Acecho en la obscuridad.

Nota de la autora: Hola chicos, esta es la primera historia que publico, no es la única que tengo preparada para esta... uh ¿saga?, aunque es la primera, si, pero son una serie de historias sobre un ser que vive en mi mente y la de muchos, no tiene un nombre en si, pero acepto sugerencias, también les deseo una buena lectura y que esto sea de su agrado, puesto que estuve mucho tiempo intentando publicarla, pero... Por problemas personales me fue imposible, como ultimo, dulces pesadillas~ °^°

Soñé, algo extraño, ya saben que los griegos decían que soñar significa peligro. Podría decir que fue un buen sueño, que ganaba la lotería, que conocía al amor de mi vida; cosas que cualquier persona consideraría fantásticas. Pero me quedé en blanco, literalmente en blanco. Estaba en un lugar vacío, sin principio, sin fin, sin paredes, sin techo; estaba en la nada.

Intenté encontrar algo dentro del sueño que me indicara una advertencia, pero sólo encontré un vacío sepulcral; no era obscuro, era frío y desesperante. Una respiración cerca de mi cuello me provocaba escalofríos, sabía que algo me seguía, me esperaba y se encontraba junto a mí, pero cuando veía hacia los lados y atrás, no había nada, sólo el hecho de que mis sueños estuvieran enloqueciendo poco a poco, cuando supe que mi fin había llegado, desperté.

Estaba atrapado entre las mantas de mi cama, sudaba frío y mi respiración se perdía en la habitación, dejando un pequeño rastro de vaho en el ambiente, para  finalmente desaparecer en las penumbras de la noche, algo inusual para ser verano. Quería suponer que era un mal sueño, sin significado y vano, que deliraba por las arduas jornadas trabajo y frecuentes desvelos de estudio por los exámenes finales de la universidad.

Pero entonces lo escuche, un rechinar, un chirrido de la madera vieja y podrida, como si abrieran una puerta oxidada por el paso del tiempo, como si algo quisiera anunciar su llegada, pero nunca se dejó ver aquello que acechaba en las sombras, nunca apareció. Era inquietante, sentía que estaba ahí, analizando cada uno de mis movimientos, observándome.

No sabía lo que quería de mí, si matarme lentamente, torturarme, hacerme perder poco a poco la cordura, o arrancarme la cabeza de un tajo, pero nunca se acercó, no podía ver que me acechaba, sólo lo sentía una presencia, aunque su silencio me provocó un malestar inexplicable, presentía que las noches se transformarían en un tormento para mí, que aquel ser no se iría hasta cumplir su propósito.

Los siguientes días empecé a temerle a la obscuridad, agradeciendo cada segundo de luz solar que me eran brindados, que la estación me permitiera tener días largos y noches cortas, pero mi suerte no era tan buena, dentro de unas semanas empezaría el otoño, eso tendría más tiempo para observarme, podría cumplir su cometido más rápidamente, se divertiría aún más, puesto que sus horas de aparecer y vigilarme, serían mayores.

Mis últimas dos semanas fueron más cortas que el día de navidad para un niño de seis años, creí que podría idear un plan para escapar de aquel ser, al final decidí dejarlo a la suerte y esperar a que me atrapara entre sus garras, porque sabía que no tenía escapatoria, que de alguna forma u otra podría morir, pero aun así no quería creerlo, puesto que la esperanza, es lo último que se pierde.

La primera noche del otoño llegó, con ello, mi terror creció, contacté por primera vez a mis padres desde que ingresé a la universidad, inventando excusas absurdas para poder pasar una temporada en su casa, como un infante asustado que va corriendo a esconderse bajo las faldas de su madre al tener una pesadilla, pero aun así, no funcionaron mis excusas.

Mis padres y yo, nos habíamos distanciado desde hace más de dos años, por lo cual, no me había enterado de su repentino cambio a otro país, dejándome así a la merced de aquel ser que aún no conocía, mi única salida, sería escapar al atardecer.

Pero mi mala suerte fue en aumento, no pude partir como tenía planeado, la noche llegó sin avisar y las cortas horas de sueño, tanto como la poca ingesta de alimentos rendían frutos y por ello, traté de conciliar inútilmente el sueño, cómo en la noche que todo comenzó, sudando frío y enredado en las mantas, con la excepción de que esta vez, aquel ser apareciera.

Un olor nauseabundo inundaba la habitación, desde el momento en el que desperté lo percibí, fruncí el ceño ante aquella pestilencia, mientras sentía que algo me tocaba con una de sus extrañas patas, rozando con ella lentamente mi piel, sentía la textura rasposa y seca, provocándome escalofríos y un nudo en la garganta.

Era una criatura con extremidades de arácnido, más o menos del tamaño de un ser humano, su cuerpo era deforme, como una larva, con las venas resaltando en su extraño cuerpo, bastante viscoso, por lo menos a la vista, no tenía ojos, sólo un gran agujero, que parecía su boca.

Nunca había sido violento, era algo que iba en contra de mis principios, pero mi sentido de supervivencia fue mayor que mi razón, empujé a la extraña criatura hacia el otro lado de la habitación, con una fuerza que de estar en otra situación, me hubiera sido imposible utilizar.

Cuando vi que aquella cosa, empecé a reaccionar, salí corriendo de mi habitación, tropezando con las sábanas aún enredadas en gran parte de mi cuerpo, mientras oía a lo lejos los chillidos de la criatura, sabía que me había escapado, mi pulso aumentó, mi respiración se cortaba, sentía la sangre ir y venir en mi cuerpo de manera notable. ¡Tenía que huir!

Sin pensar corrí de manera presurosa hacia mi auto, arranqué y salí velozmente de aquel lugar, jamás pensé en volver, desde ese día no me quedaba de manera fija en ningún lugar, viajaba de cuidad en ciudad, de país en país, evitando la muerte en manos de aquel ser que tanto me atemorizaba, incluso llegué a hacer las pases con mis padres. Cosa que nunca sospeché que sucedería.

Siempre sentí que algo me estaba acechando, esperando el momento en el que me descuidara para atraparme y poder matarme, más que por necesidad, por el placer de ver morir a aquel que logró salir de sus garras, no tendría una segunda oportunidad de escapar de él.

Años después, tras largas sesiones de terapia, tratamientos, auto convencimiento y por recomendación del doctor, decidí, que tendría que enfrentar mis miedos y volver a ese lugar para comprobar que no era real, que sólo era producto de mi imaginación y que nada había pasado, dándome la oportunidad de abandonar un viejo trauma y hacerme creer que sólo fue una alucinación por mis malos hábitos de aquella época.

Volví a mi vieja casa. Que había sido clausurada con tablas, en las ventanas y puertas, para así evitar que intrusos, saqueadores y drogadictos entraran, fue un trabajo duro quitar la madera, pero el día transcurrió normal, ignorando las cosas que sucedían a mí alrededor, aunque provocando que me sintiera incómodo con el silencio que reinaba en el vecindario.

Después, entré al que un día consideré mi hogar, mientras lo recorría, lograba observar que el tiempo no perdona y ese lugar no era la excepción, puesto que las polillas habían acabado con el piso y todo en aquel lugar olía a oxidado y rancio, empecé a hacer una exploración de reconocimiento, cuando estaba por llegar a mi cuarto, un viento frío chocó contra mi cuello, provocando que me estremeciera.

Cuando abrí mi habitación, todo parecía estar tal como lo había dejado, exceptuando que la criatura parecía no estar en ningún lugar, suspiré aliviado al no encontrarla, pero mis sentidos volvieron a estar alerta cuando vi lo que estaba escrito en el espejo:

"Sabía que algún día volverías" estaba grabado en el cristal como si hubiera sido marcado con fuego.

En esos momentos me di cuenta que todas mis terapias, tratamientos, como dinero invertido no habían servido de mucho, puesto que eso era real, las pesadillas que me atormentaron día y noche durante mucho tiempo eran ciertas, sentía un nudo en la garganta al recordar todo y volví a sentir aquel temor incontrolable que me hizo huir de ese lugar.

Segundos después escuché ese chirrido tan peculiar que por años me aterró, entonces mi pulso se aceleró, ahí me di cuenta que todo estaba acabado y que nunca, absolutamente nunca, lograría salir vivo de ahí.

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