Los niños de ojos invertidos

Sara Grace era una chica de quince años, estudiosa, educada y agradable para los demás. Una chica que no dudaría en darte una mano si necesitaras ayuda.

Era muy hermosa, tenía cabello negro y ondulado que le llagaba más allá de la cintura, pero lo que más llamaba la atención de su apariencia eran sus ojos. Poseía heterocromía, por lo que eran cada uno de un color distinto. Su ojo derecho era de un marrón oscuro, casi negro, mientras que el izquierdo era de un azul tan claro que cuando los rayos del sol lo tocaban casi parecía un diamante. No importaba quien fuera la persona que la conociera, siempre la primera vez se quedarían mirando con fascinación sus ojos.

Sara se levantó temprano y, como cada mañana, se puso su uniforma escolar, desayunó con rapidez un café con unas tostadas y casi sale corriendo de la casa para llegar rápido a su colegio, pero fue detenida por su hermano gemelo mayor esperándolo en la puerta.

—Tarde — hablo Henry con un libro pegado en su rostro.

Henry era un joven inteligente, estudioso y sarcástico por lo que casi nunca podrías charlar con él por más de diez minutos sin que quisieras estar a más de cincuenta metros de distancia.

Tenía el cabello negro y un poco ondulado que le llegaba hasta los hombros y con unos ojos heterocromáticos igual de singulares que los de su hermana, siendo la única diferencia la manera en la que estaban posicionados ya que, mientras su gemela tenía su ojo azul en la cuenca izquierda en la poseía en la derecha y viceversa con su otro ojo. Este solo hecho había provocado que más de uno les diera una mirada cuando pasaban por la calle por lo opuestos que eran, siendo ese mismo el apodo con el que eran más conocidos.

Sara dio una de sus radiantes sonrisas al verlo mientras jugaba con sus risos con nervios.

— Perdón — esta mini conversación fue algo normal, no importara lo que Sara hiciera o cuan temprano se levantara, siempre terminaba perdida en sus pensamientos y con su hermano diciéndole la misma palabra cada mañana.

Tomando la mochila que le ofrecía su hermano ambos salieron de la casa con algo de rapidez sin desear llegar tarde y arruinar su perfecto historial.

Sara miro hacia el costado en su rápida caminata para ver aun hombre sentado en una pared tocando una guitarra. Era viejo si su cabello blanco podía decir algo, su piel era de un pálido enfermizo y le dio pena al instante. Deseaba poder ir y ayudarle con algo.

— Hermano ¿Podemos ir a ayudar a ese hombre? — pregunto mirando a su gemelo y señalando al anciano. El rostro serio de su hermano, después de años de conocerlo, pudo notar como se contraía de confusión.

— ... Sara, no hay ningún hombre, estamos los dos solos en la calle — respondió después de unos segundos, su rostro miraba hacia donde debería haber estaba el anciano, pero cuando Sara miro hacia atrás solo sintió un dolor en su cabeza y el grito de terror de su hermano.

Enfrente suyo estaba el anciano que había su cuerpo ahora estaba de un esquelético rojo y de su rostro... su rostro parecía que en sus cuencas y boca había otros dos cráneos que continuaban sucesivamente de la misma manera repetida en las pequeñas cabezas.

Ambos dieron un grito de terror mientras eran agarrados por la criatura.

Sara de despertó de su cama gritando de miedo, era un sueño, solo fue un sueño, pensó aliviada, pero un siseo, como el de una serpiente le hizo girar lentamente la cabeza hacia un costado.

— ¿Estas seguras, Sara? — susurro la criatura que tenía en su hombro el cuerpo de su hermano.

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