3ª. Lucci - Interés felina (2)

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

INTERÉS FELINA (2)

Desde que averiguaron que Lucci sentía interés en mí, siempre me pedían que entrase en su celda y que sea yo quien lo alimentase o lo peinase. Eso para mí era una tortura porque el híbrido o se ponía a jugar conmigo o se estaba quieto. Las otras criaturas se encargaban los demás cuidadores. Yo era la persona indicada para estar cerca del hombre leopardo. Esos momentos en que estaba "a solas", Lucci aprovechaba esas ocasiones para lamer mi cara, ronronear muy cerca de mi oído o querer jugar conmigo.

Spandam me amenazaba de despedirme si no iba. Yo aún tenía miedo de la criatura porque a veces me mordía, intentando llamar la atención o algo así. Un día, el hombre de cabellos morados se atrevió a entrar conmigo para ver si Lucci se comportaba tranquilo ante mi presencia. Y lo estaba haciendo bien. Se dedicaba a restregar su cuerpo con el mío y sin dejar de ronronear. Sin embargo, Spandam me alzó la voz pidiéndome que le dijera al moreno que obedeciera sus órdenes. Eso colmó la gota del vaso porque el híbrido le gruñó y estuvo a punto de atacarle.

Spandam tenía buenos reflejos que salió corriendo de la celda y cerró con mucho miedo. Ahí me demostró que Lucci era dominante y protector conmigo. No le agradaba nada que me estuvieran insultando. Podía ver como su cola se engrifaba por cada gruñido que le daba al peli-violeta. Y luego se calmaba, volviendo conmigo para lamer mi rostro y apoyar su rostro en mi hombro. Esto lo que estaba sucediendo me estaba poniendo nerviosa porque no sabía qué hacer si huir o dimitir. Echaba de menos estar con Kaku y con Luffy.

Había veces en que Lucci mordía con suavidad mi hombro o mi muñeca no entendiendo nada ese comportamiento. Por lo que me contaron los cuidadores expertos ese comportamiento indicaba que quería aparearse conmigo. ¡¿Por qué yo?! Ni que fuera un top model o algo por el estilo. Con ese pensamiento en la cabeza me daban ganas de alejarme más del híbrido por miedo a que me viole. Cuando hacía eso para no alimentarlo o cepillar su melena, escuchaba los sonidos de Lucci llamándome. Joder, no podía ignorar eso porque, al fin y al cabo, en el fondo era un animal que necesitaba cariño.

Y llevábamos así un mes desde que tomaron esa decisión de ser yo quien estaba ahí. Y el condenado era muy feliz. Se notaba que no se estresaba o no gruñía a nadie cuando estaba yo. En la hora del almuerzo estuve un buen rato con él hasta que era la hora de retirarme y encontrarme a Spandam a dos celdas de esta. ¿Qué querrá ahora? Inclinó su cabeza indicándome a que lo siguiera y lo hice sin rechistar. ¿Me echará la bronca de algo relevante? Fuimos a su despacho que era demasiado lúgubre y un poco pintoresco.

—Por favor, siéntate —me pidió amablemente.

—¿Sucede algo? —pregunté, mientras me sentaba en la silla.

—Los cuidadores me han estado comentando sobre el comportamiento de Lucci —iba diciendo con una taza de café en la mano—. Está mostrando señales de querer aparearse contigo. Mírate las muñecas, si parece que en cualquier momento vas a sangrar.

Al realizar ese comentario, reaccioné de tal manera de esconder esas marcas con mi pulóver. No tenía culpa que ese maldito felino grande me mordiese cada vez que me veía.

—A veces su comportamiento me da miedo. En cualquier momento, no aguantará y me forzará a hacer algo que no quiero.

—Oh, sí que lo vas a hacer.

—¿Qué?

—Vas a aparearte con él, te guste o no —me estaba ordenando—. Imagínate. Sería una gran oportunidad de saber si esa manera sus hormonas se relajan y se deja ser domesticado.

—¡No voy hacer algo indebido! —exclamé y me levanté de mi sitio—. ¡Me niego a tener relaciones sexuales con él!

—¡Lo harás porque te lo ordeno! —Él me imitó—. ¡Te recuerdo que estás trabajando para mí y no para otra persona! ¡Harás lo que yo te diga, ¿está claro?!

No era una híbrida. Yo no le interesaba para nada. Solo quería apaciguar esas necesidades y listo. Yo no era un objeto que podían usar y tirar. Yo me valoro en todos los sentidos del mundo. Sin embargo, mi empleo estaba en juego y las amenazas de Spandam siempre se cumplían porque muchos me lo dijeron. Estaba entre la espada y la pared. Agaché la mirada aceptando esa decisión de mantener relaciones sexuales con Lucci, así se olvidará de mí y no estuviera tan obsesionado.

El peli-morado me dijo que esta misma noche nos iban a llevar a una habitación aparte donde seremos observados y vigilados. ¿Qué? No deseaba que ninguno de ellos me viera desnuda o realizaba actos sexuales con el híbrido. Me daría mucha vergüenza que eso sucediera. También me comentó que me pusiera una bata sin tener nada debajo. ¿Por qué tuve que aceptar esto? Era realmente estúpida. Solo quería ponerlo contento y me dejase tranquila de una puñetera vez. Me daban ganas de insultarlo.

La noche cayó y yo estaba nerviosa. Estaba en la habitación que me dijo Spandam. Era bastante amplia con unos colchones vestidos con sábanas blancas y cojines. Yo estaba de pie en esas mismas sábanas mirando a mi alrededor. A la derecha estaban ellos atrás porque había un cristal espía, típico de las series de policías cuando se ponían a interrogar y los que están por detrás escuchan sin ser vistos. En cada esquina había cámaras porque las paredes eran insonoras. Y a mi izquierda había una entrada oculta donde aparecerá Lucci.

Sentía frío porque debajo del albornoz no tenía nada. No me gustaba para nada que nos estuvieran observando cuando lo hacíamos. Solo quería llorar y desaparecer porque esto era una burla para mí. La puerta secreta de la izquierda se activó y se iba abriendo poco a poco mostrando al híbrido con mucha molestia. Me da que lo sedaron para que no hubiese problemas. Sus ojos negros se clavaron en mí y su enfado se iba desvaneciendo poco a poco. La puerta se mantenía abierta hasta él decidiera entrar.

Lucci no miraba a otro sitio y eso provocaba que me pusiera más nerviosa de lo habitual. El híbrido se adentró y la entrada se iba cerrando poco a poco. Él caminaba con el cuerpo inclinado hacia delante olfateando el ambiente por si hubiera algo sospechoso. Incluso me miró con las cejas arqueadas, con extrañeza. ¿Por qué? Será por lo que llevo puesto supongo. Siempre llevaba consigo la ropa del trabajo. Ya muy cerca de mí se incorporó para dejar ver que era más alto que yo. Menos mal que no estaba transformado porque me moriría.

Yo estaba temblando de puro miedo porque realmente no quería hacerlo con él. Me estaban obligando a algo que no quería, y más aun sabiendo los intereses de él. Y ser observada por todos ellos me daba vergüenza. No le miraba a él, sino al cristal espía pidiendo por todos los dioses que se marchasen. Lucci acercó su rostro al mío para lamer mi mejilla y tensarme. Yo agarraba con fuerza el albornoz temiendo a que se me caiga o algo peor. No paraba de olfatearme como una manera de analizarme.

Alcé un poco la mirada con mucho miedo y él movió una de sus orejas, como si hubiera escuchado algo. Un gruñido salió de su garganta y fruncía poco a poco el ceño mostrando sus colmillos con mucha molestia. Yo me temí lo peor, que incluso cerré los ojos por si me atacaría o algo peor. Escuché movimiento a mi izquierda y los abrí para encontrarme a Lucci enfrente de aquel cristal. Su cola estaba erizada, señal que estaba muy furioso. ¿Él sabía quién estaba ahí? Él no era para nada estúpido.

Lucci caminó en dirección a una de las cámaras y salto para romperla en pedazos. E hizo el mismo gesto con las otras. Me daba la sensación de que sabía lo que estaba pasando. Fijó su mirada en el cristal volviendo a rugir como nunca. Un leopardo que estaba protegiendo algo importante. No dudó en golpear el cristal con las manos. Una advertencia les indicaba.

—¡Vale! ¡Vale! Tú ganas. —La voz de Spandam se escuchó a través de la megafonía—. Nos vamos a retirar, ya que no te agrada nuestra presencia. ¡Bajad la intensidad de las luces y salid de una vez!

Los empleados hicieron caso al peli-morado porque las luces se apagaban poco a poco, dejando un ambiente más "romántico". Las orejas de Lucci estaban atentas a los movimientos de las personas que estaban detrás del cristal, incluso caminó para asegurarse que no hubiese nadie. ¿Quería privacidad conmigo? Eso a los animales les importaba poco y más aún si provenía de un leopardo. La bestia se calmó retomando su compostura y se giró para mirarme. Yo me encogí de mi sitio porque sé lo que significaba.

No paraba de temblar de mi sitio por el miedo que provocaba en mí. Él era un animal que solo hacía caso a sus instintos y no escuchaba a su alrededor. Ya muy cerca de mí se dedicó a restregar su cabeza con la mía y yo no me evitó en llorar en silencio. Mis sollozos alertaron al híbrido que me miró con mucha curiosidad. Por un momento vi sus ojos negros que solían ser fríos a unos de preocupación. Me quitó las gafas para lamer mis mejillas. Era como si no le gustaba verme así, de esa manera. Sus brazos rodearon mi pequeño cuerpo y su cola se quedó enrollada en mi cintura, y con la punta acaricia mi vientre aún cubierto por la prenda.

Sus ronroneos eran relajantes, tanto que cerré los ojos para seguir escuchando. Él seguía lamiendo mi rostro, una forma de estar tranquila. Lucci no parecía que quisiera hacerme daño. En todo el tiempo que estuve con él siempre estuvo mordiendo a modo de juego y protegiéndome de aquellos que me insultasen a mi persona. ¿Y si me entrego a él como una forma de compensación? La última vez que me lo pidió yo me negué absolutamente y él no hizo nada. Simplemente me abrazó y durmió sobre mí. Entonces caí en la cuenta que todo este tiempo me había demostrado que sentía interés en mí, que esto no significaba que deseaba tener relaciones conmigo y listo.

Solo había pocos animales monógamos, como los pingüinos o los lobos. Yo alcé la mirada para mirarlo y recibí una lamida en mis labios provocando que me sonrojara de golpe. Maldito desgraciado. Me pilló desprevenida.

—Lucci —susurré bajito y él me respondió con un ronroneo suave.

Su barba curiosa rozaba por todo mi rostro provocando que me hiciera cosquillas y reír bajito. Esto lo estaba haciendo para que me tranquilizarla. Sus intenciones no era hacerme daño. Más bien estar conmigo, vivir en paz sin ningún remordimiento. No había nadie mirándonos. Estábamos solos. Él y yo. ¿Estaba segura de lo que estaba haciendo? Ni yo mismo lo sabía. Antes de realizar un movimiento, tragué saliva y me iba quitando el albornoz sintiendo un escalofrío recorrer por mi cuerpo, a causa del frío helado. Por un momento vi los ojos de Lucci agrandarse al verme desnuda y mover la cola de un lado para otro, como un estado de entusiasmo puro y duro.

Estaba dudando si le gustaba mi cuerpo porque yo era diferente a las mujeres que vio en la tele, a esas actrices de porno. Aproximó su cabeza para oler más de cerca mi piel y recibí una lamida. Su cola se enroscó en mi cintura para atraerme más de cerca. Mi pecho tocaba el suyo. Él emanaba un calor tremendo en comparación al mío. Me estaba poniendo un poco nerviosa con todo esto. Él seguía abrazándome, como intentando ocultar mi cuerpo por si alguien lo haya visto. Mordidas surgieron nuevamente por mi cuello y poco a poco íbamos agachándonos para estar más cómodos en el colchón.

Una de sus manos agarró mis cabellos con suavidad para echar la cabeza hacia atrás y recibir una gran y larga lamida por la zona de mi pequeña nuez. Yo suspiré por lo bajo, pero estaba alerta a que hiciera algo indebido. Estaba muy segura que era inexperto en esto. No era lo mismo ver esas películas porno que la realidad misma. Pero me di cuenta que estaba yendo muy despacio, asegurándose de lo que estaba haciendo era correcto. Su otra mano descansaba en uno de mis pechos no muy grandes palpando su textura.

No paraba de masajearlo y sus dedos rozaban en mi botón rosado que se endurecía poco a poco. Joder, pues para ser un novato lo estaba haciendo bien. Los ojos de Lucci conectaron con los míos, algo que me comenzaba a dar vergüenza porque comencé a gemir bajito. Sus orejas se movieron por instinto al escuchar ese sonido suave y agudo. Sus yemas atraparon mi pezón apretando y tirando despacio, y yo volví a suspirar. Creo que estaba probando cuáles eran mis puntos sensibles. Y yo no lo estaba guiando para nada. Lo estaba haciendo él solo, aunque su mirada estaba fija en mí, muy atento a mis expresiones.

Esa era la forma más indicada de saber que era lo que me gustaba y lo que no. Lucci bajó la mano que estaba en mi cabeza para apoyarla en mi espalda y me iba empujando poco a poco hasta quedarme acostada en el colchón. Ahora sí que me sentía como una presa acorralada por el depredador. Nuestras miradas estaban conectadas y él aprovechó para bajar un poco su cuerpo para estar a la altura de mis pechos, y lamer uno de los pezones. Yo estaba sensible, obviamente. Sus orejas estaban en mi dirección muy atento a los sonidos que realizo.

Esto me estaba matando por dentro. Nunca pensé que llegaría esta situación. Guie mis manos hacia su gran melena para tocarlo y masajearlo, recibiendo leves ronroneos por su parte. Yo pensaba que iba a ser un animal con las hormonas alteradas, pero se estaba comportando de una manera tranquila y sumisa. Me pregunto si soñó este momento. O si viendo esas películas pensaba en mí. Dios, no podía imaginarme a Lucci masturbarse así mismo. ¿O sí? Me desperté de mis pensamientos al escuchar un rugido de molestia por su parte.

Alzó su cuerpo con la mirada agachada. Yo le seguí y me fijé que se creó un bulto en sus pantalones, y no era nada grande que digamos. Yo titubeé un poco antes de colocar las manos en el botón para quitárselo. Mi corazón no paraba de latir con mucha fuerza. Solo esperaba no encontrarme una gran sorpresa, como, por ejemplo, unas espinas alrededor de su pene. Todos los felinos lo tenían y era bastante doloroso. Y me relajé porque este no era el caso. Su miembro era normal, pero un poco más grande de lo que aparentaba ser.

Me atreví a tocarlo recibiendo un gemido de sorpresa por su parte. Estas cosas me daban un poco de vergüenza porque no estaba acostumbrada. Lucci inclinó un poco su cuerpo para que pudiera masturbarlo mejor y él guio sus dedos hacia mi intimidad. Nos estábamos complaciendo. No parábamos de gemir bajito. El híbrido lamió mi rostro muy cerca de mis labios y yo desvié la mirada un poco rozando los suyos. Un beso casi tímido, pero él lo intensificó un poco más. Las masturbaciones se estaban volviendo más intensas. Parecía que íbamos a culminar pronto porque la respiración de Lucci se estaba volviendo más agitada, al igual que la mía.

—Lucci —gimoteé su nombre bajito.

Él me miró y curvó un poco los labios, como intentando articular palabra alguna. Espera, ¿lo estaba intentando? A los híbridos les costaba articular palabras y solo se comunicaban a través de sonidos de animales. Apoyó su frente con el mío y pude escuchar mi nombre pronunciar de sus labios:

—Princess.

¡Era la voz más sexy que había escuchado en mi vida! Mi rostro estaba rojo, como un tomate bien maduro. No me imaginé a un híbrido decir mi nombre. Su nariz rozó con el mío y sus ojos se cerraron, dándome una señal que estaba a punto de acabar. No sabía si detenerme o que. Un gruñido salió de su garganta y tomó mi muñeca para que me detuviera. Estaba claro que era consciente lo que sentía. No era idiota realmente. Restregaba su rostro contra el mío, una manera de pedirme permiso para dar el siguiente paso. ¿Debería? Tenía muchas dudas en realidad y se me notaba en la cara. Lucci tenía toda la paciencia del mundo. Él esperaría.

Me giré lentamente ante la atenta mirada del felino y apoyé mis manos y mis rodillas en el colchón. Era una forma de decirle que le daba acceso. Me daba un poco de vergüenza que mirase la cicatriz que decoraba entre las dos nalgas. Me sobresalté al sentir su lengua pasar por ahí y subir poco a poco pasando por mi omoplato derecho, donde estaba mi tatuaje, y llegar a mi hombro y morder con suavidad. Ronroneó muy cerca de mi oído advirtiéndome que estaba a punto de entrar.

Un gemido realicé al notar esa envergadura explorar mi intimidad. Lucci no paraba de gruñir, como si hubiera encontrado un tesoro, incluso sus uñas se clavaron en mi piel. No me dolía, solo escocía un poco. Él comenzó a moverse con lentitud en mi interior y yo agarré las sábanas para no caerme del colchón. Hacía tiempo que no lo hacía y echaba de menos esa sensación. Poco a poco los movimientos se volvían más intensos. La cola de Lucci se enroscó en mi cintura, incluso la punta estaba tocando mi clítoris. Vale, creo que el maldito sabía dónde tocar exactamente.

Incliné de cintura para arriba hacia delante apoyando la cabeza en la almohada porque ya el vaivén se estaba volviendo más intenso. Lucci no paraba de morder mis hombros, gruñir muy cerca de mi oído, o incluso tocar uno de mis pechos. Sé que estábamos a punto de llegar al orgasmo porque yo notaba una descarga bajo mi vientre y los movimientos de Lucci se estaban volviendo arrítmicos. Y culminamos finalmente y, esta vez, sus colmillos perforaron mi hombro derecho haciendo que sangrara un poco. Mierda, que sensación más extraña.

Caí en la cama rendida con la respiración agitada. Me estaba doliendo bastante la herida. Me quejé al sentir la lengua de Lucci. La estaba limpiando, probando mi sangre. Sus brazos rodearon mi cuerpo y no paraba de ronronear, una forma de disculparse.

—La próxima vez no dudaré en pegarte —lo amenacé con la voz cansada.

Escuché una pequeña risa proveniente de él. El condenado me entendió y espero que haya recibido el mensaje. Sentí un peso a mi lado y giré la cabeza para encontrarme al felino acostado. No se separó de mí. Su mano iba acariciando con suavidad mi rostro provocando que cerrara los párpados lentamente. Leves ronroneos, oía. Quería que durmiera y lo estaba consiguiendo. No sé qué pasará el día de mañana, pero esperaba que no ocurriese nada.

🦋🦋🦋🦋

Y pasó dos meses y medio desde aquello. No lo vi más. Nos separaron. Podía escuchar perfectamente los rugidos de Lucci llamándome, implorando que regresase a él. Los cuidadores me dijeron que lo hicieron por nuestro bien. Lucci no estaba conforme. Cada vez que uno de ellos se le acercaba, él los gruñía, mostrándoles sus colmillos. ¿Por qué nos separaron? Pues lo hicieron por un motivo que aún me costaba creerlo. Se dieron cuenta que mi barriga estaba creciendo bastante y solo significaba una cosa que lo confirmaron a través de la ecografía.

Sí, estaba embarazada. Y no de uno, sino de dos. Eran los hijos de Lucci.

Al tener ADN de leopardo en su cuerpo, la gestación de estos animales era de tres meses o tres y medio. Ya os podía decir que parecía una embarazada de ocho meses. Me miraba al espejo y me dedicaba a tocar la gran panza. Los ginecólogos me dijeron que el embarazo iba de perlas, que dentro de unas semanas iban a nacer. ¿Quién diría que sería madre siendo joven? O que era posible embarazarse de un híbrido. Mi instinto maternal me decía que no me fiara de la gente porque no sé qué harán con los pequeños.

Supongo que los convertirán en armas de guerra. No podía permitir eso. Solo eran bebés que necesitaban aprender amar y no matar. Tenía un plan en mente, pero debía surgir efecto. Esta noche habrá un caos tremendo en las instalaciones. Sé que era una locura, pero habría que intentarlo porque todos ellos merecían ser libres. Sí, los liberaré de sus celdas. Era la única oportunidad que tenía si quería que no les sucediera nada.

Ya era de noche. Abrí lentamente la puerta y asomé la cabeza para estar segura que no había nadie. Los empleados solían pasar por aquí para ver mi estado. Salí de mi cuarto para dirigirme a la puerta que daba acceso al jardín. Todos estaban fuera y lo más conveniente sería desactivar la barrera que los impedía ser libres. No tuve problemas en conseguir una copia de la llave maestra de Spandam. Era un idiota como para no darse la cuenta. La palanca se encontraba en una de las casetas que no solía haber nadie por la noche.

En mi estado de embarazada me costaba un poco realizar movimientos bruscos. Lo único que más me atemorizaba era que apareciese algún híbrido transformado y me atacase. No quería que les sucediera nada. La puerta para acceder no era muy pesada para entrar. Y lo iba cerrando muy despacio para que no hiciera ningún ruido. La caseta estaba muy cerca del lugar, así que solo era caminar un poco y listo. De repente, un presentimiento surgió en mí porque notaba que alguien me estaba observando entre la maleza.

Me tuve que dar prisa para llegar a mi destino con mucho miedo. Y me detuve cuando un brazo se colocó delante de mí impidiéndome el paso. Yo dejé de respirar por unos segundos pensando que era mi fin. Pero poco a poco me iba relajando al reconocer ese pelaje. Giré mi cabeza a la izquierda encontrándome con él.

—Lucci —susurré.

El gran felino me había mostrado sus colmillos a modo de enfado, pero se calmó al escuchar mi voz. Se aproximó a mi rostro para olerme y estar muy seguro de que era yo. Un ronroneo salió de su garganta y empezó a lamer mi cara, casi quitándome las gafas con esos lametones.

—Oye, para. Sé que me has echado de menos, pero no es el buen momento.

El leopardo estuvo a punto de abrazarme, pero se detuvo. Sus ojos mostraban confusión, como si no me reconociera para nada. Y sus ojos se clavaron en mi gran barriga. ¿Eran cosas mías o sus pupilas mostraban emoción e ilusión? Se agachó para estar a la altura de los pequeños no natos y sus orejas se movían por instinto. Apoyó la cabeza ahí y dulces ronroneos surgieron. Dios, ¿podía ser lo más adorable del mundo? ¡La misión!

Me alejé un poco de él para caminar en dirección a la caseta. Lucci no comprendía por la mirada que me estaba dedicando, pero me siguió. Se estaba comportando como un verdadero guardián porque no le gustaría que me pasara nada. Entré sin ningún problema y tuve que investigar cual era la correcta porque había muchas palancas. Debía fijarme en la etiqueta. No tenía que ser difícil, ¿no? Creo que era esta. ¡Sí, lo encontré! La gran barrera electrificada iba desapareciendo poco a poco. Los híbridos se alertaron que algunos, curiosos, se aproximaron para ver qué pasaba.

Yo vi a los lejos que Luffy fue el primero en pasar y emitió un sonido de alegría suprema. Todos le siguieron, como si fuera el líder de la manada. Estaba muy contenta del acto que acabo de hacer, pero no hay que cantar victoria todavía. Miré a Lucci que estaba ansioso por salir, pero no se atrevía. Eso era indicios de que no quería dejarme. Tomé su gran mano a modo de zarpa, luego lo incité a que caminase conmigo en dirección a la libertad. Entonces lo comprendió porque me cogió en brazos y fuimos ahí directamente.

La alarma sonó cuando traspasaron todos los híbridos la gran salida llamada libertad. Cada uno fue a una dirección diferente para distraer a los guardias. Lucci corrió todo lo rápido posible, utilizando esas habilidades genuinas de los leopardos. Yo parecía que estaba montada en un coche de carreras. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero estábamos muy alejados, incluso llegó a una especie de barranco e iba bajando poco a poco. Teniendo mucho cuidado de no tropezar. El felino estaba buscando un buen sitio para instalarse. Y encontró una cueva bien grande.

Lo más lógico era ir a la ciudad más próxima y escondernos, pero deberíamos retomar las fuerzas para seguir. Y debería conseguirle ropa para ocultar su cola y sus orejas. Un sombrero estaría bien. Estaba centrada que no me di cuenta que Lucci se apoyó en la pared y me recostó en su pecho. No sentía frío porque sus brazos peludos daban calor. El moreno se dedicó a lamer mi cabeza pidiéndome que me durmiera porque mañana será otro día.

Y así lo hice. 

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