5ª. Marco - La desconocida (2)

LA DESCONOCIDA (2)

Los días pasaron desde que llegó Princess a la isla Sphinx. Su tobillo ya estaba mucho mejor y podía caminar perfectamente. Gracias a todo mi esfuerzo. Decidí que durmiera en mi casa hasta que ella decidiera marcharse. Aunque eso era muy difícil porque los niños la adoraban, incluso las mascotas. Cuando estaba a solas con ella, sentía felicidad absoluta. Mi corazón se llenaba de un sentimiento que hacía tiempo que no experimentaba. Ella era tan diferente a otras mujeres. Por las noches me quedaba en vela para observarla dormir. Ella en mi cama y yo en el sofá.

Me fijé que tenía un hombro un poco más alto que el otro y ella me explicó que sufría de escoliosis. La columna era delicada y si no se trataba a tiempo estaría en una posición no adecuada. Pero con el tiempo eso iba mejorando. Princess me dijo que tenía pánico a operarse porque siempre tenía en mente que, si recibía un golpe fuerte, se quedaría paralítica. Eso fue una exageración por su parte, pero entendí su miedo. ¿A quién no? Yo me ofrecería a cuidarla para que no le pasase nada malo.

En ningún momento me atreví a decirle lo que sentía porque era demasiado pronto. ¿Qué pensará ella de mí? Inseguridad se creó en mi ser; además, solo la conocía hace una semana y ya pensaba como un adolescente. Que si le gusto, que si quería formar una familia conmigo... Déjate de estupideces, Marco. ¿No ves que es joven? Preferirá estar con alguien de su edad que conmigo. Eso sí, me impresionó una cosa que sucedió.

Un día, una de las esfinges quedó atrapada en unas rocas y no podía salir por su cuenta. Los isleños me pidieron ayudar porque sabían que yo era demasiado fuerte y podía levantar rocas sin ningún problema. Fui a acudir su ayuda, pero para mí sorpresa me encontré a Princess agarrando la piedra con las dos manos. Mira que había visto mujeres fuertes, como Big Mom, pero ella era tan pequeña que no la veía capaz. Los isleños estaban impresionados al igual que yo. La chica nos miró un tanto confusa. ¿Sabe lo que hizo?

Claro que no porque soltó la piedra con mucho miedo y se miró las manos no creyendo lo que había pasado. Debería chequear su cerebro a ver si estaba en buen estado. Ya las niñas empezaron a burlarse de los niños diciéndoles: "¡las mujeres podemos ser fuertes, si queremos!". Ahí sí que les daba la razón. Yo soy un pirata. O era. Bueno, no estaba muy seguro completamente. Dejé hace mucho tiempo la tripulación. No negaba que los echase de menos, pero quedarme aquí era lo mejor. Esto era lo que quería padre.

Hoy era de noche. Una noche muy tranquila como las anteriores. Yo estaba concentrado en la cocina y Princess estaba a mi lado para ayudarme. Era muy maja y autoritaria, es decir, le gustaba ayudar. Yo siempre le decía que no se molestase porque era una invitada, pero ella insistía. Incluso una vez me dedicó una mirada de malas pulgas. Preferí hacerla caso antes de morir a manos de la joven. Estaba preparando una buena comida que olía de maravilla. Ella, en cambio, preparó la mesa como de costumbre.

—¿Ya sabes a dónde ir? —pregunté, rompiendo la tensión entre nosotros.

—No lo sé. Y si lo supiera, tendría que tener un barco —respondió.

—Ahí te doy la razón.

—¿Qué lugar me recomiendas tú?

—No lo sé-yoi.

Vamos a ser sinceros: en el fondo, no quería que se marchara. Me gustaría que se quedara y vivamos juntos olvidándonos del mundo exterior. ¿Qué tonterías estaba diciendo? Era para golpear mi cara con la sartén que tenía en mano. A veces no podía creer en las cosas que surgían en mi cabeza. La miraba de reojo de vez en cuando observando sus movimientos. Algunos bruscos y otros delicados. Ese rostro de niña pequeña me encantaba, pero tenía un carácter bastante fuerte si hacías algo indebido.

Sus ojos me encantaban. Estaría toda mi vida observándolos sin que ella se percatase, claro. Parecía un viejo desesperado que estaba buscando una novia con mucha urgencia. Ya la comida preparada, la iba colocando en la mesa. Princess fue la primera en sentarse. Sus ojos brillaban sin cesar, eso significaba que tenía mucha hambre, incluso juraría haber escuchado sus tripas. No iba a realizar ningún comentario, si no quería recibir una paliza suya.

—Oye, Marco, perdona que te pregunte esto. —La miré, queriendo estar muy atento ante su pregunta—. ¿A qué edad te uniste a la tripulación de Barbablanca?

—Si te soy sincero, no lo recuerdo —dije con una gota de sudor resbalar por mi sien y sonreí de forma nerviosa—. Pero sé que ese día fue lo mejor de mi vida.

—¿Por qué lo dices?

—Porque ese hombre te trataba como un hijo de verdad —respondí—. ¿Sabes? Su muerte fue tan trágica que ninguno de nosotros nos lo hubiéramos imaginado. Ya el viejo era mayor, pero se conservaba bien. Todos habíamos pensado que moriría durmiendo en paz.

—Pero murió queriendo proteger a lo que más quería —añadió, colocando su mano en la mía—. Me dijiste que su sueño era tener una familia y la tuvo. Él estará muy orgulloso de haberos encontrado.

Sentir su piel en la mía era gratificante. Tibia, pero tirando más a frío. Sus palabras fueron reconfortantes que amplié un poco mi sonrisa. Sí, padre estaría orgulloso de todos nosotros, incluso de Ace. Ambas muertes nos afectaron. Nadie imaginó que ese muchacho fuera el hijo del Rey de los Piratas. Seguro que el único que lo sabía era padre. Por eso quería tenerlo en su tripulación porque mantenía una relación estrecha de amigo-enemigo con ese pirata. ¿El One Piece existía de verdad? Desde que murió ese hombre, todos los piratas fueron en busca de ese gran tesoro, incluso padre.

¿Si él sabía dónde estaba porque nunca nos lo contó? A veces ese viejo era difícil de entender. No me di cuenta que Princess seguía agarrando mi mano. Esto era muestra de mi felicidad absoluta. Me atreví con mi pulgar acariciar sus dedos finos y con algo de magulladuras. No los tenía perfectos, pero no me importaba en absoluto. La miré un poco viendo como sus mejillas estaban un poco sonrojadas que apartó la mano instintivamente. Vaya, ese momento mágico acabó.

—¿Vas a estar aquí en la isla hasta que mueras? —me preguntó.

—Esa es la idea-yoi.

—¿Y por qué no vuelves con la tripulación?

—Ojalá supiera donde estarán —respondí sin tapujos—. Además, no deberías preocuparte por mí.

—Hombre, me has cuidado en estos días —aclaró—. Así que lo más lógico es preocuparme.

Que chica tan extraña y, al mismo tiempo, tierna. Daban ganas de abrazarla y sentir su calidez. Reí por lo bajo por su dulce inocencia. Princess me dio un pequeño puñetazo en mi brazo.

—No te rías. Esto es serio.

—Perdona, no me reía por eso —confesé. Ella alzó una ceja no entendiendo muy bien—. Es que en este mundo es difícil encontrar a chicas como tú que mostrasen algo de sensibilidad.

—Soy sensible en todos los sentidos —me dijo—. Cuando me pongo nerviosa, lloro.

—Ah, ¿sí? Pues sí que eres sensible.

—Mis padres se ríen cuando pasa eso. Y yo no le veo la gracia porque, joder, eso no lo puedo controlar.

—Que crueles.

—Demasiado.

Si ella llora delante de mí, yo no me reiría en absoluto. Intentaría todo lo posible para tranquilizarla, incluso abrazarla para que supiera que estaba ahí por ella. Habíamos terminado de cenar y Princess se levantó de la silla estirando los brazos como pudo.

—Bueno, será mejor que me vaya a dormir —comentó.

—La noche es joven.

Un momento, ¿qué demonios dije? La peli-castaña se me quedó mirando, analizando mis palabras. Oh, por Dios, lo que me faltaba. Ahora pensará que estaba desesperado en tener relaciones sexuales con ella. Princess era bonita en todos los sentidos, pero ese comentario sobraba, joder.

—Marco, ¿eso lo dijiste porque quieres algo conmigo? —Mierda, lo que me temía.

—¡No! No me hagas caso —reí nervioso—. Ya estoy demasiado mayor y la edad ya está afectando a mi cerebro.

—Ya. —Yo estaba seguro que no me estaba creyendo—. Buenas noches, Marco.

—Buenas noches, Princess.

Me libré por los pelos, pero eso no dudará por mucho tiempo. Debía calmar mis ansias de depredador. Los platos los recogí, los lavé por un buen rato, volví la mesa para doblar el mantel y me dediqué a vestir el sofá con las sábanas. La cama no estaba lejos, pero mis intenciones no era colarme. Yo era un caballero e iba a respetar las distancias. Si ella no quería nada, yo no era nadie para negárselo. Pero vaya gilipollez por mi parte.

La luz del sol se coló entre las cortinas despertándome de golpe. ¿Qué hora era? No parecía que hubiera dormido bien. La mañana estaba bastante tranquila. Eché un vistazo hacia la habitación y vi un poco que las sábanas no estaban recogidas. Eso significaba que Princess aún seguía durmiendo. Decidí levantarme a toda prisa para prepararle un buen desayuno. Se iba a quedar asombrada. ¡No! Marco, contrólate. No eres un adolescente de quince años. Eres un adulto que le doblaba la edad, incluso podría ser su padre.

No obstante, era mi gran oportunidad de demostrar que yo era un hombre que valía la pena. El desayuno en una bandeja era un punto a mi favor. Leche calentita junto con un par de piezas de fruta. Bien, todo estaba listo. Cogí la bandeja de madera para caminar en dirección a la habitación. Mantenía una sonrisa de oreja a oreja.

—Princess, te traje el desayuno.

Y me sorprendí que ella no estaba en la cama. ¿A dónde se habrá ido? Mierda, y yo le preparé el desayuno y seguramente que ya había comido. ¿Habrá salido fuera? Dejé la bandeja en la mesa y comencé a vestirme con mucha prisa para salir al exterior. El pueblo estaba tranquilo y yo no la escuchaba. Lo decía porque todas las mañanas se escuchaba a ella gritar, pidiéndole a las esfinges que la dejasen tranquila. Que extraño. Vi a la dueña de Tama pasar por ahí, así que decidí preguntarla.

—Hola, pequeña.

—¡Buenos días, Marco-san!

—¿Has visto a Princess? —pregunté.

—Ahora que lo dice no. —La niña miró a un lado para otro—. ¿Usted cree que se habrá ido ya?

Y mi mundo cayó cuando hizo esa cuestión. ¿Marcharse así sin más y sin despedirse? No. No quería creerlo. Apoyé el brazo en la puerta para no caer al suelo. Perdí mi gran oportunidad con ella. Seré estúpido. Joder, Marco, ¿tanto te costaba decirle ayer que se quedara aquí para siempre? Yo era un patético en todos los sentidos. Si se fue realmente, ¿a dónde habrá ido? ¿Y con qué barco? Muchas preguntas surgieron en mi cabeza y sé que nunca obtendré respuestas. Solo ella sabría responderme.

Princess Laura me robó el corazón sin darme cuenta.

Y pasó un año después de aquello. Nunca la he olvidado. Ni un segundo. Las isleñas aún intentaban ligar conmigo, pero yo tenía ojos para aquella joven. No supe noticias de ella. Siempre compraba el periódico por si decían algo. A veces me preguntaba si ella realmente existía o era un producto de mi imaginación. Pero luego caía en la cuenta que ella si existió porque todos los isleños la vieron. ¿Debería rendirme? No, para nada. Aún tenía esperanzas de que esa chica apareciera en mi vida otra vez.

Un día el periódico llegó más temprano de lo normal, pero lo agradecí porque tenía muchos pacientes que atender. La primera portada me impresionó muchísimo. La tripulación de Mugiwara derrocó y derrotó al Sichibukai de Dressrosa: Donquixote Doflamingo. Y lo hicieron junto con la ayuda de Trafalgar Law. Y mis ojos se clavaron en cierta persona.

¡Princess Laura!

En la portada indicaba la página para ver la información por completo y lo hice con mucha prisa. Ahí estaban las recompensas de los Mugiwara y eso incluía a ella. ¿Forma parte de esa tripulación? Oh, Dios, no evité reírme por lo bajo. Mi corazón bombeaba de mucha felicidad al saber que ella existía de verdad. No eran imaginaciones mías. Segura que mi sonrisa era bastante tonta, como la de un enamorado. Y estaba contento que ella formase parte de la tripulación del hermano pequeño de Ace.

Siempre estuve al tanto de las aventuras que estaban teniendo ese grupo, incluso me enteré que iban a derrotar a Kaido. Realmente ese chico le gustaba meterse en problemas. Y un día la noticia nos marcó a todos anunciando que los Yonkos y los Goroseis habían desaparecido. Esto era una señal de que este mundo estaría en peligro y yo no podía hacer nada al respecto. Estaba seguro que ella estará en una situación crítica. Muchas dudas surgían en mi cabeza. Irme de la isla y dejarla insegura de cualquier enemigo no era bueno. Pero lo decidí por el amor que sentía hacia esa chica.

Cogí el primer barco para marcharme de la isla que fue mi hogar durante mucho tiempo y tomé rumbo al océano. No sé qué me deparará en este viaje, pero espero que pueda reunirme con ella.

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