| 𝟦 | [RɪᴅᴅʟᴇBɪʀᴅ Fʟᴜғғ#3]


Edward visita al pingüino en plena remodelación de su local para preguntarle por cierto tema del que Oswald desconfía un poco al principio.

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Muy importante aclarar que esta one-shot en específico se desarrolla en el universo de The Batman, la película de Matt Reeves que saldrá en 2022. Obviamente, son headcanons míos y ni siquiera ha salido el trailer oficial de la DCFandome, pero de todas maneras, me intrigaba mucho hacer algo así, porque le tengo un hype a la película lpm.






Edward entró lentamente al local mientras observaba a su alrededor cómo distintos decoradores se distribuían por el lugar y alguno empezaba a dejar sus manchas de pintura en la pared para que el edificio, que parecía semi-derruido por las modificaciones futuras que Cobblepot tenía en mente, tuviera un poco más de color. Se quedó parado en el lugar hasta que observó que uno de ellos se encontraba hablando con el pingüino, por lo que se acercó a su posición y no empezó una conversación hasta que el decorador terminó la suya con Oswald y se marchó.

—Ya veo que tienes grandes planes para esto —le comentó Edward, bajando su cabeza para igualar un poco más su diferencia de altura mientras le sonreía cálidamente.

Oswald reconoció aquella voz al instante y dirigió su mirada hacia la dirección de dónde venía, encontrándose con los ojos de Edward que eran atravesados por la tela de su antifaz.

—No esperaba encontrarte por aquí, Edward.

—Oh, no pude resistirme a ver lo que le ibas a hacer al lugar —se excusó de manera arrogante mientras se apoyaba en su bastón de madera barnizada con un retoque dorado en la punta—. Y ciertamente, parece que tienes grandes planes. Siempre he creído que tenías un gusto exquisito.

Oswald miró a su compañero de manera un tanto desconfiada mientras le escuchaba pronunciar todos aquellos halagos, que al no ser habituales escucharlos de la boca del Acertijo sospechó que algo de las intenciones de su amigo se escapaban de su conocimiento.

—¿Edward? —le llamó, haciendo que este se acercara más a su rostro para escuchar mejor lo que tenía que decirle— ¿Qué estás tramando?

El Acertijo esta vez se alejó lentamente, sin despejar aquella sonrisa vanidosa de su rostro y llevando unas de sus manos a su sombrero.

—Verás, mi plumado amigo —empezó a desembuchar por fin—, tenía información que creo que te resultará muy interesante, y venía a entregártela. En privado, si es posible.

Oswald volvió a entregarle una mirada de desconfianza, reflexionando lo que conllevaba colaborar con una persona como el Acertijo. No tenía una relación especialmente negativa con él, más bien positiva si la comparaba con todas las demás, pero en terreno de ladrones todo el mundo es pecador, y Oswald era lo suficientemente inteligente para no confiar en nadie. Y esperaba que Edward también pensara así.

—¿Y qué quieres a cambio?

—¿Cómo dices? —le preguntó de forma genuina.

—Edward.

Nashton volvió a llevarse las manos a su bastón y miró hacia adelante al centro del local.

—Quiero protección —terminó asegurando, esta vez pareciendo más serio y menos entusiasta que cuando entró por la puerta.

—¿De quién? —preguntó Cobblepot. Tenía a un sólo sospechoso en mente pero quería asegurarse.

—¿Qué es negro, recorre cielo y aire vestido de quiróptero y no ha olvidado ese accidente del GCPD donde sigue persiguiendo a cierto grupo criminal?

Oswald entendió la referencia al instante, visualizando al murciélago en sus pensamientos. Entendiendo lo privado de la conversación, decidió que sería buena idea charlar en otro lugar.

—¿Por qué no nos vamos a otro lugar más privado, Edward?

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Oswald llevó a Nashton a una sala que aún no había pasado por los planes de redecoración y le sentó en un lugar para dos, para así encontrarse cara a cara.

—¿Qué tienes, Edward? —le preguntó Cobblepot, observando cómo el otro le seguía mirando de forma divertida, esperando a que preguntara justamente aquello.

El acertijo sacó un pequeño sobre de color cartón de dentro de su chaqueta verde de poliéster, sin mediar palabra pero con el pingüino posando toda su atención en él en cada momento.

Oswald recibió el sobre que le entregó Edward, y en aquel mismo momento lo abrió. Rápidamente observó los pequeños papeles que traía, que parecían contener información variada. Oswald pasó sus ojos rápidamente por las letras y se sorprendió al ver lo que parecía ser una estrategia de Falcone para hundir su influencia en el mundo criminal de Gotham y Cobblepot abrió los ojos antes esto, porque todo estaba tan bien realizado, documentado y realisticamente reunido que en vez de hacerle confiar más en Edward, le hizo proteger su espalda con más razones que antes.

—¿Cómo se supone que me crea que esto es real, Edward? —le preguntó con clara desconfianza y elevando su mirada hacia un acertijo que lo observaba atentamente con su típica sonrisa engreída y apoyando su mano derecha en el mentón de su rostro. Sin embargo, con aquella pregunta su expresión se desmoronó y ahora parecía tenuemente confundido.

—Oh, vaya. Pensaba que ibas a confiar un poco más en mí, y en mi aparición en persona, y en esto… —mencionó recorriendo el lugar en el que se encontraban con las pupilas de sus ojos, dando la impresión de estar notablemente decepcionado. Pero aquello no era sino otra razón para hacerle más preguntas y averiguar que pasaba por su cabeza.

—No es que desconfíe de ti, Edward, si no que lo hago de cualquier criminal que intente hacerse con información sobre el murciélago.

—¿Entonces…? —hizo una pausa mientras volvía a empezar a sonreír, esta vez apoyando sus dos manos en su mentón en vez de una.

—¿Sí?

—¿Desconfias mucho de mí, Oswald?

El pingüino siguió mirando de reojo a Edward, cada vez más perdido en sus intenciones.

—¿Qué es lo que quieres, Edward? —preguntó finalmente— ¿Acaso buscas que yo te deba algún favor por esto? Si es así, ¿Qué podrías querer tú de la parte de la mafia de Gotham que yo controlo? Porque seamos sinceros, Edward, desde que entraste por la puerta principal de mi local no has tenido la intención de venir aquí buscando protección de Batman, tú nunca harías eso, al menos no en la situación en la que nos encontramos.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó, interesado.

—Porque habrías venido pidiéndolo directamente y no te esperarías hasta que abriera tu sobre de información falsa de Falcone para preguntarme, y desde que hemos entrado aquí no has mencionado ninguna vez al murciélago, y si de verdad quisieras protección, no estarías todo el rato mirándome con esa expresión donde parece que Batman te da exactamente igual. Entonces, respóndeme, Edward, ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Quizás simplemente información mía o del estado de mi local para algunos de tus entramados planes?

—En verdad, venía con otra cosa en mi mente.

Oswald siguió observándole atentamente y el cómo su expresión seguía intocable mientras escuchaba todo lo que él deducía y asentía como si le estuviera contando exactamente lo que él quería oír.

Edward se levantó de la silla delante suya y empezó a dirigirse a Oswald, entonando movimientos rítmicos con su bastón en mano, como si estuviera bailando un baile siguiendo un recorrido simétrico y perfecto cuando colocaba sus zapatos de tacón bajo delante y detrás del otro.

El genio bajó su cabeza hasta encontrarse a su altura y el pingüino comprendía al instante lo que había venido buscando Edward sintiendo cómo su cuerpo se enrojecía de inmediato cuando Edward plantó un pequeño beso en su mejilla. Y Oswald entendió perfectamente a lo que había estado jugando Edward todo este rato.

—Sabía que adivinarías lo de Falcone a la primera —le susurró, manteniendo sus rostros cerca aún cuando despegó sus labios de él—, y lo de Batman, por supuesto.

—¿Y todo este juego tuyo era necesario? —preguntó Oswald, aunque ya conocía la respuesta.

—¿No querías que tus hombres me vieran darte un beso, verdad? 

Oswald rodó los ojos mientras entonaba una pequeña sonrisa por lo bajo, sabía que su compañero había hecho todo aquello como si de un juego se tratara, y cuando le preguntaba por sus razones le respondía con excusas baratas, que Edward sabía eran baratas y decía de todas maneras así como Oswald le preguntaba por cosas que ya sabía. Probablemente incluso la desconfianza que Edward despertaba en él hubiera estado planeada para agregarle algo más de dificultad a su propio plan. Ciertamente, había algo de entrañable en aquel hombre y no se había molestado por la irrupción suya en plena remodelación de su local para lucirse con aquél gran acertijo.

—Eres un desgraciado, Edward —entonó con una divertida burla que hacía que el calificativo sonara todo lo contrario a un insulto—. ¿Has hecho todo esto sólo para besar mi mejilla?

Edward le miró como si se replanteara aquello para en segundos volver a entonar su característica sonrisa de antes.

—Sí —afirmó con júbilo—. ¿A que he estado bien?

Oswald se paró a pensar un momento, apartando la mirada en parte por la vergüenza de la situación, como si nunca calificara este comportamiento de Edward como "usual".

—Volvamos antes de que mis hombres me extrañen, venga —le dijo, sin terminar de responderle.

Oswald se levantó con Edward y empezó a caminar a la entrada mientras sentía detrás suya lo efusivo que se encontraba su compañero en ese momento. Cuando se encontraron justo delante de la puerta, Cobblepot se paró y se dirigió a Edward sin mirarle a la cara.

—No has estado nada mal, Edward —reconoció. Y cuando terminó su frase, abrió la puerta para encontrarse con los que trabajan en el lugar en la posición prácticamente igual en los que los había dejado, imaginándose la satisfecha mueca que debería de estar entonando Edward en aquél momento.


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