3ª. Lucci - Interés felina

INTERÉS FELINA

Muchos científicos realizaron muchas investigaciones en relación a qué pasaría si creasen un híbrido de un animal y un ser humano. Y lo consiguieron con unas cuantas criaturas, algunas dóciles y otras no. Yo era una de las limpiadoras o encargadas de darles comida a esos híbridos. Solo me encargaban de los pacíficos, los herbívoros más bien. Eran más amigables que los carnívoros. Esas bestias te miraban con ganas de casarte y devorarte de pies a cabeza. Se encargaban los cuidadores más experimentados. Yo era una novata en todos los sentidos del mundo. Había de toda clase: jirafas, cebras, lobos, cocodrilos, etc.

Los científicos estaban orgullosos con lo que estaban haciendo, sin embargo, el Gobierno los quería para la guerra. Me daba mucha rabia que los utilizasen como armas y no como criaturas libres, como verdaderos animales que eran. Y lo peor de todo era que estaban encerrados en unas jaulas especiales. A los machos los vestían con pantalones. A las hembras igual, pero también les colocaban un sostén en la parte superior. De vez en cuando los "liberaban" en una especie de jardín grande que se encontraba en el interior de los establecimientos. Los híbridos tenían una cosa que tenía que ver con la luna llena, es decir, se podían transformar, como lo hacían los licántropos en las películas.

Estaba en la jaula de Kaku, un híbrido mitad y mitad jirafa. La criatura era muy mona con esas orejas, cola y cuernos típico de esos animales. Él le agradaba mi compañía que incluso restregaba su cabeza en mi hombro y hacía sonidos muy graciosos. Sí, estas criaturas no podían hablar. Solo se comunicaban a través de sonidos típicos de los animales. Yo sabía lo que necesitaba porque hacía movimientos con su cabeza o se acercaba a cierto sitio y me lo indicaba. Él era muy inteligente, demasiado en comparación con otros. De repente, escuché un grito desgarrador proveniente de otra jaula. Podía ver a través del cristal como alguien importante de la empresa salió en ella con magulladuras.

Spandam se encargaba de ver cómo estaban las criaturas, si estaban preparadas para llevarlas a la siguiente fase. El pobre siempre se llevaba palizas, pero me daba igual. Lo odiaba con toda mi alma por como trataba a estas increíbles bestias.

—¡Casi me mata! —exclamó Spandam—. ¡Maldito leopardo! ¡Que alguien le inyecta algo para que se quede dormido!

Cuando dijo eso, todos se quedaron callados y temblaron de miedo. En esa jaula se encontraba el híbrido más peligroso que pudieran haber creado en esta faz de la tierra. Una vez, uno de los cuidadores se acercó a él para inyectar una vacuna y la criatura hizo caso a su instinto que mordió con fuerza al hombre. Le dejé una herida bien fea que lo tuvieron que llevar a la sala de emergencia con mucha urgencia. Esa bestia era muy dominante en todos los sentidos. Además, le gustaba estar solo. No era nada sociable con los demás híbridos. Escuché que intentaron juntarlo con una hembra, pero éste la rechazaba una y otra vez que incluso la gruñía o la mordía para que lo dejase tranquilo.

Spandam se retiró con los cuidadores con una mala leche encima. Yo dejé la comida a Kaku para que comiese con total tranquilidad y me dirigí hacia la otra jaula, no sin antes cerrar la celda. No me gustaría que me echasen la bronca por dejarla abierta. Gruñidos de mucha molestia se escuchaba ahí y asomé mi cabeza para verle comer con toda la rabia del mundo. A los carnívoros no le dábamos carne cruda por el miedo a que los consideremos su comida porque ya hubo más de un ataque. Comían comida normal y corriente. Lo que comíamos los humanos.

—La próxima vez matarás a Spandam si sigues así de gruñón.

Él me escuchó perfectamente porque echó para atrás su oreja derecha y giró la cabeza hacia mí. Su ADN estaba compuesto del felino más peligroso que pudiera existir: el leopardo. Sé que había otros felinos, pero este era letal. ¿A quién se le ocurría hacer una combinación tan peligrosa? La bestia, llamada Lucci, gateó hasta el cristal que nos separaba a ambos. El cristal era insonoro, es decir, él me escuchaba fuera, pero en el interior yo no le escuchaba. Lo hicieron de esa manera con todas las celdas para que no se pusieran nerviosos al escuchar los sonidos de otros animales.

El híbrido era sumamente hermoso, tanto que me daban ganas de acariciar ese pelo ondulado y que se enredase entre mis dedos. Pero me daba miedo. Ni me atrevería a estar dentro con él. Sus ojos negros me analizaban de pies a cabeza con mucha intriga. No le agradaba la compañía de los demás por como los miraba o enseñaba los dientes, pero conmigo era distinto. A veces apoyaba las dos manos para estar más cerca de mí. Y esta vez hizo lo mismo. Su cola no paraba de moverse a un lado para otro, muy atento.

—No puedes seguir así, Lucci. Sé que no te agradan, pero por intentarlo no pasa nada.

Él ladeó la cabeza, como si quisiera comprender lo que dije. Todos los híbridos tenían aspecto de humano, pero añadiendo una o dos cosas extras provenientes del ADN animal que estaba en su sistema. Los dos tatuajes que llevaba en cada hombro representaban peligro para el Gobierno porque atacó dos veces sin remordimiento. Cada bestia llevaba uno, si se portaba mal. Pero también los castigaban de una manera bestial. A mí me contaron que la gran cicatriz que llevaba Lucci en la espalda era de las peores que le hicieron.

—Sé bueno, ¿vale?

Lucci apoyó la frente en el cristal sin apartar la mirada en mí. Vi como sus fosas nasales se ampliaban una y otra vez deseando olfatearme de todas las maneras posibles. Bueno, yo debería volver a mi rutina de siempre. Veamos, el siguiente a quien debía ir era Luffy. Ese híbrido era mi preferido porque era muy juguetón y gracioso. Estaba al lado de Kaku, así que solo era camina un poco. Ya me estaba esperando dando saltos de alegría, mientras sentía la mirada de Lucci clavada en mi espalda.

Yo lo ignoré porque era típico de un depredador con ganas de cazar a su presa. Abrí la puerta y el joven mono me agarró de la muñeca para abrazarme y reír con mucha felicidad. En serio, me encantaba mi trabajo. Cuidar de estas criaturas era lo más maravilloso que me pudiera pasar. 

🦋🦋🦋🦋

La noche cayó en el establecimiento. Las bestias aprovechaban para estar en el exterior y disfrutar del aire libre. Pero no podían traspasar la barra eléctrica porque recibirían una descarga mortal que los dejaría atónitos o morirían al instante. Recordé que uno, siendo un niño, estaba jugando con un adulto y sin querer choco ahí. Menos mal que lo llevaron a urgencias y pudieron recuperarlo a tiempo. Yo había terminado mis tareas hacía un buen rato y me tocaba volver a mi cuarto.

Ah, sí, los trabajadores tenían sus propias habitaciones para evitar que se movieran desde sus casas hasta aquí. Y menos mal porque el recorrido que tenía que hacer yo era bestial. Yo tenía coche propio, pero costaba encontrar aparcamiento por estos alrededores. El silencio reinaba en todo el establecimiento. Todos estaban en sus respectivos cuartos menos yo. Podía escuchar los sonidos que realizaban los híbridos. Mi habitación estaba bastante lejos por lo que empecé a caminar. Supuestamente, esas criaturas no deberían rondar dentro del establecimiento porque solo podían entrar o salir de sus jaulas para ir al parque externo.

Agradaba que hubiese algo de luz, pero siempre tenía la sensación de que alguien me estuviera observando. Yo tenía la manía de mirar por los alrededores por si encontraba alguna sospecha. Y me detuve en seco al encontrarme cierta persona apoyado en la puerta de mi habitación.

Spandam.

¿Qué demonios quería? No me agradaba su presencia. Si no fuera un capullo escrupuloso, no le odiaría tanto. Podía darme la vuelta, pero él era uno de los jefes de este maldito lugar. No tenía más remedio que acercarme y ver que quería.

—¿Puedo ayudarle en algo, Spandam-san? —pregunté, muy educada. Aunque me daban ganas de insultarlo de todas las maneras posibles.

—Solo quería preguntarte algo —comentó, mientras se separaba de la puerta—: ¿cómo haces que ese desgraciado de Lucci no te gruña o te enseña sus dientes?

—¿Perdón?

—Tus compañeros han estado observando que, desde que llegaste, Lucci se comporta de una manera distinta hacia a ti.

—A lo mejor porque le hablo con un tono de voz diferente —respondí con seguridad.

—Oh, será eso.

—Si es solo eso, buenas noches —me despedí, dispuesta a entrar en mi habitación. Sin embargo, Spandam me agarró del brazo con mucha fuerza a lo que me quejé—. ¡Oiga!

—Pero no te has atrevido a entrar ahí, ¿verdad?

—¡¿Se volvió loco?! No entraría ahí por nada en el mundo por todos los comentarios que me han dicho mis compañeros —aclaré—. Es una criatura peligrosa.

—Cierto, es difícil de domesticar —añadió. Me tiró del brazo con fuerza arrastrándome por todo el pasillo—. Pero tengo la sospecha de que contigo es diferente.

—¿A dónde piensa llevarme? —pregunté casi alterada, temiendo lo peor.

—Vamos a averiguar una cosa. Y no puedes negarte.

Esto no me gustaba. Yo intentaba tirar con todas mis fuerzas, pero me era imposible. Él era más fuerte que yo. Lágrimas se apoderaban de mí con total fuerza que pensaba que este sería mi fin. Me fijé a donde me estaba llevando. Era la entrada principal para acceder al exterior. No pensará que, entre ahí, ¿verdad? Hoy era luna llena y las criaturas estarán transformadas en sus formas híbridas, y algunos se volvían más salvajes que otros.

—¡No, Spandam-san! ¡No haga esto! —le supliqué.

—¡Cállate! Vas hacer lo que yo te diga —me dijo.

Se paró enfrente de la gran puerta y empezó a buscar las llaves sin soltarme del agarre. Todavía seguía llorando, queriendo huir de esa situación.

—¡Se lo suplico! ¡No lo haga! ¡Me matarán!

—O no —concluyó, metiéndome de lleno ahí y me cerró la puerta.

—¡Spandam-san! ¡Ábreme la puerta, por favor! —grité y golpeé con todas mis fuerzas la puerta—. ¡Yo no sé nada lo que le pasa a Lucci! ¡Por favor, ábreme!

Terror. Pánico. Esas emociones se apoderaron de mí. Lloraba y lloraba sin control aparente queriendo que me abriese la puerta. Esto era una locura. Lo peor de todo era que mis golpes y mis gritos alertaron a las bestias que me acechaban en la oscuridad. Yo me tensé al sentir unas miradas clavadas en mi cuerpo. Yo giré lentamente encontrándome con los carnívoros transformados en su forma híbrida. Yo entré en pánico que caí al suelo con mucho miedo. Pensé que este mi fin. Sí, lo pensé. Poco a poco se acercaban a mí dispuestos a atacarme a lo que yo cerré los ojos y grité con todas mis fuerzas.

De repente, un gran rugido provino a mi derecha y oí zarpazos, incluso mordidas de algunos animales. Yo no quería ver porque seguro que se estaban peleando entre ellos a ver quién tomaba el trofeo, o sea yo. Pasaron segundos, minutos. Ya no escuchaba nada. ¿Debería abrir mis párpados para ver qué pasaba? ¿Y si mi asesino estaba muy cerca para matarme? Vamos, Laura, tú puedes. Poco a poco iba abriendo mis ojos encontrándome con una figura bastante alta dándome la espalda y que seguía gruñendo a los otros. Por un instante, reconocí la gran cicatriz de su espalda.

¡Era Lucci!

¿Lucci me salvó o era uno más de ese grupo de depredadores? En su forma híbrida era mucho más alto. Yo diría que unos 250 cm, incluso más. Su cuerpo tenía más masa corporal, más bien de cintura para arriba. Y aún conservaba sus cabellos ondulados y negros. Lucci se giró para mirarme. Todo mi cuerpo se tensó porque me imaginé lo peor. Esos ojos negros tan profundos eran una señal de muerte. Él iba dando pequeños pasos y yo me arrastré hacia atrás topándome con la pared. No paraba de temblar. ¿Así hacían los leopardos para intimidar a su presa? Pues estaba surtiendo efecto.

Yo suplicaba con la mirada que no me hiciera nada. ¿A quién iba a engañar? ¡Tenía delante a la criatura más peligrosa que hayan creado! Coloqué mis brazos en mi rostro de modo de protección por si intentaba hacer algo. De repente, noté unas manos colocarse en mi cuerpo y ya no notaba que estaba en el suelo. Mi cabeza estaba apoyada en el pecho peludo de Lucci. ¿Qué cojones? Él estaba caminando con mucha calma, aunque de vez en cuando saltaba para llegar a su próximo destino.

¡Oh, no! Me estaba llevando a su celda. ¡Iba a comerme ahí mismo! Ahora pensándolo, los leopardos les gustaban comer a sus presas en lo más alto de un árbol o en su guarida. ¡Esto era lo peor que me podía pasar en toda mi existencia! La puerta trasera estaba abierta. En realidad, los híbridos por la noche podían cerrar la puerta para que nadie los molestase. Ya en la celda, Lucci me dejó en el suelo lleno de paja. Lo reconocí, era su cama. La luz de la luna daba de lleno a la criatura dando un aspecto terrorífico. ¿Este era mi fin?

—Por favor, Lucci, te lo ruego. No me comas. Yo no te he hecho nada —supliqué con lágrimas en los ojos.

Pero él mantenía su compostura de siempre con la mirada fija en mí. Mis ojos se posaron en la otra puerta que estaba en la otra punta de la esquina. Era mi única oportunidad de salir de ahí. Pero sus manos grandes se colocaron a los lados de mi cabeza, una señal de no huir porque no había escapatoria. Lucci se aproximaba cada vez más y yo no paraba de llorar. Hice el mismo gesto de antes de cubrirme la cara con los brazos. Mi corazón no paraba de latir con mucha fuerza. Nadie sabrá que he sido devorada por él, menos el hijo de puta de Spandam.

Lamidas empezaron a surgir por la zona de mis brazos y que poco a poco se quitaban porque la fuerza que tenía Lucci no era normal. Mis gafas estaban siendo empañadas por la saliva de este. Que extraño. Sus lamidas eran típicas del comportamiento de un gato de limpiarse o dar cariño a sus crías. Eso sí, su lengua era áspera de cojones.

—Lucci, para —le dije. El condenado no me hacía caso—. Lucci, hablo en serio.

Él me respondió con un gruñido. ¿O era un simple ronroneo? Ya ni estaba segura lo que estaba haciendo. Ya no se centraba en lamer mi cara —por culpa de eso, mis gafas volaron—, sino que ahora se centró en mi cuello. Yo estaba muy quieta con el miedo a que me hiciera algo malo. Escuché como olfateaba mi piel una y otra vez. Su cabeza se quedó en el hueco de mi cuello para seguir inhalando mi esencia. Bajé un poco la mirada encontrándome que la cola de él no paraba de agitarse una y otra vez en el suelo.

Menos mal que tenía un poco de miopía y podía ver a la perfección porque, si estuviera ciega, a saber, que me estaría haciendo el maldito. Lucci levantó la cabeza para mirarme a lo que yo me encogí de mi sitio. ¿Qué ideas se le pasará por la mente? Me asusté al sentir su gran mano apoyarse en mi rostro. Esas uñas largas eran capaces de clavarse en mi piel y hacer que sangrara de una manera bestial. Me fijé que ya no me miraba, si no a su zarpa. Con la otra tomó la mía para unirla con la suya. Mi mano no era tan grande como la suya.

Un gruñido salió de su garganta no muy conforme a lo que estaba viendo y se levantó de su sitio. Yo apoyé mis antebrazos para ver su próximo movimiento. Estaba caminando en dirección a la puerta que daba acceso al parque y apretó un botón, y esta iba cerrándose poco a poco. Ya no había luz natural de la propia luna. Los rayos del asteroide iban desapareciendo en el cuerpo de Lucci y poco a poco iba volviendo a su estado natural. Era ahora o nunca. Con sigilo iba arrastrándome por el suelo para llegar a la otra puerta, pero él me agarró de las piernas para volver a colocarme como antes.

—¡Lucci, por favor! ¡Déjame ir! —le supliqué.

No quería ser devorada por él. No quería morir de esta manera. Me cubrí el rostro con las manos porque no quería ver lo que estaba a punto de ocurrir. Mi corazón no paraba de bombear más sangre de lo normal. Si iba a morir, que así sea. Me tensé al notar su nariz tocar la cara externa de mis manos e iba lamiéndolas lentamente. Yo, por inercia, iba abriendo poco a poco y él aprovechó para colarse entre ellas. ¡Estaba tocándolo! Nadie lo había conseguido menos yo. No bruscamente, sino pacíficamente.

Mis manos descansaban en el cabello ondulado de Lucci y no sabía si acariciarlo o que. Él no apartaba la mirada en mí o seguir olfateándome. Me atreví con mucho a masajear su gran melena y recibí a cambio unos ronroneos la mar de dulces. Los brazos de Lucci descansaban detrás de mi espalda, una forma de abrazarme, y colocó nuevamente su rostro en el hueco de mi cuello. Desconocía lo que estaba pasando. Esa faceta no era normal en él. Lo normal sería que me mordiese y me haría el suficiente daño para morir desangrada.

Su cola se enrollo en una de mis piernas y con la punta iba acariciando muy cerca de mi muslo. No sé si debería preocuparme, pero no podía hacer nada al respecto. Él era mucho más fuerte que yo y me doblaba un poco de altura. Para ser exactos, yo medía 159 cm y él 210 cm. De repente, empezó a restregar su cuerpo con el mío y dar mordidas en mi cuello, pero estas eran leves en comparación con las otras que provocó en los antiguos cuidadores. Además, los lamía para que no quedara marca. En serio, ¿qué le pasaba? ¿Me estaba probando antes de devorarme? ¿Debería preguntarle? ¿Me entenderá? Joder, cuantas preguntas.

—Lucci, ¿piensas comerme? —le pregunté con un tono suave, a ver si así me pudiera comprender.

Él volvió a levantar la mirada para mirarme perfectamente. Ladeó la cabeza analizando la información. ¿De verdad me estaba comprendiendo? Lucci se levantó para caminar al otro lado de la habitación y me fijé que tenía una tele. Es verdad, los científicos creyeron que enseñándoles algunas películas a los híbridos comprenderían cual era lo bueno o lo malo. Tomó el mando para encender la pantalla. ¿Me quería enseñar algo? Iba cambiando de canal, zapeando como diríamos nosotros, hasta detenerse en una en concreto.

Una película pornográfica.

¿Sabéis la cara que había puesto? ¡Roja como la de un tomate maduro! Lucci volvió a mirarme sin dejar de mover la cola y caminó sobre sus pasos para estar conmigo. Yo no paraba de mirar la pantalla viendo como esos dos actores mantenían relaciones sexuales de una manera erótica, pero reaccioné al sentir al leopardo muy cerca de mí. Ahora comprendí cuales eran sus intenciones. No paraba de mirarlo muy nerviosa. Espera, Spandam me dijo que el comportamiento de Lucci conmigo era distinto. ¿Acaso se sentía atraído hacia mí?

¡Imposible! ¡¿Cómo podría gustarle?!

Ronroneos escuché muy cerca de mi oído y yo no pude evitar más sonrojarme de lo normal. No dudaba que era muy apuesto. Joder, era mirada felina incendiaba a cualquiera. Pero los científicos no permitirían que los híbridos se relacionen con los humanos, ¿o sí? Y una cosa: ¡¿por qué demonios no bloquearon ese canal?! Me imaginé a Lucci muy aburrido en la noche que buscaba un canal interesante hasta toparse con ese en concreto. ¡Los gemidos de la actriz no me ayudaban a centrarme!

—No soy tu tipo —hablé con él para que entendiera, pero cada vez que se acercaba a mí, hacía que me inclinase hacia atrás y me acostara en la lana—. L-Lucci, de verdad, no soy la adecuada. —Él me estaba ignorando porque mordió mi abrigo junto con la camisa para subirlo poco a poco—. ¡N-No! —Lo detuve agarrando mis ropas para que no siguiera.

No, en serio, esto era demasiado para mí. En sus ojos había confusión, como si no comprendiera lo que acabo de hacer. ¿Impedir esto? Era una locura. Ni en mis sueños más húmedos me imaginé esta situación tan vergonzosa. Estiró el brazo hacia la tele diciéndome de hacer lo que estaba haciendo esa gente y volví a negarme, moviendo la cabeza de un lado para otro.

—No quiero —le dije—. Esto está mal.

Ladeó la cabeza analizando mis palabras. Yo cubría mi cuerpo con los brazos, una forma de que entrara en razón. Volvió a rozar su nariz por la zona de mi cuello y me abrazó, mientras ronroneaba por lo bajo. Creo que lo comprendió porque su respiración estaba siendo más calmada y pausada. De repente, en un movimiento rápido, sus labios se juntaron con los míos. Mis mejillas estaban ardiendo demasiado no creyendo que se haya atrevido a hacerlo. Eran suaves y esponjosas. Se separó de mí y volvió a la misma posición que antes. No estaba comprendiendo este comportamiento del híbrido. Lo miré y tenía los ojos cerrados. ¿Estará dormido?

Aún mis manos descansaban en sus cabellos acariciándolo con ternura y él no se movía. Definitivamente estaba dormido. Una puerta escuché abrirse y mi cabeza se echó para atrás encontrándome a Spandam custodiado por los otros cuidadores y guardaespaldas.

—Lo sabía. Sabía que Lucci sentía un interés en ti —comentó, desviando la mirada en la televisión—. Y pensar que solo quiere copular y compartir una vida contigo es una ridiculez. Sacadla antes de que despierte.

—No pensaréis hacerle daño, ¿verdad? —susurré.

—Oh, no te preocupes. Tenemos otra idea en mente con él.

Eso no me gustó para nada.

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