| 𝟣𝟦 | [DᴇᴍᴏɴCᴀᴛ#1]


Heridas abiertas del pasado

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En su vuelta a casa, Selina se encuentra con una inesperada invitada que le traerá recuerdos desagradables de una relación romántica en el pasado que no salió bien.

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No sé qué me pasó, pero estuve pensando un día sin ninguna razón en Talía Al Ghul y Catwoman y pensé... Wow... Novias.
Y aquí estoy. Por desgracia, es todo angst pero no descarto escribir sobre ellas en un futuro de nuevo mmm







Catwoman entra por la ventana de su escondrijo, tan sigilosa como siempre y con la oscuridad del cielo de Gotham azotando contra su figura. 

Sabe antes de entrar que hay alguien investigando en lo que llama hogar y echa un vistazo antes de nada. Poco tarda en reconocer la figura que se presenta delante suya; que tampoco parece estar muy interesada en que no la descubran.

—¿Qué hace la mujer más mortífera del planeta revolviendo entre las cosas de una solitaria gatita?

La mujer delante suyo se muestra al escuchar su amenazante voz y sale adelante con audacia. Parecía que la había estado esperando, pero Catwoman no tenía ganas de hacer amigas hoy.

—Selina. —le pronuncia ella, queriendo tranquilizarla y que su hostilidad se vea reducida. Selina no consigue discernir si se debe a que viene en son de paz, o planea sacarle algo de información.

De cualquier forma, no está interesada.

—Talia —pronunció firmemente mientras se escuchaba un sonido seco, fruto del látigo de Selina, que había sacado como advertencia—. Sal de mi casa.

La hija de la cabeza del demonio no pierde su sólida compostura ni aunque se haya sorprendido por la repentina acción de Selina, que se habrá escuchado en todo el edificio, en el que tampoco hay nadie.

—No estaba investigando tus cosas —empieza a explicarse lentamente. Selina al menos le da ese derecho—, te estaba buscando a ti.

—Interesante —responde Selina con sarcasmo, como si no pareciera que le estaba dando más razones para iniciar una pelea.

Selina se acerca lentamente hacia Talia con una pose intimidante y con la intención de echar a la mujer de su hogar con esa seguridad en sí misma que siempre traduce en su comportamiento. Sin embargo, Talia no saca ningún arma y se queda quieta como un maniquí, mirándola, hasta que vuelve a hablar, presionada por las pupilas de Selina, clavadas en ella con fiereza.

—Pensaba que estabas muerta.

Selina se detiene en seco. Lo que le ha hecho replantearse su ataque no es la confesión de Talia, ya que ella misma sabía sobre los rumores habiendo tenido los últimos días tan movidos que había tenido, pero no, es la forma en la que lo dice.

Selina nunca ha escuchado a Talia relacionarse con muchas emociones, supone que es parte de la forma en la que la han enseñado a vivir y aunque ella tampoco fuera muy diferente, fue unas de las cosas más difíciles de su relación pasada. La indiferencia con la que le habla a pesar de la situación abre una herida en el corazón de Selina, pero también siente interés por su interacción y le resulta intrigante el indagar en ella aún a sabiendas de lo dañino que puede ser para ella.

—Sé lo mucho que odias que la gente venga aquí, solo quería saber si estabas aquí y comprobar que, efectivamente, no habías muerto —Selina baja la posición amenazante de su látigo y empieza a bajarse lentamente la parte de su traje que, como una máscara, cubre su cabeza y rostro—. Ahora que sé que las demás personas estaban equivocadas, no tengo una razón de ser aquí. Adiós, Selina.

Pero aunque Talia haga el amago de irse, Selina es más rápida y le agarra de la mano en un movimiento casi reflejo, haciendo todo lo posible para no romperse en su ambición.

—Talia —empieza a decir con suavidad y mostrándole su cara sin ninguna máscara de por medio. Estando las dos de esta manera, la mirada de Selina resulta más profunda y Talia podría ser capaz de leer sus sentimientos en sus ojos si aquello deseara—. No puedes simplemente venir a mi casa diciendo que me buscas porque crees que estoy muerta, sólo para verme e irte sin más.

Talia la miró reflexiva por un momento, hasta que decidió hablar.

—Tienes razón —afirmó con un tono exageradamente neutral, que hace que una ola de ira se desplace fugazmente por el cuerpo de Selina.

—¿Me vas a decir que no sabías ya que estaba viva, Talia? 

Catwoman, finalmente, explota, sin llegar a hacerlo completamente. Sus rostros están muy juntos; casi puede sentir la respiración de Talia en sus mejillas —que además, también está entrenada para tener siempre un ritmo difícil de detectar—, y las pocas explicaciones que la otra da por su razón de encontrarse ahí tampoco ayudan mucho mientras las describe como si entre ella y Catwoman no hubiera habido nada en el pasado. Ni siquiera una simple relación.

—Sin duda, eres una mujer muy astuta —confiesa finalmente, dándole la razón a Selina.

Catwoman siente un pequeño y fugaz sentimiento melancólico porque la manera en la que lanza su confesión le hace volver a los viejos tiempos y pasa a moverse alrededor de Talia, dando vueltas e intentando despedirse de esos pensamientos que amenazan su estabilidad emocional, al menos exteriormente hablando.

—¿Es eso todo lo que tienes que decir? —le pregunta mientras se acerca lentamente hacia ella, con Talia siguiéndola con sus ojos en todos sus movimientos. Ni siquiera muestra una reacción sólida cuando Selina pasa sus garras por su mejilla— Pensaba que venías buscando por algo más, “mi amor” —termina de decir mientras pasa sus largas uñas, implementadas dentro de su traje, por el largo cabello de Talia con una prominente sutileza e incluso imitando su tono de voz con esas dos palabra que tanto solían repetir cuando se relacionaban de una forma más íntima.

La hija de la cabeza del demonio exhala un pequeño y breve suspiro que consigue captar la atención de Selina.

—Ha sido un error venir.

Así como se encontraba, sacándole las garras a Talia, tuvo el impulso de empezar a pelear con ella, deseando que le ayudara en cierta manera a desahogarse. Pero antes de realizar tal acción, se detiene para reflexionar de forma serena y se da cuenta de que así sólo va a conseguir provocar más dolor en su interior, y no está dispuesta a soportarlo.

—Pues quizás deberías irte. —le dice Catwoman finalmente, desviando la mirada de ella junto con su cuerpo y alejando su mano.

En verdad, Selina se ha dado la vuelta porque no puede soportar seguir viendo a Talia y fingir que no ha pasado nada entre ellas que merece ser, por lo menos, mencionado. 
No la observa, pero escucha sus pasos y puede discernir que se ha marchado finalmente de su hogar.

Se queda parada en el suelo un rato, y no es hasta que detiene unas lágrimas cayendo de sus ojos, que decide mirar hacia delante y acariciar a unos de los gatos que suele acudir a su escondrijo, que sale de comer alimento que le habrá proporcionado Talia cuando llegó.

—Al menos tú no me vas a abandonar, ¿verdad? —le dice Selina al gato, que aunque no lo entienda, le sirve para llenar el silencio del oscuro lugar.

Escucha a su gato ronronear mientras lo acaricia, queriendo dejar de pensar en su pasada interacción con Talia y con la intención de ignorar que odia sentirse tan sola y acarrear con tanto dolor en su corazón mientras lleva una vida que finge está estructurada, como método de ignorar que en realidad es todo lo contrario.

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