Me llevó a su casa y me curó. Después de que terminara con lo suyo me hizo varias preguntas y le tuve que explicar todo desde el principio. Cuando terminé simplemente se quedó anonadada. Me ofreció quedarme en su casa hasta que me recuperara, cosa que acepté.
Estuve con ella un par de días hasta que me encontré sano por completo. Me fui sin avisar de su casa pero le dejé una nota de agradecimiento y me fui a investigar el paradero de Guillermo. Fui a la casa de sus padres porque ellos sabrían donde está, sin embargo para mi mala fortuna ni ellos sabían dónde se encontraba. Se alegraron de verme y me dijeron que el último lugar que visitó fue mi tumba en el cementerio de San Lorenzo. Me despedí de ellos y me encaminé hacia el cementerio que es donde seguramente estarían los restos de mis padres junto con los supuestamente míos.
Una vez llegué vi las lápidas de mis padres y a lado la mía. Me acerqué a la de mi madre, la rocé. Estaba algo fría. Proseguí con la de mi padre, ambas estaban igual. Me puse en mitad de las dos.
—Descansen en paz, los quiero mucho.
Me levanté y me acerqué a mi tumba. En ella se encontraban varias flores pero entre todas destacaba una rosa. La tomé y en ella había un papel. Lo saqué, lo estiré y tenía unas palabras.
"Samuel, no me arrepiento de lo que tuvimos, mas me hubiera gustado que durase mucho más tiempo pero aún así te agradezco lo que pasamos. Tal vez mi tumba estaría junto a la tuya de no ser porque me pediste que me fuera. Ahora es tiempo de dejar atrás todo y empezar de nuevo. Adiós Samuel, espero algún día podamos encontrarnos en el más allá. Te amo."
Unas lágrimas cayeron por mi mejilla. Esas palabras de verdad llegaron a mí corazón. Guardé la nota en mi chaqueta, la apreté y me fui del lugar. En el camino pensé en todos los lugares a los cuales podría haber ido Guillermo a empezar de nuevo. Reflexioné un buen rato hasta que recordé la charla que tuvimos después de nuestra primera noche.
—Si tuviéramos que irnos, ¿a dónde te gustaría que fuéramos? –dije con intriga.
—Cualquier lugar junto a ti es el mejor –respondió Guillermo con una sonrisa.
—Anda ya tontín, dime en serio, ¿a qué lugar te gustaría que fuéramos los dos juntos? –repetí amistosamente.
—Pues... me gustaría que fuésemos a Venecia o a Los Ángeles, sería algo muy bonito, ¿no crees?
—Pues claro, y serán más hermosos junto a este chico tan guapo que tengo junto a mí –dije con una sonrisa.
Venecia o Los Ángeles. Son los dos únicos lugares donde podría estar Guillermo. ¿Cuál podrá haber elegido? Joder, no tengo ni la menor idea de dónde pudo haber ido de esos dos lugares. Tengo que pensarlo bien.
Un mes después
Después de haber reflexionado creo que pudo haber elegido Venecia, yo escogería esa ciudad. Puse las pocas cosas que tengo en una maleta y junté para el boleto más barato posible hacia dicho lugar. Al llegar inmediatamente me puse a indagar sobre dónde se había metido Guillermo.
Después de varias semanas buscando a Guillermo y casi sin dinero me di por vencido. Que estúpido soy, debí empezar por Los Ángeles. Ahora me metí en un país donde casi no se su idioma y donde no puedo irme porque no tengo dinero, perfecto Samuel, eres un genio. Ahora tengo que ingeniármelas para conseguir dinero para el boleto a L.A.
Dos años después
Al fin, después de tanto tiempo trabajando y pasando hambre, conseguí dinero para irme de una vez por todas. No quiero saber de esta ciudad ni de coña por el resto de mi vida.
Tomé el vuelo hasta L.A. Llegué a la ciudad y lo primero que hice fue investigar sobre Guillermo. Me tomó algunas semanas pero lo encontré, finalmente lo encontré. Lo estuve siguiendo por algunas semanas hasta que di en dónde vive y dónde trabaja. Una noche al fin entré a su trabajo, un restaurante de hamburguesas.
—Bienvenido señor, ¿qué desea ordenar? –comentó Guillermo cabizbaja.
—Me gustaría que levantases tu rostro un momento, por favor –respondí amablemente.
Él levantó su rostro sin esperar lo que estaba en frente de él.
—Sa... ¿Samuel?
—Al fin te encontré Guillermo. –me acerqué a él y acaricié su mejilla.
No pude creer la suerte que tuve de encontrarlo, después de todo lo que habíamos pasado juntos, de los dos eternos años sin poder verlo si quiera por fin lo pude hallar. Era tanta la felicidad que sentí en ese momento que se me salió una lágrima de la emoción.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? –dijo.
—Te lo resumiré, en una palabra: buscándote. – Le dije sincero.
—¿Por qué tardaste tanto? –respondió entre molesto e intrigado.
—Es una larga historia.
—¿Y ahora qué se supone que debemos hacer?
—Shhh –puse el dedo en sus labios para que guardara silencio–. Ahora nos vamos a ser felices los dos, como lo habíamos dicho.
Salimos los dos juntos, no sin antes un grito de Guillermo.
—¡Renuncio maldita sea! ¡Jódanse todos ustedes y sus estúpidas hamburguesas!
Fuimos a su casa y ahí pasamos toda la noche. A la mañana siguiente hicimos nuestras maletas y compramos dos boletos para ir de vuelta a España.
Tres meses después
Iglesia de las Calatravas – Madrid
—Samuel de Luque, ¿aceptas casarte con Guillermo Díaz, estar con él en las buenas y en las malas, en la riqueza y la pobreza, en la luz y en la oscuridad? Dijo el sacerdote.
—Acepto. –contesté seguro.
—Y tú, Guillermo Díaz, ¿aceptas casarte con Samuel de Luque, estar con él en todo momento hasta que la muerte os separe?
—Acepto –dijo Guillermo firmemente.
—Muy bien, los declaro esposos, la pareja se puede besar.
Besé a Guillermo apasionadamente mientras todos los demás aplaudían por nuestra unión.
Salimos agarrados de la mano y nos dirigimos al auto. Le abrí la puerta y una vez que se sentó la cerré para yo ir a mi asiento. Por un momento me quedé viendo el parabrisas mientras sostenía el volante, estaba pensando en todo.
—¿Estás bien Samuel? –me tomó de la mano suavemente.
—Sí –respondí–. Solo estaba pensando.
—¿Y en qué piensas amor? –dijo con voz tierna.
Me quedé callado por un momento mientras me perdía en el brillo de sus ojos y le respondí:
—¿Estás seguro de tu decisión? ¿Estás seguro de querer pasar el resto de tu vida conmigo?
—Estoy completamente seguro.
En ese momento lo miré a los ojos y lentamente pegué mis labios con los suyos, haciendo que ese beso dijera todo lo que no podía expresarle en ese momento.
Nos fuimos separando poco a poco y le dije desde el fondo de mi corazón.
—Te amo Guillermo.
—Y yo a ti Samuel.
Le mostré una sincera sonrisa, encendí el motor, puse mis manos en el volante y aceleré para perdernos a la luz del atardecer en un infinito mundo que solo Dios sabe lo que nos depara, pero sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos.
FIN
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