Capítulo 4
Punto de Vista de Guillermo
Después de la visita de Samuel no pude evitar caer en un profundo sueño. No sin antes imaginar el por qué quería disculparse conmigo. Mil razones se me cruzaron por mi cabeza pero ninguna resultaba factible. No lo dudé más y cerré mis ojos para descansar. Al despertar vi un doctor a lado mío haciéndome un chequeo rápido, nada fuera de lo común así que pasé por alto lo que hacía y mientras dirigí mi mirada hacia la ventana. Al parecer ya estaba atardeciendo y yo sigo ahí. No sé cuánto tiempo falte pero ya me quiero ir. Odio estar en una sola posición y no poder moverme, lo detesto, por eso siempre que puedo ando en movimiento a menos que me vaya a la cama a dormir.
Luego que el médico terminara su chequeo llamó a mi madre al cuarto y nos dijo que ya me podía retirar debido a que solo tenía una leve lesión en la pierna derecha y un esguince muscular en el brazo izquierdo. Ambos tardarán aproximadamente una semana en curarse, según el doctor.
Salió del cuarto y mi madre me empezó a ayudar para poder acomodarme y levantarme bien. Cuando logré por fin levantarme y quise caminar mi madre me dijo:
—No jovencito, tú necesitas reposar.
No pude decir palabra alguna porque sabía que dijese lo que dijese ella iba a sacarme de ahí en silla de ruedas y así lo hizo. Tomamos el ascensor y nos dirigimos a la salida. Una vez fuera del lugar mi madre me llevó a casa. Llegamos y lo primero que hice fue tumbarme en mi cama y quedarme profundamente dormido.
A la mañana siguiente mi madre me despertó para ir al colegio así que me tuve que levantar, desayunar y arreglarme.
Madre mía, yo no quiero ir a la escuela ahora mismo. Sinceramente no me siento del todo bien, además no me quiero topar con el tipo que me atropelló, Samuel. Es odioso y a pesar de que me ha pedido disculpas no deja de ser un cabrón y no he olvidado lo que me hizo. En mi estancia en el hospital ya he tomado una decisión, no voy a aceptar sus disculpas, al contrario, lo voy a mandar a la mierda, se lo merece por ser tan hijo de puta conmigo.
Me arreglé lo mejor posible, monté el coche de mi madre y se dirigió directo al Instituto. Una vez llegamos bajé del coche y entré en la Institución. Me costaba algo de trabajo caminar, y claro, después de que me hayan atropellado no espero estar como si nada. Caminé hacia el salón y cuando entré al lugar me percaté de que no estaba Samuel en donde nos sentamos, mejor para mí.
Pasó el día normal y él no se apareció en todo el día, cosa que me dio bastante igual.
Ya era viernes y Samuel no apareció en ningún día de la semana, lo cual me empezaba a extrañar. ¿Por qué ha faltado todo este tiempo? La última vez que lo vi estaba perfecto, se veía tan bien con su chaqueta café y esos pantalones de cuero que le quedan tan perfectos. Joder, ¿cómo puedo pensar en que el tío este se ve bien? Mierda. No sé qué me esté pasando pero lo que sí sé es que no me lo puedo sacar de la cabeza, mi mente se pregunta constantemente el por qué no está sentado junto a mí el chico que me humilló frente a todos y me dejó en el hospital. Joder, no quiero seguir preocupándome por él, por mí que le den pero hay algo en mí que me dice que no está bien y eso no sé por qué me afecta a mí, yo no lo quiero cerca de mí, no después de lo que me hizo. Aunque pensándolo bien él no es un mal chico, al fin y al cabo ha ido a buscarme y se ha disculpado conmigo. Puede que yo sea la mala persona por querer alejarlo de mí cuando solo quiere reparar todo. Lo mejor será que le pregunte a alguien que lo conozca acerca del paradero de Samuel.
Tomé mis cosas y fui en busca de alguien que conozca a Samuel. Pregunté a cada chico y chica del grupo hasta que di por fin con alguien.
—Hola... Eh... Disculpa, ¿conoces a un chico llamado Samuel que va en nuestro salón?
—Oh, sí, Samu, vaya que lo conozco. ¿Por qué lo preguntas? –dijo en un tono entre serio y tierno.
Samu, supongo que ellos dos se han de llevar bastante bien como para que le diga así. Genial, ya tengo a alguien que lo conoce, ahora solo falta averiguar dónde se ha metido este pavo.
—Bueno, yo... Es que ha faltado varios días y pues... No sé qué haya sido de él –comenté nervioso.
—¿Alguien preocupándose por Samuel? –se sorprendió– Vaya, hasta que por fin ha hecho una buena amistad, no como esos idiotas que tiene por amigos. Y no, lamentablemente no sé nada de él, yo también me he preocupado mucho estos últimos días.
Mierda, si ella que se ve que se lleva bien con él no sabe de su paradero qué se supone que voy a hacer. Me estoy preocupando mucho por él, aunque lo odie, pero me intriga su ausencia.
Yo hice un gesto con mi rostro de preocupación, ambos no teníamos nada que decir. Todo era un silencio hasta que ella decidió hablar y dijo:
—¿Y tú quién eres? Y, ¿por qué te preocupas por él?
—Bueno, mi nombre es Guillermo y estoy preocupado por él porque... tengo que hacer unos trabajos con él y no aparece –dije para disimular.
—Ah, bueno, puedo darte su número si gustas, a ver si a ti si te contesta. Ah, por cierto, mi nombre es Sasha –estiró su mano lo cual le correspondí.
Una vez me dio el teléfono salí del lugar y lo primero que hice fue marcar al número que ella me dio. Sonó alrededor de unos treinta segundos y por fin contestaron a lo que yo dije:
—¿Samuel?
—¿Quién habla? –enunció una voz femenina al otro lado de la línea.
—Guillermo, Guillermo Díaz, ¿este es el teléfono de alguien llamado Samuel? –dije nervioso y con tono serio.
—¿Para qué lo necesita? –respondió seca.
—Bueno, yo solo quería saber cómo se encontraba, hace días que no viene al colegio y me preocupa –dije sincero.
Luego se hizo una breve pausa y con un suspiro respondió:
—El joven que busca está hospitalizado, tiene graves heridas, cuando se le encontró estaba completamente desmayado. Si quiere venir a verlo se encuentra en el Hospital Clínico San Carlos.
De pronto la línea fue cortada terminando así la llamada.
¿Samuel gravemente herido? ¿Qué cojones le ha pasado para estar hospitalizado? Joder, ahora sí que estoy preocupado por él. Espero que esté bien. No sé cómo se las ha amañado para que después de lo que me hizo, y que aún no olvido, me esté preocupando ahora por él.
Una vez terminó la llamada me dirigí al hospital donde se encontraba Samuel para ver cómo estaba. En camino le envié un mensaje a mi madre de que iba a llegar tarde, que no me esperaran para que no se preocuparan por mí. Luego de eso fui a una florería para llevarle algo a Samuel para cuando esté mejor, no podía ir con las manos vacías. No sabía cuáles llevar así que opté por unos claveles de colores. Posteriormente me encaminé hacia Samuel.
Llegué al hospital, pregunté por el cuarto de Samuel y por fin lo encontré. Entre a la habitación. Estaba inconsciente y lo único que tenía puesto eran unos pantalones de enfermo, de lo demás solo le cubría una delgada cobija. Decidí acercarme a ver que le había ocurrido. Le quité la manta que tenía y lo que vi fue como una puñalada en mí ser. Tenía el estómago y el abdomen lleno de moretones y algunas cortaduras. Vaya paliza le han pegado a este tío.
Me duele verlo así, no lo puedo aguantar, es como ver a tu enemigo ser torturado, verlo sufrir pero sentir lástima por él, querer quitarle ese dolor de encima, querer verlo bien. Es algo que ni yo mismo entiendo, realmente no sé qué hago acá, debería estar en casa disfrutando mi primer viernes del año, no preocupándome por el tipo que más odio.
Me senté en una silla que estaba para los visitantes y me quedé observándolo, pensando en qué lío se pudo haber metido para haber quedado así. Solo había pasado un día, qué pudo haber hecho en ese tiempo para estar así. Muchos pensamientos recorrían mi mente y solo sentí una lágrima caer por mi mejilla por la tristeza que invadía mi cuerpo.
—Ay, Samuel –suspiré pasando mi mano por su pecho.
Me recargué en el respaldo del asiento y me quedé mirándolo fijamente, recordando lo que hace unos minutos había visto y me había dolido mucho, a pesar de que lo odie me preocupo por él, para bien o para mal no lo puedo sacar de mi cabeza. Además, antes de que estuviese aquí había ido a ofrecerme disculpas, las cuales yo le di clara señal de no querer aceptarlas. A veces soy algo frío con las personas, no me importa lo que pase, solo pienso mal de ellas, no les doy una segunda oportunidad, pienso que nunca van a cambiar pero, ahora es diferente, hay algo en mí que me dice que debería hacerlo pero no sé hasta qué punto sea lo ideal.
Mi cabeza ahora mismo es un desastre, lo mejor será descansar un rato, además, el viaje caminando de dos horas y media para llegar aquí es muy agotador. Cerré los ojos y me quedé profundamente dormido, a pesar de que no era la posición más cómoda para reposar.
Punto de Vista de Samuel
Abrí lentamente mis ojos y pude notar que estaba en un cuarto de hospital. Por lo menos los de emergencia si han atendido mi llamada de auxilio. Pasé mis manos lentamente por mi rostro para poder despabilarme un poco. Giré a mi derecha y vi que se encontraba Guillermo sentado en un banco, estaba durmiendo, se veía tan tierno ahí que preferí no hacer ruido alguno para no despertarlo y sacarlo de esa pose tan tierna.
Traté de para acomodarme pero al hacerlo solté un leve quejido por el dolor que sentí en mi cuerpo debido a los moretones que me provocaron las patadas de esos tipos. Definitivamente esto no se iba a quedar así, no saben con quién se han metido. Me las van a pagar y se van a arrepentir de haber conocido a Samuel de Luque.
Todos esos pensamientos de venganza solo pudieron ser interrumpidos por la ronca voz de Guillermo diciéndome en tono bajo:
—¿Samuel?
—¿Guillermo? –me sorprendió.
—Al fin despertaste –se levantó y dirigió a mí.
—¿Y ese milagro que te veo acá? –pregunté curioso–. Hasta donde yo sé la última vez no querías verme y ahora estás aquí.
—Bueno... Yo... Solo vine a ver cómo estabas. –tartamudeé.
¿Realmente vino a ver cómo estoy? Madre mía, que buen chico es, es muy amable de su parte, no lo esperaba de él. Y la verdad es que me alegra que haya venido, necesito de alguien ahora.
—Gracias, aunque no era necesario –contesté con una sonrisa.
—Sí que lo es.
Ambos nos quedamos viendo en un silencio absoluto hasta que le dije:
—Lamento lo del accidente, no quise hacerlo –observé la férula que tenía puesta en el brazo izquierdo.
—No te preocupes, fue un accidente –mostró una sonrisa la cual correspondí.
Genial, entonces todo ha quedado perdonado, puedo empezar de cero. Acepto que tuve un mal comienzo con él pero ahora lo lamento demasiado, pero lo mejor es que ya ha quedado atrás, solo es un punto de la historia que trataré de nunca recordar y ya.
—Y entonces eres el único que ha venido a visitarme eh –dije en tono burlón.
—Bueno... Una amiga tuya te ha estado buscando pero no te pudo encontrar.
Seguro que fue Sasha, ella es la única amiga que tengo que vale la pena. Pero ahora no tengo muchas ganas de hablar de ella, solo quiero charlar con Guillermo en paz.
—Bonitas flores –respondí con una sonrisa.
—Oh, sí. Las flores las he comprado antes de venir a verte y esas eran las que me parecieron más bonitas –dijo encogiendo los hombros y acercándose a mí.
—Me gustan mucho. Sobre todo, por el color –azul.
Me acomodé en la cama de manera que estuviera un poco menos pegado a ella, a la vez que me iba acercando lentamente a Guillermo. No sabía lo que estaba haciendo, no estaba controlando mi cuerpo y poco a poco la distancia entre nosotros dos fue disminuyendo hasta juntar nuestros labios en un suave y delicado beso.
Pude sentir sus dulces labios apretar los míos y por unos instantes olvidarme de todo y solo pensar en ese momento. Era tan mágico, tan inesperado, no podía creer lo que estaba haciendo. Solo cerré los ojos y disfruté de ese bello momento, de estar con él por un momento a solas. Pude sentir un alivio inimaginable en ese momento, algo que calmaba mis penas, mis dolores, como si estando con él me olvidase de todo, aunque sea por tan solo unos segundos podía sentirme en el paraíso. Esa sensación solo la había sentido cuando era pequeño y mi madre me daba un abrazo, he de admitir que casi nunca me dieron cariño pero las pocas veces que lo hacían me sentía tranquilo, a gusto, cosa que no había sentido hasta ahora. Y definitivamente me agradaba esta emoción, no quería que terminase. Lamentablemente estas sensaciones no duraron por mucho, solo unos cuantos segundos que a mí se me hicieron una bendita eternidad.
Él se separó de mí y se quedó viendo a la nada con una mirada que no era ni medio normal, se quedó estático por un minuto en el cual yo no dije nada, no sabía qué decir, peo luego salieron unas palabras de su boca.
—Mierda –dijo al aire–. Debo irme, adiós.
—¡Espera!
Guillermo salió aprisa de la habitación, dejándome solo una vez más. Maldita sea, la he cagado con el beso. No debí haber hecho eso. No me he podido controlar, me cago en todo lo cagable. ¿Y ahora cómo se supone que voy a arreglar esto? Genial, eres un crack Samuel, ha venido la única persona que querías ver cuando más lo necesitabas y lo arruinas todo besándolo. Soy un idiota, me he apresurado mucho, además, ¿cómo pude haber besado a ese tío si a mí no me gustan los hombres? Joder, esto sí que es un lío tremendo. Suspiré y me dije a mi mismo:
—Genial, otra noche más solo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top