Capítulo 6
Punto de Vista de Guillermo
Al compartir la rebanada juntamos nuestros labios en un suave y lento beso del cual no podía separarme. Sus labios me tenían prisionero en la mejor cárcel de todas. Y no quería escaparme, quería estar ahí para siempre. Pude probar de nuevo esa sensación del hospital pero con la diferencia que esta vez no hubo nada que me separara de él. Ahora mi mente es más ligera que el aire, no pienso en nada más que en él y eso me es suficiente.
Nos fuimos separando del beso lentamente y me quede viéndolo fijamente. No me había controlado. Mi cabeza es un mar de emociones ahora mismo. Sé que no debí de haber hecho eso, sé que estuvo mal, no debí de haber besado a Samuel. No me lo puedo creer que haya hecho eso.
—Perdón –dije tímido.
—No, perdóname a mí, no debí hacerlo –agachó la cabeza.
—No... No te preocupes.
Hubo un silencio algo incómodo entre los dos por un momento hasta que le dije:
—Bueno, ¿qué dices si comenzamos a ver lo del trabajo?
—Oh, sí, el trabajo, vamos.
Pasamos el resto de la tarde trabajando en la exposición y la verdad es que trabajó mucho mejor de lo que esperaba. Una vez terminamos ya estaba oscureciendo así que se ofreció a llevarme a mi casa en su coche. Le indiqué el camino y al llegar a mi casa, antes de bajarme me dijo:
—Oye, ¿mañana quieres que trabajemos juntos en lo del proyecto? Además, podríamos hacer algunas otras tareas que nos dejen.
—Me parece bien.
Me despedí de él y me dirigí hacia la casa. Una vez dentro no me esperó un buen recibimiento sino todo lo contrario. Tenía en frente a mi madre con un cabreo que no es normal.
—¡Qué horas son estas de llegar Guillermo! ¡Se puede saber dónde cojones has estado!
—Estaba con un amigo trabajando en un proyecto del colegio.
Bueno, eso es cierto, sin contar que la mitad del tiempo fue la comida y el beso. Joder el maldito beso no lo puedo olvidar.
—¿Y por qué no me has podido avisar para evitarme esta preocupación?
Bueno, en eso tiene razón, pero, aunque le hubiese avisado se pondría igual de histérica que ahora pero obviamente no le voy a decir eso porque si lo hago me mata.
—Perdón madre.
Ella solo suspiró y me dijo:
—Pírate de acá.
Subí a mi cuarto y me dormí ya que estaba algo cansado. A la mañana siguiente desperté, me arreglé y me fui directo al Instituto con una sonrisa que casi nunca muestro y menos para ir a un lugar así. Lo único que me hacía sonreír e ir con ánimos es Samuel. De alguna manera quería verlo, hay algo en mí que quiere que este con él.
Llegué al Instituto y fui hacia el salón 27 donde se encuentra mi grupo. Llegué y no estaba él así que tomé mi libro y comencé a leerlo en el tiempo que llegaba él o el profesor. No pasaron más de tres páginas cuando sentí que alguien me tomó por los hombros y me dijo al oído con tono dulce:
—Hola Guille.
Cerré el libro, alcé mi mirada y respondí con una sonrisa:
—Hola Samuel.
Acomodó sus cosas y comenzamos a platicar en lo que llegaba el profesor. A veces decíamos cada tontería que parecía que nos habíamos fumado algo.
Pasaron las horas y tocó el timbre para nuestro descanso. Agarramos nuestras cosas y nos fuimos directo al comedor y nos sentamos en la misma mesa. Él me ofreció lo unos hot cakes para que ambos comiéramos, los cuales yo acepté. Fue por unos y cuando volvió trajo un plato con 3 hot cakes y dos tenedores. Comenzamos a degustarlos cuando unos tipos vinieron hacia nosotros. No sabía quiénes eran pero por la mirada de Samuel podía saber que no era nada bueno que ellos estuvieran aquí. Uno de ellos que traía una chaqueta de cuero se acercó y nos dijo:
—Vaya, vaya, vaya. Miren a quién tenemos aquí. Al mariconeta de Samuel y a su noviecito.
¿Cómo le ha dicho a mi Samuel? Y no soy su novio, solo soy un amigo maldita sea. Malditos hijos de perra.
—¿Qué quieres imbécil? –exclamó Samuel mirando a los ojos al tío este.
—¿Yo? Nada, solo que los chicos y yo no tenemos dónde sentarnos –dijo con tono burlón.
—Hay muchas mesas disponibles –respondió.
—Pero resulta que yo quiero esta y no me voy a ir de aquí hasta obtener lo que quiero, ¿entiendes? –sacó una navaja de su mano–. Así que tu novio y tú se pueden ir a otra de las muchas mesas disponibles.
Este tío está loco y más para sacar una navaja aquí. Estoy nervioso, no sé si pararme y romperle la cara a este o simplemente ir a buscar otra mesa.
—Para empezar, no es mi novio idiota, es solo un amigo –dijo Samuel molesto.
—Me importa una mierda lo que sea que sean ustedes. ¿Se van a quitar de nuestra mesa o nos van a obligar a correrlos por las malas?
Samuel dio un largo suspiro y me dijo:
—Ven Guillermo, vámonos –tomó la charola y se levantó.
Me levanté junto con él para ir a buscar otra mesa. La impotencia que sentí en ese momento era enorme no, lo siguiente. Quería matar a golpes al cabrón ese por ser tan hijo de perra pero lamentablemente me tenía que tragar lo que sentía en ese momento por el bien de los dos.
Samuel dio unos pasos para retirarse y el maldito idiota le puso el pie a él, haciendo que cayera y tirara la comida encima de él y llamando la atención de todos.
Apenas cayó el tío este comenzó a reírse de lo sucedido. Es un mal nacido. ¿Cómo se atreve si quiera a tocar a Samuel? ¡Hijo de puta!
—¡Oye hijo de puta no te metas con Samuel! –le grité.
No lo dudé ni un instante y me lancé contra él dándole puñetazos en la cara por haber hecho eso. Segundos después solo sentí como unos tres tipos me querían quitar de encima y lo lograron. Posteriormente me comenzaron a dar patadas pero unos instantes después sentí que esos impactos pararon. Era Samuel quien me estaba defendiendo de esos tipos. Me levanté inmediatamente y comencé a patear a los que estaban golpeándolo. Lamentablemente los dos caímos y comenzaron a darnos puñetazos en todo el cuerpo.
Joder, esto parece definitivamente una pelea de barrio en la cual ellos tienen la ventaja. Lo único que pudo detenerlos fue la llegada del director del Instituto que les dijo:
—¡Basta! ¡Basta!
Ellos se separaron de nosotros dejándonos tirados en el suelo, no me dolía tanto el cuerpo y al parecer a Samuel tampoco, pero estábamos algo heridos. Nos reincorporamos lentamente y nos vimos el uno al otro para ver si estábamos bien. Pero antes de que pudiéramos hacer algo para ayudar al otro, el director nos dijo:
—Vengan conmigo a la dirección.
Caminamos detrás de él hasta llegar a su oficina, una vez ahí nos dijo:
—¿Pero qué leches es lo que acaba de pasar en la cafetería? ¿Me pueden decir?
Ambos nos quedamos en silencio hasta que me atreví a decir:
—Ellos nos han provocado.
—¿Y ese es motivo para liarse a ostias?
—No señor, no lo volveremos a hacer –dijo Samuel antes de que pudiese decir algo.
En ese momento lo miré con cara de: ¿Por qué has dicho eso cuando sabes que fue una injusticia?
—Retírense –comentó el director.
Nos levantamos de nuestros asientos y nos fuimos ambos al salón de clases. En el camino le dije:
—¿Por qué no le has contado todo?
—Ya para qué, da igual –respondió frío.
Hice una pausa y le dije reflexionando sobre lo que había dicho:
—¿Les tienes miedo a esos tipos?
—No.
—¿Entonces por qué no le has contado lo que nos hicieron?
Samuel se quedó callado. Entonces es cierto, le tiene miedo a esos tipos pero... ¿Por qué? Eso es algo que tengo que averiguar ahora mismo.
—¿Por qué les tienes miedo?
—Que no les tengo miedo joder –replicó molesto.
Hice una breve pausa y le pregunté:
—Ellos fueron los que te dejaron en el hospital, ¿cierto?
—Sí –dijo tras dar un largo suspiro.
Lo sabía. Por algo les tenía miedo, que malditos hijos de perra.
—Pues ya no te harán daño, no mientras yo esté aquí.
Él se detuvo, me miró a los ojos por unos segundos y me dijo:
—Yo no temo por mí, me da igual lo que me hagan. Temo por ti, no quiero que esos tipos te hagan daño.
Esas palabras entraron a mi corazón. Samuel lo veía por primera vez preocupado por mí y eso es algo casi nadie me demuestra. Es muy tierno de su parte decir algo así.
—Yo... No sé qué decir...
—No tienes nada que decir –se acercó a mí lentamente–. Yo solo quiero lo mejor para ti. –me tomó de la cadera y pegó sus labios a los míos.
Pude probar sus labios una vez más. Esa sensación de paz y felicidad que había sentido dentro de mí las podía experimentar una vez más. Al besar sus labios pude sentirme como en el paraíso. Sentí como el tiempo se detuvo y solo éramos él y yo, unidos por algo más especial que un simple beso; algo mágico que te teletransporta a una dimensión donde no tienes nada de qué preocuparte. Así me siento cuando estoy con él.
Nos fuimos separando lentamente y me dijo mirándome a los ojos con un tono dulce:
—Guillermo, tú eres todo para mí. Déjame ser tu todo, solo dame una oportunidad, te juro que no te arrepentirás.
No me lo puedo creer que un chico me esté diciendo esto. Joder, si alguien me hubiera dicho esto tan solo hace unas semanas le hubiera mandado a la mierda pero ahora con todo lo que ha pasado no sé qué decirle. Estoy nervioso. No sé qué responderle.
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