Capítulo 3
Conduje hacia cualquier lugar, no me sentía nada bien con lo que había ocurrido. Las palabras que me había dicho ese tío que ni siquiera se su nombre me habían afectado un poco. Sentía algo de lástima por él, por lo que le había hecho ayer a la hora del almuerzo, por haberlo tratado tan mal, fui un idiota. Mis complejos me cegaron por completo, no lo debí haber tratado así, no se lo merecía. Cuando me habló por primera vez solo quería hacer un amigo, no quería quedarse sólo, como yo, pero me cerré, no quise tener contacto alguno con él, es más, lo humillé por ser tan inocente. Él se ve que es un chico bueno, pero tuvo la mala fortuna de cruzarse con un tipo como yo. Soy alguien descarado, lo admito, pero tengo mi lado bondadoso, solo que nunca sale a la luz y nunca lo había hecho hasta hoy. Me sorprende, ¿por qué me compadezco de alguien como él? Siempre me la ha sudado lo que pase alrededor mío, y ahora ¿por qué tiene que importarme? No lo comprendo, no soy esa típica persona que se preocupa por todos, por su bienestar físico y psicológico, no, para nada soy algo así. La culpa me come por ser tan hijo de puta con él y eso es algo nuevo para mí. Nunca he sentido remordimiento por alguien y ahora con este tipo lo hago, ¿por qué? Yo quiero ser el mismo Samuel de siempre, despreocupado, irresponsable, que nada ni nadie le importa. Mierda, mi cabeza es un lío total en este momento. No quiero pensar en nada así que prendí la radio para distraerme de todo esto.
—Y entre otras noticias España es eliminado del mundial de fútbol al perder sus dos primeros encuentros contra Holanda y Chile con un marcador de...
Venga, más malas noticias. Bastante tengo con las que me han pasado como para más. Pensé en ir al Instituto pero supuse que varias personas me reconocerían y me reportarían en la dirección y con la policía así que decidí ir a casa y tomar el día, al fin y al cabo mis padres nunca están en allí.
Punto de Vista de Guillermo
Cuando el chico este me dejó en el hospital unos paramédicos fueron a atenderme y heme aquí en un cuarto de hospital, con el brazo y la pierna enyesados. Nada puede ser peor, bueno, pensándolo bien hay muchas cosas peores como el hecho de qué le voy a decir a mi familia cuando se entere de que estoy así. Se van a entristecer mucho y me van a llenar de preguntas, me cago en todo. Ese tipo me las va a pagar, esto no se va a quedar así, me voy a vengar, le voy a hacer imposible la existencia, quiero que sufra por las cosas que me ha hecho pasar.
Pasó el rato y no tardaron mi madre y mi hermana en llegar llenas de preocupación por mí, claro, esa preocupación no venía sola, venía con un cuestionario completo y detallado acerca de qué me había pasado para estar así.
—¡Guillermo! –gritó mi madre al verme así a la vez que se dirigió a abrazarme.
—Hola mamá –correspondí el abrazo con mi brazo derecho.
—¡Guille! –Carol para correr directo hacia mí y abrazarme–. Pensamos que habías muerto.
¿Muerto? Vamos, tampoco había sido algo tan grave lo que me había sucedido.
—No, claro que no, Carolina. Yo nunca pensé que estuvieses muerto –dijo entre sollozos de felicidad mi madre.
—Si quieren deshacerse de mi van a tener que hacer algo mejor –bromeé para calmarlas y hacer mejor ambiente.
—Y cuéntanos, ¿qué te ha pasado? –preguntó con intriga mi madre
Pfff, ahora es cuando esto se pone bueno, ahora sí que tomaré mi venganza.
—Bueno, resulta que un idiota de la escuela me ha atropellado y el muy desgraciado me ha botado aquí y se ha pirado.
—Que maldito mamón, bueno, ya no te preocupes de eso mi Guillermito hermoso, ya verás cómo tendrá su merecido –entonó mi madre con un tono entre bondadoso y furioso.
Esas palabras vaya que me reconfortan, saber que mi madre me apoya y que ese maldito hijo de puta no se va a salir con la suya alivia mi alma. Mi madre y mi hermana me dejaron solo para dejar que descansara y así lo hice. Me sentía relajado, al fin podía descansar sabiendo que los días de ese idiota estaban contados. Caí en un profundo sueño que tanto me hacía falta. El sueño producido por esa energía que sentía me hizo dormir instantáneamente.
Al cabo de un rato mi madre me despertó y me dijo que había un chico que quería hablar conmigo y le dije que lo dejara pasar. Para mi sorpresa era él, el tipo que me había atropellado, el tipo que me había humillado ayer.
Estaba parado en frente mío, observándome de pies a cabeza. Venía con una chaqueta café y unos pantalones de cuero. Yo también pude observarlo, se le veía en el rostro una cara marcada de preocupación, de angustia, algo que era raro en él, con el poco tiempo que había tenido con este tipo me era más que suficiente para deducir como era. No me agradaba tenerlo en frente mío y para sacarlo de sus pensamientos le dije:
—¿Qué haces aquí?
—Yo... Solo vine a ver cómo estabas –se trabó al hablar.
¿Venirme a ver? Hay vamos, por favor, esto debe ser una buena broma. Ni de coña viene a verme, eso lo tengo por seguro, algo quiere y debo averiguar qué es. Además, yo no quiero verlo, quiero que desaparezca de la faz de la Tierra.
—Bueno, ya me has visto, ahora vete. –dije con voz seca y haciendo énfasis en "vete".
—No... Yo... Lamento haberte hecho esto. No era mi intensión lastimarte.
—¿No? –enuncié con tono irónico–. Pues vaya que lo has hecho.
—Créeme que estoy arrepentido de haberte hecho daño. Por favor, déjame reparar lo que he hecho –respondió con un tono de tristeza en el cual podía notar que decía la verdad.
No me lo puedo creer, esto tiene que ser una broma. Él queriendo disculparse conmigo por lo que había hecho, ¿es en serio? Vaya, es algo que no me esperaba en absoluto.
—Yo... Ni siquiera sé tu nombre.
—Me llamo Samuel, Samuel de Luque, ¿tú?
—Guillermo, Guillermo Díaz.
—Bueno, Guillermo, lamento que no nos hayamos conocido de la mejor forma, pero podemos arreglar esto.
¿Podemos? ¿Acaso somos pareja o algo por el estilo? ¡No! Somos personas totalmente extrañas, no debería estar aquí, debería estar en el maldito infierno pudriéndose por lo hijo de perra que es. Así es que nada de que podemos, ahora te jodes y sufres las consecuencias por dejarme así.
—No es tan fácil como piensas, –reproché– no puedo olvidarme de lo que me has hecho.
—Lo sé, por eso te pido que me dejes reparar el daño hecho, empezar desde cero, ¿qué dices?
Empezar desde cero dice. ¿Cree que es tan fácil olvidar el hecho de que te humillen frente a todos y te dejen en el hospital por heridas graves es tan sencillo? Pues no lo es. Ganas no me faltan de decirle esto y más al desgraciado que por lo menos ya sé su nombre, Samuel, solo que no me atrevo a decírselo por miedo a que me pueda hacer algo y más ahora que ni siquiera me puedo defender.
—Está bien.
¿Qué cojones acabo de decir? ¡Por qué he dicho eso! Yo no quería decirlo, ni siquiera lo había pensado. No quiero tener una amistad con alguien que casi me ha matado, es imposible. Esto no está bien. Bueno, ya que lamentablemente había dicho eso sin pensarlo le dije:
—Bien, ahora por favor déjame descansar.
—Claro.
Al decir eso se acomodó la chaqueta y salió del cuarto, dejándome a solas. Bien, ahora tendré mucho tiempo para meditar.
No sé qué cojones le haya ocurrido a ese tío para haber venido acá y decirme que quería arreglar las cosas, así como así. No es normal. Uno puede fijarse en los detalles de las personas, puede detectar cuando te hablan por interés o porque de verdad te quieren y yo tengo el presentimiento de que es porque algo quiere, y no sé qué sea o a qué se deba. Tal vez me estoy equivocando y de verdad está arrepentido por las cosas que ha hecho y quiere enmendarlas, o tal vez solo me quiere jugar una buena pasada, cosa que es lo que quiero evitar. Si hay algo que la vida me ha enseñado a lo largo de los años es que la gente no cambia, por más que quiera decir que esto es falso debo admitir que es cierto. Y en dos días he podido notar que es egoísta, mal educado, no le interesa lo que le pase a otras personas. ¿Por qué conmigo habría de ser diferente? Eso es lo que me pregunto, algo tiene que haber encontrado de interés en mí como para venir a disculparse, eso es seguro. Bueno, no quiero darle más vueltas al asunto así que descansaré un rato más.
Punto de Vista de Samuel
—Bien, ahora por favor déjame descansar –dijo Guillermo con tono relajado.
—Claro –contesté alegre.
Acomodé mi chaqueta y salí del cuarto para dejarlo descansar como me había pedido. Me despedí de su madre y su hermana, me monté en el coche y me dirigí a casa con una sonrisa en mi rostro.
(Canción 2)
Por fin parecía que había solucionado todo, que podía enmendar las cosas con el pobre chico. Estaba contento, aunque no lo pareciese pero realmente lo estaba. Podía cambiar las cosas, pero esta vez para bien. Sería mil veces mejor tener un solo amigo como él a cinco o seis que solo están conmigo por interés, y de eso me pude dar cuenta ayer en la tarde, sin duda alguna ellos solo me ven como su chofer particular para que los lleve a donde ellos quieran y eso ha acabado. Y no me importa quedarme solo, prefiero estar sin nadie a mi lado a estar mal acompañado. Ahora puedo empezar de nuevo, ser una mejor persona, tal vez mi forma de ser se deba a las malas compañías que siempre he tenido y que hasta apenas me he dado cuenta de ello. Soy un tonto, nunca debí de dejarme llevar por alguien que solo apreciaba mi dinero. Pero qué se le puede hacer, lo hecho, hecho está y hay cosas que no puedo solucionar en mi vida pero si esto lo puedo remediar pues adelante, yo solo quiero dejar de ser como soy.
Conduje hasta la casa de mis padres, bajé a abrir la puerta del garaje y vi como unos chicos se acercaron a mí, eran mis supuestos "amigos" con los que me había peleado el lunes. Estaba a punto de abrir la puerta cuando uno de ellos me tomó del brazo y me golpeó en el estómago. Me sacudió ligeramente pero no era nada que no pudiera aguantar así que reaccioné inmediatamente y le di un puñetazo en la cara pero dos de ellos me tomaron de los brazos y uno me dio una patada baja, dejándome tendido en el piso. Seguidamente me empezaron a dar de patadas entre los cuatro hasta dejarme medio muerto. Cuando pararon alcé la mirada para encontrarme con la de Ángel completamente molesto, supongo que por lo de ayer. Él se puso en cuclillas, me miró fijamente a los ojos, me escupió en el rostro y me dijo:
—Esto fue por lo que hiciste ayer, idiota.
—No me arrepiento –enuncié débilmente.
—¿No? Pues yo voy a hacer que te arrepientas, maldito bastardo –me dio una patada en el estómago con todas sus fuerzas.
Esa patada me sacó todo el aire que tenía. No podía respirar bien, me costaba trabajo, además estaba tosiendo sangre, cosa que no era nada buena.
—¿Sigues sin arrepentirte animal? –dijo irónicamente.
Claro que no me arrepentía, es más, estaba a punto de decirle que no pero me lo pensé bien y sabía perfectamente que como le dijera que no lo estaba me iba a matar así que lo único que le pude decir débilmente fue:
—Si... Si estoy arrepentido –tocí un poco.
—Bien –dijo en tono serio–. Ahora maricón de mierda vas a decir "Soy un puto marica y estoy arrepentido de desobedecer a Ángel".
¿Qué? Ni de coña voy a hacer eso, es un completo idiota si piensa que lo voy a hacer.
—Que te den, idiota –comenté con las pocas fuerzas que tenía.
Si hay algo que nunca cambiará de mí por el resto de mis días es el hecho de que soy orgulloso a más no poder y aunque esté a punto de morir no voy a cambiar, y menos tratándose de ese imbécil.
El rió sarcásticamente, me miró a los ojos y dijo al aire:
—¡Miren lo que tenemos aquí! Un valiente, un pringao con huevos.
Posteriormente a esto me miró a los ojos y me dio otra patada en el estómago y dijo a los otros:
—¡Vámonos de aquí! Ya no hay nada que hacer, le hemos dado a este bastardo su merecido.
Una vez dicho eso todos se fueron dejándome tirado en el piso, literalmente agonizando de dolor. Antes de desaparecer por completo, Ángel me gritó:
—¡Ah! Por cierto. Considérate fuera de la banda –se burló.
Maldito cabrón, me ha dado tremenda paliza. No puedo si quiera levantarme y se me dificulta mucho respirar. No puedo hacer nada. Estoy completamente destrozado. Lo único ingenioso que se me ocurrió fue sacar mi teléfono y llamar a una ambulancia para que me ayudasen. Le indiqué mi estado y la dirección a la que debía ir. Una vez terminé la llamada cerré los ojos y perdí la consciencia.
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