7ª. Cracker y Smoker - El tritón (2)

EL TRITÓN (2)

—¿Segura que estás bien?

—Es la décima vez que me lo preguntas, Smoker.

Estaba en la enfermería aun siendo atendida por el médico y "custodiada" por el marine. Ni que fuera una niña chica para que me tratase de esa manera. Mis constantes vitales estaban en perfectas condiciones, ya que han pasado más de diez minutos desde aquel incidente. Aún estaba impactada con la experiencia que viví. El peliblanco movió la cabeza hacia el otro indicándole si podía dejarnos a solas de forma discreta. Oh, vamos, no nací ayer.

—Es que quiero asegurarme que lo estés —comentó, mientras cogía una de las butacas altas para sentarse enfrente de mí.

Yo miré de reojo al médico porque tomó los papeles médicos para retirarse de allí. Odiaba estos momentos en que me quedaba sola con un hombre tan impotente como Smoker. Esa mirada intimidante que asustaba a cualquier. O te quisiera comer.

—Smoker, dime la verdad —le supliqué—. ¿Ese tritón que vi en el estanque es de verdad o es algún producto de un experimento vuestro?

Silencio. Odiaba esos momentos porque me hacía sentir toleta o que no podía aportar una conversación interesante. Smoker tuvo que encender un puro porque antes el médico le pidió que no fumara aquí. Estábamos hablando de un hombre que moriría por un maldito habano. Solo quiero la verdad. La verdad absoluta. Párpados cerrados, expresión tranquila, exhalando humo... Habla ya, coño.

—Hace un mes nuestros rastreados han encontrado una señal desconocida merodeando por la base. Tuvimos que enviar a los buceadores expertos con sus minis submarinos para que explorasen la zona. Mis oídos escucharon la palabra "tritón", pero lo ignoré. Y cuando nos mandaron las imágenes... Todo cambió. Akainu dio la orden de capturarlo. El condenado era muy escurridizo, pero estúpido por caer en una trampa. Los expertos recomendaron que ninguna mujer se acercara a trabajar allí, ya que desconocían si esa bestia era capaz de manipularlas.

—Bueno, en los libros no dicen nada sobre ellos. Solo hacen referencia a las sirenas que son más agresivas.

—Pero hoy casi te pierdo —dijo. Espera, ¿eso fue una confesión?

—¿Eh?

—Ese desgraciado parecía que te estaba quitando el alma —siguió hablando, tomando mis manos con firmeza—. Estaba inquieto porque eres la única de las limpiadoras que va a ese lugar. Siempre te vigilaba para que no te sucediera y hoy, justo hoy por mi despiste, casi te pierdo.

—Solo me estaba dando un beso. Además, sé cuidarme yo sola.

Joder, en vez de ablandarme por los sentimientos de este hombre de hierro, me estaba volviendo todo lo contrario. Smoker frunció el ceño muy molesto por una palabra que dije, y creo saber cuál era. No podía creer que este marine estuviera celoso de un tritón que se pensó que era una simple leyenda urbana de los marineros.

—Y cómo te gustaba que te besase, mientras te mataba —reprochó. Yas, coño, lo que me faltaba.

—Mira, no soy bióloga ni nada, pero estoy muy segura que no quería matarme —aclaré.

—Hasta le defiendes.

—Soy partidaria de no encerrar a los animales en jaulas o en piscinas. Y ese tritón es una criatura mitológica que no necesitaba ser capturada por ninguna organización. Ni mucho menos de ustedes. Ya sé cómo va todo esto.

Ataques furtivos nos echábamos por la boca, como si fueran balas capaces de atravesar el cuerpo de una persona. Él por su orgullo herido por ver a esa criatura besarme y yo luchando por su libertad. Éramos tan opuestos. Y Smoker tenía que comprender que yo, por lo menos, no estaba molesta, sino asombrada de encontrarme algo tan maravilloso y majestuoso ante mis ojos. Ahora bien, si me pones a elegir, la llevábamos clara. No sabría a quién escoger, aunque tal vez preferiría estar con un humano normal y corriente.

En cambio, él se iba calmando poco a poco tanto que ya no tenía el ceño fruncido. Sus pulgares acariciaban con lentitud la cara opuesta de las palmas de mis manos y dio un gran suspiro, soltando todo ese humo delante de mi cara. Daban ganas de matarlo. Ya le dije en su momento que no hiciera eso porque me molestaba y como le encantaba hacerlo para verme enfadada. Este hombre prefería ver mi lado agresivo-pasivo.

—Dime la verdad: ¿te gustó?

A veces los hombres eran unos tramposos.

—He sido besada por pocos hombres y puedo decir que me gustó.

¿Para qué mentir? A lo mejor era una criatura con muchos años de experiencia. Oh, incluso podría ser que tuviera más un milenio viviendo entre nosotros. Estaba tan sumida en mis pensamientos que ni me percataba de la mirada que me dedicaba Smoker. Sin embargo, un roce en mi barbilla fue capaz de despertarme y llevarme una grata sorpresa con lo que llevaba de día. Ahora quien me estaba besando era él. ¡¿Qué les pasa hoy a los hombres?! ¡¿Hoy es el día de liberar las feromonas masculinas o qué?!

En un principio fue suave, pero se volvió un tanto porque me estaba dando un beso francés. ¡A tanto no he llegado, puñetas! Tuve que agarrarme con firmeza a la camisa de Smoker porque se estaba volviendo violento, incluso me empezaba a doler la boca. Un rato pasó y se apartó para que mis pulmones aclamasen por algo de oxígeno. Un poco más y casi me quedo más blanca de lo normal. Smoker y su orgullo herido. Esto demostraba lo mucho que odió esa escena de mí con el tritón.

—¿Ahora? ¿Cuál te gustó más? —preguntó con una sonrisa socarrona.

—Pollaboba de mierda —lo insulté de una forma agradable.

—No sé qué significado tendrá, pero te aseguro que no lo tengo pequeño.

—¡No me refería a tu pene, so bruto! ¡Me refería a que eres un gilipollas!

Este desgraciado comenzó a reír no escandalosamente por haber sacado a la leona feroz que habita en mi ser. Seguramente que mi cara estaba roja, igual que un tomate duro por culpa del atrevimiento de este tolete. ¿Por qué lo hizo? ¿Dominancia? A veces me es difícil comprender la mente de los hombres mastodontes. Sus dedos rozaban con gentileza mis mejillas que ardían cual lava, pero no los notaba con esos guantes gruesos y de cuero. O tal vez sí.

—De verdad que me gustas mucho, Princess —me confesó—. Eres... única y especial.

—¿Única por mis chichas y por mis gafas de vieja?

—Que cruel eres contigo.

—Es lo que veo cada vez que me miro al espejo a las seis de la mañana —comenté, cruzando los brazos.

—Hablaré con mi superior para que no trabajes ahí. —Se levantó de su sitio sin desviar la mirada en mí—. No quiero que te vuelva a pasar.

—Sé cuidarme, Smoker —aclaré, aunque me calmé un poco porque sus intenciones eran buenas y no todo lo contrario—. Pero gracias.

Él colocó su mano en mi cabeza a modo de darme suaves caricias. Él no era un oso de peluche achuchable, pero tenía su lado tierno, sobre todo con los niños. Yo lo había visto de vez en cuando. Smoker tenía una paciencia enorme con ellos. El vicealmirante se retiró de la sala de enfermería dejando que descansara y pensara por todo lo sucedido de hoy. Llegué para trabajar, luego me encuentro a Smoker pidiéndome una cita (desconozco si seguirá en pie), después descubro a una criatura mitológica que me besó y, finalmente, recibí otro beso, pero por Smoker.

Cracker. Sonaba a galleta crujiente y puede que le pegase. Ese tritón me vio como suya por la forma en que gruñía a todo el mundo a la hora de que se acercaran. El peliblanco tenía razón. No debería acercarme a él, pero era tan bello con esa melena tan larga y lacia. Ya me gustaría tener uno porque odiaba mi cabello grasiento de mierda. Y eso que me aplicaba champú y entre otros, y no había manera de remediar. El médico siguió chequeándome hasta que me diera el alta y me fuera a mi habitación. Sí, tenía una aquí que solo la utilizo los fines de semana cuando trabajo.

Estuve otro rato más metida en la enfermería y me fui directamente a mi cuarto. No tenía la necesidad de encontrarme con Akainu porque ya dije que ese tipo me daba miedo y respeto. Verlo era como la muerte misma. Empecé a tener escalofríos, pero era por el frío que emanaba el pasillo a causa del aire acondicionada. Sin esa máquina nos moriríamos fritos aquí dentro. Claro, no me di cuenta que estaba caminando por el pasillo y que, a mi lado, en el gran cristal, había unos cuantos delfines cantar o eco vocalizando.

Eran unas criaturas maravillosas e inteligentes que no harían daño a las personas, y nosotros a ellos sí. Cuando somos pequeños no nos damos cuenta de lo duro que es para los animales vivir encerrados en unas jaulas en los zoológicos porque no se sienten libres. Yo preferiría que estuviesen en su hábitat o en su safari. Apoyé mi mano en el cristal templado y una cría se acercó con curiosidad. ¿Cómo sería nadar con ellos el resto de tu vida? Entenderías su idioma, aprenderías su cultura, jugarías...

«Princess».

Me alejé de golpe porque pensé que el delfín me había hablado a través de la telepatía, pero el animal solo emitía esos sonidos graciosos y luego se alejó. ¿Qué coño? ¿Se me está yendo el baifo? Probablemente sea así, aunque no era del todo seguro. Será mejor irme a mi cuarto y descansar todo lo posible. No quisiera estar indispuesta mañana para seguir con mi labor.

«Princess».

Otra vez esa voz y era más tenue que antes. Me di cuenta donde me encontraba. A mi izquierda se encontraba el pasillo para acceder aquella especie de laboratorio y ahí estaba Cracker. Los tritones tenían ciertos poderes, pero en ningún libro he leído que tenían la capacidad de comunicarse a través de telepatía. ¿O acaso podía porque llevaba más de un milenio en este mundo? La curiosidad mató al gato. Smoker ya me pidió, a través de su mirada, que no me acercara ahí, pero era imposible de evitarlo.

Él me estaba llamando. Cracker me esperaba. Vale, vamos a hacer lo siguiente: entraré, lo veré, pero no haré la misma locura que antes. También tenía que estar lista mentalmente por si intentase hechizarme de alguna manera. Mis pies se movieron por el largo pasillo ya con la mano alzada para abrir la puerta. Seguramente que no había nadie por lo que la cosa estará igual como antes. Abrí con mucho cuidado y mis sospechas eran ciertas, pero había un cambio.

Las cortinas del estanque para ocultar a la criatura estaban corridas. Otra vez sentí el miedo invadir por todo mi cuerpo y no podía permitir eso. No aún. Mis orejas y mis ojos estaban en estado de alerta por si veía algún ruido o movimiento ahí. Seguía caminando con mucha seguridad en mi cuerpo hasta que me detuve porque hizo acto de aparición a través del cristal el tritón. Cracker esbozó una gran sonrisa al verme, incluso apoyó las manos para estar más cerca de mí.

Vale, Laura, firme y segura. Di unos cuantos pasos más colocándome a una distancia de dos metros de él. Yo no me iba a doblegar por una criatura hipnótica como él, pero era tan hermoso. A veces me daban ganas de acariciar sus cabellos para sentir lo sedoso que están.

—Muy bien, Cracker. Lo que hiciste antes estuvo mal. No puedes besarme así sin más porque nos acabamos de conocer, ¿entiendes?

El peli-violeta simplemente ladeó la cabeza intentando entender mis palabras. Oh, vamos. Era una criatura mitológica que pasó su vida en el océano. Era difícil que pudiera entenderme.

«Princess».

Me llamó. El tono de su voz era un poco chillona y burlona, pero empleaba un tono más suave. Creo que lo único que se quedó era mi nombre. Tampoco iba a exigirle que se sepa el abecedario entero porque será imposible. No tuve oportunidad de apreciar su cola de pez. Las escamas tenían el mismo tono de color que su melena, pero con un toque rosáceo como sus ojos. Esa herida que tiene en el rostro debió de dolerle mucho. Su mirada iba en dirección a las escaleras y yo sabía lo que quería.

—No voy a subir arriba —aclaré con mucha firmeza.

Cracker hizo un puchero en sus labios. ¡Ajá! El condenado sí que me entendía.

—Tú sabes lo que sucederá luego y no quiero perder mi trabajo.

El tritón empezó a nadar en círculos, como si no estuviera nada de acuerdo con lo que dije. Este hombre era un tozudo de mucho cuidado. No sé cuantos minutos estuvo así, pero paró un momento para volver a la misma posición de antes. Con su dedo índice se señaló sus labios a lo que yo me sonrojé de golpe.

—¿Tú no entiendes o qué?

Me negaba rotundamente a subir ahí arriba, que me tirase al agua y me volviera a besar. No iba a perder el tiempo con esto. Obviamente lo que hice estuvo mal. No debí acudir a su llamada. Estuve a punto de dar la vuelta y dar un paso hacia adelante, pero mi cuerpo no respondía. Caminaba hacia atrás sin mi consentimiento y estaba dirigiéndome a las escaleras. ¡¿Qué?! Miré a Cracker quien tenía una sonrisa enorme mostrando sus dientes blancos y perlados y nadó en dirección a la plataforma.

¡No! ¡Quieta! ¡No debes caer en la tentación! Ese desgraciado me hipnotizó o algo por el estilo para que cumpliera su propósito. Suplicaba a mi cuerpo que ignorara los deseos de ese tritón, pero era en vano. Ya en la plataforma, me arrodillé muy cerca de la orilla y ahí salió el desgraciado elevando todo su cuerpo para estar cerca de mí. Yo fruncí el ceño, muy molesta y él aún seguía con su dichosa sonrisa. Esto no me estaba pareciendo gracioso por todo lo que había pasado.

El tritón alzó el brazo para atreverse a acariciar mi rostro. El tacto de su piel con la mía no me desagradó. No estaba arrugada, más bien todo lo contrario. Liso y sin ningún tipo de magulladura. Apoyó las manos en la plataforma para impulsarse y sentarse a mi lado sin ningún problema. Oh, joder, ¡es enorme! ¡Incluso es más grande que Smoker! ¿Cuánto medirá? ¿Cerca de los tres metros? Agarró mi cintura para levantarme sin ningún problema y me hizo sentar en su cola de pez. Esto no era nada bueno.

—Oye, deberías parar antes de que llegue alguien —le estaba advirtiendo.

Pero él lo ignoraba. Era como un niño pequeño que encontró un tesoro. Para colmo yo era ese tesoro. Siguió acariciando mi rostro, ahora con las dos manos, y se atrevió aproximar el suyo para rozar su nariz con el mío. Oh, que tierno. ¡No! Laura, tienes delante a un tritón que está ligando contigo. Reacciona y aléjalo de ti. Apoyé las manos para empujarlo, pero él era demasiado grande y se apegaba más a mí. Entonces emitió un sonido casi idéntico a los delfines, aunque creo que parecían ronroneos de un gato mimoso.

Yo no podía hacer nada al respecto. Estaba entre los brazos de este mastodonte y que no me dejará hasta quedarse satisfecho. De todas las mujeres que había en este planeta me tenía que tocar a mí. Esos sonidos que realizaba eran tranquilizadores tanto que en cualquier momento podía quedarme dormida. De repente, empezó a cantar con una melodía suave que retumbaba la sala. Era la canción más hermosa que había escuchado en mucho tiempo. Desconocía cuáles eran sus intenciones, pero sus ojos rosas que brillaban con incandescencia me indicaban lo enamorado que estaba de mí.

O sea, la canción me la estaba dedicando. Seguramente que tenía una cara de boba al escucharlo. Sus dedos acariciaban el contorno de mi espalda hasta sentirlos debajo de mi ropa tocando mi piel. Yo no dije nada porque estaba absorta con su voz. Y emití un gemido cuando tomó uno de mis pechos con firmeza, pero no siendo brusco. Esto era confuso. No sé qué me pasaba. Ahora me cantaba muy cerca de mi oído a modo de susurro que provocaba todo mi vello erizarse, incluso se atrevió a besar por mi cuello y noté sus colmillos clavarse en mi piel haciendo que me despertara de golpe.

—¡Oye, tolete! ¡Suéltame ahora mismo!

Lo iba a golpear, pero agarró mis muñecas con sus grandes manos, mientras seguía mordiéndome como un poseso. Un buen rato estuvo así conmigo hasta que se hartó y me miró con esa sonrisa burlona. No sé qué demonios había hecho, pero no fue agradable para nada. Iba a besarme, pero yo le realicé el movimiento de la cobra inclinando mi cuerpo hacia atrás, pero Cracker tenía más fuerza que yo atrayéndome de golpe y besarme con fiereza. No, en serio, ¿se volvieron adictos a mis labios o qué? Entonces escuché su voz en mi mente que hizo que se me pusieran los pelos de punta:

«Princess mía». 

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