El Dios de la Muerte

El viento era fuerte al igual que la lluvia. La oscuridad de la noche apenas era iluminada por los relámpagos ocasionales que iban cayendo. Ya hacía horas que vagaba en ese torrencial clima, pero, siendo una chica joven, su voluntad la hacía seguir adelante a través de aquel bosque.

Por fin, cubierto por la naturaleza y desgastada por el tiempo, una construcción de madera se dejó ver entre la vegetación. Como al menos resultaría un refugio para ella, no dudó en entrar para cubrirse de la lluvia.

El techo estaba roto y el agua se filtraba por algunos lugares, pero al menos por dentro se conservaba bastante bien. En las paredes se notaban marcas de golpes, algunos incluso recientes. La lluvia fuera provocaba cierto ruido, también el viento, pero dentro de la construcción algo diferente comenzó a escucharse.

La joven se acurrucó contra una esquina del lugar y se puso a rezar. Juntó sus manos y cerró los ojos.

-Dios de este templo, por favor, cuida de mí hasta que pase la tormenta... -dijo volviéndose a asustar por un rayo.

Gritó, se estremeció y solo abrazó sus rodillas para evitar llorar. Pero, algo llamó su atención. Se escucharon golpes, en las paredes, en el suelo, y por los pasillos del lugar.

-¿Hay... alguien ahí...?- un quejido se escuchó tras otro fuerte golpe.- ¿Quién es?

-Argh... fuiste tú... la que rezaste por mí... - de una de las puertas, apareció un joven de negro yukata rasgado y descalzo.

Su rostro estaba marcado por algunas heridas y moretones y su cabello estaba despeinado por el descuido. Aún así, extrañamente se notaba en él cierta belleza.

-¿Tú... eres el Dios de este templo?- preguntó mirándolo sin moverse de aquel rincón.

-Así es.- el joven sonrió y dio unos pasos para acercarse a ella, pero tropezó con unas tablas rotas del suelo, cayendo sobre este.- ¡Demonios!

-¿Estás bien?- preocupada, fue a ayudarlo a levantarse.

-S-si... esto pasa todo el tiempo... aunque no deja de ser molesto...- respondió el Dios poniéndose en pie con su ayuda.

-¿Cómo es posible que un Dios viva en un templo en estas condiciones...?

-¿Cómo esperarías que te traten cuando eres el Dios de la muerte?- respondió sonriendo.

-¡¿El Dios de la muerte?!- repitió ella con espanto y alejándose de él por el miedo.

-Oye, niña, espera...- intentó seguirla, pero nuevamente ganó su torpeza, haciendo que fuera hacia una pared y tropezara con esta.- ¡Argh!

La joven, aunque con miedo, se quedó allí en su escondite apenas mirándolo.

-Si sales de aquí, morirás en la tormenta...- dijo él recostándose en la pared hasta quedar sentado en el suelo.- Hace mucho que nadie pasaba por aquí. Para un ciego como yo, estar solo aquí es un infierno...

-¿Ciego?- la chica se asomó un poco más.- ¿Cómo puede estar ciego un Dios?

-Ah...- él sonrió tirando atrás la cabeza.- Es una larga historia, pero te la puedo contar para pasar la tormenta.- levantó su mano hacia ella.- Puedes acercarte tranquila, no te voy a hacer daño... Soy el Dios de la muerte, pero ninguna deidad tiene derecho a matar. Así que puedes acercarte sin miedo.

Tras asentir, la joven se acercó y se sentó frente a él, procurando mantener cierta distancia.

-Listo... ahora cuéntame, ¿cómo perdiste la vista?

-No la perdí, me la quitaron.- respondió suspirando.- Verás, cuando los dioses celebran fiestas en las dimensiones a las que los mortales no llegan siempre ocurren incidentes. Yo tuve en la última a la que fui, mi primer encuentro con una Diosa suprema. La más bella que se haya visto en el universo... Amateratsu es realmente hermosa, solo que no era yo el único que lo pensaba, pero sí fui el único que se atrevió a cortejarla.

-Eso no tiene nada de malo... solo te gustaba la chica...- intervino la joven haciendo que el muchacho soltara una leve risa.

-Sí, tienes razón, pero los otros dioses no lo vieron igual. Ellos también estaban deslumbrados por su belleza, pero, como yo me atreví a acercarme, todos acordaron castigarme. Me atacaron todos juntos y me sujetaron para que no pudiera defenderme...- hizo una leve pausa y luego volvió a hablar.- No solo me quitaron mis ojos... sino también... la capacidad de poder adaptarme a esta condición... Por mucho que me aprenda un camino o reconozca un lugar... a los pocos segundos estaré igual de perdido como si acabara de llegar ahí...

-Por eso siempre tropiezas con todo a pesar de que vivas aquí en este templo...- concluyó la chica, a lo que él asintió.- ¿Las deidades pueden salir de sus templos?

-Claro. No es como si fueran prisiones. Solo son el lugar desde el cual escuchamos a los mortales y sus rezos son canalizados para ser escuchados y darnos fuerza.

-¿Y por qué tu templo está tan descuidado? Por muy poco aguanta esta tormenta.

-Porque ya nadie cree en mí. Nadie reza ni apoya al Dios de la muerte. Bueno, desde los años de guerra, eres la primera que lo hace...

-Entonces, ¿qué pasa si nadie te reza por mucho tiempo?

-Desaparecería... sería olvidado hasta por los otros dioses... ya no sería parte de este universo...

-¡Oh, no!- exclamó asustada.- Eso no puede pasar. Serás el Dios de la muerte, pero no pareces ser malo... y solo fuiste víctima de los celos ante tu historia de amor...

-Jeje... eso es una linda forma de ponerlo... gracias... pero no puedo evitar que la gente me tema. Tú lo hiciste al principio...

-Tienes razón y lo siento. Pero se nota que no eres malo. No sé si tengas seguidores, pero... si no es así... ya tienes una aquí...

-¿Hablas... en serio?- preguntó frunciendo el ceño.

-Sí, también puedo ayudarte a reparar tu templo cuando pase la tormenta. Mereces que sea algo mejor que esto.

-¿Por qué quieres hacer eso...? Podría estarte engañando...

-Con heridas como esas, tantos golpes en las paredes y tu aspecto, se nota que necesitas un poco de ayuda...

-¿Y tú me darás ayuda? Eres una mortal...- dijo sin un tono ofensivo en su voz.

-Pero tengo cosas que necesitas.

-¿Qué necesito?

-La capacidad de arreglar este lugar. Ser una mortal para apoyarte con mis rezos.- ella sonrió acercándose a él y posando su mano para tomar la ajena.- Y la vista para poder guiarte en el viaje que haremos.

-¿En serio... me ofreces todo eso...? Pero... ¿por qué...?

-Porque sé lo duro que es que te olviden...

-C-comprendo... - suspiró y sonrió.- Gracias... pero... ¿dijiste un viaje?

-Sí, viajemos para que la gente conozca el buen corazón del Dios de la muerte. Así, ellos serán tus seguidores por voluntad propia y no por el miedo que te puedan tener.

-Eso... sería una buena idea... Contaré contigo... ehm...

- Hikari, mi nombre es Hikari...- ella le sonrió.

-Puedes llamarme Shinji... -él le devolvió la sonrisa.

En ese momento, un fuerte rayo cayó asustando a la chica, quien fue a abrazarlo en busca de protección. Él se sorprendió por el contacto, pero terminó por sonreír y acariciarle la cabeza para calmarla.

~ Fin(? ~

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