Not Easy...

Desde que llegamos a este nuevo pueblo, presentí algo extraño. Nuestros padres estaban muy emocionados, pero mis hermanos y yo tuvimos una extraña sensación desde el principio. Yo soy la mayor, luego está Laura, a la cual suelo confiarle ciertas responsabilidades cuando no estoy. Después está Raúl, siempre queriendo demostrar su valor por ser el hombre. Y, por último, la pequeña Sarah, siempre detrás de mí y haciendo todo lo que le enseño.

Llegamos a la casa y nos instalamos. Pasaron dos días, yo seguía sintiendo ese ambiente tan tenso y extraño. Al tercer día, fui con mis hermanos a matricularnos en la escuela.

Cuando cruzaba la calle, me fijé en un grupo de cinco muchachos que caminaban juntos a la escuela. Entre ellos descubrí que uno en particular era ciego y estaba siendo llevado por otro, literalmente "llevado", no en términos de ser guía. Me percaté que los demás hacían lo posible por hablar en señas o en voz baja para dejarlo fuera de la conversación. El chico que lo llevaba, en más de una oportunidad, hizo una seña de desprecio hacia él, lo cual no notó. Me quedé pensativa, pero continué caminando contrariada. Debía terminar con el papeleo escolar. Al estar los cuatro asignados a grupos por nuestras edades, Laura me miró sabiendo mi próximo movimiento. Soltó mi mano y tomó las de los pequeños.

-Ve a buscarlo, yo me encargo de los niños.- sonreí.

Asentí y la abracé, luego me separé de ellos caminando entre los pasillos. Estuve buscando a ese chico de antes por toda la escuela, algo me decía que ese comportamiento de los otros era cuestión de costumbre y no me agradaba la idea. Bajando unas escaleras, vi al grupo de amigos en el piso de abajo. Me escondí aprovechando los escalones y vi cómo su compañero lo dejaba en el pasillo y lo apartaba de sí de un empujón antes de irse con los otros. La sangre me hirvió al ver eso, lo habían dejado solo, y vaya de qué manera.

Quise ir hacia él, pero una voz me detuvo antes de perderlo de vista por el pasillo.

-¿Está perdida, señorita estudiante?- era el director, nada menos.

-Aun no encuentro el aula que me asignó, señor director. Lo siento mucho, está escuela es muy grande.

-Pues, siga ese pasillo y gire a la derecha.

-Muchas gracias.- bajé las escaleras.

-Tenga cuidado. En esta ciudad hay muchas cosas.

-¿De qué tipo?- cuando volteé, el hombre había desaparecido.

Me sentí más extraña de lo usual, pero no le pude dar importancia, pues debía encontrar mi aula. Al seguir las instrucciones del director, descubrí un aula envuelta en una cerca y apartada del resto de la construcción principal. En plena clase de matemáticas, me quedé fuera de la puerta, me daba un poco de miedo entrar. Sin embargo, escuché la máquina de escribir del muchacho que buscaba y ese sonido me dio el valor de entrar al lugar. Me presenté y saludé a todos, pero el profesor me miró con molestia.

-No tenemos mesa para ti.- me dijo muy enojado por haberlo interrumpido.

-N-no me importa sentarme en el suelo.- me ignoró al igual que los demás.

Me dirigí a la parte trasera del aula y me senté en la esquina derecha. Al rato, el chico sentado  más cerca de mí me pidió un lápiz con una sonrisa. Yo sé lo di mientras observaba a todos los del aula mirar molestos a la ruidosa máquina y a su dueño.

-Disculpa, ¿cómo se llama él?- le pregunté al chico del lápiz.

-Su nombre es Easy, yo soy Héctor.

-Mucho gusto, Héctor.

-¡Silencio durante la clase!- gritó el maestro.

Al llegar el receso, todos salieron del aula menos Easy y yo. Me acerqué a su asiento y noté su escritorio sucio y maltratado.

-Hola.- lo saludé cordialmente.

-¿Quién está ahí?- preguntó asustado.

-Soy Isabel, la chica nueva que llegó hoy.

-¿Tú? ¿Por qué no sales?

-Tengo miedo de perderme en esta escuela. Es enorme. Y tampoco me molesta tu compañía.

-Gracias. Creo que es la primera vez que alguien aparte de mi hermano trata conmigo.

-¿Tu hermano? ¿Ese chico que venía contigo a la escuela?

-Sí, ese.- me quedé pensativa.

-Dime algo, Easy...

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Oh, me lo ha dicho Héctor.

-¿Quién?

-El chico de la última fila a la derecha.

-No lo conozco, pero en esa zona del aula siempre huele a papel de biblioteca.

-Será porque lee mucho. Tienes buen olfato.

-Gracias... ¿Qué querías preguntarme?

-¡Ah! Bueno... Quisiera saber por qué siento una vibra tan espeluznante en este pueblo.

-Le he preguntado a muchos, pero eres la primera que se ha dado cuenta. Me ha tomado meses percatarme. ¿Y tú?

-Tres días.

-Eres rápida.

-Mis padres piensan que este es un lugar de ensueño, pero mis hermanos también notaron que algo andaba mal.

-Me alegra tener a alguien con quien conversarlo... o simplemente conversar.- me sonrió.

-Easy, ¿te sientes solo?

-Bastante.

-Yo también me siento sola aquí. Pero creo que podemos ser amigos.

-Eres extraña.

-¿Por qué?

-Me hablas, te acercas a mí sola, sin rumores o personas que se mantienen en silencio a mi alrededor.

-Me agradas, y creo que prefiero tu compañía que la de todas esas personas que se molestan por el sonido de tu máquina o se callan antes de conversar contigo, o que te dejan a tu suerte con unas miradas de burla o malicia.- bajé la cabeza apenada.

-¿Dices que eso ocurre a mi alrededor?- se sorprendió y yo también por su reacción.

-No lo sabías?

-¿Cómo? No puedo ver, Isabel. Nadie me lo ha dicho.

-Este lugar no me gusta.

La campana del fin del receso sonó y todos regresaron. Al volver a nuestros sitios, es decir, yo a la esquina en el suelo, sentí el aroma de papel añejo que perfumaban las ropas de Héctor. Las clases continuaron hasta la salida, todos los alumnos salieron del aula rápidamente. Al quedar solo yo, vi a Easy desplegar su bastón y salir con su máquina en la mano.

-¡Easy, espera!- lo llamé, pero él no se detuvo.

-Déjame solo.

-¿Qué tienes?- lo seguí.

-¿Qué?- se volteó molesto.- Mi vida era bastante mala para que de repente llegues tú y me digas que es aún peor. Prefiero no saber esas cosas que dijiste, pero ya las sé y no actuaré igual, ni tendré la misma opinión de las cosas que ocurren a mi alrededor. Gracias a ti.

-Pero...

-¡No me sigas, por favor!- salió del lugar.

Me quedé en el aula, pensativa y decepcionada de mí misma. Creí estar haciendo lo correcto, no quería lastimarlo. Pasé junto a su escritorio y me asusté de lo que vi. Mensajes de amenazas de muerte, insultos, bromas crueles. Por suerte, todo era pura tinta, nada que él pudiera leer. Aún así, mis ojos se mojaron por las lágrimas.

Salí de allí tratando de no seguir llorando y me encontré con mis hermanos. Los más jóvenes vinieron aterrados a abrazarme.

-Bell, la gente es rara, asusta.- me decía Sarah.

-Lo soporté, pero es muy malo este lugar.- dijo Raúl.

Yo los abracé de vuelta y, entre sus brazos, vi a Easy a lo lejos encontrarse con su hermano y encaminarse a la salida.

-Vamos a casa, chicos.- Laura me asintió.

De salida, vi a Héctor salir de la biblioteca con un libro bastante viejo y curioso. Tomé las manos de mis hermanos y juntos nos dirigimos a casa.

Al llegar, nuestros padres no estaban, ni llegaron esa noche. Laura y yo preparamos la cena y acostamos a los pequeños.

-¿Qué crees que les haya ocurrido?

-No lo sé, Lau, pero, por ahora, debemos encargarnos de los chicos.- le dije preocupada.- Si en dos días no aparecen, le diremos a la policía.

-De acuerdo.

Nos acostamos junto con nuestros hermanos al poco rato.

En la madrugada, nos despertó una explosión a lo lejos. Miré el reloj, 6:37 am. Los pequeños estaban asustados.

-Bell, ¿qué ocurre?- preguntó Sarah.

-Lau, pon el platero contra la puerta. Raúl, todo lo aje se pueda usar como arma tráelo al cuarto. Sarah, empaca toda la comida enlatada que puedas y una muda de ropa para cada uno.

Todos hicieron cada cosa mientras yo les buscaba ropa adecuada para cualquier acción. Una gran algarabía se comenzó a escuchar en las calles. En nuestra puerta, se escuchó un gran estruendo que hizo gritar a los pequeños. El platero cayó con un fuerte sonido y un hacha, seguida de su portador, intentaba entrar en la casa. Laura llevó a los chicos a la habitación. Yo enfrenté al hombre cuando logró entrar, el cual trataba de atinar a mi cuello con su arma. Yo me defendía con un cuchillo de cocina. Estuvimos forcejeando por la casa, haciendo un desorden terrible, hasta que lo hice caer lanzándole una silla. Luego tomé su hacha y la clavé en su cabeza calva. Por supuesto, dejó de moverse.

-¡Laura!- ella bajó con los niños.

-Salgamos de aquí. ¡Ah!- señaló tras de mí.

Otro matón apareció. Reaccioné tomando el pincho de filetes de la cocina y clavándoselo en su pecho. Aún así se movía y me quiso matar con el hacha que traía. En ese justo momento, un sartenazo lo noqueó. Laura me había salvado y le sonreí por eso.

-Raúl, átalo.- mi hermanito lo hizo.

-¿Qué pasa, Bell?

-Lau, el pueblo está revuelto. La casa ya no es segura. Debemos ir a otro lugar.

-La escuela. Además, necesito encontrarlo.

-Easy no tiene a nadie, soy la única que lo recordará en un momento así.

-¿Dónde nos encontramos?

-En el aula extra del ala derecha.

-Te esperaremos.

-Cuídense.- salí al portal notando a las personas en estado de locura por la calle.

Me puse unos patines y me dirigí a salir cuando Laura me sujetó del brazo.

-¿Crees que sea una buena idea?

-Lau, tú y yo no somos tan diferentes y él necesita ayuda en este "caos".

-No lo conoces de nada. Te estás arriesgando y no quiero quedarme sin una hermana.

-Me cuidaré, Lau. Confío en ti. Hazlo tú.

-De acuerdo.- me asintió.

-Nos vemos.

Me despedí de ellos, tomé una mochila con un cuchillo, una cuerda, unos zapatos deportivos, y algunos medicamentos y vendas. Fui directo por la calle, todo estaba en ruinas y las personas huían de otras que trataban de matarlas. Di varias vueltas en medio de ese "caos", pero no encontré a Easy. Busqué un poco más por los alrededores y encontré, hecha añicos por algún golpe, la máquina de escribir de Easy. Descubrí manchas de sangre en la carcasa y temí lo peor.

-¡Easy! ¡Easy!- lo llamé sin éxito.

Él no contestaba ni yo lo veía por algún lugar cerca.

-Piensa, Bell, piensa... ¿Dónde...?

Analicé con cautela y observé a mi alrededor. Miraba la máquina y la sangre en busca de una pista, hasta que recordé. Easy iba a la escuela, no debía de ir a otro lugar nunca. Me encaminé hacia allá y al llegar suspiré de alivio al verlo en la cerca de la entrada. Buscaba una forma de entrar con su bastón y tenía una herida en la cabeza que sangraba ligeramente, pero parecía que el golpe había sido fuerte.

-¡Easy!- lo llamé.

-¡¿Quién es?! ¡Aléjate!- trató de defenderse con el bastón moviéndolo a los lados a la altura de mi cabeza.

-Soy Isabel. Te he estado buscando.- se detuvo y puso una expresión confundida.

-¿A mí?

-Sí, vamos. Tenemos que entrar.

Lo tomé del brazo y lo ayudé a trepar por la cerca hasta llegar al otro lado. Caminamos por el campus hacia el edificio cuando él tiró de mí para detenerme.

-Espera, no entiendo. ¿Qué está pasando en el pueblo? ¿A dónde me llevas? Y, ¿por qué me buscabas?

-No sé lo que ocurre. Las personas se están matando entre sí, es lo que he visto por la calle y ocurrió en mi casa. Vamos a nuestra aula, no sé por qué, pero es un lugar bien protegido. Debemos darnos prisa.

Lo volví a tomar, pero esta vez de la mano y andamos juntos por los pasillos de la escuela. Al rato, sentí que su mano se desvanecía. Cuando miré atrás, Easy caía desmayado. Lo sujeté antes de caer y lo recosté a la pared.

-Easy, ¿estás bien?

-Ah... Duele...- se quiso tocar la herida, pero le detuve la mano antes de que lo hiciera.

-Tranquilo, te curaré. Pronto te sentirás mejor.

Saqué de mi mochila el kit de emergencias que llevaba y comencé a curarlo. El golpe se notaba que había sido fuerte y seguía sangrando.

-No... me has contestado a la pregunta que te hice.- era cierto la había evitado.

-Te buscaba, porque me preocupaba que te pasara algo en este "caos". Sabía que no tendrías a nadie que estuviera dispuesto a ayudarte.

-Eso... es...

-Perdona por lo de ayer. Sé que estuvo mal y lo siento.

-No te disculpes. Gracias a eso, supe que mi situación era esta al desatarse el... "caos". De no haberlo sabido, me hubiera quedado como tonto esperando una ayuda que nunca llegaría y, de hecho, nunca llegó.- hizo una pausa tras decir eso.- ¿Cómo me encontraste?

-Vi tu máquina cerca de aquí. Supe que estabas de camino a la escuela por eso. ¿Qué ocurrió?

-Algo me chocó, creo que fue un auto.- terminé de curarlo y ponerle una venda.

-Listo. No es mucho, pero estarás bien ahora. ¿Puedes levantarte?

-Sí, creo.- al notar su duda, lo ayudé a incorporarse poniendo su brazo por sobre mi nuca.

-Sigamos, mis hermanos deben estar esperando.

-¿Hermanos?- seguimos andando.

-Laura, de 14, Raúl de 11 y Sarah de 9. Son las personas en las que más confío. Te hablé de ellos ayer.

-Me refiero a que... ¿ellos no sucumbieron al "caos"? Mi hermano se volvió como loco.

-No, estaban conmigo cuando todo comenzó, pero creo que nuestros padres fueron secuestrados o están desaparecidos. ¡Oh, Dios, me pierdo en este lugar!

-Ve al tercer pasillo de la izquierda, luego baja las escaleras y sigue el pasillo...

-A la derecha. ¡Lo tengo!

Me encaminé con más seguridad, pues esa escuela me perdía. Cuando llegué a la extraña y apartada aula, noté que estaba cerrada. Silbé una melodía y me contestaron dentro con las mismas notas. Adoraba que mis hermanos y yo tuviéramos los mismos gustos en películas.

-Lau, abre.

-¡Bell, por fin!- ella abrió.

Los dos entramos y recosté a Easy en su silla. Los peques vinieron a abrazarme diciendo mi nombre a coro, y yo les correspondí. Me daba gusto que estuvieran todos bien.

A los pocos minutos una conmoción fuera nos hizo saber que no estábamos solos.

-¡Isabel! ¡Isabel!- me llamó con urgencia.

-¿Qué pasa, Easy?- me acerqué a él alarmada.

-El aroma de biblioteca, está aquí.

-¿Qué?- escuché unos pasos de carrera cerca de la puerta

-¡Ayuda! ¡Oye, la chica del lápiz, socorro!

-¡Ese es Héctor!- tomé una sartén, no había mucho para escoger, la verdad.- Lau, te los dejo. Regreso pronto.- salí corriendo del aula.

-¡Ten cuidado!- me dijeron Easy y Laura a coro, lo que me hizo sonreír.

Los adultos con instintos asesinos habían logrado entrar en la escuela y uno con un bate perseguía y atacaba a Héctor, el cual se protegía con un grueso libro. Llegué hasta él lo más rápido posible e intentando que el hombre no me viera y lo noqueé de un sartenazo.

-Adoro esta cosa.- lo hice bailar en mi mano mientras el hombre caía inconsciente sobre mi compañero.

Este lo apartó de sí con miedo y fue hasta mí suspirando de alivio.

-¿Estás bien?- le pregunté.

-Ahora sí. Gracias por salvarme... arma peculiar.- dijo al ver la sartén.

-Como sea. ¿Cómo sabías que estaba aquí?

-Te vi entrar al aula con Easy.

-Y, ¿ qué haces aquí?- dije al verlo limpiando sus ropas.

-Investigaba para saber qué estaba pasando.

-¿Has visto a más de ellos en la escuela?

-Sí.

-Aquí ya no es seguro. Tenemos que buscar otro lugar.

-Al otro lado de la plaza hay un teatro, es seguro ahí.

-Bien, traeré a los demás.- le dije y, antes de irme le sonreí.- Por cierto, la chica del lápiz, se llama Isabel.

Él asintió sonriendo mientras yo regresaba al aula. Le di instrucciones a Laura de que llevara a los niños con Héctor y yo me encargaría de Easy.

-Easy, ¿cómo te sientes?- le pregunté al acercarme a él y poner mi mano sobre su muñeca.

-Bastante mejor.

-Iremos al teatro del otro lado de la plaza. ¿Crees poder llegar?

-Sí, haré lo posible.- dijo con determinación y yo sonreí, me gustaba su actitud.

Esperamos a que nadie nos viera para salir de la escuela, pero, al incorporarnos a la calle, una camioneta comenzó a perseguirnos. Corrimos tanto como pudimos, huir no era sencillo en medio de tanta basura y escombros por la calle, pero para ellos tampoco era fácil avanzar a toda velocidad.

Eventualmente, comenzaron a lanzarnos cócteles de molotov que fuimos esquivando según los tiraban. En plena plaza, a la camioneta le fue más difícil avanzar y eso lo aprovechamos para no detener nuestra carrera. A los pocos segundos de llegar a la plaza, la mano de Easy se me desvanecía otra vez.

-¡Vamos, Easy! ¡Debes ser fuerte!

-Eso... intento...

Lo apoyé sobre mí por la izquierda y Laura lo hizo por la derecha. Continuamos la carrera hasta llegar al teatro, por suerte, habíamos perdido a los locos de la camioneta. Nos decepcionados mucho al ver el teatro cerrado, sin embargo, Sarah me jaló de la blusa y me señaló una pequeña ventana en una pared de un costado.

-Raúl, Lau, trampolín para Sara. Peque, ventana, ¿lista?

-Sí.- me respondió dispuesta.

-¿Pero qué...?- preguntó Héctor preocupado.

-Tranquilo, saben qué hacer.

Raúl y Laura se colocaron bajo la ventana, la cual estaba a unos 3 metros de altura, y unieron sus brazos. Con una carrera, Sarah dio un salto, se apoyó en ellos y, grácilmente entró por la pequeña ventana. A los pocos segundos, el teatro estaba abierto. Héctor no salía de su asombro.

Entramos y nos ubicamos en un lugar seguro. Recosté a Easy en una escenografía de una cama, era algo al menos, y me quedé a su lado. En el escenario, Raúl y Sarah combatían con espadas de madera que habían encontrado de otra escenografía. Laura comprobaba si no había nadie allí y aseguraba la entrada.

-¿Cómo es que tus hermanos hacen eso?- preguntó confuso Héctor.

-Se acostumbraron a que fueran juegos, pero entrenamos desde pequeños y nos instruimos en mucho. Son pequeños, pero muy capaces.

-¿De quién fue la idea? Porque eso no es normal.- volvió a preguntar.

-De la hermana mayor.- respondió Easy haciendo que me sonrojara de la sorpresa.

-¡¿Cómo lo sabes?!

-Tú das las instrucciones, debieron aprender de ti.

-Sí, fue así. Quería que estuvieran preparados para todo siempre.

-Es sorprendente.- dijo Héctor.

-De acuerdo, basta de sorpresas por hoy. Comamos algo y descansemos un poco.

(Continuará...)

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