Epifanía de un recuerdo

Tengo que admitir que no es lo mejor que he escrito, sin embargo espero que lo disfruten.

Hace ya mucho tiempo, incluso antes de que la palabra existiese nacimos dos hadas en él vacío del universo, con el surgimiento de la luz nací yo, Iá, representando la pureza y Layl la oscuridad existente, fui la primera en llegar a la tierra, llegué en la antigua Grecia, una época llena de descubrimientos que me ayudaron a formar un una personalidad amable, ingeniosa y bondadosa, al poco tiempo de vivir en Atenas y aprender su lenguaje empezó a conocer a los humanos que vivían alrededor de la gran metrópolis, mi mayor diversión era pasear entre ellos, plantear y resolver enigmas junto a los grandes filósofos de la época, el transcurría lento y sin prisas, como si esperara que algo le despertara de un largo sueño, siendo así buscaba con esmero personas que pudieran aportar grandes cosas a la humanidad.

Lastimosamente solo encontraba charlatanes que buscaban fama y fortuna a base de engaños, la situación empezaba a ser amarga hasta que me enteré de hechicero la cual podía curar cualquier enfermedad si cumplías con un pequeño encargo, estaba realmente emocionada al escuchar de un ser con magia, ya que en mi estadía en la tierra había sido la única con este tipo de poderes, o al menos eso parecía, partí con rumbo a Corinto intentando encontrarlo rápidamente, al llegar a la morada del supuesto brujo me dispuse a probar su valía, pero esta posibilidad fue desechada casi al instante, aquel que se hacía llamar hechicero utilizaba a un pequeño niño para realizar sus trucos, succionaba la vida del pequeño y se la entregaba a quien le entregara su alma terminando su vida mortal.

Días después "desapareció" misteriosamente, adopté al pequeño Roz y decidí enseñarle lo poco que como humano podía aprender, aunque no muy hábil en actividades físicas la medicina herbal fue su gran talento, al pasar los años me di cuenta de algo importante, estaba profundamente enamorada de aquel chiquillo, verle vivir, crecer y reír hizo crecer un sentimiento de calidez llenara poco a poco mi existencia, el cuidar y querer a alguien era una experiencia nueva y estuve dispuesta a vivirla, se volvió un gran curandero en Delfos, un enviado de los dioses a la vista de los mortales, nunca me separé de su lado. Por más que deseara alejarme me era imposible.

Pasó su vida ayudando a todo aquel que necesitara su cuidado, yo estaba aterrada, su vida mortal se esfumaba en un suspiro y aquel amor que sentía por él se iría con su último aliento, decidí hacer lo prohibido y entregarle parte de mi esencia; su alma sería eterna.

Se vio obligado a renacer a lo largo de la eternidad, su cuerpo mortal no podría contener su alma por más de una vida, sus recuerdos se esfumarían al nacer, sin embargo seguía siendo el, Podía estar con él para siempre sin importar el tiempo ni el lugar.

Todo era perfecto, pasamos nuestras vidas conociendo diferentes lugares del mundo, China en la dinastía Han, En Francia en la Edad Media, el descubrimiento de América, la época Victoriana e incluso la primera guerra mundial, fuimos amantes efímeros a simples amigos vida tras vida, todo parecía perfecto hasta que llego la segunda guerra mundial.

La obscuridad que había en la tierra aumentó poco a poco hasta permitir su llegada, Layl fue la causante de esta, desembocando el odio y la crueldad que había en los seres humanos, debí haberlo evitado, pero fui consumida por una emoción tan embriagante y lúcida que me di cuenta demasiado tarde.

Ella siempre fue etérea, invisible para el ojo humano, solamente Roz podía verla con claridad, estaba extasiado por su belleza inmarcesible y caótica, por primera vez en milenios lo vi enamorado.

Sus intentos por acercarse a Layl parecían inútiles, incansablemente insistí en que no le traería nada bueno y que debía evitarla, los celos empezaron a aparecer como pequeñas agujas pinchándose en mi piel lentamente, al parecer eso la hizo reaccionar, su mirada gélida parecía derretirse ante la presencia de Roz mientras que poco a poco una tímida sonrisa afloraba en sus labios.

Cada momento que el pasaba junto a Layl parecía destrozarme lentamente, su amor era correspondido como nunca lo fue el mío, ¿Había hecho algo mal?, ¿Tanto le molestaba mi presencia? No lo entendí y sigo sin saberlo al día de hoy, le amé con toda la intensidad de mí ser, di mi vida por él pero solo fui desechada como un juguete viejo.

Creía que aún podría hacer algo por él, evitar que se fuera de mis brazos y hacerle ver que era la mejor opción, intentaba luchar contra la locura que se asomaba por mis pensamientos, pero ya era demasiado tarde, tenía que terminar con ello, si yo no podía tener su amor nadie lo tendría.

Fue una cálida noche cuando decidí ponerle fin a la vida de mí amado, con una daga en mano me acerque para contemplar sus últimos momentos de vida, las lágrimas desbordaban por mis mejillas, los momentos que vivimos juntos se quedarían siempre en mis recuerdos junto a su cálida voz, un último "Te amo" salió de mis labios antes de que ella llegara.

"Por favor déjalo vivir" fueron las primeras palabras Layl que me dedicó con una mueca de preocupación en su rostro, "No cometas asesinato por un mortal, te daré lo que pidas pero por favor, déjalo con vida", sus palabras me dejaron en un profundo trance de escepticismo que duró poco más de unos minutos.

"Dame tu vida, tu vida por la suya" pedí de manera amenazante y claramente feliz, si ella no existía él se quedaría por siempre a mi lado, sin nadie que interrumpiera nuestro amor, ella dudó por un segundo el aceptar mi petición, parecía ocultarme algo, aunque finalmente aceptó, nada me importaba más que mí amado, estaba segura de ello.

De su pecho salió suavemente su corazón, dijo con un hilo de voz que tenía que destruirlo para darle fin a su vida y lo hice sin dudarlo. Justo en ese instante ambas empezamos a morir, grité aterrada en un último intento de comprender lo que estaba pasando. Ella se río cínica, mientras las lágrimas asechaban en sus ojos mientras explicaba. "Tú no puedes existir sin mí y yo no puedo vivir sin ti, ambas nos complementamos, creía que lo sabías."

Al morir se decidió un castigo para nosotras y para él, quien nunca acabó su vida eterna, me gusta pensar que fue una segunda oportunidad. Desde ese momento volvimos atrás, intangibles, siendo las estaciones que viven en todo momento junto a la tierra, buscando a Roz.

Vagamos por el mundo, incansables para poder encontrarle, me volví la primavera y el otoño, como el florecimiento de mi amor y como me marchité por el mismo. Layl transformó en el verano y en el invierno, por la intensidad de sus sentimientos, si algún día sientes la calidez del verano o del nostálgico viento otoñal solo te pido que me perdones y que sepas cuanto te amamos.

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